XXXII
Elysia
- ¿Esas de coña, tío? ¿Cómo te atreves a sacarme a la fuerza? -exclamé, alzando la voz.
- Hago lo que se me pegue la regalada gana. Ahora dime, ¿por qué te besó ese imbécil? -dijo el Estacionandoce, deteniéndose a una orilla de la calle.
- ¿Ahora soy yo la que te tiene que dar explicaciones? Estás muy equivocado si piensas eso, porque toda la puñetera noche te la pasaste con Aitana. -grité prácticamente dentro del auto.
- ¡¡¡Me estás haciendo perder los nervios, Elysia!!! -me gritó frenéticamente, volviéndose hacia mí con una mirada oscura y los puños apretados.
- Eres un desquiciado. Lo que te hubiese faltado es pegarme -respondí mientras él se apoyaba contra mí, con la mirada fija en mis ojos.
En el color de sus ojos me perdí, sin hallar un camino hacia la realidad.
- Déjame en paz -susurré.
- Te dejaré en paz el día que me muera. Mientras tanto, soportarás mis besos ardientes, nuestras miradas conectadas, nuestra piel rozándose de mil maneras y nuestras bocas ahogándose en un mar de provocaciones... -me besó el cuello, bajando un poco hacia mi pecho y subiendo hasta mi oreja, dándome pequeños mordiscos.
Mis piernas empezaron a temblar frenéticamente; no era nuestra primera vez, pero se sentía tan perfecto.
- Pasemos a los asientos de atrás -pronunció él con voz ronca.
Salió del auto y se sentó atrás mientras yo saltaba sobre los primeros asientos y me pasaba junto a él...
Con urgencia, besé sus labios. No me resistí; me senté en sus piernas, rodeando sus caderas con mis muslos y apretándolo un poco. Le desabroché los botones de su camisa uno a uno mientras él enredaba mi pelo entre sus largos dedos. Logré ver su abdomen definido y lo empecé a besar por todas partes. Él me tomó de la barbilla, levantando mi cara levemente.
- Ahora me toca a mí -expresó con la voz entrecortada.
Me sostuvo de la cintura y comenzó a quitarme el vestido. No me di cuenta de cuándo ya estaba debajo de él; me quitó el sostén y me besó de una manera inexplicable.
El aire dentro del auto se sentía pesado, como si cada suspiro que compartíamos cargara un significado más profundo. Mientras sus labios encontraban los míos, sentí que todas las palabras que habíamos intercambiado antes se desvanecían, borradas por la urgencia de este momento.
Mi corazón latía con fuerza, un tambor que resonaba en mi pecho. Él me sostenía con firmeza, como si temiera que, en cualquier instante, pudiera desaparecer. El roce de su piel contra la mía era como electricidad, un recordatorio de que, a pesar de la rabia y los celos que habían marcado nuestra noche, había algo innegable entre nosotros.
- Elysia... -su voz ronca me llegó como un susurro cargado de deseo-. No puedo dejarte ir, no ahora.
Lo miré a los ojos y vi una intensidad que me hizo sentir viva. En ese instante, todas mis dudas se desvanecieron; solo existía el ahora y el fuego que nos consumía. Me dejé llevar por el momento, sintiendo cómo sus manos exploraban mi cuerpo con una mezcla de ternura y urgencia.
- ¿Estamos haciendo esto? -pregunté, casi en un murmullo. Era más una afirmación de lo inevitable que una verdadera pregunta.
- Lo estamos haciendo -respondió él con una sonrisa desafiante-. Y no hay vuelta atrás.
Cada beso era una conexión más profunda entre nosotros. Era como si cada roce significara un perdón silencioso por las heridas. Me entregué a esa conexión, sumergiéndome en la calidez de sus brazos, sintiéndome a salvo aunque todo a nuestro alrededor pareciera caótico.
Las luces de la ciudad parpadeaban a través de las ventanas del auto, creando un ambiente casi mágico. Era nuestro refugio; allí podíamos ser quienes realmente éramos, dejando atrás las máscaras que usábamos ante el mundo.
- Prométeme algo -dije entre susurros mientras él seguía besando mi piel-. Prométeme que esto no será solo un momento.
Hizo una pausa y me miró a los ojos con seriedad. Su mirada me llenó de esperanza y miedo al mismo tiempo. - Te lo prometo. Quiero más que esto; quiero todo contigo.
Y en ese instante, mientras la noche avanzaba y el tiempo parecía detenerse a nuestro alrededor, supe que estaba dispuesta a arriesgarlo todo por este amor caótico y apasionado que nos consumía. Era un amor lleno de promesas y posibilidades, y yo estaba lista para abrazarlo completamente.
- Tengo sed de ti y tú sed de mi - Dijo Roy.
Era un deseo ardiente que superaba lo físico, un anhelo profundo por conocer cada rincón del corazón del otro. En ese momento, supe que nuestro amor era como un manantial: fresco, vital y eternamente necesario.
....
---
Cuando finalmente nos detuvimos, el aire a nuestro alrededor se sentía diferente, más ligero. Las luces de la ciudad seguían parpadeando a través de las ventanas del auto, pero en nuestro pequeño refugio, todo había cambiado. Nos miramos en silencio, el eco de nuestras respiraciones aún resonando en el espacio.
Mi vestido a un lado y la ropa de Roy desordenada por todas partes del auto. Alcancé mi vestido y me lo puse.
- ¿Por qué te lo pones? Te ves tan bonita, así como Dios te trajo al mundo -expresó él con una risa.
- Qué gracioso -dije sonriendo, sintiendo cómo el rubor me subía por las mejillas.
Él se recostó en el asiento, mirándome con esa mezcla de admiración y diversión que siempre me hacía sentir especial. La luz tenue del auto iluminaba su rostro, y no podía evitar notar lo atractivo que se veía en ese momento.
- Sabes, a veces pienso que deberíamos quedarnos así para siempre -dijo, entrecerrando los ojos como si estuviera contemplando un futuro que solo él podía ver.
- ¿Así? ¿En un auto desordenado y con un vestido arrugado? -le respondí, riendo.
- Exactamente. Porque aquí, en este pequeño caos, es donde todo parece posible. -Su voz era suave, pero había una chispa de seriedad en sus ojos.
Me acerqué un poco más a él, disfrutando de la cercanía.
- Bueno, tal vez podríamos encontrar un lugar más cómodo para quedarnos -sugerí con picardía.
Roy soltó una risa profunda que resonó en el interior del auto.
- ¿Y dejar atrás esta mágica aventura? Nunca. Cada momento contigo es un tesoro.
Me sentí afortunada de tenerlo a mi lado, y mientras la risa se desvanecía, su mirada se volvió más intensa. En ese instante, supe que lo que habíamos compartido no solo era una conexión física; era algo más profundo y significativo.
- Entonces hagamos de este caos nuestro refugio por un rato más -dije, sintiéndome audaz.
Con una sonrisa cómplice, él asintió y nos acomodamos nuevamente en el asiento del auto, dejando que la noche siguiera envolviéndonos en su magia...
De repente, su teléfono sonó: Llamada de Aitana pude leer en la pantalla.
- ¿Qué hace ella llamándote a estas horas? -dije, apoyando mi cabeza en su pecho desnudo.
- No lo sé, pero solo hay una manera de averiguarlo, ¿no? -respondió él mientras contestaba la llamada...
-
- Oh Roy, estoy tirada en la calle, ¡necesito ayuda! Me han asaltado -pude escuchar sus palabras, ya que el teléfono estaba en altavoz.
- ¿Dónde te encuentras? -preguntó Roy.
- Cerca de la discoteca, en una parada. -dijo ella.
- Hay algo que no entiendo. Si te han asaltado, ¿cómo es que tienes tu móvil? -preguntó Roy.
- Es que yo... amm... bueno... lo guardé a tiempo y no me lo quitaron -expresó ella.
- Está bien, te iré a recoger -dijo él, colgando el teléfono.
Yo giré los ojos en blanco...
- ¿Ahora qué pasa? -dijo él-. Ya sé que no te gusta que hable con ella, pero está en apuros.
- Solo un tonto se lo creería. Es mentira, Roy. No tiene nada; es que ella ni sabía qué inventar -dije, cruzándome de brazos.
- Elysia, si miente no lo sé, pero tendré que ir a por ella -dijo él, poniéndose el pantalón y la camisa.
- De acuerdo -respondí secamente mientras me pasaba al asiento del copiloto.
«Joder».
Después de unos minutos de camino, la encontramos en un lugar apartado. Roy se bajó del auto; yo me quedé dentro.
Ella rápidamente corrió y lo abrazó. Roy la llevó dentro del auto, pero ella no se esperaba verme.
- ¿Tú aquí? -dijo ella sorprendida.
- Buenas noches . ¿Algún problema? -pregunté.
- En absoluto -respondió ella.
Roy se montó en el auto...
- ¿No te hicieron daño los asaltantes? -preguntó Roy mientras arrancaba el coche.
- No, todo está bien -dijo ella mirándome.
- Pero hay algo que no entiendo -expresé-. No te falta ninguna prenda por lo que veo, tu cartera está contigo y no pareces asustada -dije con curiosidad.
- Amm... es que nada más vi que corrían hacia mí logré escapar. Soy muy buena en deportes; Roy lo sabe perfectamente. Cuando estábamos en el colegio yo era la mejor en educación física; ¿lo has pillado? -expresó ella con los ojos brillantes.
- Sí, perfectamente lo he pillado -dije con una sonrisa irónica.
La tensión en el aire era palpable, y yo me sentía como un espectador atrapado en esta extraña obra de teatro. Aitana, con su sonrisa despreocupada, parecía ignorar la incredulidad que flotaba entre nosotros.
- ¿Así que simplemente escapaste? -pregunté, arqueando una ceja-. Eso suena un poco probable, ¿no crees?
Roy miró a Aitana con una mezcla de confusión.
- Elysia tiene razón, Aitana. Si realmente te asaltaron, deberías estar más afectada. No es normal que estés tan tranquila -dijo él, mientras conducía por las calles desiertas.
Ella se encogió de hombros, intentando restarle importancia al asunto.
- Bueno, tal vez no fue tan grave como parece. Solo me asusté un poco y corrí. Ya sabes cómo soy -respondió, mirando por la ventana como si el paisaje pudiera distraernos de la conversación.
Yo no podía dejar de sentir que algo no encajaba. La forma en que hablaba y su actitud despreocupada me parecían sospechosas.
- Si realmente te pasó algo, deberías ir a la policía- Digo, este asunto me parecía incierto.
Roy me lanzó una mirada de advertencia, pero estaba decidida, Solo quiero que admita que es un teatro que ha inventado.
- No quiero ser aguafiestas, pero no puedes tratar esto como si fuera un simple malentendido -dije firmemente, sonriendo levemente, es que solo en su expresión sabía que está mintiendo.
Aitana finalmente giró su cabeza hacia mí, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y sorpresa.
- Está bien, tal vez exageré un poco...-admitió con un suspiro.
Después de unos minutos de silencio, finalmente llegamos a la mansión de Roy. Me sentí incómoda durante todo el camino; sabía que Aitana mentía, solo quería llamar la atención.
La madre de Roy salió al exterior.
- ¿Qué te ha pasado, preciosa? ¿Te han asaltado? Estás bien -dijo Mahra.
- Espera, madre, ¿cómo sabes que a ella la asaltaron? -expresó Roy mientras yo me bajaba del auto.
- ¿Qué haces aquí, Elysia? -dijo Mahra, cruzada de brazos.
- ¡Te estoy preguntando algo, madre! -dijo Roy, alterado.
- No te enfades con tu mamá, Roy. Es que yo igual la llamé en el instante que pude huir de los hombres -dijo Aitana.
- Así es -asintió Mahra.
- Ahora, ¿qué hace Elysia aquí? -expresó la madre de Roy.
- Ella no debe explicaciones -dijo Roy, agarrándome de la mano y llevándome dentro de la casa.
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