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Snow Wish

Para Song Hae Kyo la decisión que estaba a punto de tomar era casi inadmisible. Aún más cuando el destino se había empeñado en unir aquellas dos únicas relaciones en las que cometió el funesto error de dejarse llevar por sentimientos y no por su cerebro en extremo calculador.

Ahora, mientras observaba a sus dos hijos hacer la tarea en la encimera de la cocina de su hogar, se preguntaba si no habría otra manera.

"Usted ha sido seleccionada como parte del programa de expansión de la Empresa New Vibes para participar en el Gran Prix de arquitectura vanguardista a celebrarse en Barcelona en los próximos dos meses."

Atentamente, Comité Organizador del Gran Prix Spread Your Wings.

La nota en su correo electrónico culminaba con otra retahíla de contactos a los que debía acceder y que en un impulso había enviado su currículo para confirmar que solo en unos días estaría abandonando a sus hijos pequeños y comunicándoles a sus padres de la existencia de los mismos.

—Terminamos con todo.

La pequeña Hanna se acercó para extender el cuaderno sobre su cabeza. Acababa de cumplir los siete años por delante de los seis con que contaba su hermano menor JiHyun.

—Buen trabajo cariño. Supongo que ahora sí se merecen ese helado.

Los niños asintieron compulsivamente antes de seguir a su madre de camino a la nevera, la rutinaria labor de preparar la cena y ayudarlos a bañar fue lo suficientemente efectiva para que ordenara sus recuerdos. Hanna tenía los mismos ademadas de su padre aun cuando no lo conociera y aquellos hoyuelos que emergían en su tímida sonrisa.

Hae Kyo suspiró apegada a otra copa de vino. Recordar a su primer amor no era nada saludable, menos cuando ella misma se encargara de desterrar los planes de un impetuoso Kim Nam Joon que solo con veinte años le había pedido matrimonio.

El compromiso no se había hecho para ella y en esa fecha, en la que aun seguía siendo una estudiante con ambiciones más elevadas que los rascacielos que ayudaba a diseñar, la idea de irse a vivir a Ilsan y formar una familia terminó asfixiándola.

No rompieron en buenos términos y meses después se enteraría que esperaba a Hanna. Nunca le dijo a Nam Joon la razón exacta por la cual se ocultó tanto tiempo. De hecho no había sabido de él hasta que vio aquel anuncio en las noticias locales y por poco se corta un dedo.

El chico de lo hoyuelos y las palabras susurradas a media noche se había convertido en el manager de su propio negocio. Aun cuando siguiera incendiando cada cocina que tocaba, la pequeña red de restaurantes de comida tradicional coreana encabezados por Haegum, que lideraba actualmente tenía todas las condiciones para convertirse en un éxito en Asia y Estados Unidos, aprovechando el excelente dominio que el moreno poseía del idioma inglés.

Hae Kyo sonrió ante la atenta mirada de sus pequeños pero si ya casi había logrado una cierta estabilidad el segundo rostro que apareció en aquella entrevista por poco consigue que grite. Inmediatamente tuvo que reparar en su pequeño JiHyun y la imagen de Jeon Jungkook le oprimió el corazón.

Nunca iba a decir que sus hijos eran un error. A pesar de todo, si no fuera por aquel par de revoltosos estaría demasiado sola con sus ambiciones, pero el embarazo de JiHyun había sido por una locura de media noche con el hombre que ahora sonreía a la cámara y agradecía a su jefe por el puesto de Chef en Haegum.

Desde entonces Hae Kyo se dedicó a evadir los noticieros locales como si le fuera la vida en ello. Cumplir su rutina al pie de la letra era una especie de escudo protector para no afrontar la realidad de que los padres de sus hijos estaban más cerca de lo que podía calcular.

Lamentablemente eso iba a cambiar o la oportunidad de su vida se esfumaría como el halo de niebla que rodeaba las calles en lo que con seguridad sería el inicio del invierno. Las puertas acristaladas de Haegum la recibieron con la típica amabilidad que podría tener un restaurante de ese tipo.

La muchacha encargada de ubicar a los clientes se apresuró a recibir su abrigo a lo que Hae Kyo negó pidiéndole específicamente la dirección de la oficina del manager de lugar. Obviamente lo único que recibió fue la expresión perpleja de la encargada y una negativa que quedó silenciada cuando el propio Nam Joon apareció en medio del recibidor.

—Señor Kim la señorita me dice que desea verlo pero yo...

—Tranquila Claire. La señorita Song es una vieja amiga.

Hae Kyo tragó con dificultad el nudo que se le había formado en la garganta al descubrir al moreno. Los años solo habían moldeado su cuerpo para convertirlo en el hombre peligrosamente atractivo que ahora le ofrecía una sonrisa forzada.

—Disculpe entonces, señor Kim.

La chica encargada de la recepción del restaurante se retiró en silencio. Namjoon por su parte borró la cordialidad de su rostro antes de encontrar los ojos casi color ámbar de Hae Kyo.

La herida, a pesar de los años, le seguía doliendo de la misma manera. Nunca olvidaría las ocasiones en las que fue rechazado, menos de aquella propuesta de matrimonio que se quedó a medio camino cuando descubrió que para Hae Kyo siempre estaría primero ella y nadie más.

Aun así no tenía el derecho de juzgarle o administrarle de su propia medicina. Muy a su pesar la castaña seguía produciendo extraños sentimientos en su pecho.

—Supongo que debe haber sucedido algo lo suficientemente grave como para que nos honres con tu presencia.
Hae Kyo sonrió a medias.

—No pierdes esa vena pasiva agresiva. Sonará hipócrita pero te he extrañado Namu.

Namjoon torció el gesto mientras con un gesto de cabeza abría la marcha a lo que sin dudas sería su oficina. Las paredes de un cálido color índigo complementaban la indumentaria donde un escritorio de caoba junto a un librero servía de preámbulo a un pequeño recibidor.

Hae Kyo elogió el buen gusto del moreno por los interiores y por supuesto que alabó en silencio la proeza de conservar un bonsái en medio de tantas piezas de madera, vidrio y acero.

—Lo cierto es que tengo que contarte algo un poco...difícil de creer.

—No creo asombrarme más de lo que pueda venir de ti. Así que solo dilo, supongo que estaré robándole tiempo a la talentosa arquitecta Song.

Hae Kyo apretó el respaldo de la silla donde aún no se acomodaba. Por unos instantes se perdió en la inmensidad color café que eran los ojos de Namjoon.

—No puedo decirte nada hasta que no estén todos presentes ¿Tu chef estará libre un momento?

Namjoon arrugó el entrecejo. Por qué el asunto que quería tocar su antigua ex prometida tenía que ver con Jungkook. Hae Kyo pareció entender la turbación del castaño antes de deshacerse del largo flequillo que le cubría la frente.

—Si he venido primero contigo es porque sobre todas las cosas eres más maduro que Jungkook. Así que solo compláceme en este último favor y hazle llamar.

Manipulación barata. Namjoon tenía ganas de gritarle que se largara de allí, pero ya Hae Kyo le había inoculado con el germen de la curiosidad, y muy a su pesar el líder de Haegum no pudo hacer más que compartir otro rígido asentimiento antes de alzar el auricular y contactar con Jungkook.

—Te ofrecería un té porque sé que odias el café, pero por lo visto nuestro encuentro es cosa de tres.

Hae Kyo no se dejó comprar por el tono venenoso de Namjoon mientras tomaba asiento en uno de los sofás de piel de la estancia. Su espera no fue muy larga cuando un Jeon Jungkook aun frotándose los rastros de condimentos en el delantal de su impoluto uniforme se presentó en la oficina.

Fue como si el mundo se detuviera y solo quedaran ellos tres. Jungkook abrió la boca pero la cerró inmediatamente. No la veía desde aquella única vez y sinceramente no la recordaba tan hermosa.

Haber estado ebrio conllevaba a esa clase de errores y ahora no entendía cómo era posible que su jefe le convocara con tanta premura solo para encontrarse con una de las tantas relaciones de una noche que acompañaban su reputación.

—Ahora comprendo que no soy el único impactado. Deja de darle vueltas y acaba de decir a qué viniste.

La paciencia de Namjoon se la había tragado la tierra y por primera vez Hae Kyo dudó de la decisión que estaba a punto de tomar.

—Tienes razón. No he de dilatar lo que ya es un hecho desde por lo menos siete años—La castaña se peinó el cabello con las manos antes de encarar a ambos hombres—Por increíble que suene, tengo dos hijos y ustedes son los padres.

Silencio, parecía que el oxígeno se había esfumado de aquel despacho mientras ambos hombres intercambiaban miradas. Una risa nerviosa proveniente de Namjoon comenzó a llenar el lugar cuando la ansiedad se sobrepuso a la tensión. Hae Kyo no perdió tiempo para extraer el dossier que cargaba en su bolso. Una especie de folio donde estaba hasta el último de los recuerdos de sus dos embarazos.

—Búrlense, llámenme loca o mentirosa. No estaría aquí si no fuera una emergencia. Nunca pensé en tener hijos pero una vez que supe que esperaba a Hanna no tuve el valor para echarme atrás. No me miren como si fuera una mala persona. No creo en el matrimonio. Para mí es solo un acuerdo comercial donde las personas se acostumbran a engañar a los demás y los hijos sufren las consecuencias. Por eso pensé en la probabilidad de llevar a cabo mi gestación como una producción independiente y resultó. En las dos ocasiones...

Lo último cayó sobre un pálido Jeon Jungkook que aún se preguntaba si aquello no era un mal sueño. Hae Kyo dejó el dossier sobre la mesa de Namjoon y suspiró antes de continuar con la peor parte de aquella especie de entrevista.

—El caso es que los niños en esa fotografía—señaló—llevan sus genes. Hanna de Nam, JiHyun de nuestra aventura de una noche. Sé que suena horrible pero necesito que se hagan cargo de ellos en los próximos meses.

—Sin dudas eres más cruel de lo que recordaba y eso que fue una sola vez que nos vimos. Cómo se te ocurre inventar semejante historia y para colmo de males exigir por unos mocosos que...

—Mocosos o no, JiHyun es tu hijo y en ese tiempo te darás cuenta que tiene más de ti que de mí. Dejen de dramatizar más la situación. He aceptado una promoción en Barcelona por los próximos dos meses. Como sabes—se dirigió a Nam—no tengo a nadie más a excepción de mis pequeños. No estaría aquí si ustedes no fueran la única opción.

Namjoon se masajeó las sienes. El peso que iba creciendo en sus hombros solo reforzaba que lo más probable es que le hubiera subido la presión.

—Suponiendo que todo esto sea cierto... ¿Cómo le haremos? Cada uno tomará a un pequeño y le dirá: Hola, soy tu padre, lo que sucede es que tu hermosa madre jamás me dijo de tu existencia. ¿Siquiera los niños están enterados?

La cara de Hae Kyo era un poema. Tanto Namjoon como Jungkook maldijeron en voz alta. Sin dudas el destino a veces jugaba las peores pasadas.

Hanna contemplaba con aburrimiento cómo su madre volvía a discutir con el señor de los hoyuelos cuando evidentemente había desobedecido a la orden de quedarse en la habitación.

—Lo mejor sería que fueran a vivir a mi casa por estos dos meses. Ya que insistes en que los niños sigan juntos mi departamento es el más adecuado. Aun cuando Jungkook pase de hacerse cargo.

Hanna observó cómo su madre cerraba los ojos como si le doliera la tripa. Ella había visto a escondidas que eso solo sucedía en los dramas cuando la pareja se quería mucho. O al menos esa era la idea que su tía Izumi le había explicado cuando atrapara a la niña con el teléfono móvil de su madre bajo la cama.

—¿Siguen gritando? Eomma dijo que el hombre que parece un conejo es mi appa.

JiHyun llegó para ocupar un sitio detrás de su hermana. Ambas cabezas competían por la abertura de la puerta del despacho que tenía su madre en el departamento.

—Shhh, quiero enterarme por qué el de los hoyuelos parece al borde de un ataque cardiaco.

—¿Te robaste el celular de eomma otra vez?

Hanna negó sacándole la lengua a su hermano pequeño. Para ser solo niños de siete y seis años respectivamente eran demasiado inteligentes. Al punto que Hanna había quedado entre las mejores de su clase de Matemáticas y JiHyun como estrella del equipo de fútbol de su promoción.

Sin dudas la curiosidad por aquellos adultos que su madre había anunciado como su padres los había llevado a crear un especie de estrategia que les serviría para sobrevivir los próximos meses o eso pensaban ambos niños cuando los tacones de Hae Kyo quedaron en su campo visual.

—¿Qué se supone que haré con ustedes, eh? Les dije que se quedaran en la habitación mientras el señor Kim se retira.

Hanna ocultó su sonrojo abrazando más al oso que compartía con su hermano.

—No es el señor Kim. Dijiste que era mi appa. Aunque yo lo único que veo es un koala inmenso con mal humor.

Hae Kyo tuvo ganas de reírse. No tenía que mirar atrás para saber que Namjoon estaría echando humo por los oídos por esa comparación.

—Por lo visto les enseñaste a ponerle nombretes a las personas en lugar de moderar su forma de conducirse.

—¿Moderar?

Interrumpió JiHyun que probaba la palabra por primera vez. Hae Kyo negó con la cabeza. Estaba hecha polvo. Solo un día atrás les había comunicado tanto a sus hijos como a sus padres que debía viajar por dos meses y que estarían al cuidado de los que para sus niños eran dos extraños con formas de animales.

—Vamos a dormir. Mañana tendrán una aventura. Irán a conocer la casa del señor Kim antes de que vaya al aeropuerto.

—Nos estás engañando, la verdad es que te vas por dos meses y el cara de conejo no quiere aceptar que es mi appa.

Namjoon abrió los ojos como platos. Esos no eran niños. Eran monstruitos manipuladores con aspecto angelical. Sinceramente comenzaba a tener pesadillas en cuanto a lo que le deparaba en el futuro. Si Jungkook no acababa de asumir la responsabilidad le tocaría a él cargar con dos infantes por lo visto muy peculiares.

—Song JiHyun, te lavaré la boca con jabón si continúas oyendo conversaciones de adultos a escondidas. A ti también Hanna. Ahora suban a la habitación y esperen por mí. No les leeré Jack in the Box si no obedecen.

Parecía que una nueva oleada de protestas se alzaría, pero Hanna tomó a su hermano de la mano y ambos chicos iniciaron a subir escalón por escalón. Hae Kyo respiró con tranquilidad pero eso solo duró dos segundos.

—Si no fuera por el examen de ADN, me estaría largando ahora mismo. No sabes educar a esos chicos, es obvio que los has mimado y...

—No necesito que me aconsejes en algo de lo que no tienes la más mínima idea. Si tuviera alguien con quién contar o Izumi se quedara en Corea no se los hubiera pedido. A fin de cuentas cuando pasara el tiempo ellos los iban a encontrar. No hace falta que esperes la bendita nota con los resultados del examen de paternidad. Solo mira a Hanna y a JiHyun, tienen mucho de mi aspecto físico pero son igual de tercos y caprichosos que ustedes... te juro que después de estos dos meses no sabrás más nada de nosotros, pero ahórrate los comentarios y compórtate como aquel hombre que no pude ver. Aquel que siempre me quiso a pesar de todo.

Era cierto y Namjoon vio la máscara caer del rostro de ella por primera vez en mucho tiempo. Flashazos de su historia emergieron como una especie de erupción. El día que se conocieron, la primera cita, las noches en el teléfono porque ninguno de los dos podía dormir.

El estudio en la facultad y obviamente las veces en que se habían ido a vivir en la cama del otro. Seguía sintiendo algo por ella. No le quedaba de otra que admitirlo y muy a su pesar hacerse cargo del producto de aquella historia.

—Tienes razón. Aun cuando te siga odiando y queriendo a partes iguales. No tengo ni la más mínima idea de lo que puede ser la paternidad.

Hae Kyo sonrió con tristeza y no dudó en acariciarle la mejilla al de los hoyuelos ganándose un sonrojo de su parte.

—No existe una receta perfecta cuando se trata de ser padre.

La primera nevada de este año encontró a Jeon Jungkook maldiciendo mil veces por estar como un idiota clavado bajo el umbral de la residencia Kim. Por qué no podía traspasar la maldita puerta y ver con sus propios ojos en lo que se había convertido la vida de su jefe.

Namjoon había pedido dos meses de vacaciones para dedicarles tiempo a sus "hijos" y solo mostraba su ojeroso rostro por Haegum cuando era de absoluto rigor. Por extraño que pareciera se había distanciado de su hyung cuando el resultado del examen de paternidad le confirmaba que Song JiHyun era 99.9% compatible con su ADN.

Un hijo, con veintiséis años, un hijo. Jungkook se repetía aquello y el dolor en su estómago parecía un mazo imaginario. No podía imaginarse aquello pero tampoco cómo su jefe y compañero de trabajo pedía hacerse cargo de dos pequeños que por lo visto no eran nada comunes.

—Oh...el que parece un conejo esta aquí...

Una niña vestida con un extravagante vestido color rosa chillón salió al porche de los Kim y segundos después un sudoroso Namjoon con JiHyun en brazos le devolvió la mirada.

—Hanna te vas a caer por andar a la carrera. Regresa ahora mismo.

A pesar de la molestia en su tono, el de hoyuelos decía aquello con una dulzura que dejó mudo a Jeon. Un padre, mierda, un padre que él nunca había tenido. Unas incontrolables ganas de llorar lo abordaron. Se había jurado no tener hijos por esa misma razón.

Aun recordaba como su madre había tenido que batallar para mantenerlo siendo una adolescente soltera con un niño pequeño. Como había aprendido de cocina con tan solo diez años porque el trabajo de su madre como ayudante en un hostal la obligaba a llevarlo a cuestas y dedicarle solo unos minutos antes de dormir. Las manos de Jungkook se hicieron puños. Si Namjoon podía, él también.

—Vaya manera de criar a estos niños. Vuelve adentro hyung, yo me encargaré de la niña.

Namjoon quiso quejarse pero ya Jungkook caminaba con paso decidido hacia una eufórica Hanna que bailaba en torno a los primeros copos de nieve.

Cómo había llegado aquel extremo. La cocina de Namjoon era un desastre y esta vez no causado por él. El chocolate chorreaba sobre la encimera y tres embadurnados chicos seguían en una pelea donde a él le había tocado media capa de crema batida en todo su rostro y cabello.

—No seas tan serio hyung, admite que nuestros chicos tienen puntería.

Jeon Jungkook se había tomado muy en serio lo de su paternidad. Al punto que pasaba más tiempo con Namjoon y los niños que en su propio departamento. En cierta medida el mayor se lo agradecía. Sin saber cocinar le había tocado vivir de las sopas instantáneas y las quejas de Hanna porque no tenía mano para hacer merengue.

Si le hubieran dicho que esa sería su vida meses atrás o que Hae Kyo se había guardado el secreto del siglo simplemente negaría, pero ahora las mañanas estaban llenas de gritos y mantequilla derretida sobre la encimera. El pecho se le hinchaba de orgullo cuando iba a por los chicos al colegio y alguna profesora intentaba coquetearle.

—Nam es mío, señorita Kang.

Aun recordaba las palabras de Hanna y como aquel cumplido fue el mejor de su vida. Por eso había aceptado la ayuda de Jeon en una especie de departamento para padres solteros donde se dividían las tareas y de esa manera podía reincorporarse al trabajo al menos dos horas.

—Ven aquí, pequeño demonio.

JiHyun dejó más huellas de chocolate sobre la alfombra. Le tocaría hacer la colada por octava vez pero no dudó en unirse a la persecución detrás de Jungkook. Volvía a tener una familia y no quería ni pensar como los días se deslizaban más rápido que las nevadas en Seúl.

Hae Kyo llamaba con regularidad y en una ocasión Jungkook estuvo también presente. El menor le expresó que no sentía nada por ella y una especie de alivio cubrió a Nam. Quizás se estaba precipitando pero los sentimientos por la castaña cobraban un nuevo significado cada vez que reconocía sus ojos en los de Hanna y JiHyun.

—¡Es Jimin, el Hada Nacional! ¡Súbele el volumen!

Gritó la pequeña emocionada y la población masculina en la casa rodó los ojos.

—Ese tonto que parece un pollito. Pensé que te gustaba Yeonjun.

Se le escapó el comentario a JiHyun mientras Hanna fingía no escuchar nada y entonaba Christmas Love junto a un adorable Jimin. Los adultos se miraron en silencio.

—Por lo visto los problemas comienzan primero con las chicas. Pobre de ti hyung.

—Solo cállate. No estarás tan seguro cuando JiHyun entre a la universidad.

El comentario le puso la piel de gallina a Jungkook. ¿Estaría aun allí cuando eso sucediera? Fue como si ambos vieran la vida pasar sobre los dos infantes que peleaban por el control de la tele en una alfombra cubierta de manchas de chocolate. Hanna entrando de la mano de Namjoon para convertirse en la esposa de alguien. Él gritando de orgullo que JiHyun se había graduado con honores. Una vida en familia, su familia.

—Por lo visto alguien más se puso sentimental. Arreglemos este desastre.

El apretón de Namjoon en su hombro detuvo los que serían cristalinas lágrimas. Jungkook sonrió reforzando su aspecto de chico ilegalmente sexy.

—Tienes razón. Vivamos en el presente.

Ambos asintieron mientras la imagen de la cocina hecha un desastre los hizo maldecir entre dientes. Más días de agitada actividad en la residencia Kim traerían un enorme árbol de Navidad que los propios niños ayudaban a decorar.

Tanto Hanna como JiHyun estaban conscientes que después de la visita de Papá Noel esa noche quizás no volverían a ver a aquellos con rostro de koala o de adorable conejo. Hae Kyo regresaba finalmente y si es posible los adultos estaban más nerviosos que ellos.

—Voy a extrañar jugar fútbol con Kookie.

JiHyun dejó caer el balón que apretaba entre sus manitas desde hace horas. Hanna se ajustó los lentes en el puente de su respingona nariz.

—Yo también le echaré de menos al koala con hoyuelos.

Ambos niños se abrazaron frente a la falsa chimenea de la casa de Namjoon. Horas más adelante una rubia Izumi y una emocionada Hae Kyo aparecían en el umbral. Contentos y tristes a partes iguales los pequeños abrazaron a su madre y todos se quedaron a cenar en lo que Jungkook llamaba su obra maestra.

Hae Kyo estaba asombrada. Nunca pensó que su plan tendría un final tan dulce como las galletas de chispas de chocolate que tanto les gustaban a sus hijos y aunque durante los primeros días recibía llamadas alarmadas de Namjoon hasta por cambiarle la ropa a los niños, ahora miraba al mayor con otros ojos.

Ojos de arrepentimiento por haberlo dejado ir. Por otro lado estaba Jungkook, el más orgulloso de los padres, que a pesar de todo seguía destilando sensualidad y capturando las miradas de Izumi del otro lado de la sala de estar. No sabía qué les depararía el mañana, pero ahora prefería disfrutar del sabor afrutado del vino de pasas mientras sus hijos dormitaban bajo el gran árbol de la casa Kim.

—No quiero molestar pero deberías usar esto—Namjoon había aparecido con una manta en manos. Hae Kyo sonrió, arreglándose el desordenado flequillo—Gracias Joonie.

El moreno sonrió hasta que los hoyuelos fueron perceptibles.

—No me llamabas así desde que éramos novios.

Hae Kyo ocultó su sonrojo desviando la mirada. Unos dedos largos le obligaron a retractarse mientras la tomaba por el mentón.

—Te he extrañado todo este tiempo, Hae.

Un beso cálido diseñado para borrar el sabor de la nostalgia. Hae Kyo quiso explicarse pero Namjoon ya se había alejado camino a la habitación. Solo ellos y los chicos, porque Kook se había ofrecido a llevar a Izumi a casa.

Aun recordaba la Navidad anterior cuando todo era más simple. Un jalón en su suéter la hizo salir de la especie de burbuja donde se había encerrado. Hanna estaba despierta y por lo visto había sido testigo de su beso con Namjoon. Hae Kyo tomó a la niña para dejar un beso sobre su coronilla, y aspirar la fragancia de su cabello. Su bebé ya estaba tan grande.

—¿Qué quieres para Navidad, Hanna? O debería preguntarle a JiHyun.

Se atrevió a cuestionar cuando evidentemente su hija no hacía algo sin razón. La pequeña miró a su madre antes de reparar en el estrujado dibujo que horas antes había terminado con la ayuda de su hermano. Par de hoyuelos se hicieron notar en sus mejillas cuando por fin obtuvo la respuesta.

—Quiero que no se vaya papá.

Para Song Hae Kyo aquella respuesta debió demoler el último de sus muros. En la ventana de los Kim la nieve volvía a tejer caprichosas siluetas con la forma de un único deseo: el de ser una familia.

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