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XXXIX

Elysia

Me desperté y lo primero que vi fue la imagen de Roy. Él ya estaba despierto, observándome con ternura. Entonces, pronunció con suavidad:

- Ojalá nuestros hijos tengan tus mismos ojos.

Mis labios se curvaron en una sonrisa, pero pronto la alegría se desvaneció, dando paso a un rostro serio y nostálgico.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué dejas de sonreír, cariño? -dijo Roy, preocupado. Tomó mi barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos.

- Es que...

Las palabras se atascaban en mi garganta, pero finalmente decidí hablar.

- No sé si alguna vez podré darte hijos. No sé si podré estar embarazada algún día -expresé, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a asomarse.

- ¿Por qué dices eso, amor? -preguntó él, con una mezcla de sorpresa y desasosiego.

- He hecho cuentas de todas las veces que hemos estado juntos, y casi todas han sido sin protección. Cualquier otra mujer ya estaría esperando un bebé -dije, levantándome de la cama, buscando respuestas en el aire.

- Elysia, no seas así. Quizás debamos intentarlo más veces. No te culpes -me dijo, mirándome con una intensidad que me atravesaba.

- Roy, yo no soy la mujer indicada para ti. Tu sueño siempre ha sido crear una familia -dije, sintiendo cómo el peso de mis palabras me oprimía el pecho.

- Elysia, ¿qué estás diciendo? Sabes que te amo y no es necesario tener hijos. Contigo es suficiente -afirmó él, levantándose de la cama y mirándome fijamente, tomando mi mano con firmeza.

Solté nuestras manos, como si su calor me quemara.

- No... Roy, no es justo para ti ni para mí. Sé que lo deseas y yo no puedo dártelo -dije, con lágrimas desbordando mis ojos.

- Elysia, no vuelvas a decir una estupidez como esa. Yo te amo tal y como eres -respondió él, dejando entrever su frustración.

- Mientes -fue lo único que logré articular.

- ¡Basta! No peleemos; esto no es sano -dijo él, abrazándome con fuerza.

- No, Roy -exclamé, abriendo la puerta detrás de mí.

Necesitaba aire fresco. Me toqué el cuello y noté que faltaba mi collar; seguramente se había caído en el jardín.

«Ahí debe estar», pensé.

Roy abrió la puerta y me dijo:

- Hablemos.

- Déjame respirar -respondí, saliendo rápidamente al jardín.

Me senté en una banca, tomé el collar que yacía en el césped y, tras colocármelo nuevamente en el cuello, solté un suspiro mientras limpiaba mis lágrimas. Entré a la mansión y pasé por la cocina para beber un poco de agua cuando vi el reflejo de Aitana. Ella estaba poniendo una pastilla en una taza de café y, al verme, rápidamente escondió el frasco.

- ¿Qué haces? -pregunté, mirándola de arriba abajo.

- Preparándote un café para que veas que de verdad quiero ser tu amiga -dijo ella, con una mano oculta tras su espalda.

- ¿Qué escondiste? -inquirí con seriedad.

- No... nada -respondió, visiblemente nerviosa.

Me acerqué a ella...

- ¡¿Qué ocultas?! -exclamé mientras le arrebataba el frasco de las manos.

La empujé hacia atrás y leí la etiqueta del frasco.

- ¡¿Anticonceptivos?! -grité, furiosa y atónita ante su revelación.

- Es que... -balbuceó ella, sin saber qué decir.

Me abalancé sobre ella, le tomé el pelo y lo tiré con fuerza. Le di un puñetazo en la cara hasta que la madre de Roy nos observó y gritó:

- ¡Roy, corre! ¡Las chicas están peleando!

Roy bajó las escaleras apresuradamente; me tomó del brazo y me puso detrás de él, empujando levemente a Aitana para separarla de mí.

Narra Roy

Esto debía ser grave; jamás había visto a Elysia así: tan enojada, tan llena de rabia.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué pelean de esa manera? -exclamé confundido.

- ¡Eres una maldita bruja! -gritó Elysia entre lágrimas.

- ¡Y tú te quedaste con el hombre que debió ser mío! -respondió Aitana. Mis oídos no podían creer lo que escuchaban; ella seguía enamorada de mí.

- ¿Qué está pasando? -pregunté sosteniendo a Elysia.

Narra Elysia

- ¡Esa mujer estaba echando anticonceptivos en mi café! ¡¿Desde cuándo lo haces?! -Roy me miró con incredulidad, como si yo fuera la loca de la historia.

- ¡Desde cuándo le echas a mis bebidas anticonceptivos! -grité con furia; si no fuera porque Roy me sostenía con firmeza, habría estrellado todo lo que encontraba a su alrededor contra su rostro.

- ¿Eso es verdad, Aitana? -preguntó Roy mirándola fijamente.

-¡Claro que sí!-grité con todas mis fuerzas.

- No lo puedo creer -murmuró la madre de Roy, atónita ante la revelación.

- Pues sí, lo hice y no me arrepiento en absoluto. Lo volvería a hacer cincuenta veces más - sentenció ella, con una sonrisa que helaba la sangre.

- ¡Eres una...! - Mahra, furibunda, lanzó una bofetada que resonó en el silencio, marcando el rostro de Aitana.

- ¿Una qué? ¿Una manipuladora como tú? Si no lo sabes, Roy, tu madre estaba de acuerdo con mi plan para volver contigo. ¡Incluso se ofreció a ayudarme! - espetó Aitana, con el veneno fluyendo por sus palabras como si fuera savia oscura.

- Eso era antes - respondió Mahra con rapidez, con la voz teñida de decepción - Además, yo jamás hubiera estado de acuerdo con lo que acabas de hacer. Elysia, sabes que te pedí perdón por todo lo que tuviste que soportar por mi culpa, pensaba que Aitana había enterrado ese estúpido plan después de que te casaste con Roy. - La mirada de Mahra se clavó en Aitana, llena de reproche.

- Lo sé, señora. Que no estuvieras de acuerdo con esto - confirmé, con la calma tensa de quien sabe que la tormenta está a punto de desatarse.

- Roy, yo fui tu primer amor, Elysia solo es una más del montón - sentenció Aitana, como si las palabras fueran dagas. Iba a darle una bofetada, pero Roy me detuvo con un gesto firme.

- No te equivoques, Aitana - su voz era como acero templado. - Tú solo fuiste el capricho de un niño. Ahora hablas con un hombre, no con un adolescente. Y lamento informarte que mi único amor es Elysia - dijo, apretando mi mano y mirándome con una ternura que reconfortaba mi alma.

- Elysia, si es lo que quieres saber, sí, desde hace meses he estado echando pastillas en tus bebidas y anoche intenté volver a hacerlo, pero... - Aitana escupió las palabras como si fueran ponzoña, buscando envenenar aún más el ambiente, pero mi paciencia llegó a su fin.

- ¡Roy no me dejó tomar de esa copa llena de vino, eres una serpiente venenosa! - No pude contenerme, la tomé del cabello y la arrastré fuera de la mansión, hasta la puerta principal. - No vuelvas jamás a esta casa, ¿me escuchas? - La ira me cegaba, pero en lo más profundo de mi ser sentía que la calma volvería a mí.

Ella soltó una risa sarcástica que hizo que se me erizara la piel.

- Ya te sientes la inalcanzable Elysia, ¡uy, uy, pobre Ely! Te recuerdo que tú no mandas, el único que da órdenes es Roy - dijo, alisando su cabello con una tranquilidad que me exasperaba.

Justo cuando iba a replicar, Roy salió de la mansión con una maleta en la mano y le dijo, con la voz helada:

- Te largas ahora mismo, y agradece que te vas con tus cosas. - Aitana negó con la cabeza, desafiante. - No me obligues a pasar a mayores y a tener que llamar a la policía. - Su tono era serio y peligroso.

Aitana, con una mueca de disgusto, tomó su maleta de mala gana y se marchó, perdiéndose en la mañana. Volví mi mirada hacia Roy y le dije, con la voz teñida por la comprensión:

- Ahora todo tiene sentido...

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Os agradezco de corazón por seguir leyendo esta historia, bellas almas. ¡Besos y abrazos! 💋

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