
XIX
Elysia
Me levanté de mi cama y lo primero que ví fue la cama de Anahí, todo me recordaba a mi querida hermana, la echo de menos, Roy por otro lado fue a la disquera tenía asuntos pendientes, le tengo mucho que agradecer, ya que no me a dejado sola ni un segundo en éstos días tan dolorosos para mí y mi madre, nos a brindado su apoyo incondicional.
Pero que arre con las pertenencias de mi hermana fallecida, cundo digo esa palabra fallecida se me hace un nudo en la garganta... Pues se las donare a gente necesitada...
Me decidí y me levanté hacía el baño, ise Todas mis necesidades, me sepille los dientes y me duche, Mientras me ducho, el baño se convierte en mi refugio. El sonido del agua y el vapor me envuelven, y el aroma del gel de ducha llena el aire. Cada gota que cae sobre mi piel disipa la tensión del día. Al cerrar el grifo, disfruto de un momento de paz y renovación.
Llamada de Roy...
Pienso un momento Mientras tomo el teléfono en mi mano...
- ¿Dime?- Le respondo seriamente.
- Ely, ponemos encontrarnos en un café para conversar -Dice el ...
- Deacuerdo mándame la ubicación - Digo , y yendo a mi clóset buscando algo de ropa....
Colgué el teléfono....
Mientras buscaba en mi clóset, elegí una camiseta cómoda y unos jeans. No quería parecer demasiado arreglada, pero tampoco descuidada. La ocasión merecía un mínimo de esfuerzo. Al vestirme, mi mente divagaba entre recuerdos de Anahí y la necesidad de enfrentar la realidad.
Al salir de casa, el aire fresco me golpeó el rostro. Caminé hacia el café que Roy me había indicado. Cada paso era un recordatorio de lo que había perdido, pero también una oportunidad para hablar con alguien que se preocupaba por mí.
Al llegar, vi a Roy sentado en una mesa en la esquina, con una taza de café humeante frente a él. Su expresión era seria, pero al verme sonrió con calidez. Me senté frente a él y tomé un sorbo de mi café.
- Gracias por venir -dijo Roy, rompiendo el silencio.
- No hay problema. ¿Qué necesitabas decirme? -pregunté, sintiendo que la conversación sería importante.
- He estado pensando en ti y en tu madre. Quiero ayudarles en lo que pueda -respondió, su voz firme pero comprensiva.
- Agradezco tu apoyo, realmente lo necesito. Pero no sé cómo seguir adelante -admití, sintiendo las lágrimas asomarse.
Roy extendió su mano y la puso sobre la mía. - No estás sola en esto. Podemos encontrar maneras de honrar la memoria de Anahí juntos. Tal vez organizar algo en su nombre, un evento benéfico o algo que ayude a otros.
Su propuesta resonó en mi corazón. La idea de hacer algo positivo en memoria de mi hermana me dio un atisbo de esperanza.
- Eso podría funcionar... -murmuré, sintiéndome un poco más ligera.
Roy sonrió y continuó hablando sobre posibles ideas. Mientras lo escuchaba, me di cuenta de que, aunque el dolor nunca desaparecería por completo, había formas de seguir adelante y mantener viva la memoria de Anahí.
Después de un rato, decidimos hacer una lista de lo que necesitábamos para llevar a cabo el evento. La conversación fluyó más fácil mientras hablábamos sobre los recuerdos compartidos con Anahí y lo que ella habría querido. Decidimos que era hora de regresar a casa. Roy se ofreció a acompañarme.
- ¿Te gustaría que fuéramos juntos a contarle a tu madre sobre el evento? -me preguntó mientras salíamos del café.
Asentí, sintiendo que su compañía me daba una chispa de valor. Mientras caminábamos, el aire fresco de la tarde nos envolvía, y la conversación fluía con más facilidad.
- Sabes, Ely -dijo Roy, mirando hacia adelante-. A veces pienso en lo valiente que eres. Has enfrentado tanto y sigues en pie. Admiro eso de ti.
Su comentario me sorprendió y me sonrojé ligeramente. No esperaba que viera en mí algo tan positivo en medio de mi dolor.
- Gracias, Roy. Pero no sé si sería tan valiente sin ti aquí -respondí sinceramente, sintiendo una conexión más profunda entre nosotros.
Mientras caminábamos, dos camionetas oscuras se detuvieron abruptamente a nuestro lado. Mi corazón se aceleró y una sensación de peligro me recorrió la espalda. Antes de que pudiera reaccionar, las puertas se abrieron y varios hombres con máscaras salieron disparados hacia nosotros.
- ¡Ely, corre! -gritó Roy, empujándome hacia un lado mientras él intentaba interponerse entre yo y los atacantes.
La adrenalina se disparó en mi cuerpo. No sabía qué estaba pasando, pero el instinto de supervivencia tomó el control. Comencé a correr, mis piernas moviéndose más rápido de lo que creía posible. Miré hacia atrás y vi cómo Roy luchaba, intentando contener a los hombres que se abalanzaban sobre él.
- ¡No mires atrás! -gritó él, su voz resonando en medio del caos.
Mientras corría, el sonido de los gritos y los golpes se desvanecía detrás de mí, pero la imagen de Roy enfrentándose a esos hombres seguía grabada en mi mente. No podía dejarlo solo. La determinación me llenó y, sin pensarlo dos veces, giré sobre mis talones y volví hacia él.
- ¡Roy! -grité, mi voz entrecortada por el miedo y la adrenalina.
Los atacantes se dieron cuenta de mi presencia y uno de ellos se volvió hacia mí, con una mirada amenazante. Sin dudarlo, levanté un trozo de madera que había encontrado en el suelo y lo utilicé como un improvisado arma.
- ¡Aléjate de él! -grité, intentando sonar más valiente de lo que me sentía.
Roy me miró con sorpresa, pero no había tiempo para explicaciones. En un movimiento rápido, logré golpear a uno de los hombres en el brazo, haciéndolo retroceder. Pero había demasiados de ellos. En cuestión de segundos, otro atacante me agarró del brazo y me hizo caer al suelo.
- ¡Ely! -gritó Roy, intentando liberarse de los hombres que lo sostenían.
Me levanté rápidamente, pero ya era demasiado tarde. En un instante, ambos estábamos rodeados. Sentí una mano firme en mi hombro y antes de que pudiera gritar, me sujetaron con fuerza y me arrastraron hacia una de las camionetas.
- ¡Suéltame! -grité, luchando por liberarme.
Roy fue empujado hacia el otro lado de la camioneta. Nuestros ojos se encontraron por un breve instante; había miedo en su mirada, pero también una chispa de determinación. Sabía que no podíamos rendirnos.
Los hombres nos metieron a la fuerza en la parte trasera del vehículo y cerraron las puertas con un golpe seco. La oscuridad nos envolvió mientras el motor rugía y la camioneta comenzaba a moverse.
- Estoy aquí contigo -dijo Roy, su voz firme y tranquilizadora en medio del caos.
Me volví hacia él, sintiendo un alivio momentáneo al escuchar esas palabras. A pesar del terror que nos rodeaba, su presencia me daba fuerzas.
- ¿Qué vamos a hacer? -pregunté, tratando de mantener la calma.
- Necesitamos encontrar una forma de escapar -respondió él, mirando a nuestro alrededor con atención.
El vehículo giró bruscamente y nos lanzamos hacia un lado. Sentí el estómago revolverse mientras la realidad de nuestra situación se instalaba en mi mente: estábamos secuestrados.
- ¿Por qué nos están haciendo esto? -pregunté, sintiendo que las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos.
- No lo sé, pero debemos estar preparados para cualquier cosa -dijo Roy, su voz llena de determinación.
Mientras la camioneta avanzaba por un camino desconocido, traté de pensar en cómo podríamos escapar. Tenía que ser valiente; tenía que proteger a Roy tanto como él me había protegido a mí.
De repente, sentí que la camioneta se detenía. Los hombres comenzaron a hablar entre ellos en murmullos bajos. Miré a Roy y vi que su expresión se tornaba más seria.
- Espera un momento -dijo él, observando atentamente la situación.
La puerta trasera se abrió y uno de los hombres nos miró con desdén. Con un movimiento rápido, Roy se lanzó hacia él, aprovechando la sorpresa del atacante. El hombre retrocedió y yo aproveché la oportunidad para salir también.
Ambos corrimos hacia el exterior, pero antes de que pudiéramos alejarnos lo suficiente, sentí una mano fuerte agarrándome del brazo.
- ¡No! -grité, mientras intentaba zafarme.
Roy se volvió para ayudarme, pero más hombres aparecieron de la nada, cerrando el cerco a nuestro alrededor. El miedo me invadió nuevamente al darme cuenta de que nuestros esfuerzos eran en vano.
Nos habían atrapado otra vez. La desesperación comenzó a apoderarse de mí mientras los hombres nos llevaban de vuelta hacia la camioneta. Pero en mi interior, una chispa de determinación seguía ardiendo. No podía rendirme; no podía dejar que esto fuera el final.
Miré a Roy y vi que él también estaba decidido. Juntos encontraríamos una forma de salir de esta pesadilla.
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