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Capítulo 01

Año 2025

San Marcus era un pueblo fundado por el legendario cazador de monstruos, quien fue canonizado por las acciones heroicas realizadas en su momento. Rodeado de montañas y un gran bosque de coníferas, el pueblo se había convertido en el principal atractivo para las personas que buscaban alejarse de las ajetreadas ciudades de Europa para respirar un poco de aire fresco. San Marcus se caracterizaba por el misterio de sus bosques y los pasadizos subterráneos que recorrían por todo el pueblo. Según la leyenda popular, el pueblo fue parte del reino de un tirano llamado Golem, quién ejecutaba masacres en su territorio para saciar su sed de sangre, que las personas aseguraban le otorgaron la eternidad. Cuando la cacería de la Iglesia dio su inicio, Golem se trasladaba a través de los pasadizos subterráneos y podía permanecer oculto por meses. Luego de que la búsqueda finalizaba, el rey regresaba a su castillo oculto en el bosque. Ahí era imposible que alguien pudiese entrar, ya que existían trampas que aseguraban la muerte del invasor.

No obstante, el reinado del tirano llegó a su final cuando Marcus Oras y su orden, lograron derrotarlo. Todo el pueblo en agradecimiento decidió ponerle su nombre en honor a su salvador. Para esa época, Marcus Oras, había sido canonizado en vida gracias a sus valientes acciones. Marcus Oras decidió instalarse en el pueblo y convertirlo en su hogar para proteger a sus habitantes de cualquier fuerza enemiga. Con el tiempo, toda su historia fue borrada de los libros y se manejó como una leyenda. Mientras que el castillo de Golem estaba prohibido hasta para los turistas, ya que el bosque formó parte como zona de combate de la guerra que sacudió el mundo entre 2011-2015. Todo el territorio estaba plagado de minas explosivas que nunca lograron encontrar.

Por las noches, la agencia internacional conocida como SOIS (Sistema de Operaciones de Inteligencia Secreta), se encargaba de proteger a los ciudadanos y mantener el orden junto a la policía. Con la instauración de esta agencia desde finales del siglo XX, en el pueblo se promulgaron tres importantes reglas que era obligatorio acatar sin excepciones:

Si se percibe un peligro en su vecindario, se deberá notificar al SOIS de inmediato y no resolver el problema por sus propias manos.

Todo ciudadano que no pertenezca al SOIS tiene completamente prohibido acercarse a las instalaciones del SOIS, de lo contrario tendrán que acatar un castigo.

Después de las 9:00 pm queda prohibido la circulación de personas en las afueras del pueblo y en los alrededores del bosque.

Los habitantes no sabían realmente, que SOIS surgió como un grupo modernizado de la que alguna vez fue "La Orden de San Marcus". Recibían el apoyo de los gobiernos alrededor del mundo para llevar a cabo misiones que involucraban la captura de criaturas peligrosas y de mantener la seguridad. Sin embargo, nadie conocía los verdaderos ideales de la organización. Con el pasar de los siglos, las personas habían dejado de creer en "las bestias", considerándose producto de la literatura y el cine.

A pesar de su inconformidad por el toque de queda, los habitantes respetaban las reglas. En la noche del 20 de septiembre no fue la excepción. Sus calles estaban vacías, siendo su única compañía la tenue luz de la luna. Thomas Rhodes, un agente veinteañero de SOIS patrullaba su vecindario. Era un chico bastante delgado que no aparentaba ser muy experimentado en el combate, de cabello rubio y rostro delicado que le hacían parecer muy frágil. Se trasladaba por medio de una bicicleta hasta que llegó al parque central, donde se erguía una estatua dorada del legendario cazador. Nada parecía estar fuera de lo normal, a excepción de una neblina que lo cubrió de repente. Se acercó un poco a la estatua donde pudo escuchar el chirrido de murciélagos, como si estuvieran en una riña entre ellos. Thomas alumbró con su linterna, con la cual se hizo evidente una figura humana que portaba un sombrero fedora.

—Señor, necesito que regrese a su casa o tendré que esposarlo—advirtió Thomas, no sin antes preparar su pistola. Pero el extraño hombre no respondió—. Señor, regrese a su casa o tendré que llevarlo conmigo.

Los murciélagos se reunieron alrededor del hombre y la tensión del ambiente incrementó. Thomas supo de inmediato que aquel hombre no era un humano corriente. Subió la pistola y apuntó. En ese momento, los murciélagos volaron hacia él para atacar. Estando cerca, Thomas se dio cuenta de que eran murciélagos con el tamaño de al menos un metro. Disparó hasta quedarse sin municiones, pero nada le sirvió. Una extraña fuerza invisible los protegía, por lo que Thomas corrió a esconderse detrás de la estatua. Mientras se comunicaba con su compañera, Maura Tates, el chico observó cómo el hombre se acercaba. Thomas salió de su escondite y se alejó mientras esquivaba bolas de fuego que la criatura le disparaba, hasta que se tropezó. No podía ver su rostro, pero creyó ver fuego en sus ojos. El hombre continuó acercándose mientras sus manos se cubrían de fuego. Thomas pudo recargar a tiempo y disparó hacia su cazador, quien retrocedió con asombro.

El extraño se dispuso nuevamente atacar, solo que esta vez creando una serpiente de fuego, que persiguió al chico por todo el parque. Justo cuando estaba a punto de ser atrapado, Thomas escuchó el disparo de un bláster y se agachó instintivamente. La serpiente de fuego se dividió en dos hasta que finalmente se desintegró. Nuevos disparos se acercaban al extraño, por lo que se cubrió con su capa y se elevó al cielo, siendo acompañado por el grupo de murciélagos.

— Thomas! —gritó Maura Tates corriendo hacia él. Maura era de la misma estatura que Thomas, de piel oliva y ojos avellana, su cabellera negra recogida con un moño trasero. Ayudó a Thomas a ponerse de pie, aunque la mirada del chico seguía perdida—. ¿Te hizo daño?

—Maura, ¿pudiste verlo? —preguntó Thomas, pero la chica le confesó que solo vio una serpiente de fuego persiguiéndote. Thomas estaba seguro de no haber enloquecido—. Te juro que fui atacado por un vampiro...no sé cómo explicártelo, pero junto a él había murciélagos gigantes. Creo que San Marcus ha sido invadido.

—¿Vampiro? Thomas, recuerda que se extinguieron hace más de un siglo. SOIS acabó con el último ejemplar visto en el Amazonas un poco después que la tercera guerra finalizó. —dijo la agente—. Soy mayor que tú por cuatro años, por lo que puedo asegurarte que te estoy diciendo hechos verídicos.

—Maura, ese vampiro controlaba el fuego—dijo Thomas, pero luego se perdió por el chirrido de los murciélagos que volaban muy arriba de ellos—. Obsérvalos con atención: no es normal que se comporten así. En la academia leí muchos libros sobre el comportamiento de los quirópteros cuando son influenciados por un vampiro.

—Thomas, deberías regresar a casa, le comunicaré al comandante Rhodes lo ocurrido—sugirió la chica sintiendo un poco de pena al ver la actitud de su compañero—. Buscaré la declaración más creíble para comunicar a los medios. No debiste actuar por tu cuenta y lo sabes.

Maura llevó a Thomas hacia su casa y luego se fue hacia el cuartel del SOIS. Thomas andaba inquieto buscando en la biblioteca de su padre. Sacó algunos libros de un estante, de un autor llamado Carlton York. Llegó al último libro, de pasta roja con un título dorado: Historia de la guerra de clanes. Pasó el dedo por cada título del índice: Cacería de brujas en la Santa Inquisición; Posesiones espirituales; Cambia formas...

—¡Aquí está! Cacería de vampiros en el Siglo XX—exclamó con emoción. Luego prosiguió a leer en voz alta—. Veamos...el conflicto entre los clanes provocó una división en la familia real, que desde hacía siglo atrás se vio envuelta en una disputa de poderes. Tras una serie de ataques a pueblos y algunas ciudades de América, la Orden de los Cazadores de San Marcus rompió su vínculo armonioso con ambos lados, pues no sabían en quién confiar. Los vampiros tuvieron que ser exterminados, o al menos eso se esperaba. No se sabe si hubo algunos que se resguardaron. En la actualidad, en el siglo XX, solo se han recibido ataque de dos vampiros de rangos inferiores y que aún se encuentran en celdas del SOIS Italia. De acuerdo a ellos, existe una secta de vampiros y humanos que adoran a la antigua reina Lilith, que fue la primera esposa de Adán y una de las que inició el vampirismo.

Thomas reconoció que Maura estaba en lo cierto. Aparentemente sí se encontraban extintos, pero el mismo autor expuso la idea que existía una secta conformada por vampiros y humanos. Sin embargo, lo que él y Maura desconocían era que unos visitantes cambiarían la vida del pueblo para siempre.

***

En la profundidad del bosque de los mineros, un forastero se encontraba herido dentro de una cueva. La sangre manchó su costado, donde al parecer, había sido atacado por una flecha. Pero no podía descansar más. A pocos metros se escuchaban las pisadas de una manada. Con esfuerzo, trepó hacia el exterior y siguió su camino hacia el sur, donde tuvo que saltar las raíces y arbustos que le entorpecían el trayecto. De pronto, escuchó una detonación en el camino del que venía., pero sin inmutarse continuó huyendo. Sabía que esa noche no llegaría el ángel de la muerte por su alma. Cuando llegó a un risco, tuvo que detenerse. Agarró impulso y se lanzó hacia el otro lado, pero una nueva flecha impactó en su pantorrilla izquierda.

El hombre cayó en el otro lado, pero no pudo ponerse de pie. Escuchó un ruido entre los arbustos, de donde salió un lobo gigante. Sonrió al verlo y este lo ayudó a montarse sobre su lomo. En ese momento, otra flecha se dirigía hacia ambos. El lobo logró esquivar saltando en círculo y al caer, terminó recibiendo el impacto de una en la pata trasera.

—Bull, no puedo moverme...sigue corriendo—dijo el forastero mientras le quitaba la flecha a su amigo.

Luego de asentir, el lobo apuró su paso. Aunque la risa de una mujer se escuchaba entre las ramas de los árboles que rodeaban su camino. El hombre lanzó una bola de luz en aquella dirección y al impactar en la oscuridad, escucharon el grito de varias personas. El lobo siguió corriendo hasta que llegaron a la cima de una colina que daba con la vista panorámica de San Marcus siendo iluminada por la tenue luna.

—Hemos llegado a casa, después de tanto tiempo—le dijo al lobo y le dio una palmadita en la cabeza—. Nuestra misión comienza acá.

El lobo bajó la colina y se adentró al bosque. Luego de media hora, Bull estaba exhausto. No percibía ni el olor ni la energía de sus perseguidores, pero el ambiente se encontraba extraño. Divisó a lo lejos la luz de un farol y se acercó con cuidado. Dio unos pasos fuera, pero retrocedió al escuchar unos disparos. Podía ser peligroso, así que se escondió entre unos arbustos esperando que se calmara la situación. Los minutos pasaron y ambos estaban perdiendo el conocimiento.

—Bull, debemos llegar a la casa de Marcus—dijo el hombre con bastante dificultad—. No creo que ellos se acerquen—. Bull gruñó como un rotundo no—. Hazme caso, la casa no debe estar lejos.

Bull terminó accediendo y se incorporó a la calle del pueblo. Caminaba despacio debido al dolor creciente de la herida. Alcanzó a ver algunas luces prendidas de casas, por lo que se escondió en la oscuridad para no ser visto. Procuró dar pisadas suaves para no alertar al vecindario. Cuando llegaron a una intersección, un grupo de murciélagos los atacó sin que pudieran defenderse. En la pelea, las heridas de ambos se abrieron más y Bull terminó liberando un aullido largo. Para protegerlo, el hombre dibujó un pentagrama en el aire que disparó cientos de flechas de luz. Logró dar en el blanco a algunas, pero el resto se dirigió a atacar una vez este se derrumbó sin energía. Sus ojos se cerraban siendo testigo de cómo su amigo también era mordido por los quirópteros.

A unos cuantos metros de ahí se encontraba la casa de Thomas. El chico estaba perdido en la lectura, daba vueltas, se paraba y seguía leyendo mientras caminaba. Al escuchar el aullido y el chirrido de los murciélagos, Thomas tomó su arma y salió inmediatamente a ver lo que ocurría en su vecindario. Justo afuera, un chico arrastraba a un lobo mientras intentaba defenderse de los murciélagos. Quitó el seguro e inició la descarga acercándose poco a poco a los heridos.

Los murciélagos se alejaron, lo que le dio el tiempo suficiente para ayudar a cargar al lobo a su casa. Thomas cerró la puerta de un golpe y el extraño movió los muebles para usarlos de barricada entre las puertas y las ventanas. Podían escuchar los fuertes golpes de los sobrevivientes que intentaban entrar. De repente, el forastero se desmayó. Thomas lo cargó hacia la mesa del comedor y lo desvistió. En el costado, una profunda herida no dejaba de expulsar la sangre. Así que sin perder más tiempo fue a buscar el botiquín y le realizó los primeros auxilios, que su madre enfermera le había enseñado cuando era tan solo un niño. El ruido proveniente de afuera hizo que el frío sudor le rodara desde la sien hasta caer en la mesa. Sus manos temblaban y ya faltaba poco. Notó un extraño elemento dentro de la herida, así que con su pinza sacó la punta dorada de una flecha.

—¿Qué le haces a John? —preguntó una voz desconocida. Thomas saltó de la impresión y giró su cabeza temerosa hacia la puerta que daba a la sala—. Lo vas a matar.

—Al contrario, si no lo trato terminará muriendo—le respondió Thomas y continuó curándole. Bull se acercó y cuando terminó, Thomas se hizo un lado para que pudiera examinarlo—. Le acabo de sacar una punta de flecha. Si hubiera querido matarlo, los habría dejado a merced de los murciélagos. Ahora necesito saber qué o quién eres.

—Creo que ya lo sabes, niño—le contestó Bull. En un principio, el agente Rhodes se sintió intimidado ante su enorme altura y cuerpo muy bien trabajado, además ese cabello rapado y los piercings en las cejas lo asemejaban a pandilleros que frecuentaban los vecindarios más pobres del pueblo. Thomas, además, notó los ojos amarillos y unos colmillos bastante grandes en su dentadura. Bull se sintió avergonzado, pero tuvo que pedir ayuda–. Si realmente quieres salvarlo, necesito tu sangre.

—¿Eres un vampiro o un cambia forma?

—Licántropo para ser preciso y viendo tu cara de sorpresa, sí, John es un vampiro—le corrigió Bull en tono arrogante—. Solo dame un poco de tu sangre y del resto me encargaré yo.

Thomas dudó al inicio, pero finalmente accedió. Cogió un cuchillo y se hizo una pequeña herida en un dedo. Bull lo tomó y dejó caer la gota de sangre en la boca de John.

—Tienes miedo cuando los humanos son peores, ustedes son el verdadero monstruo—dijo Bull.

Bull recitó unas palabras que Thomas no comprendía y pronto el ambiente se sintió tenso. Thomas estaba seguro de haber visto que las luces se volvieron opacas y la temperatura bajó. Después todo volvió a la normalidad y John dio una bocanada de aire. Las heridas comenzaron a cerrar y finalizado el proceso, Bull y Thomas lo ayudaron a incorporarse en la mesa.

—¿Quién eres? —preguntó John muy desorientado. Veía a todas partes y no reconocía nada—. ¿Acaso estamos muertos?

—Déjame presentarme, soy Thomas Rhodes y les salvé la vida hace unos minutos.

—Es un maldito humano, John—comentó Bull muy enfadado—. Agradécele y larguémonos de acá.

—Perdona a Bull, tuvo muchas malas experiencias con humanos—le respondió el vampiro muy amable—. Soy John Van Vonter y agradezco mucho tu amabilidad. Bull fue atacado con plata, aunque la cantidad fue mínima, una enorme dosis pudo haberlo matado.

—Es muy noche y es mi deber proteger como agente del SOIS. Tengo una habitación disponible para que puedan quedarse—dijo sonriendo el chico—. Además, su llegada y el ataque que sufrí en el parque, me resulta demasiado inusual. ¿Qué opinan?

—John, el pedazo de mierda es un cazador de monstruos.

—Señor Pulga, ¿podrías ser más amable? Pude haberlos matado y no lo hice. Pueden confiar en mí.

Aunque a John le pareció gracioso, al licántropo no le hizo ninguna gracia. Bull terminó gruñendo.

—Aceptamos la invitación, Thomas Rhodes—contestó John y se paró—. Prometo contestar tus dudas al amanecer. Hemos realizado un gran trayecto para regresar a San Marcus y sin ti, estaríamos muertos.

Thomas los alojó en la habitación contigua a la suya. Al no poder dormir, se preparó un té y leyó su libro de historia. Mientras que en la otra habitación, sus invitados no paraban de discutir.

—No entiendo cómo es que confías en él... ¡es un humano!

—Bull, ese humano nos ha salvado—le contestó John dándole la vuelta—. Es un buen chico, además estoy cansado y quiero dormir.

—Nos entregará al amanecer.

—Cierra la maldita boca o te pondré un bozal—dijo John más enojado que antes—. Algo me dice que Thomas nos será de ayuda mientras investigamos en el pueblo—Bull apagó la lámpara de la mesa contigua y gruñó al escuchar a su amigo decirle—: ¡Buenas noches, señor Pulga!

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