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Capítulo 02

A eso de las 5:00 de la mañana, los periódicos comenzaron a ser entregados puerta por puerta. Las actividades seguían en aparente normalidad. Sin embargo, los rumores no se hicieron esperar. San Marcus era un pueblo donde nada relevante sucedía. De vez en cuando eran visitados por animales del bosque, por lo que un titular llamado "Lobos atacan a agentes de SOIS", no les parecía muy raro. A Thomas le pareció la idea más estúpida y no pudo disimularlo con una sonrisa fingida. No estaba seguro si les creerían, pero trató de no darle importancia. Sabía que en el transcurso del día sería citado por el comandante Samuel Rhodes, su jefe inmediato y que además era su tío. Mientras el sol ya estaba terminando de salir, Thomas se tomó la molestia de preparar comida para sus invitados, quienes al percibir el fuerte olor de café fresco los atrajo hasta la cocina.

—Lamento no tenerles un banquete, pero espero que lo disfruten—dijo Thomas sirviendo unos huevos con tostadas. Bull no dejaba de verlo, así que alejó su silla de él—. No pienso darte mi sangre o mi carne.

—Tranquilo Thomas, la dieta de los vampiros ha ido cambiando con el pasar de los siglos. Hoy en día podemos sobrevivir varios años sin beber sangre humana. Creo que es parte de la evolución de las especies—explicó John y notó cómo la palidez en el rostro de Thomas desaparecía—. La pequeña dosis que me donaste es suficiente para mí. Además, con los años le terminé agarrando el gusto por la comida humana. Fui criado por el fundador de este pueblo.

—Eres todo un anciano—murmuró Thomas, pero el vampiro alcanzó a escuchar.

—Verás, los vampiros envejecemos muy lento y como puedes notar, mi físico aparenta un poco más de tu edad—dijo John y luego le sonrió ante la vergüenza que experimentó el chico—. Veo que tienes mantequilla de maní y debo confesarte que soy un adicto a ella. ¿Puedo tomar un poco?

—Es todo tuya—respondió Thomas y se la alcanzó.

Mientras John y Thomas terminaban de desayunar, Bull se levantó para ir a la ventana. En la calle había murciélagos muertos que los transeúntes ignoraban. Aliviado que no tenía por qué preocuparse, el licántropo regresó a la mesa para terminar su café.

—John, sé que estás comiendo, pero realmente necesito saber qué haces en el pueblo—dijo Thomas—. Ayer fui atacado por un vampiro que controlaba el fuego...me parece que todo está relacionado—. Cuando John y Bull escucharon sobre el vampiro se vieron entre ellos con mucha angustia—. ¿Saben quién era, ¿verdad?

—Se llama Balthazar Vonnes, es un miembro de la familia real y el lunar de fuego—respondió Bull—. Es posible que nos estuviera esperando o que siga en el pueblo. Si te encuentras con él, escapa o morirás.

—Sabía que era un vampiro y Maura no me creyó—dijo en voz baja como si se hablase a él mismo—. Bueno, no importa. La verdadera pregunta es: ¿qué hacen acá?

—Marcus Oras dejó un tesoro que puede darnos la clave para derrotar a mi tío e impedir el regreso de Lilith—respondió el príncipe—. Desde antes que Bull y yo naciéramos, el mundo estuvo dividido en clanes y se han enfrentado varias veces. Incluso llegó a afectar tu mundo en las grandes guerras. Emprendí este viaje sin ninguna opción más que aceptar mi destino.

—Parece una disputa familiar—comentó Thomas.

—En realidad es una disputa de creencias—corrigió el vampiro—. Mi padre biológico miraba el mismo futuro que mi abuelo. Suena utópico, pero él creía que podíamos regresar como al principio de la historia cuando humanos y las criaturas del bajo mundo vivían como iguales. Esto llevó a una pelea entre él y su hermano, Jonathan. Tras un enfrentamiento, la guerra inició y mi tío está buscando la manera de traer a Lilith a este mundo.

—Pensé que Jonathan había sido asesinado por tu padre adoptivo—dijo Thomas tratando de hilar cada palabra de su invitado—. ¿Lilith? Recuerdo haber escuchado ese nombre de mi padre...que no viene al caso.

—Marcus únicamente pudo matar su cuerpo humano, pero su alma quedó vagando alrededor del mundo—interrumpió Bull, quien ya se había terminado su café—. Jonathan es un ser despreciable que ha ocupado diversos recipientes para vivir. Mi madre murió indirectamente por él, mató a los padres de John y es el responsable de la tragedia que viví cuando era un niño.

—Sé que no estoy en la posición para pedirles que confíen en mí, pero quiero ayudarlos mientras estén en el pueblo—dijo Thomas, pero luego se detuvo al escuchar que tocaban el timbre insistentemente—. Creo que tengo visita, lo mejor será que se suban a su habitación.

Thomas los acompañó hasta la escalera, pero no habían terminado de subir cuando la puerta se abrió. Era Maura, quién lucía una vena muy saltada en la frente.

—¿Por qué diablos no abrías? ¿Acaso estabas por tener un trío? —preguntó mientras elevaba la voz. Nadie respondía, por lo que se acercó más—. ¿Hola? Les estoy hablando.

—Son mis primos—tartamudeó el chico—. Él es John y su hermano, Bull.

—Primero quisiera disculparme por el comentario que hice... Soy Maura Tates y es un gusto conocerlos—dijo la chica estrechando su mano, aunque únicamente Bull la rechazó y se dio la vuelta—. Ya te pedí perdón, no seguiré el juego.

—Lo que digas, humana—respondió Bull.

—¿Y a este tipo que le ocurre? —preguntó Maura a John.

—Eso no te incumbe, flacucha—respondió Bull.

—Deberías limpiarte, pareces perro rabioso—dijo Maura viéndolo con desdén y luego volteó hacia Thomas—. Te esperaré afuera para ir al cuartel, el comandante me pidió que te llevará—Maura le sonrió a John y le dijo—: Un gusto conocerte, John.

A pesar de mostrarse molestos ante la imprudencia del licántropo, Thomas y John ignoraron el hecho para no levantar las sospechas de Maura. Desde ese momento, tendrían que fingir ser familiares, es decir, una mentira que Thomas tendría que convencer a su madre para mantenerla en secreto. Eleonora Rhodes trabajaba como enfermera en turnos nocturnos, por lo que Thomas no tuvo el tiempo de explicarle sobre sus invitados. Thomas oró para que no llegara esa mañana, porque sabía que su madre lo castigaría por tomar decisiones sin su permiso.

—Tienen la casa a su disposición—dijo Thomas desde arriba de las escaleras—. Y Bull, espero que te comportes.

Thomas fue por sus cosas a la habitación y luego corrió sin despedirse de sus invitados. Durante todo el trayecto, Maura no pronunció palabra alguna de lo sucedido. Tal vez no sospechaba de nada, pero si estaba molesta por la actitud de Bull en contra ella sin ni siquiera conocerse. Thomas decidió no decir nada. Maura era una chica de fuerte temperamento. Además, le preocupaban más las acciones que tomó la noche anterior y el supuesto ataque del que su compañera no le creía. Incluso si su tío no se encontraba para regañarlo, Maura le haría la vida imposible.

Maura y Thomas se conocían desde muy pequeños. Sus padres eran muy amigos, pero la relación entre ambos chicos siempre había sido complicada. Maura, cuatro años mayor que Thomas, era una persona seria, muy centrada en el estudio, en aprender idiomas y sentirse la persona más importante e inteligente frente a todos los niños del pueblo. Thomas sentía que su compañera tenía un grave problema de ego y superioridad. Mientras que él, en su infancia, fue un bromista y de vez en cuando sacaba comentarios estúpidos que hacían enfurecer a cualquier persona con poca paciencia. Por más que lo intentó, Thomas nunca pudo hacerle esbozar una sonrisa.

Ambos eran hijos de ex agentes del SOIS, por lo que tuvieron la oportunidad de prepararse para ser nuevos miembros desde que eran adolescentes. Maura mostró un mejor desenvolvimiento físico y en los exámenes fue la mejor calificada. Llegó a graduarse a los 16 años, siendo la agente más joven. Entró a la universidad para estudiar relaciones internacionales mientras trabajaba en misiones secretas. ¿Y qué pasó con el joven Thomas? Maura se burlaba de su progreso. Cuando Thomas pudo rendir los exámenes físicos, le permitieron graduarse. Sin embargo, su felicidad duró poco ya que encontró que Maura era la subcomandante y manos derecha de Samuel Rhodes.

"Thomas, es una pena que siendo tan mediocre portes el apellido de dos grandes agentes" "¿No te cansas de hacer el ridículo? Ríndete, no creo que llegues a ascender?" — Las frases resonaban en la cabeza del chico, haciendo que su cara ardiera del enojo. Miró por el espejo retrovisor y notó como Laura lo veía con disimulo. A pesar de la mala relación, Thomas guardaba un poco de esperanza de que su relación mejorase.

Después de un largo trayecto en silencio, llegaron al cuartel general de la región. Oculto entre un denso bosque, para acceder era necesario salir de la carretera por una bifurcación de tierra que los conducía a un muro de 30 metros de altura y una extensión de 4 km2. Del muro salía un portón metálico y una vez analizados por los drones de vigilancia, pudieron acceder a una entrada subterránea. Aunque no solo los drones se dedicaban a la vigilancia, también existían torres en las que agentes de un rango menor a Thomas se encargaban de proteger los alrededores.

La camioneta bajó unos cinco pisos bajo tierra hasta llegar a un estacionamiento, donde eran esperados por unos agentes del escuadrón de Maura. Subieron por el ascensor y Thomas tuvo que aguantar las bromas de sus compañeros. Pero lo que más le sorprendió fue que Maura también se incomodara de tanta burla. Cuando Thomas estuvo a punto de explotar de cólera, Maura golpeó la pared del ascensor captando la atención de todos. El ascensor se detuvo y la puerta se abrió, por lo que la chica se puso en medio para regañarlos.

—¿Acaso di la orden para que se burlaran del agente Rhodes? —preguntó Maura con el semblante en llamas—. Thomas es un agente inferior, pero eso no les da el derecho de burlarte. Al menos, Thomas intentó actuar cuando notó un peligro para el pueblo. ¿Qué habrían hecho ustedes? Conociéndolos hubieran huido, porque solo son buenos para tareas internas.

Los agentes guardaron palabras, aunque Thomas sabía que solo intentaban contener las lágrimas. No lo podía creer. Maura lo había defendido.

—Como castigo están suspendidos del escuadrón por una semana—advirtió la chica—. Así que, por favor, váyanse a estudiar o lo que quieran. Solo Thomas y yo entraremos a la reunión.

Thomas y Maura accedieron a la sala frente al ascensor. En medio de la habitación se ubicaba una mesa ovalada. Thomas reconoció a su tío por el cabello rubio con un corte estilo militar, un bigote muy marcado y la barba de tres días. Samuel Rhodes era muy alto, con una estatura de dos metros que le aportaba una imagen intimidante. Junto a él se encontraba Lir, la prima de Maura que se desempeñaba como secretaria del Comandante. A comparación de su tío, la chica apenas llegaba a su abdomen. Por lo que estar siempre cerca de él le daba el aspecto de una chica frágil. En el cuartel, todos la conocían por su amabilidad y su hermoso cabello castaño, mejor cuidado que el de Maura.

—Thomas, veo que has crecido mucho. No te veo desde hace un año—sonrió el hombre mientras mostraba una perfecta sonrisa—. Puedes sentarte.

Thomas y Maura se sentaron juntos a la par de él. Un hombre de tez oscura entró a la sala y los saludó. Tenía el cabello rapado y portaba una barba espesa. A pesar de su amable sonrisa, a Thomas no le gustó para nada su vibra.

—Quiero presentarles al agente Morani West, representante de Kenia y el nuevo coronel de SOIS—dijo Samuel Rhodes, aunque su mirada tampoco mostraba gran felicidad por presentarlo.

— Tu padre fue un gran agente, Thomas. Me alegra conocer a su retoño—expresó el agente West.

Thomas sonrió con obligación. No solo le causaba desconfianza, sino que también le provocaba aversión de verlo sonreír.

—Maura nos comunicó que crees haber sido atacado por un vampiro—pronunció Samuel Rhodes, pero su sonrisa le intimidó—. El equipo de comunicaciones hizo un gran esfuerzo para que no salgan rumores del pueblo. Sé que es feo mentirles, pero es lo mejor. Déjame decirte que te creo. Sé que me dices la verdad—declaró el comandante para la sorpresa de Maura, quién todo ese tiempo pensó que lo castigaría—. Hiciste bien en defenderte, pero en el futuro déjalo en manos de rangos superiores.

—¡Estoy harto de los malditos rangos! —exclamó el chico después de dar un fuerte golpe en la mesa, que hizo saltar a Lir del susto. Thomas dio un respiro y prosiguió con más tranquilidad—. Todos me ven de menos por mi rango. Hice lo que consideré correcto. Les avisé, pero Maura no alcanzó a verlo. Esa criatura podía controlar el fuego.

—Tu actitud es tan inmadur.... —le dijo Maura sin poder terminar su oración porque Thomas la interrumpió.

—Maura, si de inmadurez hablamos, sales ganando. Llevo muchos años aguantando tus delirios de grandeza—soltó Thomas—. Algo extraño está pasando en el pueblo y no lo quieren ver.

El agente West soltó una gran carcajada.

—Thomas, eres igualito a tu padre—expresó el agente.

—Agentes, les pido amablemente que sus riñas infantiles las resuelvan fuera del cuartel—pronunció el comandante Rhodes—. Los reuní por un asunto muy importante y porque quiero que ambos formen parte de mi grupo de investigación les guste o no. Durante mi viaje me he topado con muchos avistamientos de muertes de criaturas que están asesinando campesinos y estas comunidades sospechan que hay algo acechando. Thomas ha acertado. Mientras todos pensábamos que se habían extinguido, en realidad han resurgido y comenzaron a reunirse—. Se detuvo un momento para encender la computadora y señaló el proyector—. Lir, ¿me harías el favor?

La chica encendió el proyector. Varias fotografías sobre huellas, ganado muerto y cementerios clandestinos empezaron a aparecer. Incluso había cadáveres que se veían recientes, como el de un hombre empalado y paredes con huellas de sangre.

—Esto ocurrió en mi reciente viaje por México, en una comunidad cerca de Chichen Itzá—explicó Rhodes—. Durante una investigación con Ixchel, una mujer de la zona, descubrimos el surgimiento de una secta que está realizando una cruzada por todo el continente americano. En este momento se dirige hacia el sur. En esta comunidad me enteré de desapariciones de personas. En un principio se pensó que eran carteles del narcotráfico, pero en la noche descubrimos a un grupo de bestias.

—Jonathan—murmuró Thomas, pensando que se lo había dicho a sí mismo.

—Sí, Jonathan Van Vonter. Veo que aún te acuerdas de los libros académicos—le contestó Samuel—. Supuestamente fue asesinado por San Marcus, pero de alguna manera encontró cómo regresar a la vida. Y todos sus creyentes forman parte de esta secta que lo consideran el "Mesías" —le explicó el Comandante Rhodes.

Lir les mostró un par de fotografías de Chichén Itzá, algunas paredes y árboles estaban marcados por un símbolo extraño: dos medias lunas, una viendo a la izquierda y la otra hacia la derecha; y en cada punto cardinal, un triángulo.

—¿Recuerdan este símbolo? —preguntó el comandante.

—El símbolo del clan Van Vonter, la facción de Dimitric—respondió Thomas, mientras notaba el enfado de su compañera agente—. Pero eso puede significar la posibilidad de una facción que se oponga a la secta, ¿o no?

—Así es, y están siendo asesinados—dijo Samuel—. Sospecho que, si te atacaron ayer, es posible que la secta se haya infiltrado en el pueblo. Antes que mueran inocentes y la guerra entre naciones se levante, debemos acabar con el peligro.

—Sugiero matar a cualquier criatura—expresó el agente West haciendo que Samuel frunciera el ceño.

—West, incluso si eres mi superior no haremos eso—respondió con mucha seriedad y el agente West fingió una sonrisa—. Investigarán junto a Lir todas las actividades y eventos fuera de lo normal. Si el vampiro que viste controlaba el fuego, eso quiere decir que es un Lunar y estaremos en graves problemas—Samuel detuvo la proyección y cerró su computadora—. Lir estuvo investigando en la escuela, donde se afirma la desaparición de estudiantes en el vecindario. Además, en la zona roja, las prostitutas han estado actuando extraño y una de ellas, Sally Scarlet lleva desaparecida por varios días. Sé que es mucho trabajo, pero los dejaré libre por este día.

***

Bull se encontraba tomando una ducha, cuando John se encontraba arreglando la habitación. Por una extraña razón, percibió una energía desconocida que le llamó la atención. Cada vez se acercaba más y luego se detuvo en el porche de la casa. John se acercó con mucho cuidado a inspeccionar desde la ventana, donde vio a una chica de cabello ondulado y rubio, piel bastante pálida y pecosa. Al notar su piel, John creyó que podría ser un vampiro, pero su energía era muy diferente. La chica tocó en repetidas ocasiones el timbre y volteó hacia arriba cuando John accidentalmente golpeó la ventana con su mano. John pudo esconderse detrás de la cortina y observó cómo la chica caminó en dirección hacia el parque de enfrente.

—¿Quién era? —le preguntó Bull, quién venía entrando envuelto en una toalla e hizo que el vampiro saltara del susto.

—Vino una chica, pero juro haber percibido una energía peculiar en ella—contestó John y continuó observando por la ventana mientras Bull se terminaba de cambiar con una ropa que Thomas les prestó—. Sigue ahí en el parque, ¿percibes algo?

—John, lo que pase con ella no es nuestro problema—dijo el hombre lobo tratando de cambiar la conversación—. Hemos venido a buscar los tesoros de nuestro padre. Así que olvídate de ella.

Decidieron inspeccionar el pueblo. Para ambos resultaba difícil regresar al que una vez fue su hogar y que ya no fuera como antes. Las antiguas casas eran modernas y las que ellos conocían ahora estaban abandonadas o derrumbadas. Solo la calle adoquinada y el musgo en medio de los bloques era lo más parecido a su tiempo. Marcus, el cazador, también había criado durante unos años a Bull y lo ayudó a dominar sus instintos de caza.

—John, no deberías exponerte demasiado—dijo Bull muy preocupado al ver que los transeúntes observaban la pálida piel de su amigo—. Deberías regresar a la casa de ese tonto humano. Yo me encargaré de buscar las antigüedades de nuestro padre.

—No debes temer, tampoco es que brille y llame la atención de las masas—le respondió mientras se detenía en la esquina para esperar que un carro pasara—. Los tiempos modernos son extraños. Nunca me acostumbraré a ver carros, extraño los viajes en caballo y también descansar por las noches en la hierba mientras veíamos las estrellas.

***

A dos cuadras del vecindario de Thomas vivía su mejor amiga, Amber Hills, una estudiante universitaria que desconocía por completo las misiones de Thomas. Sabía que la noche anterior, Thomas había estado vigilando el vecindario. Escuchó los disparos, pero Thomas no respondió los mensajes. Así que una vez terminaron sus clases en línea, Amber se dirigió a su casa. Tocó en repetidas ocasiones, pero nadie atendió a pesar de haber escuchado unos pasos en el piso superior. Al no tener más opciones, la chica caminó hacia el parque que estaba en la esquina opuesta a la casa y buscó una banca bajo la sombra de un árbol. Aquella mañana estaba fresca y sin tanto bullicio, por lo que el sueño se hizo aparecer, quedando dormida al poco tiempo.

En su sueño, Amber caminaba en la plaza principal de San Marcus, aunque cubierto de una densa neblina bajo el cielo rojo. Amber se detuvo al llegar a la estatua que estaba decapitada. Amber se agachó para tomar la dorada cabeza, pero la soltó al ver como salían manos desde el orificio del cuello. Retrocedió un poco temiendo que las manos la alcanzarán hasta que chocó con un bulto que pronto distinguió como humano cuando sintió que unas manos se posaban en sus hombros. Amber se las quitó de inmediato y se giró. Ante ella estaba una mujer bronceada totalmente desnuda y con el cabello negro que llegaba hasta sus pies. Abrió los ojos y Amber notó como estos eran de un tono rojizo.

—Pronto vendré por ti, Amber Hills—dijo la mujer poniendo su dedo índice en la frente de la chica.

Amber la reconoció. Solía aparecer en sus pesadillas cuando era una niña, pero tenía muchos años sin verla. Creyó que todo había quedado en el olvido después de sus terapias. En ese momento, Amber encontró la clave, si sabía que estaba soñando podía controlar el sueño. Amber empujó a la mujer y luego se imaginó una puerta, por la cual entró. Cuando abrió los ojos, se le dificultó la respiración. Miraba de forma borrosa y era como si estuviera cayendo. ¿Estaría atrapada en el sueño? Intentó hacer lo de antes, pero esta vez no funcionó. En efecto, la chica estaba cayendo desde una gran altura.

¡Divine portal! —exclamó Amber como si estuviera siendo controlada por otra persona.

Frente a ella se abrió un portal por el que entró y terminó aterrizando sobre un hombre corpulento, cubierto con una capa negra. Amber se quitó de encima y de inmediato se disculpó, aunque sin saber cómo explicar que le había caído del cielo. Pero el hombre no dijo ninguna palabra y se acercó a la chica mientras esta se alejaba. Amber se dio cuenta que nadie la ayudaría. Hace tiempo había estado en la zona roja cuando realizaba una investigación periodística, pero tuvo que hacerse pasar por monja para entrar en el lugar. Analizó los posibles escapes y solo le quedaba huir por los pasadizos laberínticos que caracterizaban ese vecindario.

—Tranquilo señor, todo ha sido un malentendido—dijo la chica tratando de ocultar su miedo al forzar la voz—. Resulta que me perdí y terminé cayendo del techo.

—¿Crees que voy a creerte eso, niña? —preguntó el hombre, con una voz carrasposa que erizó a la chica—. Tienes un olor particular, tu sangre me llama la atención.

Amber palpó su pantalón y preparó su gas pimienta. Caminó en círculos para quedar más cerca de la salida y cuando pudo ubicar un callejón que conociera, Amber corrió en esa dirección. Detrás de ella, el hombre la perseguía. Pero sorprendentemente no por tierra, sino por las paredes, hasta que finalmente la alcanzó. El extraño la agarró del brazo, pero una extraña luz cubrió a Amber, que lanzó al hombre hacia el final del callejón.

—¡Maldita perra! —gritó el hombre mientras corría de vuelta hacia ella, sin mostrar señales de golpes.

En ese momento, dos chicos que resultaron ser John van Vonter y Bull Strauss atacaron al hombre y lo hicieron desaparecer por un portal. Amber estaba aterrada sosteniéndose de un basurero, pero ambos salvadores se acercaron hacia ella y la ayudaron a pararse.

— ¿Te hizo algo? —preguntó John.

— No, gracias a ustedes, pero ¿ustedes lo mataron? —dijo la chica sin dejar de observar el lugar donde desapareció su atacante.

—Tranquila, no se encuentra en este mundo—le contestó John, lo que llenó de más confusión la mirada de Amber—. Mierda, creo que sonó mal. Pero no debes preocuparte, no me he manchado las manos. Yo soy John y él es mi hermano, Bull. ¿Tú eres?

—Amber Hills.

—Es un placer haberte ayudado, Amber—dijo John y le extendió la mano. Amber supo que John era una persona de confianza. Bull le parecía buena persona, pero demasiado arisco. A pesar de ello estaba agradecida —. Te sacaremos de acá, solo síguenos.

Llegaron hasta el parque central, donde por fin, Amber cobró color en su rostro. John sintió la necesidad de quedarse con ella. John y Bull habían presenciado cuando se elevó por el aire y luego desapareció a través de un portal. Bull logró rastrearla y de esa manera pudieron salvarla.

— Vimos lo que te pasó—soltó Bull al ver que John no se atrevía a hablar. Por supuesto, Amber se asustó—. Al parecer atraes cosas paranormales a tu alrededor.

— ¿Me estás llamando bruja?

—Tienes una poderosa energía, Amber y solo te recomendamos no salir sin compañía—dijo John, quién regañó con la vista al licántropo—. Nosotros nos dirigimos al sepulcro de San Marcus, pero podemos acompañarte hasta tu casa.

—Antes de que todo esto ocurriera, esperaba ver a mi mejor amigo, Thomas—contestó la chica que observó las miradas de sorpresa de ambos y supuso que ya lo conocían.

—Ese estú....tipo nos salvó sin que se lo pidiéramos— dijo Bull que no se acostumbraba a ser amable con los humanos—. No deberías andar sola en las calles. Además, Thomas no se encuentra en casa. En la mañana lo llegó a recoger una mujer pedante que se cree la reina del mundo.

—Debió ser Maura, no se lleva bien con Thomas, pero no es una mala persona—dijo Amber soltando una pequeña carcajada—. Creo que puedo ayudarlos respecto al templo del fundador. Los llevaré yo misma, además así puedo visitarlo.

Partieron hacia el sureste de la plaza. En el camino, John recordó su infancia mientras caminaba por la calle adoquinada. El cementerio fue el lugar donde entrenaba. Sin embargo, con el pasar de los años no tenía ni idea del camino correcto. Las casas de doble planta cubrían el paisaje. Tras caminar unos diez minutos llegaron a un portón con dos estatuas de ángel a cada lado. Amber les abrió la puerta para entrar. Luego la cerró para evitar molestias de algún pueblerino. Bull la observó con mucho recelo. No le gustó la idea de que una humana se escabullera con ellos a una misión privada.

—¿No piensas regresar a casa, Amber? —preguntó Bull retándola con la mirada—. Desde aquí podemos continuar solos.

John regañó a Bull telepáticamente.

—Al guardián del cementerio no le gusta que desconocidos visiten el lugar—le explicó Amber sin dejar de ver a Bull. Los dos se estaban retando con la mirada. Amber le sonrió—. Además, lo conozco bien, ya que es amigo de mi familia. Puede hacerme el favor si se lo pido.

— Como quieras, humana—contestó Bull, lo que causó gracia a Amber su forma de expresarse.

Para llegar al camposanto debían atravesar un túnel de 100 metros que se construyó en lo que antes había sido una colina. Dentro de las paredes del túnel colgaban antorchas. En los recuerdos de John, el cementerio se accedía subiendo por la colina y luego bajarla hasta encontrar un valle con una pequeña laguna en medio. La idea del túnel le parecía divertido puesto que se asimilaba a un castillo. Cuando llegaron al final del túnel, notaron el verdor del pasto y las flores a su alrededor. Entonces, John y Bull sintieron que conocían a aquel hombre. A pesar de lucir de unos treinta años, tenía el aire de un ser querido. No lograban distinguir bien sus facciones, pero tenía un corto cabello castaño, de complexión muy delgada y piel pálida.

—¡Amber! ¡Qué alegría verte! —exclamó el hombre que estaba parado cerca de la laguna. Se acercó muy animado mientras el trío caminaba hacia él. Sin embargo, al ver a John y a Bull no pudo disimular su rostro de terror, las pupilas se le dilataron y palideció más de lo que era. Y para demostrar más su desagrado alzó la voz como si fuese un padre regañando a sus hijos—. Amber, ¡aléjate de ellos!

—Sawyer, son mis amigos...salvaron mi vida—Amber trató de calmarlo—. Ellos necesitan ver el templo de San Marcus.

John dio unos pasos adelantes y puso sus manos en cada hombro. A pesar que aquellos ojos azules habían desaparecido para dar paso a unos rojizos, John reconoció a Sawyer. Y él también, por lo que furioso sacó unas dagas de su pantalón y realizó un corte en los brazos del vampiro. Amber quedó estupefacta al ver aquella cantidad de sangre cayendo de las extremidades de su salvador sin inmutarse.

—Sawyer, ¿qué ocurre contigo? —expresó con mucho terror la chica. De repente, John vomitó una sustancia negra, por lo que Amber y Bull se acercaron a ayudarle—. Ven y ayúdalo, el Sawyer que conozco no es un asesino.

Una brisa alertó el olfato de Bull, quién comenzó a oler en dirección del árbol. Se acercó a este y lo trepó, pero salió disparado como si lo hubiesen golpeado. Las hojas del árbol aleteaban como si se tratara de un ave y, en pocos segundos, el cúmulo se había transformado en lo que en un bestiario era catalogado como un hombre cuervo. La bestia, que Amber presenciaba sin creerlo, parecía sacada de un cuento de terror: ojos penetrantes de color rojo, alas enormes, una cara humana con pico de ave, manos y patas con filosas garras.

—Sawyer...llévatela dentro—ordenó John—. Ella peligra aquí fuera.

Aunque recibir sus órdenes no le gustase, su sentido común estaba de acuerdo. Tomó a la chica de la cintura y la puso en su hombro. Amber vio cómo el hombre cuervo extendía sus alas, para que posteriormente disparara plumas como si fueran balas de metralleta.

—¡Orbes de luz sagrada! —exclamó John mientras dibujaba un pentagrama en el aire y se dibujaba otro debajo de él. Luego de eso, en las palmas de sus manos salieron disparadas unas esferas de luz que sirvieron de muro. Al impactar, las plumas se desvanecieron.

Sawyer se encerró con la chica en la cabaña.

—¿Qué está pasando allá afuera? ¿Es real? —preguntó la chica viendo desde la ventana.

—Les llaman hombre cuervo—respondió con voz entrecortada—. Como guardián del cementerio he visto muchas cosas de noche, desde zombis, ángeles de la muerte o como les llaman en Japón, shinigamis. Pero que ataquen a esta hora del día es muy extraño. Creo que tiene que ver con esos chicos de afuera. Por eso no quería que entraran a esta tierra sagrada.

—Te equivocas, de no ser por ellos estaría muerta —dijo Amber con mucho enojo y comenzó a buscar algo por toda la habitación—. Dame algo para devolverles el favor.

El hombre cuervo había tomado a John que le era difícil sacar sus habilidades vampiras tras recibir el corte de Sawyer. Mientras que Bull se especializaba en batallas en tierra. John susurró unas palabras que lo hicieron brillar como si fuera el mismo sol. El hombre cuervo lo soltó, pues aquella luz que irradiaba el contrincante le había quemado las manos.

El hombre cuervo extendió sus alas dispuesto a lanzar una nueva lluvia de plumas. Sin embargo, una ráfaga de disparos lo detuvo. Algunas balas le habían atravesado la cabeza y el pecho. La bestia cayó al suelo muerta mientras se convertía en polvo. Bull y John estaban sorprendidos, puesto que Amber y el guardián los habían salvado con dos escopetas

—Ustedes no son humanos, así que necesito que me expliquen qué está sucediendo en este pueblo—dijo la chica con mucha seriedad. Luego volteó a ver a Sawyer—. Y no me lo impedirás. No me iré del cementerio hasta saberlo.

Sawyer no pudo negarse a su amiga, así que permitió que hablaran en su cabaña y preparó un poco de té de manzanilla para calmar la situación.

—En resumen, soy un príncipe vampiro, el hijo adoptivo del fundador de este pueblo y el verdadero gobernante de las criaturas que ustedes los humanos cazaron durante la Inquisición—dijo John mientras sus ojos se iban volviendo rojos y luego se detuvo para mostrar el tamaño de sus colmillos —. Bull, es un hombre lobo y el príncipe de su tribu. Ambos somos prófugos políticos de un mundo que ustedes desconocen. Los tiempos han cambiado y a lo largo del mundo, el terror del enemigo está haciendo efecto: humanos mueren, criaturas del bando de la luz también. Nadie está a salvo. Dentro del templo de mi padre se encuentra un tesoro que podría ayudar a acabar con el mal. Y en esa persecución...

—Fuimos atacados por mis hermanos la noche anterior—prosiguió Bull al ver que John necesitaba descansar su voz—. De no ser por tu mejor amigo, no estuviéramos aquí ahora. La decisión que hemos tomado es seguir con los designios de Marcus y derrocar la monarquía de Jonathan, un mal que durante mucho tiempo vivió como un simple espíritu, pero ha reencarnado en una nueva persona.

— ¿Quiénes más en este pueblo lo saben?

—Thomas y tú son los únicos humanos que lo saben—respondió Bull—. Por tu cara, ¿te preguntarás por qué no he tomado en cuenta a tu amigo?

Amber asintió. Sawyer sorbió un poco de té y tomó asiento.

—Mi nombre real no es Sawyer, sino que porto el nombre de mis ancestros—dijo Sawyer con mucho nerviosismo, al punto de derramar un poco de líquido—. Soy Marcus X, hijo del fundador. Lastimosamente fui convertido en un vampiro durante una misión.

— Pero, ¿por qué negaste conocerlos? —preguntó Amber—. Son tus amigos.

—Tengo mis razones, pero prefiero no responder. Amber, deberías irte. No quiero que tu vida peligre—advirtió el guardián—. Hace unos días unas figuras vampíricas de la realeza vinieron buscando "algo" que se encuentra en el templo de mi padre. Siendo miembro de la Orden de San Marcus, mi misión es proteger la tumba y sus secretos. Aunque siendo honesto, ni siquiera sé dónde se encuentra.

El palpitar del corazón de la chica iba en aumento. Vampiros, hombres lobos, guerra milenaria, clanes, dioses, ángeles. Era la primera humana en no pertenecer a la SOIS que lo conocía. ¿Cómo era posible que una organización de seguridad lo ocultara? ¿Cómo es que su mejor amigo se arriesgaba en misiones? Se sentía como el hombre de la caverna de Platón.

La tarde se hizo corta con toda la historia revelada. Amber tenía mucha información que procesar. Estaba anocheciendo, así que Sawyer les pidió que mejor se fueran a casa. El cementerio podía ser un tanto peligroso por las noches, por la cantidad de energía negativa que emanaba algunas almas en pena. Bull y la chica se adelantaron, dejando solo al vampiro para que pasara un momento a solas junto a su hermano en el pórtico de la cabaña.

—No deberías tener vergüenza de ser un vampiro—dijo John acompañado de una sonrisa—. Nuestro padre estaría orgulloso.

—Te equivocas, él murió por mi culpa. No logré llegar a tiempo—confesó el guardián soltando las lágrimas—. He vivido en soledad durante siglos. Me dediqué a proteger a los pueblerinos en nombre de mi padre. Pero eso jamás perdonará el fallo que cometí.

No estás solo—dijo John abrazándolo, pero Sawyer se apartó—. ¿Qué ocurre?

—Sé lo que estás pensando y quiero que sepas que no participaré en tu guerra.

—No puedo obligarte, pero recuerda que todos somos parte de esta guerra y las filas de Jonathan crecen.

—Vete por favor, John.

—Puedes lamentar el maldito pasado y esconderte como un cobarde, pero si te decides, ya sabrás donde encontrarme.

John se dio la vuelta y caminó hacia la salida.

—John, ¡espera! —gritó el guardián y John se detuvo, aunque sin darse la vuelta.

—Me alegro que estés con vida, hermano.

Y el príncipe vampiro sonrió. Habían pasado siglos, creyendo que el uno y el otro estaban muertos.

—Yo también, hermano—le sonrió John y se despidió con la mano.

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