Capítulo 13
Habían transcurrido dos años desde el incidente de John transformado en una bestia. A pesar de tener solo 10 años, su apariencia seguía siendo la de un niño muy pequeño. Debido a lo ocurrido, no dejaban alejarse mucho de la cabaña, pero su curiosidad por descubrir la inmensidad del mundo que le rodeaba, lo hacían escaparse al bosque que rodeaba su aldea y que más tarde sería conocido como "el bosque de los mineros". John solía jugar solo. No tenía ningún amigo y eran raras las ocasiones en que lo acompañaba su hermano mayor o Viljem, que vivía cerca de un arroyo.
En aquella mañana de verano, John decidió visitar a Viljem, pero no había nadie en su choza. Aunque eso no lo desmotivó. John siguió aventurándose en el norte del arroyo, donde llegó a una pequeña cascada. Jamás se había imaginado que existía ese paraje. Se quitó la ropa y se lanzó al agua para nadar un rato. No obstante, John estaba seguro de no estar solo. Percibía la energía de un ser vivo en los alrededores. Buscó detrás de cada arbusto y tronco sin encontrar nada, hasta que por fin dio con una cueva detrás de la cascada. John creó un pequeño orbe de luz que iluminó la cueva y justo ahí se encontraba un niño de su edad, con muchos rasguños profundos en su espalda y un pantalón desgastado con restos de sangre, tenía el cabello largo, pero muy maltratado. John se acercó y le tocó el hombre, pero el chico no reaccionó. Así que lo cargó en su espalda y lo llevó hasta el arroyo. John le limpió las heridas y preparó unos remedios con flores y hojas medicinales de la zona.
Al cabo de un rato, el niño abrió los ojos haciendo contacto visual con John. Aunque pensó que le agradecería fue todo lo contrario. El niño se puso muy enojado y le lanzó una patada que lanzó a John a diez metros de distancia. El niño se levantó y su cuerpo se cubrió de pelaje y los colmillos le crecieron. John se levantó y caminó con mucho cuidado hacia él.
— Calma. Mi nombre es John y no quiero hacerte daño—le dijo.
— Eres un maldito humano— exclamó el otro niño, pero parecía tener dificultades para pronunciar las palabras.
— ¿Eres tonto o te haces? Físicamente eres un humano—le respondió John riéndose, luego mostró sus colmillos y creó un orbe de luz —. Déjame presentarme de nuevo. Mi nombre es John Van..perdón, quería decir John Oras. Soy un vampiro y hechicero.
—Mi nombre es...—el niño dudó en revelar su identidad, pero finalmente accedió—. Soy Bull Strauss, un licántropo.
— Es un gusto, Bull— dijo John sonriéndole mientras le tendía la mano.
— Mucho gusto, John—respondió Bull aceptando el saludo. Luego lo vio con disgusto de pies a cabeza y retiró la mano —. ¿Qué carajo? ¡Ponte tu ropa! ¿Acaso eres un pervertido para tu edad?
En ese momento, Jonn recordó que estaba desnudo y una vergüenza como nunca antes había experimentado, se apoderó de él. Corrió a buscar su ropa mientras se cubría con las manos y luego se vistió detrás de unos arbustos. A pesar de que en su interior, Bull se sentía abandonado por el mundo, su nuevo amigo le hizo reír por primera vez en su vida.
***
Los chicos continuaron jugando en el agua hasta que el sol comenzó a esconderse dejando un cielo naranja y muy despejado. John debía irse, así que se despidió de su nuevo amigo. Le resultó extraño que Bull seguía sentado a un lado del arroyo. Estaba preocupado por las cicatrices que tenía en su cuerpo. Los licántropos tenían la habilidad de sanar al igual que los vampiros, pero si los daños se realizaban de forma seguida en un corto periodo de tiempo, les ocurría lo mismo que a Bull. John pensó que tal vez él no era bienvenido en su manada o quizás escapó de algún cazador. Al no haberse alejado mucho del arroyo, John decidió regresar, pero encontró a Bull llorando.
— ¿No te ibas? — le preguntó Bull sin tomarle la mano al vampiro.
— ¿Tienes hogar? — preguntó John.
— No quiero volver, al menos no por ahora—respondió Bull conteniendo las lágrimas. No quería que John lo considerara un debilucho. Un licántropo debía ser todo un guerrero—. Mi papá, mis hermanos...solo olvídalo. Pasaré la noche en la cueva.
— Entonces ven conmigo esta noche—le sonrió John y ofreció de nuevo su mano para ayudarlo a levantarse—. Hay suficiente espacio en mi habitación. No creo que mi padre se moleste.
— Está bien — aceptó el licántropo la propuesta, aunque sin mucha emoción.
Al llegar, Bull se sorprendió. Si bien era una cabaña sin muchas pretensiones, era muy acogedora y llena de vida. No se parecía en nada al cementerio donde solía dormir con su familia. John le ofreció un poco de leche fresca y galletas de mantequilla. No podía creerlo, era lo más delicioso que había probado en mucho tiempo.
— Yo las preparé—confesó John—. Mi madre me enseñó a hacerlas, aunque no soy tan bueno como ella.
— ¿Dónde está tu madre? — preguntó Bull tomando la última galleta.
John guardó silencio e intentó ocultar sus lágrimas yendo a buscar más galletas para su amigo.
— Mi madre fue asesinada en la guerra protegiendo a la reina Clementika—confesó Bull—. Quiero creer que era una buena mujer, no como mi padre. Según mi abuelito, mi madre Ofelia fue la partera de los tres hijos de Clementika.
— ¿Mi madre biológica? ¿Nuestras madres se conocían? —pensó John—¿Debería decirle que soy un Van Vonter?
— En cambio mi padre...él es alguien a quién no quisieras tener de padre.
— Te prometo que aquí estarás seguro, Bull — le sonrió John.
A pesar de despertarse en la noche temiendo por su vida, Bull disfrutó su estancia en la casa de su amigo. A la mañana siguiente fueron a explorar el bosque. Tomaron una ruta que los llevó a perderse durante horas y que los condujo al castillo de Golem, cubierto de musgo y plantas trepadoras. John desconocía que alguna vez estuvo dentro y que había sido testigo de una batalla legendaria. Decidieron irrumpir en la desolación y ya adentro, John percibió la fuerte energía negativa que emanaba las paredes. Pero Bull lo ignoraba y continuó entrando.
— ¿La escuchas también? — preguntó Bull, pero John no podía escuchar más que sus pisadas en la tierra—. John, te lo juro que alguien me está llamando. Creo que es un hombre mayor, tiene la voz un poco tosca.
— ¡Bull, detente! —le dijo John tomándole del brazo para detenerlo—. Mi madre pasó por lo mismo y esa voz resultó ser una entidad que la poseyó y le quitó años de vida.
— No lo entiendes, John...esa voz me dará el poder para liberarme de mi padre—respondió Bull y al darse cuenta, John notó como su amigo mostraba su faceta de hombre lobo—. Somos amigos, ¿no? Entonces, suéltame o no respondo.
— Bull, hazme caso.
— ¡No soy tu mascota! —gritó Bull, quién se quitó la mano de John y lo lanzó contra el suelo.
De repente, una luz púrpura atravesó el piso. Era una copa, como la de hace año que afectó a Anna de Oras.
— ¡Aléjate, Bull! — exclamó Bull, pero parecía ya no escuchar nada más que la voz del espectro.
— Acepto su ayuda, señor.
Aprovechó la distracción de su amigo para saltar hacia él y golpear la copa. Pero el impacto hizo que una explosión los lanzara hacia la pared. John conjuró un escudo para protegerlos de los escombros que caían del techo. Buscó la copa con su mirada y la vio atravesando el suelo hasta perderse. Bull estaba a su lado, aunque inconsciente, así que lo cargó hasta salir del castillo. Cuando despertó, Bull había regresado a la normalidad, pero quería matar a John.
— Hace unos años mi madre fue poseída por una copa que le pertenecía a Lilith—dijo John manteniendo a Bull contra el suelo. El licántropo reconoció ese nombre, su padre lo mencionaba muchas veces—. Le robó muchos años de vida. Por eso te digo que no necesitas ningún poder para derrotar a tu padre. Mi familia y mis amigos te enseñarán lo necesario para enfrentarlo.
— Mi padre me ha criado para que me una las filas de Jonathan van Vonter—sollozó Bull—. Y no quiero.
— Mi destino es enfrentarme a Jonathan van Vonter, mi tío— confesó John soltándolo y Bull se quedó boquiabierto sin poder soltar algunas palabras—. Si mi tío es tu enemigo, eres mi amigo. Puedes contar conmigo siempre.
— Espera, ¿eres el príncipe perdido? — preguntó Bull, luego se levantó e hizo una referencia—. Mi madre, Ofelia, era fiel a tus padres. ¡No puedo creerlo! ¿Eso significa que el rey Dimitric sigue con vida?
— El día que nací fui adoptado por Marcus Oras—dijo John y por supuesto, el licántropo se mostró arisco al escuchar ese nombre—. Sí, el famoso cazador. Verás, existe una organización que nació para acabar con mi tío y es por eso que entreno diariamente para vencerlo.
— Soy un hombre lobo, John...los humanos son mi enemigo.
— Y yo soy un vampiro que te puede asegurar que no todos los humanos son malos. Nunca me ha faltado el amor de mi papá y mi hermano—dijo Bull—. En mi casa siempre serás bienvenido. Mi padre es amigo de un viejo lobo que vive en este bosque.
— ¿Viljem? — preguntó el licántropo con mucha extrañeza y al ver que este asintió, Bull exclamó de alegría—: ¡Es mi abuelo!!
— ¿Ves? Te dije que puedes confiar en mi papá.
Bull estaba tan emocionado que se había olvidado dónde se encontraba. Cuando reaccionó ya era demasiado tarde. Una piedra le había caído a John en su frente que lo tumbó al suelo. Bull rápidamente lo socorrió para detener la hemorragia. El olor de una chica que conocía se estaba acercando. Lo había encontrado y lo peor de todo, hirió a su amigo.
—¡Megan! — exclamó Bull apretando los dientes con mucha fuerza.
Una Megan de trece años salió de su escondite y al igual que su hermano vestía ropa desgastada y manchada con sangre. En esa época, a Megan le llegaba el cabello hasta debajo del pecho, pero lucía como si no se hubiese bañado en mucho tiempo.
— Gabriel y yo te hemos buscado por días, maldito mocoso—dijo Megan—. No lo hagas más difícil, solo ven conmigo.
— ¡No lo haré! —le gritó Bull y saltó hacia Megan, quien detuvo el puñetazo con la palma de su mano—. No voy a perdonarte lo que le hiciste a mi amigo.
—¿Amigo? —se burló la chica—. Si vienes conmigo, juro que le guardaré el secreto que encontraste a John van Vonter.
— No le hagas caso, Bull—suplicó John levantándose—. Recuerda que puedes cortar tus lazos. Yo puedo ser tu familia.
—-Te prometo que regresaré—respondió el licántropo con una sonrisa genuina—. Ya somos hermanos...solo te pido que me esperes.
Bull y Megan se transformaron en lobos y se perdieron en el bosque. John intentó ir detrás de ellos, pero no quedaba ningún rastro. Regresó a casa, donde su padre y hermano lo esperaban muy enojados. Tenían todo el día buscándolo y temían lo peor. Sin embargo, al explicarles lo sucedido, Marcus no dudó en darle aviso a su viejo amigo, Viljem.
Esa misma noche, el anciano partió junto al legendario cazador en búsqueda del niño. John no logró conciliar el sueño durante la noche. Se levantó constantemente hasta que encontró consuelo en el alféizar donde recibió un poco de brisa fresca. Tenía ganas de alcanzar a su padre, pero Marcus X se había quedado vigilando en la primera planta para evitar que escapara. Aun así, John quería intentarlo. Bajó a la cocina y abrió con mucho cuidado la ventana, pero se detuvo al ver el reflejo de su hermano.
— No puedes hacer nada—le dijo Marcus X, aunque esas palabras no lo ayudaban para calmar su preocupación—. Papá y el señor Viljem lo traerán con vida. Ellos nunca te han defraudado.
— ¿Acaso no viste sus heridas? Bull escapó de su padre que lo maltrata—respondió John elevando la voz—. Su padre quiere que él sea un asesino y que le sirva a Jonathan.
— No grites nunca ese nombre, nadie debe saber que te encuentras con vida—le dijo Marcus X cubriéndole la boca con las manos—. Entiendo que estés preocupado, pero si sigues así de impulsivo no lograrás ayudarlo. Recuerda que papá es el mejor en su trabajo.
Marcus X le preparó un té que lo durmió en cuestión de minutos. Luego lo llevó a su habitación y se sentó en un banco para hacer guardia. A la mañana siguiente, cuando el sol dejaba ver sus primeros rayos y el cielo daba un tono naranja, la puerta de la choza se abrió. Los dos chicos bajaron corriendo. Marcus, el cazador, cargaba el cuerpo desnudo y ensangrentado de Bull. Esto hizo que el joven vampiro derramara lágrimas de impotencia. Bull tenía mordidas profundas y una gran herida en el pecho.
—La caja de mamá— ordenó Marcus y colocó al chico en la mesa—. ¡Rápido!
John se le adelantó a su hermano y corrió hacia el cuarto subterráneo. Abrió un cofre de madera donde tomó las hierbas medicinas. Pero también había un papel enrollado que le llamaba la atención. John lo desenvolvió rápidamente y descubrió que se trataba de un mapa de la aldea que tenía runas que no alcanzaba a comprender.
— ¿Lo encontraste? — preguntó su hermano desde la puerta.
— Sí, adelántate — respondió John y le entregó lo solicitado.
John sentía curiosidad por aquel mapa, ya que parecía ser de un tesoro. Pero no podía quedarse más tiempo analizándolo, así que lo guardó. En el comedor, Viljem preparó un ungüento con hierbas machacadas y las untó en las heridas de mayor gravedad. Marcus y el anciano se colocaron alrededor del chico y fueron caminando en círculo mientras recitaban hechizos. Algunas heridas comenzaron a cicatrizar con rapidez y después de unos minutos, Bull se levantó inhalando una gran cantidad de aire. Viljem lloró de alegría y ambos se abrazaron entre lágrimas. Bull había vencido a la muerte.
— Pensé que te perdería—dijo Viljem—. Todo fue gracias al pequeño John que pudimos ir a buscarte. Me alegra que sus caminos se cruzarán, él y tú serán grandes amigos.
—Y mi hermano del alma también—respondió Bull sonriéndole y luego hizo una seña esperando el abrazo de su amigo, quién corrió con los brazos abiertos para corresponderle.
***
Los días pasaron hasta que Bull sanó por completo. Marcus decidió criarlo con la aprobación de Viljem. Fue así como Bull se unió al entrenamiento de la Orden de Cazadores. Aprendió algunos hechizos, estilos de pelea y elevó su energía espiritual al nivel de sus hermanos adoptivos. Y a pesar de las discusiones diarias, los tres chicos crearon un gran lazo de hermandad. Bull prefirió no contarle lo que realmente había pasado. Ni siquiera Marcus y Viljem, con los que parecía tener un pacto. Aunque John sospechaba que Bull cometió algún asesinato debido a la culpa que cargaban sus ojos.
Cinco años después, el cazador reunió a sus tres hijos en la sala. Marcus emprendería una misión secreta hacia el nuevo mundo, donde finalmente había hecho contacto con un pueblo de indígenas que se encargaría de proteger una copa sagrada. Marcus IX prometió regresar en dos meses y continuar con el entrenamiento. Durante ese tiempo de espera, John y Bull buscaron el mapa por toda la casa y jamás lo encontraron, por lo que John terminó olvidándose de este.
Pero la promesa del cazador jamás se cumplió y la mala noticia no se hizo esperar. El legendario cazador pereció en América y su hijo desapareció de la faz de la tierra. Otra vez solos por la vida, el vampiro y el licántropo iniciaron una travesía a lo largo del planeta para ayudar pueblos, seguir entrenando y buscar a su hermano, del que siempre tuvieron esperanza de encontrar.
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