Capítulo 16
La ciudad estaba en caos, al punto que agentes de otras ciudades llegaron como apoyo. Habían transcurrido cinco días desde el ataque en el cuartel del SOIS. Alrededor del mundo, los civiles habían tomado las armas en contra de la SOIS, mientras que otros huían con la llegada de bestias que aparecieron en sus ciudades. En villas aledañas a San Marcus y Transilvania se reportaban casas incendiadas a manos de un ser que manipulaba el fuego e incluso los cementerios yacían saqueados. Además, se reportó el ataque de zombis en Londres, por lo que SOIS estaba en el ojo del huracán.
El aún no formado clan Van Vonter tuvo que esperar a que la mayoría de sus integrantes se recuperaran de las heridas. Una vez que John recuperó sus fuerzas, comandó un grupo conformado por Thomas, Bull, Maura, Sawyer y Viljem, que se dirigió al cementerio. Llegar ahí fue complicado por los mismos ciudadanos que habían estado lanzando piedras a la casa de los Rhodes. Al final, Viljem realizó un hechizo que les permitió ocultarse de los manifestantes.
Sawyer no había pisado su casa desde la batalla del amanecer. No podía creer que el cementerio que tanto cuidó durante años se había convertido en una víctima de actos delictivos. Observó su casa quemada y con cimientos caídos. El guardián del cementerio no pudo sentirse más miserable de lo que ya se encontraba. En esa casa comenzó su vida como Sawyer y llegó a formar su familia. No quiso demostrar ningún momento de debilidad frente a sus compañeros de misión. Se metió a su casa y al cabo de unos minutos regresó con un cofre metálico cubierto de ceniza.
—Este cofre es en el que John encontró el mapa—dijo Sayer colocándolo en el suelo con ayuda de Bull. A pesar de ser pequeño, era un poco pesado—. Thomas y Maura, les pediré que se alejen un poco. No solamente guardo recuerdos de viajes, sino que también males que prometí mantener sellados.
Thomas y Maura se alejaron, no sin antes quitarle el seguro a sus pistolas benditas. Sawyer abrió el cofre. De repente, el cielo se nubló y un tornado salió del cofre. Viljem cruzó los brazos en equis y el tornado se hizo diminuto.
—Este es el más débil, es para que se confíen los que intenten abrirlo sin mi permiso—aclaró Sawyer. Extendió la mano dentro del cofre que era más espacioso de lo que aparentaba—. No querrán ver las demás criaturas...Esperen, creo que es esto...veamos.
Sawyer sacó una botella y dentro venía un pedazo de papiro amarrado con un cordel. No podía abrirlo, así que Bull, un tanto impaciente, se lo arrebató y lo lanzó al suelo. John se agachó y lo abrió. No entendía nada: el fragmento de papel estaba en blanco.
— ¿Qué broma es esta? ¡No hay nada! — dijo John con mucha ansiedad—. Lo único que recuerdo es que en el mapa que tomé había una torre gigantesca. No creo que represente al castillo de Golem y alrededor se encontraba un edificio de vigilantes.
—¿Nunca pensaron en escanear sus documentos viejos? — preguntó Thomas intentando aligerar la tensión, pero lo único que consiguió fue una mirada mortífera de su compañera.
— ¿Torre y vigilantes? Déjame ver si recuerdo algo—pronunció Viljem mientras tomaba asiento en el cofre—. Hace un par de siglos, San Marcus no era tan grande y moderno. Si en el centro donde se encuentra la estatua fue la casa de Marcus, la torre estaba al sureste...
— Thomas, ¿recuerdas las clases de historia en sexto? —preguntó Maura—. Antes de ser cementerio, este terreno fue parte del estado.
—¿Una cárcel? — respondió con mucha duda—. Claro, el túnel es su vestigio. Fue utilizada como cárcel desde mediados del siglo XIX hasta su final. La cárcel formó parte de la predecesora de la SOIS.
—Y como se podrán recordar, la SOIS es el resultado de una división de la Orden de San Marcus—dijo Maura entusiasmada—. Lo que quiere decir que...
— El sepulcro se encuentra en este mismo lugar—completó Sawyer y en su cara se esbozó una sonrisa—. No puedo creer que todo este tiempo, mamá estuvo aquí, pero, eso quiere decir que en este papel está la llave para encontrarlo.
—Conociendo a papá ha utilizado magia para protegerlo del enemigo, solo su hijo podría activarlo—dijo John entregando el papel a Sawyer—. Ha llegado el momento de que puedas hacer las cosas bien, hermano.
Sawyer asintió y debajo de su capa sacó una cuchilla. Hizo un pequeño corte en su dedo y dejó su huella en el papel. Unas runas doradas aparecieron a lo largo del papel y brillaron con una luz tenue. No era suficiente. El sepulcro no había revelado su ubicación.
— Sawyer no fue su único hijo— dijo Viljem mirando a John y luego a Bull—. No comparten su sangre, pero Marcus siempre los consideró sus hijos. Con intentar no perdemos nada, ¿no creen?
John se realizó una pequeña herida en el dedo y puso su huella. Bull, por su parte, se clavó una garra y marcó también. Las runas salieron del papel y se movían en el aire como si danzaban. Rápidamente se posaron en medio de la laguna artificial que se encontraba en el cementerio y del agua salió una escalinata de caracol que fue iluminada por las runas del mapa.
— Papá sí tenía unas ideas muy locas—dijo Sawyer—. ¿Están listos?
El grupo comenzó su descenso por la escalinata, que se iba cerrando por cada paso que daban. No necesitaron linternas. Las runas acompañaron al grupo durante todo el trayecto. Cuando llegaron al final del camino, las runas giraron hasta formar una estrella de David. Posteriormente, una puerta de luz apareció frente a ellos por la cual entraron.
El interior era una amplia biblioteca con dos secciones. Las antorchas colocadas en la pared se encontraban apagadas. Cada runa fue posándose en cada una y la habitación cobró luz. No había mucho que destacar, suponiendo que era un lugar donde Marcus guardaba sus pertenencias. Al final de la sala había tres puertas, que, usando el sentido común, se encontraría la tumba de Anna de Oras y la copa de sangre.
No querían perder más tiempo, así que el grupo decidió dividirse en tres: uno conformado por John y Sawyer; un segundo por Bull y Viljem y el tercero por Thomas y Maura. Los tres equipos ingresaron según el orden mencionado a cada una de las puertas. Estaban temerosos a cualquier peligro al que podrían enfrentarse en el sepulcro.
***
John y Sawyer se encontraban en un largo corredor que se extendía sin un aparente final. Les rodeaba un bosque. Podían sentir la brisa fresca de una mañana y el olor a tierra mojada por el rocío matutino. Recordaban ciertos árboles. Era como si estuvieran de vuelta en casa, cuando Anna y Marcus estaban vivos. El suelo era pasto, un poco maltratado por el tráfico de ganado. Mientras más se adelantaban en el corredor, experimentaron una dolorosa sensación por todo su cuerpo como si se expusieran a choques eléctricos. Se detuvieron un momento para corroborar qué era lo que pasaba, solo para darse cuenta que habían vuelto a ser unos niños
— ¿Qué carajo está pasando? —preguntó John, con la apariencia de un niño de cinco años. Sawyer soltó una carcajada—. Esto no es gracioso, Sawyer.
— Un poco mal hablado para ser un bebé—dijo Sawyer con una voz entre chillona y ronca. Sawyer se llevó la mano a la boca con mucha vergüenza—. ¡Gracias, karma!
El dúo continuó caminando mientras el bosque a su alrededor iba quedando atrás hasta llegar a unas ruinas cerca del mar. Ahí, Sawyer comenzó a incomodarse y las lágrimas salían de sus ojos. Incluso en la oscuridad podía recordar el escenario. Fue ahí donde él y su padre se enfrentaron contra Tártaros Vonnes, resultando en la muerte del cazador y en Sawyer convertido en su sirviente. Sawyer lanzó un grito desgarrador y no escuchaba las palabras de su hermano.
— Pero Sawyer, ¿qué es lo que te pasa? —preguntó John sacudiendo a su hermano, quién no dejaba de gritar—. ¡Mírame! Yo soy real. Todo es parte de tu imaginación.
— No lo entiendes...acá lo mataron—le contestó Sawyer entre lágrimas—. Acá es donde me convertí en un traidor, donde lo dejé morir y Vonnes...
John no sabía cómo actuar frente al trauma que su hermano cargaba desde hace siglos. Y ahora, mientras lo revivía, John se había transformado en un testigo que no ayudaba, más que solo ver y tratar de consolarlo a través de un sincero abrazo. Los minutos pasaban, pero la eternidad se hacía presente. Entonces, John tomó a su hermano y se echó a correr. Sawyer se movía torpemente y, aun así, el príncipe vampiro no se detuvo. Tal fue la determinación de John, que Sawyer empezó a recobrar la conciencia. Él no estaba sólo, su hermano era su ancla de apoyo y debía ayudarlo como lo prometió alguna vez.
El escenario iba cambiando mientras se acercaban al final. Atrás todo se iba cubriendo de oscuridad. No quedaba ningún rastro de aquel bosque, de aquella ruina y de los recuerdos de Sawyer. Los dos hermanos llegaron a una puerta metálica que se le complicó abrir, pero finalmente llegaron a una sala llena de espejos.
— ¿En qué carajo estaba pensando papá? — expresó John un poco molesto y al igual que su voz, también sus cuerpos regresaron a la normalidad—. ¿Se te ocurre algo?
— Pues tocará averiguar—respondió Sawyer.
***
Bull y el anciano Viljem caminaban en silencio. A pesar de que había pasado mucho tiempo desde la última vez que interactuaron, los dos licántropos disfrutaban de su compañía sin importar si hablaban o no. Era curioso que al igual que su personalidad, el escenario que los rodeaba era muy parecido. Un arroyo se extendía a lo largo donde se podía escuchar la corriente y a lo lejos, la caída de una cascada. Se podía percibir la paz en cada respiro, una que ninguno había podido vivir tras la guerra milenaria en la que se vieron involucrados desde que eran jóvenes. Pero la calma fue desapareciendo y Bull, muerto de terror, recordó una choza que se comenzaba a formar al lado derecho del corredor. Solo bastó mirar un pilar de madera y el sonido de un látigo desgarrando carne para volver a experimentar aquel dolor en su propia espalda.
— Abuelo, ¡aléjate! —dijo Bull mientras su cuerpo se cubría de pelo sin poderlo controlar—. Algo no está bien acá, ¡vete!
— Bull, calma hijo, no traigas tus traumas al presente—dijo Viljem mientras esquivaban los golpes de su nieto. A pesar de su apariencia frágil, Viljem aún era rápido y fuerte. Incluso detuvo la patada de Bull con su bastón—. Soy tu abuelo, ¿no me reconoces?
— Yo mismo te maté... ¡no puede ser que sigas con vida! — dijo Bull con mucha rabia y Viljem notó que su nieto parecía estar bajo control mental—. Padre, ¡te mataré de nuevo!
Bull se lanzó a su abuelo. Estuvo a punto de golpear la cara del anciano, pero éste saltó encima de él y le propinó tres patadas que hizo que las paredes se fragmentaran. Ambos saltaron hacia atrás para esquivar un fragmento de techo.
— ¿Por qué no puedo matarte como lo hice antes? — preguntó Bull—. Soy más fuerte que tú.
— Porque no soy Wadim, pequeño mocoso—le respondió Viljem apareciendo detrás de él. Posteriormente lo golpeó tan fuerte que Bull terminó abriendo la puerta del impacto. Viljem se acomodó su cabello desarreglado por la pelea y caminó tranquilamente hacia la otra habitación—. ¿Quieres que te ayude?—dijo el anciano ofreciéndole la mano a su nieto, quien a pesar de la vergüenza aceptó—. Todos tenemos traumas, Bull, pero habrá ocasiones en las que deberás controlarlos para que no afecten en momentos importantes. Bueno, también puedes buscar la ayuda de un profesional.
—¡Qué moderno! — expresó Bull en un tono de burla.
—Por supuesto, hasta tengo un smartphone—dijo Viljem sacándole la lengua, pero a Bull no le hizo gracia—. De vez en cuando los humanos han construido herramientas muy útiles. Deberías darle la oportunidad, jovencito.
—Volviendo a la realidad, ¿qué carajo es esto? — dijo Bull al observarse reflejado por todas partes—. ¿Espejos? El anciano Marcus, sí que estaba loco.
Bull quebró dos espejos con sus puños, pero al fragmentarse estos salieron disparados a una velocidad que no tuvo tiempo de reaccionar. Así que su ropa y rostro recibieron cortaduras.
—Bull, ¿cuántas veces te he dicho que los golpes no siempre solucionarán los problemas que se te presentan? — dijo Viljem muy molesto que le asestó un golpe en la cabeza con el bastón—. ¡Es un laberinto encantado! Está claro que Marcus ocultó las copas en mazmorras para protegerlos de los reyes vampiros.
***
— Hubiera preferido ir con Bull, ¡eres un idiota, Thomas Rhodes! — gritó la agente Maura Laura con mucha desesperación—. ¿Por qué siempre actúas como un niño?
— Pero no he dicho nada—le contestó Thomas muy extrañado.
—¿Me estás diciendo que no me acabas de tirar el pelo? —Maura se le paró frente a él—. ¡Mírame a los ojos!
Thomas le dio la vuelta y señaló un orbe de luz que surcaba en la oscuridad, pero una vez cerca, el orbe desapareció. De repente, a Thomas lo golpearon en la espalda, le sacaron el aire del abdomen, le tiraron del pelo y le golpearon con fuerza su entrepierna
—Creo que es un diablillo de mazmorra— dijo Maura en voz baja—. No tienen la fuerza para matarte, pero si tu fuerza espiritual se ha quebrantado por algún trauma relacionado a la muerte...tienen la capacidad de embrujarte.
—Si ese es el caso, Maura...yo te cubro—dijo Thomas volviéndose a parar. Se quitó la chaqueta y se la entregó a su compañera—. Cúbrete la cabeza y procura que no se te acerque a las orejas o a los ojos.
—Thomas, voy a estar bien...no tengo ningún trauma.
—Deja de hacerte la fuerte, Maura, te conozco desde que tengo memoria—refutó el chico y le puso la chaqueta encima—. Adelántate, yo cubriré tu espalda.
Maura se echó a correr, mientras que Thomas fue disparando en cada punto donde el diablillo se posaba, pero era demasiado rápido y únicamente lograba que el pequeño lo volviera a atacar en los testículos con mucha fuerza. Maura logró llegar a la puerta que estaba un poco atorada. Giró con dificultad la manivela que estaba al lado y abrió una pequeña abertura.
— ¡Por acá, Thomas! — gritó la chica.
Maura estaba deteniendo la puerta que se cerraba poco a poco. Thomas soltó una bomba de humo y corrió en dirección de su compañera. Thomas entró y haló a Maura. La puerta se cerró, dejando atrás al pequeño diablillo; mientras que los jóvenes agentes se encontraban frente a sus mismos reflejos. En la iluminación tenue, aquel escenario generaba mucho pavor como si sus propios reflejos saldrían de repente y los tomarían, para jamás ver la luz del sol.
Se adentraron mientras tocaban cada espejo, tratando de buscar un espacio, hasta que finalmente dieron con uno que estaba a su derecha. Caminaban torpemente, tomados de la mano para no perderse, puesto que sabían que solo unidos podrían salir con vida. Por fin, ¡una salida! Pero no fue así. Llegaron a un callejón sin salida. Al girar todos sus reflejos lo hicieron, provocándoles mareo. A Thomas se le ocurrió escalar para ver si encontraba algo y fue hasta ese momento que notaron que el techo estaba conformado de espejos.
Decepcionados, el dúo siguió caminando hasta llegar a un "claro", constituido por 4 espejos y una banca. Se sentaron un rato para descansar y pensar su próxima estrategia. Por un momento, la noción del tiempo se percibía lenta y el sueño comenzaba a apoderarse de ellos. De repente había una extraña silueta a la par de los agentes. Tenían que pelear, pero sus piernas no reaccionaban y sus manos estaban petrificadas. La figura salió del espejo dividiéndose en dos sombras humanoides con sombrero de copa.
—¡Orbe de luz! — escucharon la voz de John a la distancia junto al sonido de una chispa pasar cerca de sus cabezas—. ¡Ve a despertarlos!
La visión de los dos agentes era borrosa. Solo distinguía una silueta dorada chocando con una sombra gris. Veían flamas y chispas y de nuevo flamas y chispas, hasta que todo acabó con un grito desgarrador. Sawyer rápidamente sacó una pócima para darles a beber. Después de sentir un ligero hormigueo recorrer cada extremo de su cuerpo, Thomas y Maura pudieron moverse y recuperar la vista.
— ¿Qué carajo fue eso? —preguntó Thomas aún temeroso y sin comprender nada—. Nunca vimos esto en la SOIS.
—Un hombre sombra—le respondió John—. Son espíritus muy raros de ver y que generalmente aparecen en parálisis de sueño. Aún no se sabe su propósito real, pero el de este laberinto, estaba determinado a llevarse sus almas.
—Nos enfrentamos a ellos hace un momento, pero se fue...supongo que prefería un alma humana a una vampira—complementó Sawyer—. Nuestro padre nos la puso difícil para una sola copa. Si esto es una mazmorra, supongo que ese era un jefe.
— Como los videojuegos—dijo Thomas muy alegre—. Siempre quise hacer esto.
— Nunca he jugado uno—le confesó Sawyer—. Espero que me enseñes muy pronto.
— Y a mí también—le sonrió John—. Pero hay que continuar...siento que la energía demoníaca de la copa me está llamando. ¡Está cerca!
— No te equivocas, John—interrumpió Bull que venía acompañado de Viljem—. También la siento.
El grupo, de nuevo reunido, prosiguió en la búsqueda. Para su suerte, el final del laberinto se encontraba en un pasadizo continuando por el lado derecho donde se encontraban. Era una puerta con una antorcha apagada en medio. John la encendió con sus poderes. La puerta tembló un poco, pero se levantó lentamente hacia el techo. Todo el laberinto explotó lentamente, así que el grupo se metió a la habitación. La puerta se cerró, protegiéndoles de los fragmentos disparados.
La habitación se sostenía por seis pilares altos y gruesos. En medio se encontraba un féretro plateado que era iluminado por un candelabro en lo alto de la habitación. Estando cerca, John y Sawyer no pudieron evitar que las lágrimas salieran de sus ojos. Al abrir la cajuela, el cuerpo de su madre estaba muy bien conservado, sin vestigios de los siglos transcurridos desde su muerte. En sus manos sostenía la copa... ¡Los llamaba! Era la voz de Lilith.
— Thomas, Maura...será mejor que se aparten—dijo John—. La energía demoníaca de Lilith sigue muy presente en esta copa. Son humanos, por lo que podrían envenenarse como ocurrió con nuestra madre.
Mientras John tomaba la copa, notó un bulto de cuero, detrás del hombro de su madre. Le pasó la copa a Sawyer, que se encontraba detrás de él y luego se dispuso a sacar el bulto. Aunque le costó, ya que parecía haberse incrustado al cajón, finalmente lo consiguió. En sus manos sostenía lo que él y Bull estuvieron buscando durante años: el diario de Marcus Oras.
— ¡Es este! —exclamó con mucha alegría y corrió a abrazar a Bull—. Estuvo acá todo este tiempo.
Bull y el anciano Viljem voltearon a ver al candelabro. Al parecer escucharon un ruido imperceptible para los demás.
— No es solo ese ruido lo que inquieta, también olfateo algo extraño—dijo Bull.
El cadáver de Anna de Oras se levantó como si hubiese resucitado. John y Sawyer retrocedieron y crearon un escudo de energía para proteger al grupo.
— Los hijos vinieron a visitar a su madre—dijo una voz femenina, pero la boca de Anna no era quien articulaba las palabras—. ¡Qué tierno! Han conseguido una copa, pero no canten victoria. Muy pronto, Jonathan y yo reinaremos. Fue un gusto conocerlos en persona.... John, Sawyer, Bull, Viljem, Thomas, Maura.
La voz se despidió con un grito y un viento helado los empujó violentamente fuera del sepulcro. Anna de Oras regresó nuevamente a su féretro, el cual se cerró.
— ¿Esa era Lilith? —preguntó Maura—. ¿Cómo es que sabe nuestros nombres?
— Lilith nos observa desde la oscuridad y te conoce desde antes que nacieras...es parte de la profecía—le contestó Viljem ayudando a levantar a los agentes—. Lilith ha visto nuestro futuro y sabe el papel que ustedes jugarán en la guerra.
— Las respuestas están en este diario— señaló John guardándolo en su cintura—. Sin embargo, hay cosas que solo yo puedo leer.
— Y el resto lo leerán cuando sea el momento—completó Viljem—. Marcus también tenía visiones y escribió sobre todos. El diario contiene verdades que ustedes decidirán leer si se consideran aptos para afrontar los obstáculos.
El grupo siguió su camino buscando la puerta de salida, solo para darse cuenta que dos habían sido bloqueadas. Así que se atrevieron a salir por la puerta donde el diablillo atacó a Thomas y Maura. Los dos iban muy atentos para no encontrarlo. Pero no había señales de él. Llegaron hasta la puerta dorada que los esperaba para guiarlos al exterior. Una vez llegaron al cementerio, el portal se cerró y las runas se fusionaron en un anillo dorado, que Sawyer se colocó. Sawyer guardó la copa dentro del cofre de su padre, de tal manera que toda la energía quedara sellada sin alertar a ninguna criatura. Con los tesoros en su posesión, el grupo partió a la casa de Thomas.
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