XXXVII
Roy
Después de la ceremonia, nos dirigimos al salón, donde había un bullicio de risas y música. Varias personas bailaban, mientras otras se acercaban a felicitarnos y ofrecían bocadillos que parecían irresistibles. La atmósfera estaba impregnada de alegría y amor, y era difícil no dejarse llevar por la magia del momento.
Me acerqué a mi amada, sintiendo cómo la emoción vibraba en el aire. Le susurré al oído:
- ¿Quieres bailar con tu marido una pieza de esta bella canción? -dije riendo, mientras le besaba suavemente la mano.
Ella me miró con esos ojos que iluminaban mi mundo y sonrió.
- Mi marido, eso suena tan perfecto -respondió, su voz suave y melodiosa resonando en mi corazón-. Sabes que sería un placer bailar con el gran Roy Aries.- Expreso con cierta gracia.
- Pues vamos, mi querida esposa -expresé con entusiasmo, tomando su mano con ternura y llevándola hacia la pista de baile.
La música suave nos envolvió, y comenzamos a movernos al compás de la melodía. A nuestro alrededor, las personas se movían y reían, pero en ese instante, solo existíamos nosotros dos. El resto del mundo se desvaneció, convirtiéndose en un mero telón de fondo para nuestra historia.
«Esta diosa es mía», pensé mientras la miraba, sintiendo cómo el amor que compartíamos llenaba cada rincón de mi ser.
Narra Elysia
El corazón se me quería salir del pecho; esta sensación era algo indescriptible, como una enfermedad incurable llamada amor.
Mientras miraba los ojos de Roy, me sentía transportada a aquel primer día en que nuestras miradas se cruzaron. Atraída, curiosa, enamorada y nerviosa; nada había cambiado desde entonces. Con tan solo una mirada, él tenía el poder de hacerme estremecer, de llevarme a las estrellas mientras el sol ardía en el cielo.
- Sabes que... desde el primer momento en que te vi jamás me imaginé estar así contigo -dije sonriendo, dejando que mis sentimientos fluyeran.
- ¿Así como? -preguntó él, con un brillo en los ojos que parecía iluminar todo a su alrededor.
- Así de enamorados, así de locos el uno por el otro, así de simplemente... juntos -respondí suspirando, sintiendo cómo cada palabra era un reflejo de lo que llevaba dentro.
Al finalizar el baile, él se inclinó hacia mí y me besó. Fue un beso lleno de promesas y sueños compartidos, un instante que parecía detener el tiempo.
- No te busqué, pero el destino hizo que nuestras rutas se cruzaran en el viaje -expresó él con sinceridad, sus ojos fijos en los míos, como si pudiera ver más allá de mi alma.
- A veces creo que el destino tiene una forma extraña de unir a las personas -respondí, sintiendo cómo la calidez de su abrazo me envolvía.
- Y yo no podría estar más agradecido por ello -dijo Roy, apretando suavemente mi mano-. Cada momento contigo es un regalo que atesoro más que nada en este mundo.
La música continuó sonando a nuestro alrededor mientras nos perdíamos en nuestros pensamientos.
Narrador Anónimo
Todos disfrutando de la unión, ¿verdad?... ¡Eso durará poco! Tomé la botella de vino y la eché en la copa a mi costado. Miré la copa y sonreí, mientras sostenía el frasco de pastillas anticonceptivas. Eché una.
- Con esto será suficiente, querida Elysia. Solo tengo que esperar el momento oportuno.
Narra Roy
La música continuaba su danza, y el bullicio del salón se convertía en un eco lejano, casi como si el universo hubiera decidido poner en pausa todo lo demás. Cada rayo de luz que tocaba a Elysia parecía tener un contrato exclusivo para resaltar su belleza, y no podía evitar sentirme el hombre más afortunado del planeta.
- ¿Te gustaría salir un momento? -le pregunté, sintiendo que necesitaba robarle un instante a la multitud.
- Claro, me encantaría -respondió, con una chispa en sus ojos que podría iluminar toda la ciudad.
Tomé su mano, y juntos nos dirigimos al jardín. Justo cuando íbamos a cruzar el umbral, Aitana nos interrumpió.
- ¿Qué tal, hermosa pareja? -dijo, mirándome a mí y a Elysia-. Puedes dejarnos solas, Roy.
Observé a Elysia, quien asintió con la cabeza. Me retiré unos pasos, pero me senté en una mesa cercana, sin perder de vista lo que sucedía.
Narra Elysia
Miré a Roy sentarse en una silla no muy lejos y volví mi atención hacia Aitana.
- ¿Qué quieres, Aitana? -le pregunté, intentando mantener la calma.
- Quiero arreglar las cosas entre nosotras. Sé que no he sido la mejor amiga, pero nunca es tarde para empezar de nuevo -expresó ella, con una sinceridad que me hizo dudar. Sin embargo, su mirada seguía siendo fría y calculadora.
- De acuerdo, digamos que te creo -dije, intentando volver hacia Roy. Pero ella me tomó del brazo, disimulando con una sonrisa.
- No seas así. Toma... -expresó ella, ofreciéndome una copa repleta de vino-. Te la guardé.
- No gracias, no tomo -respondí, soltando su mano de mi brazo.
- Anda, es un día especial para ti. Solo un buche será suficiente y te dejaré en paz -insistió. Su insistencia me estaba volviendo loca. Finalmente, tomé la copa en mis manos y llevé el vaso a mis labios. Justo cuando iba a dar el primer sorbo, Roy se levantó de la silla y me quitó la copa.
- Ya es suficiente. Ahora sí nos disculpas, Aitana. Tenemos cosas que hacer -expresó él, dejando la copa sobre la mesa.
Me tomó de la mano y me llevó al jardín que tanto me gustaba.
La brisa nocturna era como un susurro suave, y las estrellas brillaban con una intensidad que podría rivalizar con cualquier gala. Nos sentamos en un banco bajo un árbol, rodeados de flores que parecían susurrar secretos.
- Este lugar es mágico -dijo Roy, mirando hacia arriba-. Pero no se compara con lo que siento cuando estoy contigo.
Sonreí, y mi rostro se iluminó con la luz de la luna, como si cada estrella estuviera compitiendo por su atención.
- A veces me pregunto cómo pude vivir sin ti antes de conocerte. Debí haber estado en una especie de coma emocional -confesé riendo, dejando escapar un suspiro que parecía más un poema que una simple exhalación.
Roy se acercó un poco más, su mirada fija en mis ojos.
- Y ahora que estamos juntos, no pienso dejarte ir nunca -respondió con firmeza.
La tensión entre nosotros era palpable, un hilo invisible que nos unía aún más.
- Nuestra habitación queda arriba, ¿sabes? -expresó Roy con una sonrisa pícara.
El calor de sus palabras me envolvió como una manta cálida.
Subimos las escaleras, y justo al abrir la puerta, Roy me cargó en sus brazos, llevándome a la cama como si fuera una diosa. Sus labios encontraron mi cuello, y luego se posaron suavemente sobre los míos. Era un lobo, y yo una oveja, cautiva de su encanto, pero esta oveja deseaba ser devorada.
Con urgencia, Roy tomó la cremallera de mi vestido, sus dedos temblando ligeramente por la anticipación. Intentó bajarla, pero se atascó en un punto crítico, como si el destino estuviera jugando con nosotros. Frustrado, hizo un gesto de exasperación, pero su mirada ardía con deseo.
- ¡Genial! Justo lo que faltaba -exclamó, dejándome a un lado con un suspiro frustrado.
- Paciencia, amor -respondí, mientras echaba mi cabello hacia un lado, dejando al descubierto mi piel.
Finalmente, él sostuvo el tirador de la cremallera con determinación y lo bajó lentamente. A medida que lo hacía, sus labios dejaban un rastro de besos cálidos a lo largo de mi espalda, cada contacto encendiendo una chispa de deseo que recorría mi cuerpo.
La tensión en el aire era mágica, una danza entre lo prohibido y lo deseado.
-" Toda flor tiene su carga, muéstrame la tuya y yo ofreceré mi alma para llevarla." - Dijo el a medidado de un suspiro.
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"Hasta aquí el capítulo de hoy. No olviden votar; su apoyo me ayuda a seguir adelante y me inspira a seguir escribiendo."
Besós 💋
"¿Quién creen que sea la chica anónima?"
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