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XXXVI

Elysia

El suave "clac" de la puerta resonó como un eco en mi corazón, y allí estaba él, Roy, una visión que aceleraba mi pulso como un torrente de estrellas fugaces.

Se acercó con pasos que parecían danzar entre las sombras, y su mano acarició mi mejilla con una dulzura que derretía el hielo del mundo.

— ¿Cómo ha ido tu día? — preguntó con esa voz ronca que me envuelve en un abrazo cálido.

—Mi boca está sellada, ¡es una sorpresa! Nuestras madres me han puesto una mordaza, prohibido hablar de cualquier detalle de la boda — Digo con una sonrisa de oreja a oreja.

— No puedo esperar a verte en ese altar — dijo él, con una sonrisa traviesa que robaba mi aliento.

— Y yo anhelo con todo mi ser construir una familia contigo — murmuré, estrellando mis labios contra los suyos en un beso que desataba fuegos artificiales.

— Eso sería un sueño hecho realidad, reina — exclamó, levantándome en sus brazos como si fuera un susurro del viento, llevándome hacia la cama — ¿Y si comenzamos a hacer realidad ese sueño?

"Él reveló sus sentimientos a través de una sonrisa radiante; al sumergirme en el profundo misterio de sus ojos, el dulce sabor de sus labios me hizo suspirar como si el mundo se detuviera.

—Eres una enfermedad, Elysia —susurró él con un aire de devoción—, una dulce adicción de la que no deseo liberarme."

Sus labios encontraron los míos con una urgencia que me dejaba sin aliento, como si cada beso fuera un pacto eterno. Sus manos recorrían mi cuerpo con una delicadeza que me hacía sentir... ¡uff! ... Tan bien.

— Debes saber que me vuelves loco, Elysia Soler — murmuró mientras sus labios danzaban por mi espalda.

— Y tú me haces perder la razón, Roy Aries — susurré entre suspiros, aferrando su mano con fuerza, como si en ese instante, el mundo pudiera desvanecerse y solo quedáramos nosotros dos.

"Dos días Después"

7:00 a.m. Desperté y, al no encontrar a Roy a mi lado, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me levanté de la cama con el corazón latiendo a mil por hora y me dirigí rápidamente a la puerta. Al abrirla de golpe, me encontré con una escena digna de un espectáculo: un auténtico equipo de fútbol, con maquillistas y estilistas de todos los tipos, esperando ansiosamente mi despertar. Las palabras que logré articular fueron:

— ¿Quiénes son ustedes? —exclamé, mientras todos entraban en mi habitación como si fuera el set de una película.

La señora Mahra, siempre tan amable, se acercó a mí con una sonrisa tranquilizadora.

— Elysia, cariño, todos ellos están aquí para prepararte para la boda —me explicó con dulzura.

— ¡Ni de coña! Yo quiero ver a Roy —dije, decidida a salir, pero Mahra me detuvo suavemente, tomando mi brazo con ternura.

— Elysia, Roy está en mi habitación. Al igual que tú, se está preparando para la ceremonia. ¿Por qué estás tan preocupada? Todo saldrá bien —me aseguró, y poco a poco, sentí cómo el alivio comenzaba a apoderarse de mí.

Por un instante, la idea de que Roy se había escapado y me había abandonado cruzó por mi mente como una sombra inquietante.

— No es solo eso... Me asusté al no verlo cuando desperté —confesé, dejándome caer en la silla frente a la cómoda.

— Entiendo, Elysia. Pero hoy es un día para disfrutar sin preocupaciones. Te verás deslumbrante. Tu madre está abajo ayudando con los últimos detalles —me dijo Mahra con una sonrisa cálida, mientras hacía una señal a los seis profesionales que estaban listos para comenzar.

Mientras empezaban a trabajar en mí, rodeada de risas y emoción, comencé a dejar atrás mis temores. La transformación estaba a punto de comenzar, y todos ellos estaban aquí para hacerme sentir como una verdadera princesa en mi gran día.

Mientras observaba mi reflejo en el espejo, no podía evitar sonreír. Con cada pincelada y cada rizo que añadían, me sentía más segura y emocionada. Todo iba a salir bien; Roy estaría allí y juntos viviríamos un momento mágico que recordaríamos por siempre.

— ¡Venga, Elysia! ¡A brillar como una estrella! —gritó uno de los estilistas mientras me colocaba los pendientes.

— ¡Eso es! ¡Hoy eres la protagonista! —añadió otro, haciendo que todos rieran.

Al finalizar los últimos retoques, vi el vestido, un sueño hecho realidad, colgando de una percha y brillando con destellos de luz que reflejaban la belleza del encaje y la seda.

Mientras sentía cómo el tejido suave se ajustaba a mi cuerpo, una mezcla de nerviosismo y alegría me inundó. Pero cuando llegó el momento de subir la cremallera, una sensación de pánico me recorrió. Susurré con un hilo de voz:

— Genial, lo que faltaba: ¡se atascó! —dije, nerviosa, sintiendo cómo mis manos temblaban. Los estilistas ya no estaban; sola debía resolver el problema.

De repente, unas manos cálidas rozaron mi espalda. Reconocería esas manos entre mil, tocándome con una dulzura que me llenaba de calma. Mientras intentaba subir la cremallera, sentí su aliento cálido acariciando mi piel. En un momento de pura conexión, sus labios rozaron suavemente mi espalda, justo donde la tela se encontraba con mi piel expuesta. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y cerré los ojos por un instante, dejándome llevar por la intimidad del momento.

— Vamos a hacerlo despacio —dijo él, mientras sus dedos continuaban trabajando con delicadeza en la cremallera.

Finalmente, con un suave tirón, logró liberarla y subirla por completo. La cremallera hizo un pequeño clic al cerrarse, y en ese instante me voltee hacia él.

— ¿Qué haces aquí? Sabes que ver a la novia antes de la boda es de muy mala suerte —dije, mientras él me miraba de arriba abajo con una sonrisa traviesa.

— Según quién —respondió él, desafiando las supersticiones.

— Nuestras madres —dije riendo.

— Te ves tan hermosa, mi Rosita —murmuró, dándome la vuelta para admirar cada detalle.

— Y tú tan apuesto —respondí, sintiendo cómo el calor subía por mis mejillas.

Mientras me giraba, él sacó un collar adornado con perlas blancas y lo colocó delicadamente en mi cuello, apartando un mechón de cabello con ternura.

— Es realmente bello —dije, observando las hermosas perlas que brillaban como estrellas.

— No más que tú —expresó él con sinceridad.

— ¿Cómo pudiste llegar hasta aquí sin que nadie te viese? —pregunté curiosa.

— Digamos que me escapé de la habitación de mi madre —confesó con una sonrisa traviesa.

Roy vestía un esmoquin negro que realzaba su figura musculosa de manera impresionante.

— Eres un desquiciado —dije riendo, disfrutando de su locura.

— Un desquiciado de amor por ti —respondió él, acercándose para besar mis labios con dulzura.

— Vete antes de que Mahra te vea; ¡corre! —le advertí con una mezcla de risa y preocupación.

Él me besó en la frente y se despidió, dejando tras de sí una estela de magia en el aire.

— ¿Qué es eso? El novio acaba de salir de la habitación —dijo una de mis voces favoritas.

Me di la vuelta y ahí estaba ella. Le di un abrazo efusivo. — ¡Bex!

— Elysia, ¿qué pensabas, que me perdería la boda de mi mejor amiga? —respondió ella con una sonrisa radiante.

— ¡Pero cancelaste la luna de miel! —dije, un poco sorprendida.

— Claro, eso puede esperar. Enzo estuvo de acuerdo. Pero, Elysia, olvídate de esas cosas; tú eres lo más importante, amiga mía.

Sonreí ante su comentario, sintiendo cómo la calidez de su amistad iluminaba el ambiente.

— Gracias por estar aquí —le dije, con el corazón rebosante de gratitud.

— Siempre estaré a tu lado, en las buenas y en las malas —prometió ella, con esa chispa en los ojos.

9am

Todos los invitados estaban posicionados en sus asientos, ansiosos por verme salir. Roy esperaba en el altar, su mirada fija en el horizonte de nuestra historia.

Cuando la melodiosa música comenzó a sonar, salí de la habitación, agarrada del brazo de mi madre. Caminé por el pasillo adornado con un telón rojo, y con cada paso que daba, cada suspiro, recordaba un amor que creía que nunca florecería, pero aquí estábamos, en este momento mágico.

Mi madre me entregó al brazo de Roy, y lo apreté con fuerza. Todos aplaudieron mientras el cura comenzaba a hablar, sosteniendo un libro en sus manos.

— Hoy estamos aquí reunidos por el amor de Roy Aries y Elysia Soler, en un día muy especial en el que recibirán la bendición de Dios en su unión —dijo el cura, mientras Bex y Enzo se acercaban con nuestros anillos.

— Roy Aries, ¿aceptas a Elysia Soler como tu legítima esposa? —preguntó el cura, mientras todos contenían la respiración.

Él miró profundamente en mis ojos, y yo me perdí en el encanto de su sonrisa.

— Acepto, padre —pronunció él, sin apartar la mirada de la mía.

Le sonreí con todo mi corazón.

— Y tú, Elysia Soler, ¿aceptas a Roy Aries como tu legítimo esposo? —continuó el cura.

Lo miré con dulzura y dije con firmeza:

— Sí, acepto, padre —respondí, mientras él tomaba mi mano con ternura.

Los aplausos resonaron en la mancion como un eco de alegría.

Roy me miró con una sonrisa de medio lado que iluminó su rostro, y con un gesto suave y lleno de ternura, deslizó el anillo en mi dedo, como si estuviera colocando una joya preciosa en su lugar perfecto. Mi corazón latía con fuerza mientras tomaba su mano con delicadeza, sintiendo la calidez de su piel. Con un susurro de amor, le puse el anillo en su dedo, un símbolo tangible de nuestra promesa eterna.

— Lo que Dios ha unido, que no lo separe nadie. ¡Puedes besar a la novia! —exclamó el padre.

Roy tomó mi rostro entre sus grandes manos y me besó. Todos gritaron de felicidad mientras nos dábamos la vuelta, caminando suavemente por el pasillo adornado con pétalos de rosa que caían como suaves susurros de amor.

En ese instante, rodeados de risas y alegría, supe que habíamos comenzado un hermoso capítulo juntos.

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