Capítulo 03
Luego de pasar un largo día reunido con Maura en la biblioteca, Thomas regresó a casa. Por un lado, desbordaba de felicidad el haber sido ascendido al escuadrón A, ya que le tomó mucho tiempo lograrlo. Thomas se convirtió en el tercero de la familia en pertenecer y no quería defraudar a su tío. Pero por otro, le desanimó la idea de trabajar codo a codo con Maura y su equipo de trabajo. Al llegar, lo primero que pensó fue darse una ducha en la tina, pero resultó que la realidad sería diferente.
—¡Thomas Rhodes! ¡Tienes mucho que explicarme! —dijo Amber mientras el chico subía por las escaleras.
Thomas se detuvo y volteó hacia ella, quien se encontraba parada frente al chico. Mientras que detrás de ella, John, un poco avergonzado; y Bull, con su típico rostro de odio a la humanidad.
—Este... son mis pri...
—Apenas los conoces. No mientas porque lo he descubierto—interrumpió la chica—. Sé que John es un vampiro y Bull, un licántropo. Ambos son parte de un mundo que SOIS ha intentado tapar durante décadas. ¿Qué es realmente SOIS?
—Amber, trabajas para el periódico...aunque quisiera, no puedo revelarte nada—dijo Thomas con enfado—. No tengo la autoridad y no te conviene saberlo. Tu vida correría peligro. Entiende que eres una civil.
—Deja la actitud de superhéroe para los comics que tanto lees—le reprendió la chica—. Hoy fui atacada por un vampiro y por un hombre cuervo. Está pasando algo muy extraño en el pueblo y soy el primer civil en darme cuenta de eso.
—Amber, ¿te puedo pedir un favor? —preguntó Thomas un poco más calmado. Amber asintió—. No investigues asuntos que no podrás resolver. Me iré a bañar y luego te llevaré a casa. Tu madre debe estar preocupada por ti.
Amber se sintió impotente al ver que no pudo convencer a su mejor amigo de ayudarle. También se molestó que no le quiso ni regalar un resumen. John y Bull se apartaron al ver su mirada furiosa en dirección a las escaleras que parecía ser de la mismísima Medusa. Amber tomó su morral del sillón y caminó hacia la puerta sin despedirse.
—No deberías ir sola—le dijo John sin verla a los ojos—. Espera que la cosas se calmen. Thomas pudo haber tenido un mal día también—. Pero Amber negó la cabeza en respuesta, por lo que John se le acercó—. Entonces, déjame acompañarte hasta tu casa.
Ambos salieron de la casa, mientras que Bull se quedó esperando en el living. No quería reconocerlo, pero "la humana" le había agradado y coincidía en que no debía regresar sola. Los minutos pasaban y nadie aparecía. Así que, para desaparecer su aburrimiento, Bull husmeó cada rincón de la casa hasta que descubrió la biblioteca. Sobre un escritorio negro se encontraba una foto enmarcada, donde se veía a un Thomas de niño junto a un hombre rubio bastante idéntico al primero.
—Ese es mi padre, Owen Rhodes—dijo Thomas desde el marco de la puerta. Bull volteó a ver apenado. Thomas se estaba secando el cabello con una toalla—. Fue un agente muy importante en la agencia. Siempre me hablaba maravillas de las criaturas. Conoció a un par de ellas que eran muy agradables y nobles.
—Lo siento, humano, no quise entrometerme donde no me llamaban—se disculpó el licántropo con un tono un poco más amable que antes—. ¿Qué ocurrió con él?
—Desapareció en su última misión, aunque le dieron por muerto...algo de mí siente que todavía se encuentra vivo—contestó el chico con lágrimas en los ojos—. Me uní al SOIS para continuar con su legado y también encontrar pistas sobre su paradero. Esa es mi misión de vida—. Estas últimas palabras hicieron que Bull sonriera para desconcierto del chico— ¿Qué es lo que te ocurre ahora?
—Para ser un maldito humano, eres muy noble—le confesó Bull esquivando el contacto visual—. Yo tuve una mala relación con mi padre. Él también era importante en su tiempo. Imagínate, rey de los licántropos. Puedo notar que tu padre era un buen hombre. Mi padre fue un sádico, psicópata y traidor. En cambio mi madre, fue la mujer más dulce según lo que me llegaron a contar. Incluso llegó a ser amiga de la reina Clementika de Van Vonter, una humana.
—Así que eres un príncipe, eso explica tu actitud—dijo Thomas muy emocionado por la historia—. Cuéntame más, por favor.
Bull gruñó, pero terminó aceptando. Se sentaron frente a frente para marcar la proxemia más cómoda para el hombre lobo.
—Así es, soy parte de la familia real, pero una bastante secundaria. En nuestro mundo, la monarquía principal reside en los doce dioses vampiros conocidos como "Lunares". Dentro de esa monarquía hay dos que deciden las leyes: la luz y la oscuridad. Los otros 10 forman parte del "Consejo de los linajes". Cada rey vampiro posee un territorio alrededor del mundo. En Transilvania Oscura se encuentran coexistiendo el territorio de la luz y la oscuridad, aunque después de la muerte del padre de John, la vacante ha sido usurpada por Jonathan. ¿Me comprendes?
Thomas asintió.
—Aunque ellos sean monarcas, cada territorio está sistematizado por castas, razas o clanes. Mi padre, Wadim, fue el rey del clan más grande de toda Europa y Asia. Eso fue hasta que lo asesinaron. Yo fui desheredado y sacado de mi clan por apoyar al príncipe Van Vonter. Ahora, ese clan está en manos de mis cinco hermanos: "los Generales Lobo".
—No quiero interrumpirte, pero ¿Amber está con John? — preguntó el chico con mucha angustia en el rostro al recordar que Amber no se encontraba en casa—. Creo que fui demasiado pesado con ella.
—John fue a dejarla a casa y sí, deberías disculparte—lanzó el hombre lobo mirándolo con recelo—. Hay vampiros disfrazados de civiles en el pueblo. Uno de clase inferior trató de matarla. De no ser por nosotros estaría muerta.
—Las cosas están empeorando rápido—dijo el agente sin dejar de ver una ventana al otro extremo—. ¿Qué es lo que realmente busca Jonathan? ¿Cuál es el sentido de toda esta guerra milenaria?
—Mi padre Marcus se llevó a la tumba ese secreto, puesto que John no estaba en las condiciones de completar su misión. Cuando sus siglos de entrenamiento dieran su fruto, John podría regresar a este pueblo que lo vio crecer y buscar el tesoro de nuestro padre—explicó Bull. Thomas dejó de ver la ventana para centrarse en la historia de su invitado—. Lo único que sé es que John al ser un vampúmano, ha sido bastante preciado para su tío.
—¿Un qué? —preguntó ante el desconcierto de la nueva palabra para sus oídos—. ¿Qué no era un humano?
—Los Vampúmanos son criaturas mitad vampiro y mitad humano, por lo que poseen dos almas. También son conocidos como dhampiros—dijo Bull y le pareció gracioso el rostro perplejo del humano—. Los vampiros comunes no poseen alma, solo los Lunares. Para complicarlo un poco, John no solo es un vampúmano, también es un "Lunar", como los primeros dioses del bajo mundo.
—Pero, ¿qué tiene que ver esto en la gran guerra?
—¿Qué no leíste los estúpidos libros de esta biblioteca? —alzó el licántropo su voz mientras se paraba y de su enojo terminó dando un golpe en el escritorio. Thomas lo vio atemorizado—. Lo siento, tengo problemas para controlar mi temperamento. Los vampúmanos poseen un poder superior a los Lunares. El miedo a su superioridad llevó a que, en la primera gran guerra, los Lunares se enfrentaran a sus padres vampúmanos.
Thomas sonrió y tal gesto no le agradó nada al hombre lobo. Bull no soportaba cada vez que alguien que no le agradaba, sonreía. Trató de disimularlo, pero fue imposible.
—¿De qué te ríes estúpido humano? —preguntó clavando sus garras en el escritorio.
—Suena muy similar a la mitología griega—dijo Thomas. Se levantó y tardó unos dos minutos para encontrar un libro. Lo abrió y lo colocó en frente del hombre lobo—. Los Doce del Olimpo se enfrentaron a los Titanes.
—Humano, conozco esa historia y déjame decirte que todo es real. Hoy en día, la mayoría de los dioses están muertos debido a sus guerras internas—dijo Bull con indignación ante la actitud del humano—. Como sea, creo que te he contado suficiente. Me iré a dormir. Si deseas saber más, investiga en tus libros o le preguntas a John.
Bull se dirigió a la puerta. Al abrirla se llevó el susto de su vida. Una mujer vestida de blanco de pies a cabeza se encontraba frente a él. Sus miradas se encontraron y soltaron un susto. Thomas tembló. Había olvidado anunciarle a su madre sobre los invitados.
—¡Huye! Es un esbirro de hielo, te robará tu alma—gritó Bull.
—¿Esbirro? Pero que maleducado eres jovencito. Soy Eleonora Rhodes. ¿Quién eres y qué haces en mi hogar? Sé que eres un licántropo.
Bull se sorprendió al ver que una humana ordinaria reconocía su naturaleza.
—¿Cómo sabe eso, señora esbirro? —preguntó Bull. La mirada de Eleonora parecía que lo iba a prenderse—. Lo siento, señora Rhodes.
—Mi difunto marido trabajó en la SOIS, mi cuñado y mi hijo laboran ahí—la mujer estaba furiosa por la actitud de Bull—. He dado asilo en esta casa a criaturas muy nobles y amables que su padre salvaba. Sé sobre los secretos de este pueblo también. Pero no has contestado mi pregunta, ¿quién demonios eres?
—Bull Strauss, encantado de conocerla—dijo Bull mostrando más respeto hacia la mujer—. Thomas nos ha dado asilo a mi amigo y a mí.
—Así me gusta más, pero para estar a mano, te nombraré "Pulgoso" —le respondió la mujer con una sonrisa—. Hice una sopa para cenar y estás invitado a comer. De paso, me explicarán qué está sucediendo detrás de su visita.
La señora Rhodes salió de la habitación. Bull volteó a ver con mucha sorpresa a Thomas.
—Vaya, Rhodes...tu madre es genial. Me molesta decirlo, pero me agrada—dijo el licántropo saltando de felicidad—. Bueno te veo en la mesa.
—¿No ibas a dormir? —preguntó Thomas levantando la mano. Pero Bull ya había desaparecido de su vista. Suspiró—. Los licántropos y sus problemas de personalidad.
***
John acompañó a Amber hasta la entrada de su casa. No se dirigieron la palabra en todo el trayecto. John no dejaba de pensar sobre la noticia de que su hermano estaba vivo. Pero al mismo tiempo le preocupaban muchas cuestiones relacionadas a la gran guerra. ¿Por qué su padre no pudo confiarle el secreto hacía siglos atrás? ¿Por qué no aprovechaba la oportunidad de que su mayor enemigo estaba debilitado para terminar de matarlo? ¿Cuál era el secreto que tanto ocultaba el templo? Las preguntas sonaban en su cabeza, una por una y se repetían como una forma de tortura. John, al fin y al cabo, tenía miedo de enfrentarse a la realidad. De repente, se detuvo y miró a la luna.
Todo cambió a su alrededor. Las casas se incendiaron y había otras que en sus escombros salían almas clamando ayuda. Eran gritos de niños y de mujeres. Escuchaba animales que agonizaban en graneros. La estatua de San Marcus fue decapitada. Sintió dolor como si miles de cuchillas le penetraran en el corazón. Se vio de inmediato al pecho. La pesadilla se había vuelto real. Su camisa se manchaba de sangre. Le costaba respirar y a la vez perdía la vista.
—John...John... ¿qué te ocurre?
Aquellas palabras se escuchaban muy lejanas.
El vampiro sintió una fuerte bofetada en la mejilla izquierda. Eso lo hizo cobrar la conciencia y todo aquel mal que contemplaba se iba alejando. Abrió los ojos y vio con claridad. Amber se encontraba hincada a su lado.
—¿Qué demonios te pasó? —preguntó Amber ayudando a levantar al príncipe vampiro—. Tus ojos se volvieron blancos y te desplomaste.
—Tuve una visión—contestó John sin dejar de ver el suelo. Amber sintió su dolor—. Mientras más tiempo pase en este pueblo, todas estas personas corren peligro. Puede repetirse lo que me ha venido ocurriendo durante siglos.
Amber optó por guardar silencio. No podía opinar sobre lo que pensaba John. Era nueva en todo lo relacionado a las criaturas y la guerra milenaria que había estado ocurriendo debajo de su nariz. Abrazó a John para despedirse. Luego corrió hasta el pórtico y se metió a la casa. Caminó sigilosamente a la ventana, que detrás de la cortina espió al príncipe vampiro. Los ojos rojos de John resplandecían con la luz de la casa. Temblaban con ganas de llorar. John caminó y se alejó del patio delantero.
La chica subió a su habitación para darse una ducha. Mientras se bañaba escuchó unos pasos en el techo, seguido por un pequeño golpe en la ventana. Se colocó la toalla y con el agua escurriendo de su cabello hacia el rostro, salió a investigar qué era lo que causaba ese pequeño alboroto. Pensaba que su cabeza le hacía ver cosas tras lo ocurrido o que quizás una criatura la quería matar. No había nada ni nadie. Revisó debajo de la cama: nada. Detrás del espejo: nada.
—Amber, lo estás imaginando todo—pensó mientras se reía nerviosamente.
Se colocó un pijama, para luego secarse el cabello. Cuando apagó la pistola escuchó que la madera crujía y que debajo de la puerta entraba humo. Amber corrió a abrirla solo para encontrar a su madre, una señora de baja estatura, cabello negro y vestida de pijamas, rociando gasolina por todas partes, mientras el fuego avanzaba lentamente.
—¿Qué estás haciendo? — preguntó la chica con los ojos desorbitados del miedo—. Madre, basta. ¡Nos matarás!
La mujer no se inmutó y siguió esparciendo gasolina. Amber se lanzó hacia su madre y trató de quitarle el bidón. La mujer la volteó a ver. Amber notó como los ojos azules de su madre perdieron color. Recordó las películas de terror que miraba junto a su mejor amigo. Lo que sucedía era un síntoma de posesión. Los ojos de la mujer empezaron a emitir una pequeña llama. Amber no podía escapar, el fuego se estaba acercando y su madre poseída se había lanzado para estrangularla. Apretaba con fuerza la garganta de su hija, quien luchaba por zafarse. Amber logró asestar un golpe en el vientre de su atacante, que cayó inmediatamente. Sin embargo, la mujer se lanzó nuevamente hacia ella.
John estaba a diez minutos de la casa de Amber cuando notó un reflejo rojo. Al darse la vuelta, varias casas ardían en llamas. Escuchó la sirena de bomberos acercándose. Se apartó a tiempo antes de que lo atropellara. John se escondió detrás de una camioneta y se transformó en murciélago. Voló lo más rápido que pudo hasta la casa. Mientras la gente se aglutinaba en frente del incendio y los bomberos se preparaban para su labor, nadie notaba a un hombre parado en el cielo, con el sombrero fedora con una pluma roja, vestido con una capa roja que le cubría todo el cuerpo.
—Balthazar Vonnes—susurró John.
John alcanzó a ver como en una habitación, Amber batallaba contra su madre mientras intentaba escapar del fuego voraz. Se dirigió hacia la habitación y rompió la ventana. Adentro, el vampiro tomó la forma humana enfrente de la mujer, a quién le tomó los brazos.
—¡Salta cuando te lo diga! —ordenó John.
John la noqueó con un golpe en la cabeza y se la entregó a la chica.
—¡Salta ya! No pueden verme, busca a Thomas y a Bull...debo escapar—dijo John antes de transformarse nuevamente en murciélago.
Amber terminó de romper la ventana con una patada. Se colocó a su pequeña madre en el hombro y saltó. La altura no era mucha, así que no recibió más que un raspón en los brazos y una rasgadura en el pijama. Su madre estaba inconsciente. Unos enfermeros de primeros auxilios llegaron a ayudarla. Desde la ventanilla del camión de ambulancia, Amber notó al hombre de sombrero fedora con una amplia sonrisa viéndola entre la muchedumbre. Supo de inmediato que se trataba de un ataque vampiro.
John se alejó un kilómetro del incendio, sin perder su rastro y teniendo cuidado que Balthazar, no lo persiguiera. Balthazar Vonnes era el Lunar de fuego y uno de los dioses del mundo vampiro. La magia de posesión era un tema que desconocía, pero sabía que los Lunares eran capaces de implantar pequeños espíritus elementales en el cuerpo de sus víctimas.
Un chirrido de murciélagos se venía acercando. John bajó hacia la tierra para transformarse en humano detrás de un automóvil. Los murciélagos pasaron volando justo encima de él, pero no lograron detectarlo. Necesitaba llegar a un lugar seguro cuanto antes. El cementerio estaba lejos y no era lo indicado tras el incidente del hombre cuervo. ¿La casa de Thomas? Tampoco. Otra horda de murciélagos pasó inspeccionando en su búsqueda. Tampoco podía ir al hospital, pues Balthazar sabría la ubicación de inmediato. Decidió esperar hasta que la conmoción pasase. Se metió debajo del auto, donde vio que tres camionetas del SOIS iban en dirección al incendio. Tal vez Thomas se dirigía allá o la chica pesada, Maura, que conoció en la mañana.
Pero esa noche, la suerte estaba del lado del príncipe vampiro. Balthazar y su horda de murciélagos se alejaron hacia el bosque de los mineros. Esperó unos minutos más para darle tiempo. Usó su super velocidad para correr hasta la casa de Thomas e irse escondiendo detrás de cada árbol, auto y pared. Durante el trayecto hasta la casa de Thomas, casi fue descubierto por dos agentes y otra horda de murciélagos. Volvió a transformarse en murciélago y voló con mucha cautela hasta meterse en una ventana de la casa, donde pudo finalmente transformarse en humano.
—¡Thomas!¡Bull! — gritó John mientras salía en búsqueda de sus amigos—. ¿Dónde están?
John bajó las escaleras donde casi bota a la señora Rhodes cargando un cesto de ropa.
—Debes ser John van Vonter, ¿cierto?
John asintió.
—Se encuentran cenando abajo—le explicó la madre de su amigo humano—. Es un gusto conocerte.
—El gusto es mío, señora, pero debo disculparme y comunicar algo importante a su hijo—dijo el vampiro acompañado de una sonrisa.
La señora Rhodes dio permiso y John bajó lo más rápido que pudo hasta el comedor.
—Amber y su madre fueron atacadas—soltó John en el momento que sus amigos daban un sorbo de la sopa. Thomas palideció—. Balthazar Vonnes sigue en el pueblo.
***
Amber estaba sentada en una sala esperando que los doctores le llevaran noticias de su madre. Sus manos temblaban y también un sudor frío le recorría la frente. Unos veinte minutos atrás, logró escapar con su madre inconsciente y estableció contacto visual con aquella criatura. Un detective buscaba su declaración. No sabía que decir sin quedar como una loca. Nadie le creería que San Marcus estaba bajo ataque de vampiros y que sólo una minoría sabía sobre su existencia. Pero pronto sintió un alivio al ver su apoyo emocional. John, Bull, Thomas y la señora Rhodes llegaron hasta donde ella se encontraba. Amber abrazó entre llantos a su mejor amigo.
—Chicos, quédense con Amber. Iré a preguntarle a mis compañeras — dijo Eleonora Rhodes. Le dio unos golpecitos en el hombro a la chica y le sonrió—. Todo estará bien, Dinah es una mujer fuerte.
Amber les explicó todo lo ocurrido, además de haber visto al causante del incendio.
—Su nombre es Balthazar Vonnes, el Lunar del fuego...creo que él es el culpable de las hordas de murciélagos y el ataque del hombre cuervo—explicó John—. Posiblemente tenga informantes que me hayan visto contigo.
— Pero, ¿qué ganaban con atacar a mi madre? —preguntó Amber desconcertada—. Apenas te conozco.
—Balthazar atacará a todo aquel que desee ayudarme. Sea un humano o un dulce perro callejero—respondió John, pero no tuvo el valor de decirle que ella poseía una energía que atraía criaturas.
—¡Thomas Rhodes! —alzó Maura su voz mientras entraba a la sala con el cabello despeinado como si acabase de despertar.
—Este es un hospital, agente –intervino una enfermera que caminaba por el pasillo —. No se permiten gritos, si desea gritar: salga a la calle.
Maura se sonrojó avergonzada y Bull lanzó una gran carcajada. Esto provocó gran enojo en la agente, pero lo ignoró. Se acercó a Amber, quien era una vieja amiga y la abrazó.
—Amber necesito hablar contigo a solas—dijo Maura con mucha amabilidad—. Puedes rendir declaraciones conmigo y Thomas si deseas más confianza.
— No puedo decir nada de lo que ocurrió.
—¿Por qué? — le preguntó Maura.
—Simplemente no puedo.
Maura vio a Thomas para decirle con la mirada que lo intentara él.
—Creo que tengo que decir lo que está pasando realmente—dijo John mirando hacia el suelo. Luego levantó la mirada hacia Maura sin importarle su reacción. John cambió el color a sus ojos y mostró sus colmillos. Maura no podía creerlo—. Mi nombre real es John Van Vonter. Soy un vampiro y es mi responsabilidad lo que ocurre en el pueblo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro