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Capítulo 08

Maura y Thomas tomaron a Bull para cargarlo entre los hombros. Sin embargo, el agente West se mostró hostil disparando sin remordimiento cerca de los chicos, por lo que Samuel disparó para desviar las balas. Al ver que no conseguía nada y el rostro temeroso de los civiles, el agente West cesó el fuego.

—Estás comportándote como un idiota—le dijo Samuel—. Ellos no tienen por qué meterse en nuestros asuntos. Si quieres continuar, primero hay que evacuar a los civiles.

—¿Y crees que me importan? Viendo lo sucedido, no creo que volverán a ser humanos—soltó el agente con la vena del rostro saltada y salpicando un poco de saliva—. Has contratado a unas bestias para trabajar dentro de la organización. Sabía que algo extraño tenían esos dos. Te estimo demasiado, Rhodes, pero no tolero la traición.

—Señor West, debería... —intervino Maura, pero West disparó al aire para hacerla callar.

—¡Silencio, Tates! Esperaba más de usted—soltó con mucha decepción y luego volteó a ver a Samuel—. Veo que la estupidez de su comandante la influenció de manera negativa.

—¡Soy un Van Vonter! He venido a ayudarlos—exclamó John sin importarle si West le disparaba—. San Marcus está en peligro. No todas las criaturas son malas.

—¡Cállate, bestia del averno! — gritó West y disparó de nuevo, pero Rhodes la desvió con otro disparo—. Rhodes, te daré una última oportunidad. ¿Los entregarás o preferirás ser castigado?

—Creo que te he dado mi respuesta, ¿no? — contestó el comandante Rhodes—. ¿O necesitas un diagrama para entenderlo?

West sonrió con rabia y la vena marcada de su frente parecería que iba a explotar. Mientras la tensión alrededor de él aumentaba, los agentes alistaron sus armas y los civiles aprovecharon para huir de la escena. Una vez que ambos bandos se encontraban frente a frente, la batalla inició. Samuel Rhodes pudo darle un fuerte golpe en la nariz de su superior. No quiso admitirlo, pero se sintió tan bien al hacerlo. Por su parte, John se alejó para dibujar una estrella de David en el suelo mientras que los agentes y Amber le cubrían la espalda de los que intentaban capturarlo. El sonido de los disparos lo incomodaban, pero finalmente consiguió abrir un portal.

Amber arrastró el cuerpo de Bull hacia el resplandeciente círculo mágico y estando dentro, estos desaparecieron. John les indicó telepáticamente que era su turno. Con el agente West todavía en el suelo, Samuel Rhodes y su grupo entraron al portal. El bando contrario quiso perseguirlos, así que corrieron hacia el círculo, pero este se borró y la luz desapareció. West se levantó un poco avergonzado por la fácil derrota y negó la ayuda de su escuadrón.

—¡Encuentren a los rebeldes! — ordenó West—. Quiero que me los entreguen vivos.

—¿Qué hay de los civiles? — preguntó un agente.

—Elimínalos a quemarropa — dijo el agente West con una sonrisa que heló al joven—. Posiblemente ya sean vampiros, ¿no? La plaga hay que detenerla antes que la humanidad perezca.

—Señor, siguen siendo civiles — el agente se negaba a obedecer. Incluso él encontraba alocada esa orden. Al final, eran humanos recién convertidos—. Lo siento, no podré cumplirle.

—¿Alguien más se pondrá de su lado? —preguntó West.

Nadie respondió. West sacó un bláster con el que pulverizó a los civiles. No le importó si era un niño o un anciano. Su odio hacia las bestias lo estaban llevando demasiado lejos. West se sentía molesto porque los "traidores" habían escapado. En ese momento se escuchó una explosión proveniente de los prostíbulos, que lo hizo volver a la realidad. A los pocos segundos, su celular sonó.

—¿Qué pasa, Jonas? —preguntó sin dejar de ver el humo de la explosión.

—Nos están atacando...hay una horda.

West escuchó gritos de mujeres, disparos e incluso gruñidos de origen desconocido. De repente, Jonas soltó un alarido y la señal se cortó.

—¡San Marcus está bajo ataque! — gritó el agente West. El resto aún seguía perturbado por la masacre —. Civiles y nuestros compañeros están en peligro: ¡hay que ayudarles! —Pero nadie se atrevía a moverse o decir alguna palabra—. Son unos malditos cobardes ...no entiendo por qué se enlistan como agentes, si ni siquiera tienen el valor suficiente de pelear por su pueblo.

—Lo dice el asesino de inocentes y que además tuvo un ascenso debido a contactos —interrumpió el agente que se negó a matar los recién transformados.

—Ellos ya no eran humanos, solo bestias con sangre contaminada—dijo West agarrándolo del cuello de la camisa —. ¿Vienes conmigo o no?

—Solo sigo órdenes del comandante Rhodes, no de un simple miedo...—pero el agente fue interrumpido por la mismísima muerte. West le había disparado en la frente.

El joven agente cayó al suelo. Sus compañeros se acercaron a él, pero era demasiado tarde. West le disparó al resto y se fue con mucha rabia en su mirada. Detrás de él, unos niños vampiros salieron de los escombros para saborear el festín de sangre. Eran pequeños que no entendían lo que estaba pasando, pero deseaban sobrevivir en un mundo que les rechazaba.

***

Los fugitivos corrían por los tejados y al percatarse que nadie los seguía se detuvieron en el techo de la Iglesia. John estaba sin energía. Ni siquiera la sangre humana lo revitalizó, así que Bull se ofreció a cargarlo.

— ¿Qué haremos ahora, tío? —preguntó Thomas recuperando el aliento—. Creo que no seremos bienvenidos.

— No permitiré que les pase nada—prometió el comandante—. Primero debemos encontrar un lugar seguro para que todos recuperemos energía.

Varias explosiones seguidas se escucharon. Al parecer provenía de la zona roja. Luego notaron como un edificio de tres plantas se derrumbaba y una montaña de humo se elevó.

— ¿Qué demonios está ocurriendo? — soltó Maura al ver las columnas de humo y fuego.

Sonaron unos disparos y seguido, los gritos de personas. Lir se colocó unos lentes especiales que le permitían ver grandes distancias, con lo que presenció a un agente siendo mutilado por una gárgola.

—Nos están atacando —exclamó la chica—. Debemos ir a ayudarles, no podemos permitir que los sigan matando.

Maura, Thomas y Rhodes se colocaron sus respectivos lentes. Toda la zona estaba bajo ataque de vampiros

—No podemos llevar a John al peligro—le respondió Rhodes a Lir—. Necesitamos un lugar seguro.

—Saw..ye debe sab...lo— dijo Bull que se le dificultaba hablar debido a la droga.

—¿El sepulturero? —preguntó Amber.

—Sí...Marcu...papa Jo..tumba.

—Sawyer debe seguir en la Zona Muerta, no podemos ir a buscar el sepulcro ahora— dijo Maura—. Nuestra prioridad son los civiles y que John se recupere.

Nuevas explosiones fueron escuchadas desde el mismo barrio. Y de nuevo acompañado por una ráfaga de disparos.

—Yo me quedaré a cuidar a John— dijo Lir—. Puede que no sea muy diestra en batalla, pero junto con Amber somos un gran equipo.

—Confiaremos en ustedes —respondió el comandante—. El resto iremos a ayudar. San Marcus se construyó con zonas de escape. Nos veremos en el amanecer en el cementerio.

Lir y Amber sujetaron a John y lo colocaron sobre el tejado. A pesar de su estado, Bull se ofreció en transportarlos hacia la zona roja. Luego de transformarse, se subieron a su lomo y Bull saltó hacia la calle. Las chicas observaron cómo sus amigos se perdían en la oscuridad de la noche y el "galopeo" del lobo gigante. Bull logró esquivar los escombros que ardían en llamas. Los gritos se hacían más fuertes. Cruzaron en un callejón donde había personas atrapadas en las casas. Mientras que en la distancia sonaba la sirena de los bomberos, pero aún era demasiado lejos: no lo lograrían. Así que Bull se lanzó hacia la ventana y Thomas las llamó. Eran unas jóvenes con ropas muy harapientas. Sus ojos temblaban y la piel lucía casi traslúcida por el miedo.

—¿Cuántos residentes viven acá? —preguntó Thomas.

—Solo estamos nosotras...el vecino no se encuentra—dijo la chica que parecía tener quince años. De repente una viga del techo cayó —. ¡Vamos a morir!

—Bull, llévate lejos a las niñas—ordenó Rhodes—. Iremos a la siguiente casa.

Maura ayudó a subir a las chicas al lobo, que ya habían dejado de temerle. Bull saltó y los agentes subieron de inmediato por el hueco del techo. Estando arriba, notaron que muchas personas se encontraban peleando con gárgolas y vampiros de orden inferior. Maura inició el ataque, seguido por el comandante y su sobrino. Las bestias sedientas de sangre se aproximaban. Algunas se volvían polvo, pero las gárgolas eran las más resistentes.

Bull fue perseguido por agentes recién convertidos. Tuvo que saltar en zig zag a través del ancho callejón mientras aguantaba el dolor que las chicas le provocaban al sujetarse muy fuerte de su pelo. Por arriba sonaron disparos y sobre él caía polvo de gárgola. Bull cerró los ojos concentrándose. Percibió vibraciones y abrió los ojos. Tumbó una pared y las criaturas entraron por ahí. Bull dibujó con su cola un círculo mágico con el sello de Salomón., haciendo que todas las criaturas quedaran encerradas y murieran en otra explosión.

—¡Señor Lobo! —gritó una de las niñas.

Bull logró esquivar la bala. No obstante, una de las niñas salió lastimada por el roce, lo que hizo que empezara a desintegrarse.

—Ella es una vampira, ¿y qué? Sigue siendo mi hermana—dijo la niña viendo a Morani West.

—Pequeña, una humana no debe encariñarse de una bestia —dijo el agente West—. Lamento tener que acabar con tu hermanita.

El agente disparó de nuevo terminando de matar a la niña vampiro. Su hermana la abrazó hasta que se volvió una pila de ceniza.

—¡Bájate! —pronunció el lobo con dificultad.

La niña obedeció y corrió a esconderse entre unos escombros. Bull se transformó en humano y se lanzó hacia West. Ambos eran muy buenos en el combate cuerpo a cuerpo. Sin embargo, por los siglos de experiencia de Bull logró dominarlo con facilidad. West sacó un cuchillo para clavarle, pero el licántropo saltó sobre él y al agacharse le dio una patada en la pierna que lo botó.

—No eres tan bueno, jefe—sonrió Bull—. ¿Qué sientes que yo fuera a una misión contigo?

—¡Te mataré! —gritó encolerizado y disparó de nuevo, pero Bull se protegió con un pedazo de escombro—. ¡Maldita bestia!

—Y tú un perdedor — se bufó Bull—. Ya no te quedan cuchillos y municiones. Pero, ¿qué tienes ahí?—. Bull percibió las palpitaciones de West, el hombre ocultaba algo más—. ¡Lánzalo, humano de mierda!

—Como quieras— le contestó.

El agente West metió su mano en el bolsillo. Bull no podía averiguar qué era, pero tenía que tener mucho cuidado. West le lanzó algo parecido a una canica.

—¿Una canica? —pensó Bull.

—¡Corran! — gritó Maura a la distancia.

Sin dudarlo, Bull se transformó en lobo y tomó a la niña en su boca en cuestión de segundos. Nunca antes había actuado con tanta rapidez. Maura había lanzado otra canica y al impactar ambas se generó una enorme explosión. Bull siguió corriendo sin detenerse. Esquivó cadáveres y gárgolas. Estaba determinado en salvar la vida de aquella niña. Percibió los olores de Thomas y Maura, por lo que volteó hacia la chimenea de una casa, donde estaban sus compañeros dándole una señal.

El comprendió y al llegar al final del callejón, los dos chicos saltaron mientras todo se derrumbaba. Ambos lograron aterrizar con éxito en el lobo gigante. Las explosiones continuaron y el humo los terminó de cubrir. Siguió corriendo hasta alejarse de la zona. Observaron a las gárgolas siendo consumidas por el fuego y también escucharon sus lamentos y quejidos. Muchas personas recién convertidas pasaban a ser cenizas. Ninguno de los agentes logró encontrar a prostitutas. Sin embargo, la chica humana seguía viva. Bull se transformó en humano nuevamente

— ¿Qué hay del comandante? —preguntó al no percibir su olor.

— Estará bien, nos encontraremos luego...debemos reunirnos con las chicas. El amanecer está a pocas horas.

***

Sawyer se encontraba desnudo en su choza. Había sido torturado hasta sangrar. A su lado, Trinas observaba desde la ventana cada explosión. Pronto, la sacerdotisa detectó estar siendo observada.

—Hiciste mal en traicionarnos, Sawyer— dijo Trinas—. Aunque sigas siendo nuestra marioneta, no tienes perdón.

—John ganará...

—¿Eso crees? —dijo ella y soltó una carcajada—. Mi amo está destinado a vivir. John no es fuerte sin sus amigos

—Puedes creer lo que quieras, pero mi padre nos entrenó bien.

— Al amanecer tú irás a ayudar a mi señor y nos llevarás hacia John. En esta guerra, Jonathan está destinado al reino, John no.

— El destino puede cambiar, ¿lo sabes?

— Lo sé, recuerda que soy una bruja—se rio—. Sawyer, me causas ternura. Pero como te decía: ¡no hay vuelta atrás! Al amanecer pelearás para mi señor.

Trinas se acercó y le dio un beso en la mejilla. Finalmente se desvaneció. Sin embargo, el guardián del cementerio dejó de sentir miedo. Supo que no podía hacer nada por el momento y que después encontraría la oportunidad para ayudar a su hermano.

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