Capítulo 17
Cuando salieron del cementerio, el grupo detectó la presencia de hombres cuervos sobrevolando el pueblo. Viljem activó el hechizo que les permitió ocultarse. Al llegar a la casa, Eleonora Rhodes les explicó que Samuel junto a los agentes Lir y Wallace y la niña lobo, Luna, habían ido a inspeccionar al bosque de los mineros. Pero estaba preocupada porque había transcurrido mucho tiempo y no sabía nada de ellos. Thomas le marcó al teléfono, pero tal como indicó su madre, no respondieron. Así que decidieron irlos a buscar, dejando a Viljem y Sawyer para proteger a Eleonora, en caso recibiera el ataque de los esbirros.
Eran casi las tres de la tarde y el cielo lucía como si estuviera a punto de llover. Además de la densa neblina que cubría todo el trayecto hacia el bosque, John y Bull sabían que en el área predominaba una fuerte energía demoníaca. John formó un pequeño orbe de luz que hizo flotar en cada compañero. De esa forma los podría encontrar fácilmente en caso se perdieran.
— A este paso no lograremos llegar a las ruinas—dijo Maura mientras usaba su celular—. Ni siquiera funciona. Es imposible que sea una interferencia electromagnética cuando el pueblo nunca lo ha sufrido.
— De cierta forma acertaste, en realidad es una interferencia demoníaca—le corrigió John—. Es muy posible que cerca de acá se encuentren realizando un ritual de resurrección.
— Como el de la escuela que presenciaron las chicas—expresó Maura y se preguntó a quién intentaba resucitar—. ¿Acaso tratan de revivir al Golem?
— No puedo decirte con seguridad la respuesta, pero es una gran posibilidad—le respondió John deteniéndose un momento para analizar el lugar—. En caso sea él, estaremos jodidos. Según las historias del bajo mundo, Golem era capaz de generar terremotos y gobierna al ejército de goblins de tierra y las arañas mineras—. Thomas y Maura habían olvidado por completo los poderes de Golem. Era comprensible, ya que en ningún momento pensaron involucrarse tanto en la guerra. John intentó calmarlos, aunque el miedo también se había apoderado de sus pensamientos—. Por el momento debemos centrarnos en encontrar la copa y miren, ¡hemos llegado!
La entrada hacia las ruinas del Golem se encontraba abierta. Incluso los dos agentes también pudieron percibir la energía demoníaca proveniente del interior. A pesar del miedo de no volver a salir, el grupo entró en búsqueda de sus amigos y de la copa.
***
Unos orbes de fuego iluminaban la habitación cubierta de sangre del colegio abandonado, donde Amber y Lir se toparon con Gabriel. El piso se encontraba fracturado y del cual emanaba un olor nauseabundo. Alrededor de un círculo con el pentagrama, los hermanos Gabriel, Vanja, Nikolai, Kristoff y Megan se sujetaban de las manos mientras recitaban frases en latín. Con ellos también estaba un grupo pequeño de encapuchados pertenecientes al ejército de Jonathan, quien cantaba una alabanza a Lilith: "Oh, madre nuestra y de toda la oscuridad. Te imploramos por tu alabado poder que guíes el alma de este guerrero muerto luchando por tu causa. ¡Oh, madre nuestra y de toda la oscuridad! Escucha nuestra oración y permite que regrese a este mundo.
— ¡Oh, Katzleva! Ofrecemos este tributo en tu nombre—dijo Megan sacando el cráneo de Acosta de una bolsa—. Que su sangre y su muerte no sea en vano, ¡acepta este regalo de tu fiel sierva!
Gabriel vio el cráneo del joven agente y recordó su mirada clavada en Maura y su boca tratando de pronunciar sus últimas palabras. Aún se encontraba molesto por la desobediencia de su hermana y lo peor aún, se encontraba en deuda con John Van Vonter. Sin embargo, la acción de su hermana les había favorecido a los Generales Lobo. Tenían todo listo para ejecutar el ritual que traería del mundo de los muertos, a su padre Wadim, el rey del clan lobo.
Megan colocó el cráneo en el centro del pentagrama y continuó el ritual ofreciendo un poco de su sangre, que derramó sobre la cabeza del agente Acosta. Luego Gabriel y Vanja se unieron, finalizando con Kristoff y Nikolai. El pentagrama resplandeció aún más, del cual salió un enorme rayo directo al cielo trayendo consigo nubes de lluvia. El piso donde estaba dibujado el pentagrama se fracturó más, y de este salieron unas manos pálidas con grandes garras. Pronto, el muerto salió hasta mostrar su figura totalmente desnuda y cubierto de tatuajes tribales, pero era el mismo que los generales lobo conocían. Aquel hombre, llamado Wadim, seguía igual que siglos atrás: musculoso, cabello blanco hasta el pecho, un parche negro en un ojo izquierdo, mientras que el otro, de color purpura y con una luna brillante en el iris.
—-¡Bienvenido, padre! — dijo Megan entregándole ropa—. La guerra apenas inicia y el maestro Jonathan necesita de tu ayuda.
—Lo sé—contestó con mucha seriedad y le pareció extraño no ver a una de sus hijas—. ¿Qué ocurrió con Nadia?
—Murió en la Segunda Guerra Mundial—le contestó Vanja, el mellizo de Kristoff, pero mucho más delgado y con el cabello ámbar.—. Tras tu muerte se volvió muy débil.
— Era la más débil...pero como la basura es mejor que se quede ahí—sonrió Wadim. Luego vio entrar a Jonathan van Vonter a la habitación. Estaba muy feliz de verlo—. ¡Te miras más joven, viejo amigo!
—Tú sigues igual—le contestó Jonathan con una sonrisa—. He venido porque necesito la ayuda de todos ustedes.
—¿Implica matar a los malditos amigos del pequeño John? — preguntó Megan con una gran sonrisa, incluso parecía que sus ojos fueran a salirse—. Quiero matar a la perra de Tates.
—Necesito que su padre, Gabriel y Nikolai me acompañen a buscar a mi sirviente Banra. Se encuentra perdido desde hace días—le respondió Jonathan y luego volteó hacia Megan—. El resto de ustedes quiero que cazen a John y sus amigos que están detrás de las copas de sangre. Lilith me ha avisado que encontraron la suya, van detrás de la de Golem. En este momento, un grupo de mis seguidores se encuentran en el ritual de resurrección para traerlo al campo de juego.
— Así será, maestro—contestaron los generales lobo al unísono.
***
El grupo de Samuel Rhodes había ingresado a las ruinas de Golem mucho antes que los demás llegaran. Luna se transformó en lobo para adelantarse y darles indicaciones de cuándo podían avanzar. No había presencia de ninguna criatura cerca, pero logró percibir la energía maligna de las pareces. Se sentían observados, como presas por su cazador. Aunque eso no los detuvo y siguieron adentrándose silenciosamente a través de los pasillos corroídos de moho y del resbaloso musgo.
Luna se detuvo por un momento. Había escuchado unos pasos acercándose delante. La chica les señaló el techo con la cabeza y los agentes entendieron de inmediato. Sacaron sus ganchos y subieron hasta el techo. Luna por su parte, se transformó nuevamente en humano y se escondió detrás de unos escombros. Los pasos se acercaron hasta mostrar a dos encapuchados con una máscara parecida a la que utilizó Jonathan en la batalla del amanecer.
—Percibo algo— dijo uno de los encapuchados—. ¿Crees que el príncipe John se encuentre acá?
— No creo que alguien sea tan estúpido de adentrarse a este castillo—le respondió su compañero—. Lo más seguro es que sean los goblins que habitan en la ruina. Así que, por favor, deja de hacerte el detective, debemos encontrar la copa antes de que el señor Jonathan nos mate.
Los dos encapuchados siguieron su camino y el grupo decidió seguirlos. Ryan Wallace pensó que posiblemente se dirigían a la cámara de tesoros, donde él y Acosta fueron embrujados. En el fondo, sólo deseaba regresar a la última aventura que tuvo con su mejor amigo. No podía olvidar la cabeza rodando y sus ojos clavados en Maura y en él. Samuel Rhodes al notar sus lágrimas caer por las mejillas, le dio unos golpecitos en la espalda.
Llegaron a un lugar abierto parecido a donde ocurrió la batalla entre Marcus y Jonathan. Los encapuchados caminaron hasta el centro. Con ayuda de su magia hicieron aparecer tres monolitos de cristal y los implantaron en la tierra. Los monolitos resplandecieron y formaron un tipo de portal triangular por el cuál ambos entraron después de que hicieron aparecer unas antorchas. El grupo se acercó en silencio para observar mejor. Era una escalinata que se perdía en la oscuridad. Samuel Rhodes hizo una seña a Luna para que lo acompañara, dejando a los agentes Wallace y Lir como guardias en caso se avecinara algún peligro mientras investigaban.
El interior no cambiaba demasiado al resto del castillo. Sus paredes mohosas y suelo resbaladizo, aunque si apestaba más putrefacción. Según la leyenda, el rey Golem había utilizado el terreno para sepultar a todas sus víctimas. Luna iba por delante, ya que sus habilidades para ver en la oscuridad eran superiores a los de un humano ordinario. Se detuvo de repente y le indicó al comandante para que guardara silencio.
— ¿Dónde estará esa maldita copa? — preguntó uno.
¡Crack! ¡Crack! Se escuchaba como si algo se estuviera rompiendo en aquella sala subterránea. Sin embargo, ni Luna ni el comandante Rhodes se habían movido de su sitio.
— ¿Quién anda ahí? — preguntó con mucho enojo.
Nadie respondió, a excepción del incremento del ruido que les indicaba a los presentes que no eran bien recibidos.
—¿Cómo osan a interrumpir en la morada de nuestro señor? — preguntó una voz aguda, pero un tanto carrasposa—. Al amo Golem no le gustará saber que buscan su tesoro.
— El amo Jonathan nos ha mandado a por ella — le contestó un encapuchado—. Les pido por favor que nos la den.
— Entonces, díganle que venga él mismo—le contestó otra voz. Luego se mantuvo en silencio durante unos segundos, dejándoles escuchar a una criatura respirar profundamente de forma muy rápida—. Creo que tenemos visitas.
La habitación fue iluminada por tres pentagramas de fuego púrpura, dejando visibles a Samuel y Luna.
— Bien, ¡qué el festín comience! — dijo la primera voz.
De las grietas del suelo y de las paredes comenzaron a visibilizarse ojos y colmillos resplandecientes. Fueron saliendo poco a poco de su escondite, dejando su aspecto a la mirada de los agentes. Medían un metro, de cuerpo esquelético, calvos y de piel terracota, mientras que sus cuellos y brazos estaban adornados por huesos y piedras preciosas.
— ¡Al ataque! — gritó la primera criatura, que era la más grande de todas.
Rhodes notó que el collar de éste tenía la copa. Miró a Luna quien le confirmó su sospecha. La horda de goblins subterráneos venía hacia ellos, pero tenían que quitarle la copa a su líder. Luna le ordenó al comandante que se retirara, puesto que corrían mucho peligro. Sin embargo, Samuel Rhodes no obedeció. Saltó desde donde estaba y con la ayuda de su gancho se columpió hasta tomar la copa del goblin.
— ¡Lir, Wallace! —gritó Luna, mientras se enfrentaba a cinco goblins a la vez—. ¡Necesitamos su ayuda! ¡Rápido!
Los encapuchados se lanzaron hacia Rhodes, pero este lo esquivó para finalmente darles un golpe. El rey goblin al darse cuenta que le hurtaron se unió a la pelea. Metió su mano en la tierra y sacó un enorme garrote con púas. Lanzó varios golpes, pero únicamente logró matar a un grupo de sus subordinados.
Lir y Wallace dispararon una granada que al explotar únicamente liberó una fuerte luz que dejó ciegos a los goblins. Samuel aprovechó ese momento para escapar. Se subió encima de Luna y juntos subieron por las escaleras. Los efectos de la granada disminuyeron, por lo que los encapuchados y el ejército de Goblins iban detrás de ellos. Uno de los encapuchados disparó, pero lograron salir antes de recibir la bala. De repente, la tierra se estremeció y todo comenzó a girar. Cuando todo terminó se dieron cuenta que estaban en otra sala y se escuchaban otras salas moviéndose en simultáneo.
— Nuestro señor comienza a despertar—dijo el rey goblin—. Si creen que nosotros somos una molestia, no conocen a nuestro amado señor.
— Sí, bueno... ¡se cuida, majestad! — dijo el comandante Rhodes haciendo una reverencia y posteriormente le disparó varias veces hasta que el rey goblin cayó volviéndose polvo.
El ejército goblin estaba furioso por la muerte de su rey. Entre sus gritos y llantos, se unieron hasta formar un gigante de seis metros.
— Comandante... ¿qué procede? — preguntó Lir con voz entrecortada.
—Corran, pero no dejen de disparar—respondió Samuel Rhodes disparando nuevamente—. Al parecer son débiles al agua bendita.
Samuel Rhodes le compartió una pistola a Luna y los cuatro se dispersaron por la sala giratoria, mientras disparaban hacia la espalda, los ojos y el corazón del gigante. La sala cambió nuevamente, haciendo que estuvieran parados en el techo. Luna se transformó en lobo y corrió por todo el terreno. Una vez cerca se acercó lo suficiente, dibujó un pentagrama y con una mano humana disparó. Las balas cruzaron el pentagrama, generando una explosión que le hizo un gran orificio en el abdomen del goblin.
La sala giró una vez más haciendo que todos se golpearan por el impacto. El gigante estuvo a punto de golpear a Lir con el garrote de púas, pero Wallace lanzó una granada de luz y tomó a Lir de la mano para echarse a correr. Luna se les incorporó y los dejó montarse en ella.
— ¡Sácalos de acá! ¡Me encargaré del gigante! — ordenó el comandante Rhodes.
Lir se bajó de Luna y alistó su pistola:
— ¡No lo dejaremos solo, señor!— refutó Lir bajándose de Luna y alistó su arma—. El equipo no puede dividirse.
Wallace también se bajó, mientras que Luna volvió a su forma humana. Luna vio a Rhodes y ella entendió la idea. Con ayuda de su magia, se abrieron varios pentagramas alrededor del goblin. Rhodes indicó con su pulgar que podían proseguir. Los cuatros se dispersaron a lo largo del terreno, disparando balas benditas y granadas a través de los portales. El goblin finalmente comenzó a desmoronarse, hasta quedar a unos diez especímenes, quienes, con el temor de ser asesinados, prefirieron huir de nuevo a las grietas. La copa emitió un brillo dorado, mientras que la sala se movía una última vez.
— ¿Acaso la copa nos ayudó todo este tiempo? — preguntó Wallace muy intrigado y con ganas de tocarla, pero no quería volverse loco como la última vez—. Guárdela, comandante Rhodes...puede que tenga energía muy peligrosa para nosotros.
— Alguna vez perteneció a Rugarth Emra, el dios vampiro de la tierra y padre del rey Golem— respondió Luna—. A comparación de su hijo, era benevolente, pero Golem lo mató para quedarse con el trono. Ocurrió en la Segunda Gran Guerra de Clanes. Pero señor Rhodes, lo que dice Wallace es verdadero. Será mejor que la guarde, debido al uso de Golem, tiene un hechizo que puede volvernos locos.
Samuel Rhodes la envolvió en un pañuelo y la metió debajo de su camisa. Por lo visto, la copa los había ayudado un poco en el terrero, pero los dejó en un espacio muy profundo del castillo y debían encontrar la forma de salir.
***
El grupo de John había ingresado a las ruinas del castillo cuando un pequeño temblor agitó todo a su paso. La entrada se bloqueó dejándolos a merced de la oscuridad por un par de segundos. Nuevamente la sala se sacudió violentamente dejándoles presenciar la batalla de los agentes y Luna contra el goblin gigante. John trató de acercarse para ayudarles, pero sintió como si un imán lo mantuviera inmóvil. Giraron tres veces hasta aparecer frente a una pared derrumbada y unas antorchas que iluminaban un camino ancho hacia el subsuelo.
— No estoy seguro que debamos continuar bajando—dijo Thomas muy preocupado. Se levantó y ayudó a Maura a ponerse de pie—. No es normal que el castillo esté girando. Ningún agente lo reportó antes.
Pero antes de que Thomas siguiera compartiendo su opinión, John y Bull indicaron con el dedo que guardaran silencio. A la distancia podía escucharse un canto en latín. Alistaron sus armas y continuaron por el angosto pasillo teniendo cuidado de no pisar ningún objeto que causara ruido. El pasillo los llevó a un pequeño mirador, que en picado se encontraba el féretro del rey Golem. Estaba abierto, dejando a la vista un cuerpo muy bien conservado, semi enterrado en arena. El rey Golem era muy pequeño de estatura y con una gran barriga que no podía disimular con su abrigo de piel de oso; calvo de la mayor parte de la cabeza, siendo los costados la única parte donde podían verse algunos mechones de color gris. Sin embargo, le compensaba una gran barba trenzada que le caía hasta el pecho. Era la primera vez que John lo veía.
Un grupo de encapuchados rodearon el féretro y elevaron el tono de sus cantos haciendo que el cadáver levitara. En ese momento, la energía demoníaca se concentró aún más. Thomas y Maura experimentaron un profundo dolor de cabeza debido a la exposición de la energía. Después de unos dos minutos, se desplomaron y gracias al licántropo el ruido fue menor. Les tocó la frente. Ambos ardían en fiebre.
— John, debemos sacarlos de acá—murmuró Bull—. Si se exponen más, morirán en cuestión de minutos.
— John, hermanito, ¡qué alegría verlos! — pronunció la voz burlona de Mega, quien se acercaba lentamente hacia ellos—. Es una lástima que no saldrán de acá.
Para empeorar su situación, Megan venía acompañada de Kristoff. De repente, la tierra alrededor de ellos comenzó a levitar y a moverse violentamente como si se tratara de una tormenta de arena. Sin embargo, no afectaba a los generales lobo.
— Así que tú eres John Van Vonter, el maldito hijo de Dimitric y la perra de Clementika. Es un honor que haya venido a verme—dijo el rey Golem, quién levitaba detrás de ellos. Sus ojos rojos parecían ser de un gato, tal como se describía en los libros de Marcus—. ¡Qué agradable sorpresa! Pero como dice la chica, ¡no saldrán de acá!
Thomas estaba siendo enterrado bajo tierra, así que John se lanzó hacia el rey Golem para clavarle una daga de luz. Golem no dejaba de reír a carcajadas. Habían pasado siglos para experimentar una batalla. La tierra fue cubriendo a Bull y lo arrastró a la pared para mantenerlo inmóvil. En ese momento, Megan se acercó a Maura y le rompió la blusa dejando al descubierto su brassier. Bull luchaba por liberarse, pero era inevitable.
—Es muy linda, ¿no crees, hermanito? — le sonreía Megan mientras pasaba su lengua cerca del abdomen de la chica.
—¡No la toques, maldita loca! — gritó Bull muy furioso. Su rostro comenzaba a cubrirse de pelo mientras Megan continuaba tocando el cuerpo de la agente—. Puedes matarme a mí, pero déjala en paz.
— La maldita perra se metió conmigo, así que es justo que me desquite—luego de eso Megan soltó una gran carcajada—. Será muy triste que veas como la violo y la acuchillo como se merece.
Megan rompió el brassier con sus manos. Pero antes de quitárselo, Bull logró soltarse y lanzó una patada giratoria contra su hermana. Megan salió disparada hacia Kristoff y ambos rodaron por las escaleras. Bull se quitó su chaqueta y se la colocó a Maura. Luego puso a Thomas en su hombro y agarró con su brazo a Maura. Los dos generales lobos se encontraban inconscientes, así que Bull aprovechó para adelantarse. Al cabo de unos minutos se volvieron a levantar y se transformaron en lobos para alcanzar a su hermano.
Mientras tanto, John y el rey Golem seguían intercambiando golpes. A pesar del sobrepeso, el Lunar de tierra era muy rápido y podía crear pilares que lo protegían. John invocó a Crowthorne y a Wendygo, dos de sus lanzas espirituales. Con ayuda de la primera, disparó plumas filosas que persiguieron a su presa; y la segunda, creó corrientes de aire que dificultaron el movimiento del rey
Golem se disipó en polvo dejando a John pensando por donde lo atacaría. Sintió la energía del Lunar, así que lanzó a Deer detrás de él. El rey de la tierra cayó al suelo, volviendo a disiparse a través de la tierra de los alrededores. John percibió que la presencia de su adversario se estaba alejando. El Lunar había sido inteligente de huir en medio de la confusión. Nuevamente, la sala giró y se encontró con el grupo del comandante Rhodes luchando con un grupo de encapuchados y Vanja Strauss.
John lanzó a Wendygo para acabar con dos de encapuchados que pensaban atacar a Lir por la espalda, mientras esta se defendía sin armas de los esbirros de Jonathan. Lir notó que una daga fue lanzada hacia John. Disparó con su pistola logrando desviarla
—Las salas han estado cambiando constantemente—dijo John—. Es posible que nos encontremos con el rey Golem.
— Debe ser obra de la copa—le explicó Samuel Rhodes deteniendo una patada de Vanja con sus brazos cruzados. Vanja saltó y dio una doble patada a la espalda del comandante, pero Luna se interpuso y lo mandó lejos—. ¡Gracias, Luna!
—Tú no estabas cuando mataron a mi tribu—soltó Luna observando al chico albino—. Pero creo conocerte de otra parte.
—Pienso igual, es una lástima que tenga que matarte —le respondió Vanja, quien se transformó en un gigantesco lobo blanco que saltó hacia ellos.
La copa brilló suavemente, alejándolos a otra sala. Vanja apareció fuera del castillo, en lo que parecía ser una terraza que daba hacia el bosque de los mineros. El hombre lobo se enfureció puesto que no había ninguna ventana o entrada por la que podía reingresar.
— Eso estuvo cerca—suspiró Luna.
— Comandante Rhodes, ¿podría usarla nuevamente? — le preguntó John con el ceño fruncido de la preocupación—. Los demás están en peligro.
Samuel tocó la copa y esta emitió otro brillo. La sala giró por unos segundos, pero cuando todo terminó, se dieron cuenta que no se habían movido de sala. En el segundo piso se encontraba el rey Golem sonriendo victorioso. Se acercó lentamente sin tocar el suelo. Samuel intentó activarla, pero la copa no funcionaba.
—Veo que encontraron la copa de mi padre— expresó el lunar de tierra—. ¿Si te preguntas por qué no funciona? La respuesta es tan sencilla: ¡heredé sus poderes! Por más que intenten escapar, no lo lograrán—. Se acercó rápidamente hacia John y le tomó del mentón—. Después de matar a tus amigos, te llevaré con Jonathan.
— ¡Leviatán! — exclamó John.
Una lanza en forma de serpiente con semilunas rojas y amarillas atravesó el techo, hasta que impactó en la espalda del rey Golem. John le sonrió y la tiró un poco más para mantenerla fijada por más tiempo.
— Creo que no se le cumplirá, majestad—le dijo el vampúmano sonriendo.
John soltó la lanza y empujó a Golem. El rey intentó juntar la mayor cantidad de arena, pero fue imposible. Su magia lunar no funcionaba.
— Me quedaré con él, ustedes busquen a Bull— les ordenó John. Una vez estos se alejaron hacia el segundo piso, John le agarró el mentón—. ¿Sigues sin entenderlo, ¿eh? Leviatán es una lanza espiritual que detecta las debilidades del oponente. Si bien no puede matarte, da el tiempo necesario para bloquear tus puntos de poder. Sin embargo, tiene el inconveniente que sólo puede invocarse seis veces y contigo, solo me quedan tres oportunidades más.
— ¿Qué esperas para volverme a matar? — le gritó Golem con mucha rabia al verse en tal posición por alguien a quien consideraba un mocoso inexperto. Pero John simplemente se sentó a observarlo—. Eres igual de mediocre que Dimitric y la puta de Clemen..
John le propinó un puñetazo en la cara, que mandó a volar al rey por cien metros, cerca de las escaleras.
— No tienes derecho a hablar así de mis padres— le dijo John y se fue acercando a él—. Y mucho menos hablar así de mi madre. ¿Qué importa que fuera una prostituta? Estoy orgulloso de ella, de Dimitric y también de mi padre, Marcus Oras.
Golem se levantó con dificultad, la lanza también le estaba quitando su fuerza y energía. John comenzó a subir las gradas, pero se detuvo cuando Golem lo sujetó de los pies.
— ¿A dónde vas, bastardo?
— ¡Adiós, Golem!—le respondió sin mirarlo a los ojos, luego se quitó las manos de Golem y continuó subiendo—. La lanza estará contigo por varias horas, será mejor que te vayas de acá.
John se largó dejando atrás los gritos que blasfemaban a sus padres. Nunca en su vida, Golem había sentido tanta cólera e impotencia. John van Vonter lo había derrotado de forma tan estúpida, por haberlo subestimado. La historia se había vuelto a repetir: padre e hijo lo derrotaron.
***
Bull se había adentrado a pasajes del castillo que nunca se imaginó que fueran reales. Varias arañas mineras salieron a su encuentro. Además de la desquiciada de su hermana, un grupo de arañas gigantes también lo perseguía. Bull dibujó un pentagrama que succionó a las arañas y lanzó la antorcha provocando que estas explotaran. Megan estaba cubierta de sangre y ni siquiera eso la distrajo de su objetivo.
—¡Búscate un psiquiatra, maldita loca! — le gritó Bull saltando detrás de ella para continuar corriendo en dirección contraria.
—Bully, déjame desgarrar su carne—le respondió Megan, quién utilizó la misma estrategia y a través de una patada lo dejó en el piso. Megan estaba dispuesta a seguirlo atacando, así que se dio la vuelta, se transformó en lobo y protegió a sus dos compañeros—. Sé que te gustaría hacerlo, estás igual manchado de tanta sangre que yo. Cuando conociste a John van Vonter te volviste débil.
— Te equivocas...John dio espera y Macus una oportunidad como hijo—le respondió Bull quién ya comenzaba a sangrar de las heridas que su hermana le causaba—. No permitiré que mates amigos.
— Me da tanto asco que defiendas a estos humanos, eres una bestia como yo — dijo Megan soltándole una fuerte patada en la espalda baja—. ¡Eres una maldita bestia!
Bull cayó debilitado volviendo a su forma humana. Megan continuó golpeando a Bull, quien a pesar del daño, intentaba proteger a sus compañeros.
—La única bestia aquí eres tú, hija de puta—era Maura—. En el poco tiempo de conocerlo, el agente Strauss ha demostrado ser valiente, fuerte, leal y con mucha humanidad. Aunque no quiera demostrarlo, estoy orgullosa de ser su compañera.
—¡Te voy a matar! — gritó Megan sacándola debajo de Bull y luego la sujetó del cuello—. ¿Te parece si te parto a la mitad?
—¡Hazlo! —gritó Maura.
Una corriente eléctrica recorrió a Megan por todo el cuerpo. Y cuando menos lo esperó, Maura le clavó un puñal en el abdomen. Megan soltó a Maura, quién corrió a ayudar a Thomas y juntos levantaron a Bull. Megan cayó al suelo sangrando, mientras veía a los dos humanos llevarse a su hermano inconsciente entre los hombros. El trío finalmente logró salir de aquel laberinto subterráneo. El comandante Rhodes y los demás los esperaban fuera.
— Deberíamos salir cuánto antes de acá—sugirió John, puesto que sentía diversas energías negativas alrededor—. El rey Golem se encuentra fuera de combate de forma temporal. Pero hay una energía que no me está gustando para nada.
— Coincido contigo, debemos tratar las heridas de Bull—señaló Maura—. Nos protegió de Golem y de Megan, no podemos permitir que muera acá.
John aún no se había percatado que su mejor amigo estaba inconsciente. En su cabeza no dejaba de pensar en la guerra en contra de Jonathan van Vonter. Estaba reuniendo a sus piezas más importantes en el tablero. El rey Golem fue su gran aliado. Según las historias que contaba su padre, el temido rey de la tierra tenía bajo su control un ejército de aproximadamente 50,000 combatientes. En su mayoría troles de tierra y soldados de terracota, pero también se le sumaban criaturas que desde la antigüedad se ofrecieron a su servicio, como las arañas mineras y las esfinges.
John seguía al grupo y mientras los observaba, se dio cuenta que su grupo de aliados era pequeño. Para ganarle a su tío necesitaría reunir a más. En los últimos siglos se mantuvo entrenando y ayudando a criaturas que necesitaban de su apoyo. También vivió entre humanos con los que llegó a congeniar, pero ninguno se mantenía con vida. ¿Sería posible que aún existieran clanes que lo apoyaran como el verdadero sucesor? Afuera del castillo, Viljem los esperaba con mucha preocupación en su rostro.
— Dos temibles enemigos han despertado—dijo el anciano y luego confirmó lo que tanto le preocupaba al príncipe vampiro—. Jonathan está reuniendo sus piezas.
— ¿A quién se refiere además de Golem? — preguntó Lir.
— Hablo del rey de los clanes lobo y la mano derecha de Jonathan, Wadim Strauss—le respondió el anciano—. Hace muchos años ocurrió una tragedia que cambió a mi nieto para siempre. Wadim es un ser despreciable. No quiero que Bull tenga que enfrentarlo de nuevo.
***
En Transilvania Oscura, la situación no era tan diferente a la que se estaban enfrentando en San Marcus. Se escuchaban rumores que la invasión final se realizaría muy pronto y que, el rey Van Vonter andaba en la búsqueda de guerreros para acabar con los humanos. Todo aquel que negase terminaría asesinado por los verdugos. Así que muchos habitantes habían comenzado a huir hacia pueblos vecinos o se escondían en las alcantarillas. En una semana ya habían asesinado cien criaturas que declararon su oposición.
Timothy era muy amigo de algunos criados del castillo, quienes le comentaban todo lo que ocurría en las afueras. Debía de tener mucho cuidado para que nadie los escuchara, en especial de Trinas, su acosadora. En aquella noche de luna nueva, el pequeño zombi y Amber decidieron escurrirse a través de algunos pasajes del castillo Van Vonter. Ya era pasada la medianoche cuando dieron con una puerta de madera. Llenos de curiosidad, entraron a investigar. Eran unas escaleras de caracol que subían tan alto que no podían distinguir su final. Subieron con cautela de no dar un paso en falso, hasta que llegaron hacia otra puerta, que por suerte no tenía seguro. La abrieron y por dentro descansaban muchos pegasos, con bellas alas y copetes de fuego
— ¡Qué lindos son! — exclamó Amber al ver al ver uno más pequeño.
— Se llaman Spyros—le explicó Timothy—. Fueron creados con la magia de Balthazar y la de mi padre. Son muy cariñosos a pesar de ser usados como "animales de guerra". En este momento pueden parecer dóciles, pero cuando se enfadan te juro que no te gustaría estar frente a uno.
Timothy y Amber se voltearon a ver.
— No sé si tienes la misma idea que yo—le dijo Amber—. Pero creo que un Spyros nos podría ayudar.
—Estamos tan conectados —le contestó—. Has mejorado mucho en tus habilidades mágicas. Creo que podrías hacerle frente a Trinas. En una semana tendrás la última cátedra, será un buen momento para escapar.
El pequeño Spyros se acercó a ambos con mucha alegría esperando recibir alguna caricia. Ambos se agacharon para darle lo que tanto buscaba. Se quedaron unos minutos jugando con él y luego partieron a descansar hacia sus habitaciones.
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