Capítulo 1
Para poder comenzar con la narración de la historia hay algunas cosas que quiero dejar en claro en cuestión a mi forma de narrar las antes mencionadas.
✓Cuando coloco una frase, diálogo, pensamiento o simplemente texto a la mitad, de la siguiente manera:
—¡Ayuda!
—Nadie podrá escucharte.
Y lo coloco en cursiva; es debido a eso mismo. Se trata de un suceso del pasado o algún pensamiento del personaje.
✓Los banner o separadores son importantes así que siempre revisa en dónde los pongo y la razón.
Si estan en una escena confusa y después se brinca a otra totalmente diferente; seguro es porque cambió de perspectiva o tiempo.
(Aunque normalmente las historias se cuentan de forma pasada siempre)
✓Otra cosa que hay que aclarar es que soy un universitario con otro tipo de obligaciones. Dirán; eres un flojo de mierda, es cuarentena y no hay nada qué hacer. Sí hay cosas que hacer para mí. No quiero contar mi vida entera en un patético libro/fanfic puerco, así que evitaré hacerlo. Tengan paciencia con las actualizaciones y sean tolerantes ante la falta de buena ortografía y si no es de su agrado todo esto; espero les vaya muy bien afuera de este libro y perfil.
✓De la manera que me traten; es como serán tratados por mí. No solo tengo la cara y aparente personalidad; yo realmente sí soy un ojete así que no me tienten.
✓Si no entiendes algo; dímelo. Por muy idiota que pienses que sea dímelo. Siempre leo sus comentarios y trato de responderlos así que no hay problema con ello.
En este apartado es todo. Espero que haya quedado claro.
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©Lector beta: (Estaría encantado de que lo siguieran, tiene buen contenido).
Hace mucho tiempo, en el pueblo de Osnob desde su fundación y la época antigua; comenzó un fuerte rumor que luego de varias generaciones se contó tal y como una leyenda a niños, jóvenes, adultos y ancianos. Realmente a todo ser vivo que se encontrase dentro de su poblado.
Inició en los primeros años de su origen pero no se dio a conocer hasta los años 500's (quinientos). En el pueblo de Osnob habitaron personas legendarias; hablando de curanderos, sanadores, espadachines, reyes, virreyes y otros más.
<<La sanadora>> era conocida como la mujer con más edad en el lugar; murió a sus 1480 (mil cuatrocientos) años, dejando como descendencia a una mujer de piel pálida, cabellos verdosos como la misma naturaleza de las hojas de los árboles, pecas que parecían estrellas y encantadora personalidad.
La sanadora era reconocida por su arduo trabajo. Podía curar desde enfermedades terminales hasta heridas de gravedad, aunque claramente todo tenía un costo y requería de mucha energía para poder hacerlo de la mejor manera.
La mujer de cabello blanco como la misma luna dejó en claro antes de morir que la única hija que tenía, había nacido sin el don; por lo cual jamás podría repetir los hechos que había logrado ella.
Inko; la única descendiente de Mulú, al cumplir los 25 (veinticinco) años se casó con un hombre de origen y nombre desconocido. Vivieron felizmente por 4 (cuatro) meses, aislados del pueblo; en una pequeña aldea lejana pero no fuera del mismo territorio. A unos meses de su pronto matrimonio, consiguieron engendrar a un bebé y cuando pasaron los meses acordados; un niño nació del vientre de Inko. Era tan parecido a ella que no lo creían, era como si fueran hermanos. Luego de eso y a los 3 (tres) años de casados; el misterioso hombre se fue sin dejar rastro alguno, como las mismas memorias del pequeño Izuku sobre su padre luego de volverse adulto.
La mujer de las pecas se resignó finalmente al tercer mes, y optó por dejar de esperar a alguien que nunca más volvería a ver.
A pesar de su inmensa tristeza, jamás dejó de amar y cuidar a su único hijo. Por las mañanas salían a realizar sus respectivas compras junto a sus —en ese tiempo—; nuevos vecinos. La familia Bakugo era bastante complicada pero nada malos. La mujer de los cabellos verdosos agradecía el tener con quién hablar y por supuesto, que su pequeño hijo tuviera un amigo con quién divertirse. Eso de alguna manera, lograba que sus malos pensamientos abandonaran su débil mente.
Por las tardes pasaban la mayoría del tiempo en casa de los vecinos y ya por la noche, estaban los famosos juegos de mesa en familia y su hora del cuento del pequeño Izuku quien amaba esa parte del día. Cuando su madre preparaba chocolate caliente con malvaviscos y ambos se acostaban en la cama para que su madre le relatara nuevamente la historia que nunca se cansaba de escuchar.
<<Ritanea; el lugar de los monstruos>>
La abuela solía contar que desde tiempos antiguos; había un mundo conectado con este. A las afueras del poblado de Osnob había un bosque en el cual no podías entrar. Era tan oscuro, frío y desolado que tan solo verlo de lejos aterraba. Las personas decían que uno de los caballeros leales al rey; entró al temible bosque en búsqueda de una piedra preciosa pero jamás logró regresar. Pasaron días, semanas e incluso meses y nunca hubo señales de él así que al final cerraron el caso y por fin su familia pudo guardarle luto aunque nunca se encontró el cuerpo.
Ritanea es un mundo mágico lleno de monstruos y criaturas tenebrosas. Desde dragones hambrientos, hasta criaturas con uñas afiladas que con un solo roce; cortan tu cabeza y te comen mientras la sangre escurre y se desvanece rápidamente como tu vida. El olor es pestilente; el lugar tan oscuro y siempre sientes ojos sobre ti. Se dicen que esos son los ojos de los mismísimos demonios que están esperando el momento indicado en la oscuridad, acechando y esperando por ti.
En aquel horrible lugar también se encuentran las brujas; quienes salen del bosque en algunas fechas importantes y raptan niños para arrastrarlos al lugar, donde hacen rituales de origen maligno con los infantes vivos. Algunos rumoraban que eran arrancadas sus extremidades cruelmente y ahogaban sus llantos con agua hirviendo o rompiendo sus cuerdas vocales.
Por ello se llama <<Ritanea>>; Rita proveniente de la palabra ritos, seguido de nea derivado a la palabra históricos.
La gente del pueblo decía; nunca vayas al bosque a menos que quieras morir en Ritanea.
El pequeño niño peliverde se emocionaba cada que contaba aquella historia su progenitora, porque de alguna forma; tenía fe en que su padre, el cual había desaparecido misteriosamente, estuviera en ese sucio rincón del que su abuela, madre y algunos habitantes de Osnob hablaban. Desde que escuchó tan horrorosa historia se prometió solo una única cosa como objetivo en la vida.
Aprender a utilizar ese don tan peculiar que había heredado de la vieja sanadora y, traer a su padre de vuelta.
—Usted ha subido al rango 887 (ochocientos ochenta y siete) en el ámbito mágico.
Secó el sudor de su frente, observando como el rubio de los ojos rubí quitaba el palo de escoba con la foto del actual rey para colocar otro en el mismo lugar. Se retiró de forma rápida del lugar, mientras el joven peliverde volvía a extender su mano derecha con determinación, soltando unas palabras extrañas con tono de desprecio; logrando lanzar otro nuevo hechizo el cual terminaba en destrucción de aquella foto. Sus orbes esmeralda brillaban más que nunca, el de mayor estatura se acercó con cautela extendiéndole un pañuelo blanco al menor el cual tomó de mala gana, procedió a secar el sudor que ya estaba cegando su vista.
—Oye nerd, ¿ya me dirás por qué estás tan molesto? ¿A quién le tengo que patear el trasero?
—¿Le patearás el trasero a tu jefe? Quiero ver eso.
—¿El rey Enji? ¿Sigues enojado por eso?
—¿Tú no estás enojado? Nuestras familias casi mueren en aquel atentado de los caballeros trablesianos y tú estás de acuerdo en lo que ese idiota hace, ¿no es así? Caballero blanco.
El chico de las pecas guardó el pañuelo en su bolsa, recogió la capa negra que había tirado en la esquina de un árbol torcido y se la puso junto con las botas que también se había quitado. El caballero de uniforme blanco con detalles grises lo seguía en silencio; estando al tanto del gran odio que había de parte del de los rulos hacia el pelirrojo que se escontraba en el trono de forma estúpida e incoherente.
Enji era un hombre que tenía la vida eterna, se decía que era un hombre sabio que traería la paz y gloria al reyno que gobernara. Se habían equivocado pero poco podía hacer el joven caballero Bakugo si era considerado el hombre más leal a los ojos del rey. No podía enfrentarse a él o siquiera renunciar porque con ese dinero podía ayudar económicamente no solo a su familia, sino también a la de su mejor amigo de la infancia que tantos problemas le había dado ya debido a su terquedad.
Ambos caminaron de forma silenciosa al reino. Katsuki siempre buscaba la manera de proteger al menor así que nunca salía sin algún tipo de arma, mientras que Izuku también buscaba la manera de mantenerse a salvo a ambos con su magia. Los osnobianos sabían perfectamente que enfrentarse a uno de ellos era malo pero enfrentarse a ambos era aún peor, de modo qué cada que se les veía juntos o separados; les dejaban el camino totalmente libre para no molestarles. Sin mencionar que ambos eran trabajadores del rey.
Midoriya Izuku odiaba tanto a el rey Enji y no se molestaba en cubrir su odio. La razón para seguir laborando para ese despreciable hombre era la posición de su familia y la del amigo de su infancia. Ambos estaban siendo amenazados con las cosas más importantes que tenían, sin saberlo ni uno ni el otro; era un buen juego que el hombre de la barba pelirroja se aventuró a usar.
Para Enji; Midoriya Izuku y Bakugo Katsuki eran su mejor arma ante un posible batallón. Con la increíble magia del peliverde y la superior astucia y valentía del de los cabellos rubios, era una victoria segura.
En el pueblo de Osnob y en ningún otro poblado se encontraba el don del de las pecas. Desde años antiguos se conoce que la única persona capaz de curar enfermos, matar a un pueblo entero y maldecir a personas u objetos; era la gran sanadora que ya había muerto. Y como si del destino se tratase, la hija de la sanadora tuvo un hijo que nació con el mismo don pero nadie más, solo él era capaz de lograr cosas como esas.
Midoriya pasaba grandes horas leyendo los viejos escritos de su abuela cómo también revisando las fórmulas que creaba, fue de ese modo que logró subir hasta tal nivel, aunque le faltaba bastante para sobrepasar a su propia abuela pues la mujer superaba el rango 15,000 (quince mil) en magia y hechicería.
Los pueblerinos lo llaman; el don sanador, pues son ajenos a la existencia de la magia y ni la mujer llamada Mulú ni el mismo Izuku quisieron contradecir tales pensamientos; dicen que es más feliz el ignorante que el que sabe. A los principios de los años 300's (trescientos), una mujer fue quemada viva por ser una maga, le hicieron algo tan cruel, sin duda alguna; el miedo es un arma peligrosa.
De esa forma, fue una promesa entre ese tipo de linaje; jamás decir lo que son y mantenerlo en secreto, de lo contrario, la ignorancia podría acabar con ellos.
—Arrodíllense ante su rey. —el caballero empujó la cabeza de ambos hasta el suelo mientras conservaban las manos en la espalda. Unas largas y fuertes pisadas se escucharon con lentitud, pasaron un par de minutos para que el hombre pudiera llegar y con paciencia sentarse en el trono. El caballero soltó la cabeza de ambos y salió del lugar sin decir una sola palabra.
—Mis dos hombres de bien, ¿qué les trae por aquí?
—Usted nos mandó a llamar; señor. —contestó el rubio con total seriedad. Sabía que no podía permitir que el menor abriera la boca pues podría resultar en un desafortunado incidente.
—Tienes total razón, caballero Bakugo. Los mandé a llamar porque quiero saber si cierto brujo ya tiene el plan que habíamos acordado para el contraataque con el pestilente y mediocre pueblo de Trablos.
Los puños del menor se apretaron, tratando de ignorar tal apodo. Ignoraba que también seguía laborando para ese horrible hombre por ser descubierto como mago.
No podía simplemente ignorarle porque se trataba del mismo rey, quién tenía tanto poder de persuasión que a ese paso le iría muy mal no solo a él, sino que también a su madre y amigos cercanos.
—Primero; soy un mago, no un brujo, segundo; este plan requiere de más tiempo para poder manejar todo con mayor detalle, sería imprudente usarlo y fallar, tercero; deje de mandar a sus hombres heridos a mi hogar. Muchos de los hombres que van tienen heridas menores que pueden ser atendidas por un curandero del pueblo. Solo perturban mi trabajo, molestan a mi madre, invaden mi hogar y retrasan mi trabajo, en conclusión; son un estorbo.
El hombre de los ojos azules se levantó del trono y caminó hasta quedar frente al de las esmeraldas, se miraron de manera fija y finalmente; el mayor apretó su cuello levantándolo del suelo, tratando de asfixiarlo. El joven de la espada se apresuró hasta el rey para tratar de calmarlo pero en un movimiento audaz lo mandó a volar hasta uno de los castillos cercanos a la pared. El de las pecas al ver lo sucedido musitó algunas palabras, haciendo que el Enji tuviese un dolor pésimo en el estómago. El hombre lo soltó de mala gana a la vez que apretaba su estómago.
—¡Váyanse, ya! ¡Mañana quiero ese plan en marcha o sino, los mataré a todos! —gritó con total autoridad. El de las cicatrices cargó a su amigo y conjuró algunas palabras las cuales de inmediato los teletransportó al hogar de Bakugo. Ambas mujeres y el hombre que se encontraba ya ahí en el lugar los ayudaron a tomar asiento en el sofá. El de los rulos comenzó a sanar al mayor, la sangre se desvaneció y el rubio se removió hasta volver en sí; para cuando abrió los ojos, el menor los cerró perdiendo la consciencia debido al cansancio.
—¿Qué pasó? —preguntó la mujer de los cabellos verdosos cargando la cabeza de su hijo.
—Firmamos nuestro lecho de muerte, eso pasó. —contestó el rubio acariciando con suavidad la cabeza alborotada del menor; esperando a que despertara para poder darle las terribles noticias que el pecoso ignoraba.
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