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Capítulo 11

Unas criaturas aladas y vestidas con un hábito colocaban un mantel blanco y bordes rojos en la mesa del gran comedor. Las luces de los candelabros se prendían, dejando notar que ninguna de ellas tenía ojos, solo sus cuencas vacías, mientras que otras los tenían cosidos. Era muy extraño ya que ni siquiera sus pisadas hacían ruido, por lo que el silencio espectral de aquella gran sala resultaba perturbador para cualquiera. Caminaban de un lado a otro para terminar sus tareas debido a que se acercaba una importante reunión. Desde hacía muchos siglos, la mayoría de los Lunares, conocidos en el bajo mundo como los reyes vampiros, se reunía para tratar asuntos sobre sus próximos planes.

Sin embargo, después de la muerte de los hermanos Van Vonter, los lunares tomaron diferentes caminos o regresaron a sus respectivos reinos, como era el caso de Tártaros Vonnes y su esposa Elizabeth Ezrat. Durante los últimos dos siglos, se había encargado de generar criaturas para la guerra que ninguno de los clanes pensaba volver a participar. Y como siempre, él era el más puntual. Las cuatro grandes puertas en cada pared de aquella sala se abrieron, siendo la del lado derecho, por donde entraron Tártaros Vonnes junto a un cuervo en su cabeza y una hermosa mujer de cabello rubio, ojos azules y labios carnosos, con un vestido rojo intenso que resaltaba sus pechos, su cadera y sus muslos; sus pies descalzos y sus manos adornadas con brazaletes de espinas y un discreto tatuaje de serpiente cerca del lóbulo de la oreja derecha.

Ella era Elizabeth Ezrat, la Lunar de sangre o mejor conocida como la "Dama Sangrienta". De naturaleza despiadada y vanidosa. Le gustaba resaltar su belleza y que tanto hombres como mujeres la desearan. Siglos atrás tomó la identidad de Elizabeth Báthory. Aquella mujer obsesionada con la belleza que asesinó y se bañó con la sangre de sus sirvientes para mantenerse siempre bella. Elizabeth fue sentenciada y murió en la soledad. Sin embargo, tomó como recipiente a una bella mujer de Inglaterra, uniéndose de nuevo a su marido.

— No es una sorpresa, ¿verdad querido? — dijo con su dulce voz mientras se arreglaba un mechón que se había salido de su oreja—. Nuestra familia nunca cambiará.

— Supongo que no—le respondió.

Un pentagrama celeste se dibujó en el cielo y de este comenzó a salir nieve.

— Oh, ¡viene tu primo! — dijo Elizabeth sonrojada.

Del pentagrama fue bajando lentamente un hombre alto, de cabello negro azabache hasta debajo de los hombros y una capa blanca que cubría su ropa negra y guantes blancos con incrustaciones brillantes. El hombre se paró en la mesa sin importarle que dejara manchas de lodo y buscó la silla más cercana. Tártaros y su esposa tomaron los asientos frente al Lunar de la nieve, Claude van Vonter, hermano menor de Jonathan y del difunto Dimitric.

— Estás más guapo que antes, Claude—coqueteaba Elizabeth muy sonrojada. La verdad, Claude era bastante guapo y Elizabeth tenía una debilidad por los hombres. Aunque era sabido que tenía una relación abierta con su esposo—. El cabello negro te sienta bien, mejor que el rubio.

— Gracias, querida—respondió a secas, esperando que la mujer comprendiera que no quería seguir hablando.

— ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo? — preguntó Elizabeth con mucha curiosidad y apoyó su pecho sobre la mesa para levantar su busto.

— Cosas que solo me incumben a mí—le respondió con dureza ignorando el coqueteo de la vampiresa—. Mejor háblenme de su familia, ¿qué tal su hijo?

— ¿Timothy? Es una criatura defectuosa y Tártaros sigue experimentando con él.

— He pensado en matarlo, no veo que vaya a cambiar...al final, podemos crear otro—dijo Tártaros con frialdad.

— Ya veo, qué mal por el chico ... pero ¿no creen que ya se están tardando los demás? —dijo Claude para desviar la conversación—. Golem al menos lo tiene perdonado, nadie se ha dignado en resucitarlo. Pero el resto...es una falta de respeto, no se lo puedo perdonar ni a mi hermano.

Una brisa gélida sopló en la sala y las luces se apagaron por cinco segundos. Luego estás se volvieron llamas púrpuras y en la silla central se encontraba Jonathan, mirando con desprecio a su hermano.

— Amo Jonathan— dijeron al unísono el matrimonio Vonnes—. Perdone nuestras insolencias.

Jonathan asintió, luego miró a Claude, pero este ni se inmutó.

— Bien, Balthazar no asistirá—dijo Jonathan—. Sufrió heridas en su última batalla con John, pero logró conseguir un tesoro.

— ¿Qué clase de tesoro? —preguntó Elizabeth.

— ¿La chica que tanto buscaban? — le preguntó Tártaros y en ese momento su esposa puso una cara de enojo.

— Así es, pero esperaremos a los demás—respondió Jonathan, por lo que Claude frunció el ceño.

Un torbellino se formó en el aire y algunas gotas pequeñas cayeron del techo. Cuando el torbellino se detuvo, Astryd Lombardi, el Lunar de aire; y Rufus Allard, el Lunar de agua, aparecieron en el comedor. Astryd portaba una corona del cráneo de un águila, una blusa rota y sucia de color musgo y pantalón de cuero, mientras que la cubría un abrigo de plumas blancas y grises. Por su parte, Ruffus vestía como un humilde pescador, con unas llamativas botas de hule amarillas y una capa de agua azul. Durante siglos se había recluido en una pequeña isla del Mediterráneo y "adoptó" costumbres modestas para un vampiro acostumbrado a los lujos.

— Querido, creo que no hicimos nuestra presentación — dijo en voz baja Elizabeth muy apenada—. Quedaremos mal frente a la familia.

— Amor, nosotros no necesitamos llamar la atención—le guiñó el ojo para tranquilizarla—. Además, eres la vampiresa más hermosa, incluso más bella que la gran diosa Lilith.

Elizabeth se sonrojó.

— Muy bien, damos inicio...ya que Faris, Telma y Niraj llevan sin rastro desde el fin de la segunda guerra— dijo Jonathan haciendo aparecer copas de sangre para sus invitados—. Para resumirles, John se enfrentó con Balthazar y ambos quedaron muy heridos. Sin embargo, obtuvimos lo más importante para nuestra misión.

— ¿Por qué es tan especial esa chica? — preguntó Elizabeth con cierta molestia—. ¿Acaso es más bonita que yo?

— ¿Acaso eso importa, Eli? — preguntó Astryd con burla—. Tus complejos no son nuestro problema, no interrumpas a Jonathan para tus estupideces.

Elizabeth dio un amargo sorbo de sangre y le sonrió con desprecio.

— Hace años pensaba ocupar a Jonathan para sacar a Lilith a nuestra dimensión. Sin embargo, la misma Lilith la vio en sus visiones y Balthazar la encontró en ese sucio pueblo de humanos—dijo Jonathan con mucho entusiasmo, incluso sus ojos brillaban—. Dejaré que lo vean ustedes mismos.

Jonathan chasqueó los dedos y en medio de la mesa apareció Amber, desnuda y suspendida en el aire. Estaba completamente inmóvil, apenas era perceptible ver su respiración. Tenía líneas y símbolos dorados en todo su cuerpo, como tatuajes de luz y de su espalda salían unas alas.

— ¿Un ángel? — preguntó Tártaros Vonnes—. ¿La chica es un ángel? ¿No se supone que murieron junto a su dios?

— Un descendiente de ángel, aunque también es la portadora de uno muy poderoso—le contestó Jonathan—. Tiene el poder suficiente para convertirse en un arma de guerra, la madre de mis hijos y el recipiente temporal de Lilith.

— No me agrada que sea tan hermosa, quiero desfigurarla— dijo Elizabeth clavando sus uñas a la mesa.

— No dejaré que toques a mi mujer— dijo Jonathan con mucha autoridad. Elizabeth desvió su mirada hacia la mesa—. ¡Qué bueno que lo entiendas!

— Jonathan...es apenas una niña—interrumpió Claude mientras bebía de su copa—. Es una niña. ¿Sabes que eso es abuso sexual?

—¡Oh, Claude! ¿Desde cuándo importa eso? Somos dioses — le contestó Jonathan mirando con mucho enojo, aunque a Claude parecía no importarle su rostro desafiante—. Además, lo que yo ordene, se cumple.

— Y... ¿cuál es el siguiente paso? - preguntó Rufus.

— El ritual de sangre definitivo—le contestó Jonathan—. Mi querido enemigo Marcus y su maldita orden de cazadores las escondieron bien a lo largo del mundo durante estos siglos.

— ¿Hablas de las Copas Sagradas? ¿No fueron destruidas? — preguntó Astryd con asombro.

— Marcus fue inteligente, sabía que las necesitaría tarde o temprano— dijo Jonathan y luego dio un sorbo a su copa para luego continuar—. De acuerdo a investigaciones, que algunos aliados del SOIS me brindaron, hay dos posibles copas en ese pueblo. Así que estando ahí aprovecharemos para revivir a Golem. Es posible que John también las busque, aunque no sepa por dónde empezar. Él no comparte ningún vínculo con las copas, pero ustedes sí—. Jonathan observó el rostro de sus invitados, que no terminaban de comprender lo que trataba de decirles—. Esas copas fueron de nuestros ancestros y están ligadas a nuestra sangre. Trinas los ayudará a dar con cada una, así como ella me ayudó a encontrar la de Niraj en el Amazonas.

—¡Qué horror! Mejor me hubiera quedado en mi isla — pronunció Ruffus, esperando que Jonathan no lo escuchara, pero el vampiro lo ignoró para continuar con la reunión.

— Sé que se preguntan sobre el futuro de la humanidad... es muy sencillo—dijo Jonathan viendo a cada uno de sus invitados—. Ya están en crisis mundial así que cuando tome los poderes de John y me levante, tomaremos el control de todo.

—No quiero burlarme, pero tus ideas siempre suenan como la del típico supervillano— dijo Claude estallando en risa hasta que poco a poco se tranquilizó y prosiguió—. ¿Ese es el mejor plan que tienes? Entiendo que actualmente tengas un mal recipiente. Sin embargo, eres un alma vieja que debería poseer una sabiduría envidiable.

Jonathan se levantó enfurecido, liberando flechas de energía oscura. El Lunar ni siquiera realizó ningún movimiento para crear un escudo de hielo que las detuvo. El escudo se rompió para tomar la forma de kunais que alcanzaron a cortar algunos mechones de cabello, además de hacerle una herida en la mejilla izquierda.

— Te dejo, hermanito. Me avisas cuando me toque realizar mi trabajo— dijo Claude, quien se terminó de beber su copa y luego se levantó—. La copa estuvo exquisita, pero creo que esta reunión fue un poco innecesaria. ¿Qué puedo decir? ¡Ah, sí! Deberíamos modernizarnos como los humanos.

Claude giró cubriéndose con su capa hasta transformarse en una nieve que se evaporó en cuestión de segundos. Jonathan quería explotar de enojo, pero volvió a sentarse y guardó la calma. Ninguno de los Lunares quería hablar en ese momento. Tenían miedo que los castigara.

— Le perdono sus bromas pesadas porque apoya mi causa, pero un día lo castigaré—dijo Jonathan con un tono sereno—. De cierto modo...bueno, no importa. Iré a reposar, pero ustedes quédense. Muy pronto les haré llegar el festín.

Jonathan desapareció del comedor. A los pocos segundos, las sirvientas comenzaron a servir variedad de platillos y rellenaron sus copas con más sangre fresca.

***

—¿Cuántas bajas contabilizamos?

—Entre nuestros agentes, unos 200...pero entre los civiles....

—¡Mierda, Rhodes! No sé cómo podremos recuperar la confianza.

—La confianza es lo que menos importa. Nuestra única preocupación es protegerlos, Barton, esto apenas ha comenzado—le contestó Samuel Rhodes al director Barton.

Alrededor de la zona de la explosión había un caos. Algunos agentes se unieron a los cuerpos de socorro para sacar a las personas que quedaron soterradas bajo los árboles y los escombros del muro del cuartel. Una flotilla de ambulancias se acercó para transportar los cuerpos. Mientras que algunas personas del pueblo y ciudades vecinas se unieron para brindar transporte. Todo aquel ajetreo de los automóviles, los helicópteros y las sirenas hacían recordar a la última guerra. No estaba de más pensarlo desde que el ataque en la zona roja, en la iglesia y el cuartel, habían destruido por completo las edificaciones, además de dejar unas cifras incontables de muertos y heridos. Incluso para agentes más experimentados como Samuel Rhodes y Barton, les resultaba perturbador la sangrienta escena que les rodeaba. Ambos agentes se encontraban en una pequeña carpa de emergencia trabajando a través de una portátil.

— Ni siquiera tenemos tanto espacio en el hospital—se acercó Maura, con sus heridas ya tratadas, aunque su herida emocional no estaba ni cerca de sanar—. Llamé a los hospitales de ciudades vecinas, pero no quieren verse involucradas con San Marcus. Además, si colocamos un hospital temporal al aire libre puede ser peligroso. No sabemos si ellos volverán a atacarnos.

— Es la única opción que tenemos— le respondió Barton—. Por favor, Tates, coordine con la agencia más cercana para que nos apoyen.

— Lo intentaré, pero no prometo nada—dijo Maura y se salió de la carpa.

— ¿Qué hay sobre Van Vonter y tu sobrino? — preguntó Barton—. Ya han pasado tres días, pero no me has dado noticias.

— Justamente me dirigía a visitarlos, pero lastimosamente las noticias no han cambiado, siguen en coma—le respondió Samuel y comenzó a guardar su portátil en la mochila—. Te contaré cuando sepa algo nuevo.

Samuel Rhodes se dirigió hacia la salida, pero Barton lo detuvo tomándolo del brazo con gentileza.

— ¿Sí? — preguntó Rhodes con extrañeza.

— Solo quiero que sepas que lamento haber desconfiado cuando debí creer en ti y por eso te pido perdón—dijo Barton y se acercó más a él—. ¿Seguimos siendo aliados?

— ¿Solo aliados?

— Sabes que....

— Tranquilo, si eso quieres escuchar, mi respuesta es sí—interrumpió Samuel sin voltearlo a ver y luego se soltó de Barton—. Si ves a Maura, dile que nos veremos donde acordamos.

***

Amber abrió los ojos después de una pesadilla, o al menos, eso era lo que pensó al inicio. Todo había sido real: la muerte de su madre, SOIS derrumbándose y ella, desnuda siendo observada por los reyes vampiros. ¿Desciendo de un ángel? ¿Portadora de un ser poderoso? Esas eran las preguntas que no dejaban de darle vueltas en su cabeza. Todo este tiempo fue una criatura de la que solo había escuchado leer en la Biblia. Su madre tenía razón con respecto a los poderes divinos. Aunque intentara buscar lo bueno a su situación, Amber moría de miedo por cargar un poder que trascendía a lo desconocido. Debía aprender a usar sus poderes para escapar de Jonathan van Vonter. Por nada en el mundo quería servir a sus planes.

Se levantó de la cama y al poner sus pies en el suelo, volvió a meterse. El piso gélido hizo que el frío le pasara por toda la espalda. Buscó cerca y encontró unas sandalias puestas a un lado de la cama. Amber observó la habitación con la luz tenue de unas velas puestas en la mesa de noche. Agarró las velas y se dirigió hacia la ventana del otro lado donde se enteró que estaba a una gran altura. Subió al alféizar pensando en lanzarse, ya que de todos modos era un ángel.

— No lo intentaría si fuera tú—dijo una voz detrás de ella.

Amber se dio la vuelta. Era una extraña mujer que aparentaba un poco mayor a ella y vestía como muñeca gótica. Recordó haber escuchado que su nombre era Trinas.

— No lograrás escapar...hay un encantamiento especialmente diseñado para ti—mencionó la vampiresa mientras le enseñaba sus colmillos—. Soy Trinas, la hechicera personal de Jonathan y tu nueva guardiana.

Amber le frunció el ceño.

— Tampoco me agradas, niña—confesó Trinas—. Pero, mi amado señor me lo ha ordenado. No me gusta llevarle la contraria. Sin embargo, no he venido a molestarte.

— ¿Así?

— Te he traído comida y no me mires con esa cara porque no está envenenada.

— Lo sé, me necesitan—le contestó Amber—. Pero yo no consumo sangre.

— Por supuesto que lo sé, niña tonta—dijo Trinas muy enfurecida—. Este platillo es especial para humanos.

Amber se bajó de la ventana y se acercó a la comida que estaba en su cama. Pero Trinas no se largaba.

— No me iré, hasta que te la comas.

La chica se sentó resignada en la cama. Levantó la tapa para descubrir un sándwich junto a unas papas fritas. De cierta forma le pareció gracioso, ya que anteriormente pensó que sería algo asqueroso. Dio el primer bocado. No lo quería reconocer, pero estaba delicioso.

— Somos vampiros, pero también tenemos buenos gustos—dijo Trinas, que no dejaba de observar—. Tenemos a un maravilloso chef en nuestro personal.

Al terminar de comer, Trinas le pidió que la acompañara a recorrer el castillo. Saliendo de la habitación, se extendía un largo pasillo de este a oeste con muchas puertas y candelabros en las paredes. Trinas le explicó que la mayoría de cuartos estaban vacíos o escondían algún secreto que ni siquiera el amo Jonathan se atrevía a explorar.

Al llegar al final del corredor, se encontraba una larga escalinata de caracol, de la cual había que tener cuidado, ya que muchos de los escalones se encontraban dañados. Durante la última gran guerra, el castillo fue invadido muchas veces y con el abandono que sufrió con la derrota de Jonathan, la estructura terminó de dañarse por completo.

— ¿A dónde nos dirigimos? —preguntó Amber sin apartar la vista del piso mientras bajaba la escalera.

Trinas no respondió. Siguieron caminando por varios corredores hasta que llegaron a una sala con un enorme espejo redondo en medio. Emitía una luz morada que iluminaba la habitación. Amber notó varios retratos en las paredes, de los que parecían ser los antiguos reyes que moraron en el castillo Van Vonter. Ninguno se parecía a los que conoció en el comedor.

— ¡Desnúdate! — ordenó Trinas.

— No quiero.

— Lo haces todo más complicado, niña—dijo Trinas dibujando una equis en el aire.

En ese instante, Amber quedó desnuda, quien se tapó avergonzada y también por el frío que recorría cada parte de su cuerpo. Mientras que Trinas se sintió enojada al verla. No podía negar que Amber estaba muy bien cuidada, que incluso ella quería morder su cuello para saborear su sangre. De repente, en el espejo apareció una figura en forma de sombra, de ojos rojos y cabello largo. No podían verse sus facciones, pero Trinas parecía reconocerla puesto que se arrodilló para rendirle respeto.

— Mi señora Lilith, traje a su recipiente para que pueda conocerla—dijo Trinas sin mirarla a los ojos—. Es hermosa, ¿no? Y lo mejor de todo es que es compatible con usted.

— Así que el maldito de Santiel se encuentra dentro de ti—pronunció la sombra desde el espejo. Aquella mujer le causaba un profundo terror a la chica. Era la misma que aparecía en sus sueños—. Me recuerdas a mí, cuando era una humana—hizo una pausa mientras la veía de pies a cabeza—. ¿Cómo te llamas?

—Amber Hills—respondió con mucho miedo.

— ¡Acércate más! —ordenó Lilith.

Amber no se movió.

— ¡Acércate más, querida! —ordenó nuevamente.

De nuevo, Amber no se acercó. Lilith alzó la mano y Amber fue arrastrada hacia el espejo. Sacó sus manos del espejo y tocó el cabello, la cara, el pecho, los glúteos y la vulva de Amber, quién solamente podía contener sus lágrimas. Las manos gélidas de Lilith recorriendo su cuerpo solo le provocaba ganas de vomitar.

— Eres virgen, ¡encantador! — le dijo mientras la sujetaba de los pechos. Amber luchaba por liberarse del encantamiento. Sus ojos comenzaron a brillar y los símbolos en su cuerpo aparecieron. Lilith se quemó y volvió al espejo—. Tu único defecto es Santiel, pero no podrás impedir que tome su cuerpo y que Jonathan le quite la virginidad.

— Entonces lucharé contra él y contra ti, Lilith—pronunció Amber con una voz que no era de ella—. ¡No permitiré que nadie la toque!

Trinas se acercó sigilosamente hacia Amber y tocó su espalda con la palma de la mano. Amber sintió una descarga eléctrica larga y dolorosa, hasta derrumbarse inconsciente en el suelo.

—Tienes que encontrar la forma de dormirlo—expresó Lilith—. Eres de las mejores hechiceras, confío en ti.

Trinas asintió y se fue de la sala. Lilith se fue alejando en lo profundo del espejo y aquella luz violeta se desvaneció. La sala completa quedó en la completa oscuridad. Pero la presencia maligna se encontraba ahí, esperando el momento de tomar el cuerpo de Amber Hills.

***

Eleonora Rhodes había preparado la casa para recibir la mayor cantidad de invitados posibles. Pidió unas horas en el hospital para tratar a su hijo y a pesar de todo lo ocurrido, Eleonora preparó un poco de comida y café para los invitados. Samuel Rhodes, su cuñado; y Lir le estaban ayudando a servir. En una esquina frente a la chimenea se encontraba Maura Tates, quién al quedarse sin hacer nada solo podía pensar en la cabeza de Acosta rodando frente a ella. Lir le llevó una taza de café y unas tostadas con mermelada. Luego se sentó a la par de ella para abrazarla.

Mientras que Samuel Rhodes y Bull acompañaban al anciano y la niña en el comedor. Todos estaban sorprendidos de que él era el abuelo de Bull. Su nombre era Viljem Strauss, un miembro del clan de hombres lobos de Europa que decidió continuar su viaje en solitario. Después de la muerte de Dimitric y su esposa, Viljem se mudó cerca de los bosques de San Marcus con el fin de vigilar a Bull y a sus hermanos. Bull había sufrido mucho bajo la tutela de su padre, puesto que lo forzaba a matar y alimentarse de humanos. Una vez que Bull escapó, Viljem decidió darle la custodia al cazador Marcus, con el cual tenía una cercana amistad.

Habían pasado siglos desde que el abuelo y el nieto no se veían. Bull pensaba que había muerto. Pero, al contrario, Viljem continuó su entrenamiento en las artes místicas y durante los siguientes años se encargó de rescatar a criaturas marginadas. Así fue como conoció a Luna Rosewood, la niña que lo acompañaba y que rara vez hablaba frente a los demás.

— ¿Rosewood? — preguntó Bull intentando conversar con la niña—. Tu apellido me suena bastante conocido.

— La casa Rosewood es un clan lobo muy importante en Inglaterra...bueno lo fue hasta que asesinaron a toda mi familia—dijo la niña, aunque su mirada parecía que ya no le importaran esos hechos—. Los Generales Lobo se encargaron...pude escapar gracias al abuelo Viljem. Toda la aldea fue incendiada y a mi clan los ametrallaron.

— Lamento mucho lo sucedido—dijo Bull con mucha dulzura que no parecía ser el licántropo que todos conocían.

— No tienes nada que lamentar, conozco muy bien tu historia— le respondió Luna y luego le sonrió. Por un momento, Bull sintió la calidez de la niña como si la conociera de antes—. Escapaste de esa vida y ahora ayudas al señor John para restaurar la luz que mi clan ansió ver.

— Y aunque no lo creas, esta niña es muy hábil en batalla y en magia—se inmiscuyó el anciano, lo que provocó que Luna se cubriera la cara con las manos—. No le gusta reconocer sus habilidades, pero ha sido de mis mejores alumnas.

— Entonces, me encantaría tener una batalla contigo—le dijo Bull con mucho entusiasmo. Luna asintió—. ¡Genial!

—Señor Viljem, lamento interrumpir la historia, pero ¿cómo se dio cuenta del ataque? — preguntó Samuel Rhodes con mucha intriga. Una parte de él desconfiaba del anciano, pero era inevitable con todo lo sucedido—. Claro, sí se puede saber.

—Porque soy un brujo—le respondió el anciano y luego soltó una gran carcajada, pero nadie más se rio —. Lo lamento, a veces hago malos chistes, aunque siempre hablo con la verdad. Si bien sabía que algo terrible ocurriría en San Marcus, no estaba seguro del día exacto. Sin embargo, un contacto en común me buscó, que por cierto viene en camino.

—Mi abuelo es el último miembro del clan Strauss que posee una habilidad para ver el futuro— mencionó Bull—. Mi abuelo puede ver cosas que le suceden a quienes están relacionados con él.

—Así es, sólo pido una disculpa por haber tardado...tuve que encargarme de unos esbirros de Jonathan en mi área—dijo Viljem mientras tomaba unas galletitas de jengibre—. Jonathan se encuentra reclutando criaturas en todo el mundo y quién se opone, termina muerto. Así que Luna y yo nos enfrentamos a ellos para seguir manteniendo en secreto nuestra guarida.

La magia del anciano Viljem le permitía esconder la guarida y reubicarla a diario en caso que el enemigo se encontrase cerca. Una vez pudo desocuparse, se apuró en ir a apoyar a John y a Bull. Llegó a tiempo para rescatar a los heridos del colapso del edificio SOIS.

— Si conozco bien a Jonathan, está en búsqueda de las copas de sangre—soltó el anciano Viljem viendo fijamente a Samuel Rhodes—. Y es acá donde necesitamos de todo su apoyo. No importa si son humanos, si usan armas para defenderse...ustedes ya forman parte de la historia y debemos detenerlo.

— ¿Copas de sangre? — preguntó Maura acercándose.

— ¿A qué te refieres abuelo?

— Las doce copas sagradas fueron creadas para los rituales de sangre—le contestó Sawyer quien entró al comedor y se quitó la máscara de su personaje, aunque los agentes no se mostraron sorprendido ante la revelación—. Cada una representa a los antiguos dioses vampiros que una vez gobernaron cada dimensión. Siglos atrás, los Lunares se rebelaron contra los tiranos dioses y los eliminaron. Lilith pudo escapar hasta que los Lunares la sellaron a través de un ritual de sangre.

— Entonces, ¿Jonathan participó en esta guerra? — preguntó Samuel Rhodes.

— La historia que Sawyer cuenta es sobre los padres de los lunares actuales —respondió Viljem y luego prosiguió—. El alma de Lilith fue mandada a la dimensión del olvido, un lugar donde habitan seres de oscuridad; mientras que su cuerpo fue sellado en un lugar desconocido para todos. Lilith no puede salir hasta encontrar un recipiente adecuado y sin ello, no podrá recuperar su verdadero cuerpo.

— Y ese recipiente es Amber— interrumpió John que se acercaba al comedor, mientras se apoyaba de Lir y Thomas.

—Así es, su amiga posee sangre divina y es portadora del rey Santiel—explicó Viljem dándole finalmente la respuesta que necesitaban para comprender los poderes de Amber—. Ella es el recipiente perfecto, ya que incluso comparte una parte de su alma.

—¿Una parte? — preguntó John muy confundido.

—Lilith es una vampúmana como tú—dijo Viljem bastante serio—. Amber posee su alma humana, mientras que el alma vampiro es la que se encuentra en la dimensión del olvido. Sin sus almas y sin su cuerpo, Lilith jamás podrá cumplir su sueño.

Samuel Rhodes se paró y caminó alrededor de la mesa escuchando las explicaciones del anciano. Pero se detuvo y aclaró su garganta para llamar la atención de todos.

—Agentes, tenemos dos misiones — dijo el comandante—. Primero tenemos que encontrar las copas sagradas y luego rescataremos a la agente Hills. Sin embargo, esta es una misión suicida y no quiero presionar a nadie. ¿Quiénes están dentro?

Para el pesar de la señora Rhodes, Thomas levantó la mano. Eso la destruyó por dentro. Admiraba su determinación, pero no quería aceptar que su hijo estaba envuelto en una guerra de vampiros contra la humanidad. No quería perderlo como a su esposo, pero sabía que tampoco podía detenerlo. Resignada, se acercó a él y lo abrazó.

—Una consulta, señor Viljem—dijo Maura rompiendo el silencio—. ¿Dónde están las copas?

—No del todo, señorita Maura—respondió Viljem viéndola—. Sé de la existencia de un mapa y que todo reside en los recuerdos de los hijos de Oras.

—¿John, Bull y yo? ¿A qué te refieres abuelo? —preguntó Sawyer.

—Marcus sabía que tarde o temprano se buscarían las copas, así que para evitar que cualquiera supiera su ubicación, realizó un encantamiento para sellarlo en su mente—respondió Viljem y luego se echó a reír—. Sin embargo, es posible que los Lunares sepan encontrarlas antes que nosotros.

—Entonces, ¿qué esperas para abrir nuestro cráneo? — soltó John con mucho entusiasmo.

Viljem sonrió.

—Usaremos un encantamiento para viajar a lo más profundo de sus recuerdos—explicó Luna, quién se acercó sigilosamente a John y lo tocó en la frente haciendo que cayera en un profundo sueño. Luego hizo lo mismo con Sawyer y Bull—. Con esto todos nosotros seremos parte de los recuerdos— Luna hizo aparecer una pastilla y la hizo beber a los agentes—. Nos veremos en un rato.

Los agentes también se quedaron dormidos. El anciano Viljem los acomodó de manera que todos se tomaran de la mano. Luego se acostó junto a Luna y comenzaron a recitar frases inentendibles para Eleonora Rhodes, quién se encargaría de cuidarlos mientras regresaban de aquel extraño viaje. Y pronto, el primer recuerdo comenzó a materializarse...John lloraba aterrado siendo apenas un recién nacido.

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