Capítulo 6
—¡A un lado, idiota!
—Que hombre tan repugnante. —escupió la mujer del vestido café— Y ni hablar de su vocabulario y modales.
El sujeto del blanco uniforme siguió corriendo a pesar de las malas palabras, señalamientos y obstáculos que se encontró en el estrecho camino a su destino. Las gotas de sudor que caían sin previo aviso en sus ojos, ardían como mil demonios; paraba por ratos en el camino para secar el líquido y recuperar algo de aliento, ya estaba muy pestilente como para acercarse a un puesto a comprar alguna bebida; sin mencionar el tiempo que era poco así que recordando nuevamente su propósito, se apresuró y volvió a correr en medio del largo desfile de criaturas exóticas. A muchos de los vivientes en Osnob les gustaba experimentar y de esa forma era como entre una hormiga y un mosquito salía una especie rara más para alimentar la diversidad de seres, sobretodo el reino animal. Ayudaba mucho a hacer crecer las ganancias del reino pues la gente rica era quien decidía si comprarlos o no, era por ello que cuando tenían varias criaturas nuevas, las exponían a la gente y si tenían un buen recibimiento; seguían produciéndolas. Era la manera más rápida, tonta y para nada productiva que había encontrado la gente de buen nivel económico para gastar toda su plata.
Pero gracias a ese tipo de ventas era que Osnob se mantenía como el pueblo más adinerado y el de mejor estatus.
Dicha celebración o exposición se llevaba a cabo cada fin de mes, con el motivo que inclusive los pobres pudiesen verlos. Habían personas en la ruina que tenían un bien familiar y podían vender o intercambiar, así que nadie perdía realmente. Un trato beneficioso para ambas partes, unas más que otras debido a la vagancia de la ingenuidad, pero era así.
Se levantó del suelo, sacudió sus pantalones ya color cafés debido a la tierra y siguió corriendo hasta el castillo que ya tenía frente a él. El sentimiento de alivio se hacia cada vez más grande al igual que el de temor por la reacción de la inesperada noticia que tenía que dar y esperaba ser el primero pues sabía que el rey jamás le permitiría seguir respirando si su mensajero de honor no le contase primero todo lo que era de su interés.
Empujó las grandes y pesadas puertas de madera que habían de por medio, colocó sus temblorosas manos en sus rodillas y dio un gran bocado de aire que luego de unos segundos; dejó salir.
La expresión de furia en la cara de Enji fue brutal. Apretó la fruta que tenía en la mano derecha y se levantó de golpe mientras se encaminaba de forma pesada al sujeto que se encontraba de rodillas en el suelo. Se paró frente a él y carraspeó su garganta, dándole a entender que quería una explicación de su tan impertinente entrada.
—¡Señor! ¡Disculpe la intromisión tan vulgar que tuve, hay una noticia que no puede esperar más!
—Habla. —el frío tono de voz del hombre hizo que el soldado sintiera escalofríos tan solo escucharlo, apretó sus puños tomando valor para contar lo enterado.
—El clan trablesiano ha entrado a Osnob, señor.
La copa que llevaba en la mano izquierda cayó en el caro y limpio tapete del gran lugar, provocando un ruido sordo que muchos ignoraron a diferencia de los presentes que estaban atónitos ante la expresión del rey. Quedó en estado de shock por unos cuántos minutos, hasta poder recuperar la cordura y reincorporarse.
En su cabeza solo pasaba la imágen de dos pequeñas personas y responsables de tal barbaridad. Apretó con rabia su mandíbula al igual que sus puños, miró con desprecio al mensajero y lo tomó por el cuello.
—¿Dónde estan tontín y estupidín?
—¿Q-Quiénes, s-señor?
—¿¡EN DÓNDE ESTAN BAKUGO KATSUKI Y MIDORIYA IZUKU!? —las lágrimas del joven salieron de imprevisto; aunque trató de pararlas.
—No lo sé, señor. Un aldeano dijo que escuchó al clan calavera decir que estaban perdidos en el río; cerca del bosque.
—¿Del bosque? —lo soltó de manera brusca— ¿hace cuánto que ellos invadieron Osnob?
—Aproximadamente unas horas, señor. Mientras venía en el camino hice un conteo de manera atrevida y calculé 3 (tres) semanas para que ellos lleguen a la catedral, punto central de Osnob.
—Escucha muy bien lo que harás, gusano. Regresarás en un caballo, con las debidas medidas de protección al bosque y buscarás a esos estúpidos ahí o en el río. Escucha bien porque no me importa si los traes vivos, heridos o muertos. Una cosa sí es seguro; yo los quiero aquí mismo.
—Se-Señor pero, ¿qué hará con los trablesianos?
—Eso es asunto mío, no tuyo; haces lo que te digo o mueres ahora mismo. —sacó su afilada espada del estuche de cuero y la apuntó en dirección al chico de complexión delgada.
<<Tembló mientras aceptaba con su cabeza pesada y salió de forma apresurada del lugar en dirección a las caballerizas y después a la enfermería. Entendía que el despedirse de su esposa e hija era imposible pero sí deseaba que al menos leyeran la carta que había escrito minutos antes de su llegada al castillo. La mayoría de caballeros entiende que al entrar a ese mundo de ricos y nobles estas dando por sentado su muerte. En ese lugar no hay una cosa a la que puedas negarte y poco importa si tienes familia o no. Todos se sacrifican por igual y todos lloran sangre cuando hay guerras en curso. La carta que escribió con tanta tristeza y determinación, la dejó con el hombre de los vegetales al cuál siempre acudía su bella esposa para los preparativos de la comida, se despidió de él y se marchó en el caballo. Incluso él entendía que iba a morir aún si no iba. El sacrificio de un caballero por el bienestar de su familia y su gente>>.
El río no tenía nada más que ramas, hojas y algunas piedras no pesadas. El sentido del agua que corría era a la izquierda y caía rápidamente por el acantilado. A ese ritmo nadie podría ser capaz de sobrevivir, ya sea por la cantidad de agua tragada o la altura de la dolorosa y ahogadora caída.
Si habría la más mínima posibilidad de que fuese lo que muchos pensaban, ¿no habría también residuos de sus harapos? Y no solo de eso, sino también sus armas y ellos mismos.
Metió dos de sus dedos en el agua del río y lo observó con atención. Ni siquiera era tan intensa como parecía para decir que se los llevó la corriente y murieron rápidamente. Arrugó su frente y sus pensamientos comenzaron a flotar por todo el lugar. Sus caballeros sabían que acercarse a la mitad de sus concentrados pensamientos era darle la bienvenida a la muerte así que se separaron un poco y siguieron con la tarea ya asignada anteriormente. El de los cabellos blancos sacó los dedos del agua y los secó con su pantalón negro, mientras cerraba los ojos y abría los brazos.
—¿Qué hace? —preguntó uno de los caballeros al otro— Su especialidad es detección y vinculación; un tipo de magia muy importante a la hora de buscar presas.
Los seres vivos que él buscaba podía verlos en su cabeza a través de una extraña luz azul que aparecía. El lugar estaba en verde y si se enfocaba lo suficiente, podía detectar el movimiento enemigo. Los brazos abiertos le ayudaban a recibir mejor señal, como la recepción de un teléfono o una radio.
Se giró un par de veces intentado percibir más de lo que analizaba. Desechó el aura de sus secuaces y siguió indagando en el área. La figura de los animales poco le importaba, él estaba en búsqueda de dos sujetos peligrosos, no de comida. Su frente comenzó arrugarse y de pronto un ardor apareció en las palmas de sus manos; alertándolo de una nueva presencia.
Abrió los ojos de golpe, se giró hasta la entrada del bosque, sacó su espada y apuntó hasta esa dirección de forma precisa.
—Tenemos compañía. —fue lo que murmuró minutos antes del encuentro.
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