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XXIII

Roy...

"En aquel momento, quedé sin aliento. Mi madre había proferido tantas palabras que no eran verídicas. Ella ignoraba que, en verdad, yo había experimentado un profundo cambio..."

— ¿Por qué me gritas, hijo? Yo solo digo la verdad. O espera, no me digas que ella es una prostituta... —dijo mi mamá, quitándose las gafas y examinándola de arriba a abajo.

— ¡¡Madre, te prohíbo rotundamente que le hables así a Elysia!! Ni te atrevas a faltarle al respeto; ella ha sido muy educada contigo... —dije, tomándole la mano a Elysia.

— Señora, con todo respeto, pero no me conoce. No tiene ni una pizca de idea de quién soy, pero le aseguro que no soy ninguna mujer que depende de su cuerpo para ganar algo de dinero. Se equivoca; yo sé de dónde vengo y eso es suficiente... —dijo Elysia mirándome.

— Ay, perdóname, mamita, pero te veo en mi casa con mi hijo. ¿Qué puedo pensar...? Mi hijo no es hombre de una sola mujer; eso todos lo sabemos —dijo ella, poniéndose las gafas nuevamente. Uno de los trabajadores hizo pasar las maletas para dentro de la casa.

— ¡¡Mamá, ya basta! Deja de picar dos veces en la misma herida; yo cambié demasiado!! —expresé. Elysia me interrumpe.

— "Mira, señora, entiendo que estés preocupada por tu hijo, pero no estoy aquí para competir con nadie. Lo único que quiero es que me conozcas de verdad, sin prejuicios. No soy la imagen que tienes en tu mente. He trabajado duro para llegar hasta aquí y no necesito que me juzguen por lo que crees saber de mí." —le dijo  Elysia. — Con permiso —Elysia se apresuró a salir de la mansión.

— ¡¡¡Madre, ¿por qué tienes que ser así con las personas sin tan solo conocerlas? Yo cambié y te lo digo de corazón; después hablaremos de esto!!!! —le dije muy enfadado y seguí a Elysia hacia afuera.

La tomé del brazo y la detuve:

— ¿Qué quieres? —me gritó Elysia.

— Saber si estás bien —dije tratando de calmar mi enojo por las palabras de mi mamá.

— ¿Tú crees que pueda estar bien después de los insultos de tu mamá y después de que me dijera que no eres hombre de una sola mujer? No espera... o después de que dijera que sales con muchas chicas... —dijo Elysia pasándose las manos por la cara, tratando de mantener la calma.

— ¡Elysia, por favor! No le hagas caso a lo que dice mi madre. Ella no entiende; no sabe nada de nosotros. —dije, sintiendo cómo la frustración se mezcla con la preocupación en mi pecho.

— ¿No entiende? —responde Elysia, sus ojos llenos de lágrimas que amenazan con caer. —¿O es que realmente crees que yo soy solo una más en tu vida? ¿Que estoy aquí para ser un simple pasatiempo?

— No, no es eso. —intenté explicarle, pero las palabras se me atragantan. —Te prometo que tú eres diferente. Eres especial para mí...

— ¿Especial? —interrumpe ella, su voz temblando. —Si realmente fuera especial, tu madre no me habría tratado así. Me ha hecho sentir como si fuera menos que nada.

— ¡No eres menos que nadie! —grité, sintiendo cómo la rabia hierve dentro de mí. —Ella no tiene derecho a hablarte así. Yo he cambiado por ti, por nosotros...

— Pero ¿de qué sirve ese cambio si ella sigue pensando lo mismo de ti? —Elysia se aleja un paso, cruzándose de brazos como si intentara protegerse del dolor que mis palabras no logran curar.

— ¡Porque yo te quiero! —exclamé, dando un paso hacia ella. —Te quiero y estoy dispuesto a luchar contra cualquier prejuicio que venga de mi madre o del mundo entero.

Elysia me mira con desconfianza, como si mis palabras pudieran desvanecerse en el aire.

— ¿Y si eso no es suficiente? ¿Y si tu amor no puede cambiar lo que piensan los demás?

— No me importa lo que piensen ellos. Solo me importa lo que tú sientes y lo que yo siento por ti. —la tomé de las manos buscando su mirada.

Ella respira hondo y puedo ver la lucha interna en su rostro.

— Pero tengo miedo... miedo de perderme en tus problemas familiares y de ser siempre la "otra".

— Nunca serás la "otra" para mí. Eres la única... Eres tú. Y eso debería ser suficiente.

Elysia cierra los ojos un momento y luego los abre lentamente, dejando escapar una lágrima solitaria.

— Quiero creer en ti... pero tengo miedo de romperme otra vez. No sé qué pensar, ni qué decir; simplemente quisiera... —En ese momento, sus palabras me marearon y la besé.

El roce de nuestros labios fue suave al principio, como una promesa que se iba cumpliendo. El tiempo se desvaneció y todo lo que existía era ese beso. Era dulce, cálido; sentí cómo una corriente eléctrica recorría mi cuerpo. En ese instante, el universo se redujo a nosotros dos, y todo lo que había fuera desapareció.

— Nunca sabes cuánto callar —le dije entre dientes, pero ella escuchaba claramente—. Entonces confiemos juntos, Elysia; de más está decir que te amo porque lo sabes...

Elysia se separó de mí, me miró a los ojos y me dijo:

— Lo sé —Esta vez ella se abalanza sobre mí, sus muslos alrededor de mis caderas, y me besa... Se puede decir que el fuego y su beso son dos cosas iguales...

— Tengo un plan —le digo.

— ¿Cuál sería? —responde ella.

— Perdería la calidad si te lo digo...

— Anda, dime por favor —dice Elysia.

— Pero no me mires con esos ojitos porque me derrito —digo—. Está bien, te lo diré: escapemos de esta tormenta de mi madre; vámonos solos tú y yo...

— Suena perfecto... Pero —expresa ella—. Le tendría que decir a mi mamá; te prometo que solo a ella sí...

— Está bien; yo de todas maneras le tendría que avisar a Enzo para que se quede a cargo de la disquera —digo.

— De acuerdo... —dice Elysia llamando a su madre.

Una hora después, íbamos de camino al lugar especial que sé que le encantará a Elysia... Se lo leo en los ojos. Tiene muchas ansias de ir al mar y yo sé que lo cumpliré...

Elysia miraba por la ventana del auto, sus ojos brillando con la emoción de lo desconocido. El paisaje se deslizaba rápidamente, y cada kilómetro que pasábamos parecía acercarnos más a un nuevo comienzo.

— ¿Estás emocionada? —le pregunté, robándole una mirada mientras conducía.

— ¡Más de lo que puedes imaginar! —respondió, girando su cabeza hacia mí con una sonrisa radiante—. No puedo esperar a ver a dónde me llevas.

El camino se volvía más pintoresco, con árboles altos que se alzaban a los lados y el aire fresco que entraba por las ventanas. Elysia se inclinó hacia adelante, su curiosidad palpable.

— ¿Es un lugar al aire libre? —preguntó, su voz llena de expectativa.

— Tal vez... —dije, disfrutando de su creciente intriga.

Ella frunció el ceño, pero no pudo evitar sonreír.

— Necesito una pista más. ¿Es un lugar donde puedo relajarme?

— Definitivamente —respondí, sintiendo cómo la emoción crecía entre nosotros.

Mientras avanzábamos, Elysia comenzó a hacer conjeturas sobre el destino.

— ¿Es un parque? ¿Un jardín? ¡Ojalá no sea un museo! —dijo riendo.

— No, nada de eso. Es algo mucho mejor... —le aseguré, manteniendo el misterio.

El sonido de las olas comenzó a hacerse más audible a medida que nos acercábamos. Elysia miró por la ventana y pudo ver el destello del agua en la distancia.

— ¿Es...? —su voz se detuvo en seco mientras sus ojos se iluminaban con reconocimiento—. ¡¿Vamos a el mar?!

No pude evitar reírme ante su entusiasmo.

— Quizás... —respondí con picardía.

Ella se dejó caer en su asiento, cubierta de emoción y un poco de incredulidad.

— ¡Esto es increíble! No puedo creer que lo hayas planeado.

Aceleré un poco, disfrutando de su alegría contagiosa.

Finalmente, giré hacia una carretera que conducía directamente a la playa. El aire salado comenzó a filtrarse por las ventanas y el sonido de las olas se hizo más fuerte.

Elysia miró hacia afuera y luego volvió a mí con una sonrisa radiante.

— ¡Lo sabía! ¡Vamos a la playa! —gritó emocionada mientras saltaba en su asiento.

Cuando llegamos al estacionamiento, Elysia salió del auto casi corriendo. La brisa marina le despeinó el cabello mientras corría hacia la orilla, sus risas resonando en el aire. La vi detenerse en la arena y mirar hacia el mar, sus ojos llenos de asombro y felicidad.

— ¡Es hermoso! —exclamó mientras daba unos pasos hacia el agua.

La seguí, sintiendo cómo mi corazón se llenaba de alegría al verla tan feliz. En ese momento supe que había tomado la decisión correcta al traerla aquí...

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