XXI
Elysia
Después de atravesar la tormenta que nos había envuelto, finalmente decidimos acudir a la policía para relatar nuestra experiencia. Para nuestra sorpresa, el oficial nos explicó que uno de los hombres que nos había secuestrado, en un acto de desesperación por evitar la cárcel, había decidido llamar a las autoridades para que nos rescataran. Su inquietud se debía a que el padre de Roy se había fugado de prisión y era el promotor del secuestro, buscando venganza por el silencio de su hijo durante su caída en la prisión. La situación se tornaba aún más complicada.
Mientras esperábamos en la estación de policía, nuestros corazones latían desbocados. Afuera, nuestros fieles fans se habían congregado en un mar de rostros ansiosos, deseosos de recibir noticias sobre nosotros. La atmósfera estaba impregnada de emoción y preocupación; sus miradas reflejaban tanto alivio como inquietud, y su apoyo incondicional nos llenaba de fuerza.
A pesar de las circunstancias difíciles, sentí una profunda gratitud por haber salido ilesas de aquella pesadilla.
Al salir de la comisaría, algunos policías nos ayudaron a subir al coche, ya que la multitud no nos dejaba avanzar. Una vez dentro del vehículo...
-¿Adónde vamos? -preguntó Roy pensativo.
-A mi casa. Mi madre debe estar muy preocupada por todo lo que se rumorea sobre el secuestro... -respondí, cruzando los brazos con inquietud.
-Está bien -dijo él, mientras comenzaba a conducir.
Al llegar a casa de mi madre, me quedé perpleja ante la multitud de periodistas que rodeaban la entrada. Pobre de mi madre, ojalá no estuviera sola.
-¿Cómo sabían dónde vivo? -exclamé, furiosa.
-Tranquila, Elysia. Los chismes vuelan... -me respondió Roy con calma.
Desabroché el cinturón con impaciencia y bajé del auto.
-Lo lamento, chicos, aquí no hay nada que ver; pueden retirarse -dije. Los periodistas se quedaron perplejos, mirándonos a Roy y a mí juntos.
Salieron corriendo hacia nosotros.
-Explíquenos, ¿es verdad que su propio padre los secuestró? -preguntaron a Roy.
-No es el mejor momento ni el lugar para aclarar hechos. Todo lo que íbamos a decir lo aclaramos en la policía -respondió Roy, tomando mi mano mientras apresurábamos el paso hacia la casa.
Mi madre estaba pegada a la puerta, escuchando mi voz. En cuanto me vio, se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza.
-¡Mi querida niña! ¡Estás a salvo! No te pasó nada, ¿verdad? ¿Tienes algún rasguño? ¡Espera! ¿Fuiste al doctor? -me decía mi madre, evaluándome con preocupación.
-Mamá, ¿me dejarás hablar? -le pedí con suavidad.
-Sí, por favor -respondió ella, con los ojos llenos de lágrimas-. No soportaría perder a otra hija...
-Tranquila, mamá. Estoy bien. Roy no me dejó ni un segundo -dije mirándolo-. En fin, ya todo pasó... Hemos salido de la tempestad; creo que ya es hora de que salga el arcoíris.
-Muchas gracias, hijo... por proteger a mi chica. Si algo le hubiera pasado, no sé qué sería de mí... -le decía mi madre a Roy.
-Nunca la dejaré sola; es mi floresita -respondió él con ternura.
Mi madre nos miró y una sonrisa se dibujó en su rostro.
Nos dirigimos a la sala, y mi madre nos preparó un té. De repente, en las noticias:
-Se informa que Ilker, padre del famosísimo cantante Roy Aires, fue hospitalizado de emergencia tras recibir un disparo en el pecho. Se dice que el mafioso tuvo una trágica muerte al perder demasiada sangre; los médicos no pudieron hacer nada al respecto y falleció. Esto ha sido todo por hoy; manténganse informados...
-Mi padre murió -dijo Roy, devolviendo la taza de té a su sitio.
-¿Estás bien? -pregunté, pasando mi mano por su hombro.
-Ojalá tenga un lugar en el cielo y no en el infierno -respondió Roy, con la mirada baja mientras mi madre apagaba el televisor.
-Tranquilo, Roy -expresó mi madre con suavidad.
-¿Quieres salir de aquí? Tomar un poco de aire -le sugerí, mirándolo mientras él intentaba ocultar su tristeza.
El asentir de su mirada me revela un torrente de emociones: tristeza, rabia, dolor, remordimiento y un odio que se enreda en el aire. Cada parpadeo es un susurro de su alma herida, un eco de batallas internas que desbordan en silencio.
El trayecto hacia su hogar era un viaje hacia un mundo diferente, una mansión imponente que se alzaba como un castillo en medio de la ciudad. Los guardias en la entrada eran como centinelas, protegiendo un secreto que solo unos pocos conocían. Y, por supuesto, los periodistas no podían faltar; sus cámaras parpadeaban como luciérnagas en la oscuridad, ansiosos por captar cualquier destello de la vida de Roy.
Al cruzar el umbral de la gran puerta, un pasillo se extendía ante nosotros, conduciéndonos a un aparcamiento repleto de autos de todos los colores: naranjas vibrantes, verdes esmeralda, azules profundos y negros elegantes, cada uno contando su propia historia.
-Aquí vives tú solo -le pregunté, maravillada por la grandeza del lugar.
-Mi madre y está de viaje -respondió, con una leve sombra en su mirada.
Noté que su voz llevaba consigo un eco de soledad.
-De acuerdo, Roy, ¿estás bien? -le pregunté, percibiendo su silencio como un peso en el aire.
-No sé qué sentir hacia mi padre... si odio o simplemente... -comenzó a decir, pero lo interrumpí con suavidad.
-Simplemente déjalo ir. Enfócate en ti y en tu bienestar. No te destruyas por alguien que ya no forma parte de tu vida ni de este mundo. No podrá hacer daño a los inocentes ni a las personas que amas -le dije, mirándolo fijamente a los ojos. En ellos vi un destello de luz que me llenó de esperanza.
-Gracias por estar aquí -expresó él, su voz temblorosa pero sincera.
-Gracias a ti por estar a mi lado cuando yo estaba destrozada por la muerte de mi hermana -respondí, sintiendo cómo nuestras almas se entrelazaban en ese momento compartido.
Se acercó a mí, sus manos rodearon mi cintura con una ternura que me hizo sentir segura. Nuestros cuerpos estaban tan cerca que podía sentir el latido de su corazón.
-No se me olvida lo que me dijiste en aquel momento. Te viste obligada a confesar tus sentimientos; tenías tanto miedo de perderlo todo... -susurró al oído, su aliento cálido y cercano-. Es verdad, me amas como la luna ama al sol.
-No tenía miedo, aunque lo pareciera. Sabía que íbamos a salir de allí ilesos. Tenerte a mi lado me hacía olvidar el temor; el deseo me consumía -le murmuré con sinceridad-. Y sí, te amo como nunca he amado a nadie en mi vida.
-Yo sí admito que tuve miedo... miedo a perderte. Pero lo mejor de todo es que ahora te tengo aquí conmigo y nada va a poder cambiar eso -respondió él, mientras una sonrisa iluminaba su rostro.
En un instante, Roy me levantó en brazos, llevándome hacia arriba como si fuera una pluma ligera.
-Estás loco, ¿qué haces? -exclamé entre risas.
-Sí, estoy loco... loco por ti -dijo mientras subía las grandes escaleras con determinación.
-Roy, ¡bájame! -le pedí entre dientes, aunque mi risa delataba mi alegría.
Finalmente, me dejó suavemente en el umbral de su habitación. Sin pensarlo, lo besé. Pero no fue un beso cualquiera; fue un beso cargado de amor y locura, un pacto silencioso entre dos almas perdidas que habían encontrado su camino.
-Espera -expresó él, rompiendo el hechizo del momento.
-¿Qué pasa? -pregunté, sintiendo cómo la magia del instante se desvanecía.
-¿De verdad quieres esto? -dijo con la voz ronca y la respiración entrecortada.
-¿Acaso lo dudas? -respondí con firmeza.
Él sonrió, y en ese instante supe que estábamos destinados a ser parte del mismo universo, donde el amor podía florecer incluso en medio del caos.
Él se acercó un poco más, sus ojos reflejando una mezcla de deseo y vulnerabilidad. La tensión en el aire era palpable, como si el universo estuviera conteniendo el aliento.
-No quiero que esto sea solo un momento -dijo, su voz temblando ligeramente-. Quiero que sea algo real, "Agamos el eclipse más perfecto,
donde el amor brille en un cielo recto."
Mis latidos se aceleraron. La profundidad de sus palabras resonaba en mí. Asentí, sintiendo que cada fibra de mi ser quería entregarse a esa conexión.
Con un gesto suave, él acarició mi rostro, sus dedos dibujando un camino cálido por mi piel. Me hizo sentir vista, valorada. Era un gesto simple, pero cargado de significado. Entonces, con una confianza renovada, lo atraje hacia mí, y nuestros labios se encontraron de nuevo.
Este beso era diferente. Era un intercambio de promesas, una declaración de intenciones. Cada caricia se volvía más intensa, como si nuestras almas estuvieran entrelazándose en una danza ancestral. Nos perdimos en el momento, dejando que el mundo exterior se desvaneciera.
Él me llevó hacia la cama, donde la luz tenue envolvía todo en un halo dorado. Nos tumbamos juntos, explorando cada rincón del otro con delicadeza. Las manos se convirtieron en herramientas de descubrimiento; cada roce era un mapa que trazaba el territorio de nuestros corazones.
-Quiero conocerte -susurró, su aliento cálido contra mi piel-. Cada parte de ti.
Y así comenzamos a desnudarnos, no solo físicamente, sino también emocionalmente. Compartimos risas y secretos, historias que habían quedado atrapadas en el silencio de nuestra soledad. Con cada palabra, la barrera entre nosotros se desmoronaba.
El amor se convirtió en un lenguaje propio, donde los gestos y las miradas decían más que mil frases. Nos entregamos a la locura de estar juntos, dejando que el deseo nos guiara. Cada beso, cada caricia era una celebración de nuestra conexión.
En ese momento, comprendí que estábamos creando algo hermoso: un refugio donde podíamos ser nosotros mismos, sin máscaras ni miedos. El caos del mundo exterior no importaba; estábamos construyendo nuestro propio universo.
Y así, en la calidez de su abrazo, supe que habíamos encontrado nuestro camino. Un amor que prometía ser eterno, capaz de florecer incluso en medio de la tormenta.
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Un capítulo realmente Hermoso, ojalá que les guste, muchos saludos y Besos ✨
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