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Capítulo 11

<<El extrañar consiste en percatarse de la ausencia de las personas, los objetos y los tiempos>>.
Desearía haber valorado mucho más mi vida en aquel momento, cuando era un mipli y tenía aún a papá conmigo.

¿Extrañar? ¿Echar de menos? Nada importaba si cuando caías en la cruda realidad y dejabas divagando tu melancólica mente llena de rudos recuerdos era luego de la acción; siendo como resultado una penosa consecuencia.
No quería decir que pensaba que era su culpa, solo dejar en claro que su consciencia estaba enterada sobre su situación; siempre lo estuvo.
A los 9 (nueve) años, a los 14 (catorce) o a la edad que fuera. El albino siempre mantuvo sus pies bien puestos en la tierra, incluso si su situación era así de miserable, dependiendo de su único amigo para poder sobrevivir.

¿Cuándo había sido el comienzo? ¿En qué momento perdió todo de sí? El tiempo se distorsiona en su cabeza, luego de la maldición no puede recordar nada que no sea tragedia. Aún si Kirishima, si sus hermanos, o si su madre estaban para él en todo ese fastidioso y agotador transcurso, no quitaba o cambiaba algo. Su dolor no desaparecía, sus ganas de romper todo seguían ahí y cuando llegaba la noche no podía hacer nada más que llorar hasta perder su propia cordura.
En las frías noches de sollozo que pasaba solo, recordaba a su padre. El de los ojos dispar desconocía si su llanto era por su impotencia, por su dolor, o por todo lo que se había guardado. Por todo el tiempo en que no le lloró a su padre. Pero cuando era medianoche y la luna salía, el cambio empezaba y su cuerpo se acalambraba por tanto dolor que pasaba y es que entre más tiempo pasaba el dolor más se intensificaba.
Recordaba los años en los que rogaba por su muerte y las veces en las que intentó quitarse la vida, memorizaba cada método y cada intento, como también cada resultado fallido.

—¿Por qué? ¿Por qué si no puedo vivir como una criatura normal tampoco puedo morir como un mortal?

Shoto miró por muchas noches el cielo, pensando y añorando una respuesta para su mal que no lo dejaba ni respirar. Se preguntaba si había alguien así o en peores condiciones que él y rogaba que en caso de haber alguien tan arruinado como su misma persona, desearía conocerlo pues solo así podría creérselo.
Se le negaba el derecho a vivir y también el derecho a morir, ¿por cuánto más debía pasar para poder estar en paz? Solo ansiaba la tranquilidad que en su transcurso de vida no podía tener.

No estaba culpando a nadie más que al destino por su situación actual. Él amaba a su familia; lo que quedaba de ella. Todos hicieron un gran esfuerzo para traerlo de vuelta, para romper una maldición que ni siquiera conocían, sobretodo su hermosa madre. Pasó todos esos años buscando una cura para él en lugar de quedarse sentada llorando la muerte de su esposo, pensaba que no había corazón más puro que el de su madre, hasta que lo conoció.
No había mucho que pudiera decir, era una mezcla entre el linaje de su familia y el de un monstruo el cual trataba de apoderarse cada día más de él pero aún en esas condiciones, lo supo desde que lo vio por primera vez.

La persona con el corazón más cálido y bondadoso que pudo percibir desde su nacimiento, no era el de su madre como pensaba, sino el del joven que lo había estado salvando una y otra vez de sí mismo, lo único que tenía en mente para decirle; no podía decirlo, porque ni siquiera podía hablar pero juraría que si pudiera lo diría, lo gritaría desde sus entrañas.

—Gracias por salvar con tu calidez el peso de mi oscuro y desolado corazón, jóven Midoriya.

















































¿No dijiste que deshacerte de una maldición luego de 5 (cinco) años es difícil?

—Difícil, no imposible.

—Difícil más difícil es igual a imposible, ¿por qué no les dices que tienes algo pendiente en Ritanea y que debes volver? —cuestionó con molestia el rubio.

—Si quieres irte, vete tú pero a mí no me obligues. —contestó el de las pecas mientras leía el gran libro café de su abuela.

—¿Estas diciendo que no te importa que me haya quedado por ti?

—No pongas palabras en mi boca que no he dicho, Bakugo.

—¿Ahora soy Bakugo? —se acercó con lentitud hasta el chico de los rulos, se agachó y lo tomó por los mofletes para obligarlo a girar la cabeza y que le mirase directamente.

Katsuki, deja de jugar conmigo. —la mano del de los ojos rubí apretó su mandíbula un poco y lo acercó a él.

<<Lamió sus labios como si de una dulce cereza se tratase, el peliverde mantenía su boca cerrada hasta que el contrario mordió su labio inferior y abrió su boca. En ese mismo momento fue la audaz lengua del rubio quien entró en acción solo para enredarse con la del de las pecas. El de los ojos rubí mantenía con fuerza la mano izquierda atrás de la nuca del menor para evitar su escape mientras que el pecoso intentaba alejarse con desesperación aunque el intento fue nulo pues el mayor terminó por hacerlo caer al suelo de madera y juntar sus muñecas con una sola mano y seguirlo besando de la misma forma intensa en que lo hacía antes. Su pierna derecha se interpuso entre las piernas del menor y fue bajando su cuerpo hasta juntarse ambos, el de los rulos tomó una gran bocanada de aire al separarse del mayor pero cuando pensó que terminaría ahí, el del carácter explosivo siguió bajando hasta su cuello con castos besos y justo cuando estaba en sus pezones, se levantó de golpe y lo miró a los ojos aterrorizado por el inusual acto de su amigo de la infancia, entre movimientos torpes logró levantarse y ponerse en marcha hasta la salida, aún su ropa estaba desaliñada pero poco le importó cuando lo primero que quería hacer esa salir corriendo de ahí ya que conocía su temperamento; lo que menos necesitaba era una discusión en un lugar extraño y con una persona que realmente valoraba>>.

—¿Qué? ¿Acaso te enamoraste de la bestia?

—No juegues más conmigo, o terminaré olvidando que somos amigos; Bakugo Katsuki. —caminó unos cuantos pasos para luego parar en seco y aferrarse más al libro que llevaba en el pecho— Y su nombre es Shoto.

Sin más que decir, siguió caminando hasta desaparecer por uno de los largos y grandes pasillos del castillo, dejando al joven caballero con una marea de sentimientos encontrados. Enojo, tristeza, desconcierto pero sobretodo; culpabilidad.

—¿Por qué no entiendes que aún te amo, estúpido Deku?










































Los pasos del chico con traje negro eran rápidos, tanto como los latidos de su presionado corazón.
Estaba corriendo, huyendo; ¿pero de qué? Lo sentimientos que tanto lo abrazaban, se fueron, se esfumaron y ya no volverían. Su mejor amigo de la infancia podía hacer lo que estuviera a su alcance pero eso no cambiaba nada. Aún estando en la lejanía cada uno, sabía que el contrario se estaría sintiendo igual o peor que él. En el pasado ese hecho le hubiese puesto tan feliz pero, en ese justo momento lo que le ocasionaba no era ningún sentimiento relacionado con la felicidad.

Ni siquiera cuando estuvieron saliendo eran tan unidos como cuando respetaban su vínculo como amigos, casi hermanos. Ambos concordaron en que era lo mejor para ambos, el seguir como antes pero en los últimos días el comportamiento del caballero blanco lo hacía confundir demasiado. Sabía que él no era de los que tomaba una decisión para luego abandonarla y por ello que le sorprendía. Más que sorprenderle, también le inquietaba, él ya no podría corresponder más a su romántico sentir, solo por el único y exclusivo motivo del desamor.

Midoriya Izuku hacía tanto que había renunciado y abandonado sus sentimientos por Katsuki que pensar en una nueva oportunidad le era imposible. Ni en esa, ni en otra realidad; ellos solo podían mantener la relación del inicio, una relación de amistad.

—¡Midoriya! ¡Hey! —los escándalos llamados de una joven chica de cabellos blancos con mechones rojizos lo hicieron volver en sí y guiar su mirada en ella.

—Señorita Fuyumi Tōdō, ¿ocurre algo?

—No seas tan formal, Midoriya. ¿Sabes? Siempre quise que me llamaran solo por mi nombre, ¿podrías concederme ese deseo?

—Esta bien, señorita Fuyumi. —hizo una reverencia para seguir caminando.

—S-Si le quitas el <<señorita>>, estará bien. Solo dime Fuyumi, y ven conmigo. —sin antes poder reaccionar, la cálida y suave mano de la chica lo tomó y tiró hacia ella haciéndole seguirla.

<<Corrieron unos cuantos pasillos, pasaron un gran jardín lleno de grandes frutos y mariposas, cada paso que daban por el castillo era un lugar familiar para Izuku. La forma de las puertas, las obras pintadas en la pared; todo parecía tan familiar que tuvo que frotar sus ojos para pensarlo mejor pero cuando vio unas rejas brillantes se percató del lugar donde estaban y aflojó el cuerpo>>.

—¿El lugar donde descansa el príncipe Tōdō?

—Hoy venía a ver al pequeño Shoto pero se me ocurrió mejor que pudieras venir conmigo, no te molesta, ¿cierto?

—N-No, solo que; deberían hablar en privado.

—Midoriya, Shoto no me habla.

—¡Lo siento, Fuyumi! Lo olvidé, discúlpame. —se inclinó hasta llegar a sus pies, sintió tanta vergüenza que tuvo que cubrir su rostro con el libro que llevaba en manos.

—Tranquilo, a veces yo también olvido que Shoto esta en esa condición gracias a mí.

—¿A ti? No es tu culpa, no digas esas cosas, Fuyumi.

—Lo es, por mí es que Shoto esta maldito.

—¿Por qué dices eso?

—Porque esa maldición era para mí.

















































✓Nota de autor:
Les dije que actualizaría más seguido. Por favor, si conocen gente a la que le guste el Tododeku y el Katsudeku, pueden recomendar la obra, me ayudaría bastante c:

También cambié los banners, sentía que necesitaba algo más innovador.
Próximamente estaré cambiando portadas, esten atentos.

Gracias :D

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