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CAPÍTULO FINAL: Rises The Moon

«A veces los días parecen como si nunca fueran a terminar. El sol se burla de tí. Pero después de los días soleados, una cosa permanece igual. La luna sale.»

(Liana Flores, Rises the moon, 2019, 0m0s)

...

El lugar en el que estaba era amplio, frío y lúgubre. TaeHyung y HyeJin esperaban a su lado. En la mesa frente suyo había un cuerpo y sobre este una sábana blanca cubriéndolo gentilmente. Un escalofrío recorrió su espalda cuando un hombre se acercó y le dijo que guardara la calma.

Su mundo entero se derrumbó ante sus ojos en solo un instante. Kim NamJoon miró fijamente aquel rostro inerte. El rostro muerto de Min YoonGi.

Una a una las lágrimas empezaron a caer. Min YoonGi ya no existía más. No había manera de que pudiera volver a sus brazos algún día. Simplemente ya no era posible.

Su rostro húmedo fue acariciado por algo pequeño y suave. Las sábanas frías y rígidas le facilitaron la tarea de despertar. Abrió los ojos y se encontró con la mirada atenta de su pequeña JangMi. La niña parecía preocupada.

— ¿Papi estás triste? —preguntó ella, picando con su pequeño dedo el sitió exacto donde resbalaba una de sus lágrimas.

Con prisa, se limpió el rostro y le sonrió a su hija.

— No pasa nada, solo tuve un sueño.

— ¿Una pesadilla? —preguntó.

NamJoon asintió rápidamente. Una verdadera pesadilla. JangMi también asintió, comprendiendo bien lo que pasaba. Ella le sonrió y lo atrajo para dejarle un besito en la nariz. Él recibió con gusto los afectos de la niña y le alborotó el cabello. Ella se quejó entre risas.

— ¿Le puedo dar de comer a Guksu? —preguntó con entusiasmo.

— Claro —le dijo.

Ella aplaudió complacida, pero antes de marchar hacia el piso de abajo, agregó una solicitud más:

— ¿Y lo puedo llevar conmigo a casa de mamá?

JangMi realmente adoraba a Guksu. No podía culparla, ese gato gordo era muy fácil de amar. Inmediatamente negó a la petición de la niña.

— Sabes que a tu mamá no le gustan los animales.

La niña hizo un puchero, frunciendo el ceño al mismo tiempo que retorcía con nerviosismo la tela de su pijama. Un claro síntoma de ansiedad infantil. NamJoon se levantó y se apresuró a levantarla en brazos. La niña lo rechazó con hostilidad.

— JangMi, no seas grosera con papá.

Ella no respondió y en su lugar se fue de la habitación. NamJoon la vio bajar las escaleras enfurruñada, claramente aguantando las ganas de llorar. Suspiro con pesadez. Siempre que JangMi pasaba el fin de semana con él era la misma situación.

Si tan solo la madre de JangMi le permitiera tener una mascota las cosas serían diferentes. Pero qué podía esperar, si la misma causa de las ansiedades de su hija era la propia madre de esta.

NamJoon bajó detrás de ella, intentando apartar el malestar de sus pesadillas para poder concentrarse en los malestares de su niña.

No era que Kim NamJoon no quisiera hacer algo para remediar el deterioro emocional de JangMi, pero desde que su ex-esposa le pidiera el divorcio las cosas no marchaban bien la mayor parte del tiempo.

Con un acuerdo de custodia compartida tan excesivamente restrictivo como el que tenían respecto a la crianza de JangMi era casi imposible ponerse de acuerdo para absolutamente nada. Claro que NamJoon propuso que su hija fuera al psicólogo pero la madre de esta se negó.

Por supuesto, pudo haber apelado esa decisión frente a la corte. Sabía que los servicios sociales fallarían en su favor. Pero no pudo hacerlo porque también sabía que de ser así Moon ByulYi no dudaría en quitarle a su hija en definitiva. Pruebas le sobraban.

Si tan solo Kim NamJoon hubiese sido más listo, aquella mujer no tendría en su poder los chats y fotos que intercambió meses atrás con aquellos hombres homosexuales de dudosa reputación. En Corea engañar a tu esposa con otra mujer ya era penalizable, engañarla con otros hombres era ya cosa muy aparte. Suficiente para que no le dejarán ver a Kim JangMi por varios meses, sino es que años.

Solo por eso aguantaba. Porque podía soportar todo, excepto perder a su hija. El único ser junto a Guksu que lo mantenía cuerdo en esa maldita realidad suya.

Para ser sinceros, Kim NamJoon se reconocía a sí mismo el hecho de haber aguantado tantos años casado. Sinceramente, el día de su boda, se le cruzó por la cabeza no presentarse al altar. Por primera vez se dijo aquel día que era capaz de romper su promesa. Después de todo, tras siete meses de búsqueda Min YoonGi nunca apareció. No había motivos para honrar aquel trato con su padre, más lo hizo.

Lo hizo porque, para sorpresa de todos, incluso suya, ya había algo creciendo en el vientre de Moon ByulYi. ¿Cómo sucedió? Ciertamente estuvo demasiado ebrio esas veces como para recordarlo. Y claro, si de algo estaba seguro es que ese matrimonio no fue solo culpa suya, porque para esas fechas Moon ByulYi ya estaba más que enterada sobre Min YoonGi. Tal vez porque entre alucinaciones, mientras lo hacían, la llamó por ese nombre en lugar del suyo.

Claro, fue así como Kim JangMi fue concebida.

No iba a ser hipócrita y decir que quiso a su hija desde el primer momento en que supo de su existencia, porque realmente fue todo lo contrario. Pero nunca la culpo. No sería capaz de hacerlo, no sabiendo todo eso por lo que Min YoonGi había pasado.

Se acostumbró a la idea conforme el estómago de Moon ByulYi crecía mes con mes hasta que finalmente, el catorce de marzo de dos mil veinte, la vio nacer. A partir de ese día Kim NamJoon no tuvo ojos ni corazón para nadie que no fuera su hija. La amo profundamente desde ese instante. Podría no amar a su esposa pero a su hija le daría absolutamente todo de él, incluyendo su vida misma. En Kim JangMi encontró una nueva razón para vivir.

Ojalá no tuviera las manos atadas y pudiera hacer más por ella, empezando por alejarla de sus abuelos, maternos y abuela paterna, que la envenenaban diariamente con prejuicios y creencias que con esfuerzo él mantenía al límite. Igual, para su consuelo, al menos ya no debía preocuparse de su maldito padre. Kim ChanSung había muerto gracias a la pandemia.

Como fuera, Kim NamJoon siempre intentaba estar para su hija y consentirla en la medida de lo aceptable.

Perdido en sus pensamientos, casi se olvidó de la hora. Miro el reloj de la cocina. Ya estaban apretados de tiempo. Corrió a la nevera y preparó el desayuno para ambos, mientras que Guksu terminaba su plato de croquetas. Para cuando sirvió la mesa JangMi ya estaba de mucho mejor humor, sin embargo siguió insistiendo en llevarse a Guksu con ella.

NamJoon tuvo que ingeniarselas para convencerla y hacerla desistir. Las mentiras blancas desde hacía tiempo se habían vuelto su mejor aliado.

— Recuerda que esta es la casa de Guksu, y a los gatitos no les gusta cambiarse a lugares que no conocen —le dijo.

— Entonces quiero tener mi propio gatito.

— Cuando seas grande prometo que tendrás un gatito en casa de mamá..

— ¿Cuándo?

— Cuando crezcas.

— ¿Pero cuando? —insistió la niña, nuevamente comenzando a molestarse.

— Cuando tengas... —NamJoon lo pensó unos segundos—, cuando tengas diez años ¿Qué te parece?

La niña contempló la propuesta detenidamente, después, resignada, asintió en concordancia. NamJoon sonrió tranquilizado. Tenía cinco años más para convencer a Moon ByulYi. Apenas tiempo suficiente. El desayuno transcurrió sin más problemas.

Volvieron al piso superior de la casa. NamJoon se vistió y arregló primero, después se encargó de alistar a la niña con su uniforme y mochila. No tuvo que preocuparse de ponerle algún suéter. Recién eran las ocho de la mañana y el calor ya superaba los 21 grados afuera. Sería un día caluroso.

Cuando Moon ByulYi llamó a la puerta ambos ya estaban listos. No obstante JangMi lo detuvo antes de abrir la puerta, luego le entregó una carta hábilmente doblada en forma de un corazón, uno de sus muchos talentos heredados. NamJoon la recibió.

— ¿Qué es esto? —preguntó contento.

La niña sonrió con travesura, luego le hizo agacharse hasta su altura y lo abrazó.

— Feliz cumpleaños papi —dijo ella.

Casi lo había olvidado. Agosto doce, 2024. Era su cumpleaños número treinta y seis. Agradeció el obsequió y abrió la carta. Inmediatamente se encontró con un dibujo donde había una casa amarilla, un jardín con muchas flores, y en medio ellos tres sonriendo. JangMin, Guksu y él. Sin duda el mejor regalo de todos.

Guardo celosamente aquel regalo en su bolsillo y probablemente gracias esa hoja tuvo la suficiente fuerza para saludar a Moon ByulYi y entregarle a su hija, misma que no volvería a ver hasta el viernes en la noche. Su ex esposa ni siquiera lo miró, solo tomó a la niña, la subió al auto y la llevó a la escuela.

La misma rutina de cada lunes.

Y como cada lunes, Kim NamJoon condujo al trabajo, el cual ya no era en el hospital de ChungAng, sino en el Hospital de la Universidad Nacional de Seúl. Una de las mejores decisiones de su vida.

Cuando llegó al hospital hizo sus rondas matutinas. Visitó a varios de sus pacientes e incluso platicó con muchos de ellos. Los años le habían hecho más amable y más atento con las personas. Hasta podría decir que le había tomado amor a su profesión.

Poco después del mediodía, mientras esperaba la hora de su siguiente cita, una de las nuevas asistentes médicas apareció en su puerta, llamando con un suave toque sobre la puerta.

— ¿Sí? —preguntó cuando alzó la vista.

La joven mujer le hizo una reverencia y le sonrió alegremente.

— Tiene una visita en el lobby Doctor, ¿quiere que lo haga subir?

— ¿Quién me visita? —preguntó, curioso.

La chica revisó la tableta electrónica que llevaba sobre el brazo. Luego respondió:

— Min...Min YoonGi.

NamJoon se paralizó al instante, olvidando la manera correcta con la cual debía respirar. Un zumbido largo y agudo lo aturdió por varios segundos. Con esfuerzo se recompuso lo suficiente para preguntar:

— ¿Quién?

Necesitaba estar seguro de que había escuchado correctamente.

— Min YoonGi —repitió la muchacha.

¿Realmente estaba sucediendo? Con otro poco más de esfuerzo asintió e hizo que la asistente médica le permitiera subir a Min YoonGi. Habría bajado el mismo pero las piernas no le respondieron, obligándolo a permanecer sentado. No debieron pasar demasiados minutos, tal vez cinco por mucho. Cuando menos se dio cuenta la misma asistente ya estaba de vuelta.

— Aquí está el señor Min YoonGi, doctor.

La mujer se hizo unos pasos atrás y desde el otro lado, milimetro a milimetro, apareció el cuerpo de un hombre. Kim NamJoon se puso de pie y no parpadeó ni una sola vez, aun incapaz de creer que aquello estuviera sucediendo en la vida real. La mirada felina de Min YoonGi le sonrió con un brillo sin igual, ahora llevando el cabello ligeramente arreglado y lo suficientemente largo para cubrirle toda la nuca. Su ropa tampoco se veía mal, todo lo contrario, relucía.

Cuando su visitante estaba ya dentro de su oficina, la joven muchacha cerró la puerta, dándoles absoluta privacidad. Min YoonGi le hizo una media reverencia, saludándolo.

— Kim doctor —dijo este, sonriéndole gentilmente.

NamJoon aun no podía dar fe de lo que sus ojos tenían frente de él.

— YoonGi —fue lo único que alcanzó a responder.

Su corazón latía sin freno alguno. YoonGi se removió inquieto sobre sus pies. Inmediatamente NamJoon reaccionó y le ofreció asiento, sentándose al mismo tiempo que él.

— Me alegra volver a verte —dijo YoonGi.

— A mi también —respondió NamJoon, intentando calmar su acelerado latir—. Creí que no volvería a verte —confesó sin darte cuenta.

YoonGi miró a una de las esquinas de la mesa, avergonzado.

— Me disculpo por haberme ido de esa manera. No quería causarte más problemas.

NamJoon pensó en aquella última noche en la que se vieron. Sus memorias eran ya demasiado lejanas para recordarlas con nitidez. Sin embargo todas las emociones seguían siendo bastante claras. Todo el infierno que pasó aquel primer año sin YoonGi. Las preguntas vinieron rápidamente.

— ¿Dónde estuviste?

YoonGi lo miró a los ojos y se mordió el interior de la mejilla, pensando, sin duda alguna, en lo que iba a responderle. NamJoon solo quería saber la verdad.

— Antes de decirte, quiero que sepas que fue mi decisión. ¿De acuerdo? —dijo, y NamJoon asintió con tranquilidad—. Me escondí en el apartamento de Jeon JungKook, después, la noche de navidad, me llevó con él a Busan. Desde entonces vivo con ellos. Bueno, con su madre. El padre de JungKook enfermó por covid y murió.

Vaya.

— Mi padre también murió de covid.

— ¿En verdad? —preguntó Min YoonGi, el asintió—. Supongo que lo siento por tí.

— No lo hagas —le dijo.

Ambos se sonrieron con complicidad. Dios, cuánto había extrañado a Min YoonGi. De pronto, aun observándose en silencio, NamJoon recién notó la pequeña caja que Min YoonGi sostenía sobre sus rodillas. YoonGi se dio cuenta e inmediatamente se aclaró la garganta, colocando la caja sobre el escritorio.

— Te he traído un pastel de cumpleaños —dijo levemente sonrojado.

NamJoon observó la caja de la pastelería, sorprendido. Parecía un buen pastel, uno caro. Lo tomo apenado.

— No necesitabas comprarme nada —murmuro, aun sintiendo que todo eso era sumamente irreal.

YoonGi carraspeó.

— No lo compré, lo hice yo —dijo, luego agregó:— Lo hice para ti.

— Pero la caja...

— Es la marca de la cafetería de Lee SunHee. Trabajo allí.

NamJoon lo observó con detenimiento. Hacía años desde la última comida hecha por YoonGi. Contempló la caja entre confundido, entre sorprendido. YoonGi también noto eso y sonrió nerviosamente.

— Muchas cosas pasaron en estos cinco años. Incluso terminé la preparatoria y ahora estoy por terminar la universidad técnica en gastronomía. También he estado limpio por más de cuatro años aunque no he podido vencer el vicio del cigarro, aunque también supongo que de todos los males el menor es el mejor —dijo al reír gravemente.

Kim NamJoon había olvidado cómo se escuchaba ese maravilloso, maravillosisimo sonido. Lo disfruto tal como si estuviera escuchando la pieza de música más hermosa jamás compuesta. ¿Cómo fue capaz de sobrevivir todos esos años sin tales placeres?. Claro, Kim JangMi era la respuesta. Y como si Min YoonGi hubiera escuchado sus pensamientos, este encontró la fotografía de su hija en el escritorio detrás de NamJoon. Siguió su mirada, luego se devolvió hacia YoonGi.

— ¿Es tu hija?

— Sí, se llama Kim JangMi.

— Es idéntica a ti, incluso tiene los mismos hoyuelos —señaló YoonGi con diversión, NamJoon estuvo de acuerdo—. Excepto por los ojos.

Por supuesto, porque Kim JangMi tenía los mismos ojos de Moon ByulYi. Después de todo seguía siendo su madre. El ADN era caprichoso. NamJoon no quiso hablar de ello, en cambio las preguntas siguieron viniendo una tras otra, y entre todas, solo una le pareció importante.

— ¿Estás bien? —preguntó.

Min YoonGi lo miró fijamente. Aquel resplandor en su mirada se fue apagando lentamente. Por un instante temió lo peor. A YoonGi le tomó unos minutos poder responder.

— Estoy bien —aseguró el hombre más joven—. Y creo que estaré mucho mejor a futuro. Es decir, no puedo olvidar quien soy ni de dónde vengo. No nací por amor. No hubo una madre que me cuidara. Me hicieron cosas innombrables por las que ningún niño debería pasar —una lágrima resbaló por aquella blanca mejilla—. Me duele y me va a doler toda la vida. Ya lo acepté, es parte de mi. Pero creo que día con día me duele un poco menos y eso es suficiente para mi. Ahora tengo una vida nueva. Un trabajo donde hago lo que amo. Personas que me adoptaron y me hicieron parte de su propia pequeña familia. Soy feliz, estoy satisfecho. Me siento en paz, me siento suficiente.

Kim NamJoon recordó aquella tarde mucho años atrás, cuando se preguntó si algún día Min YoonGi podría ser feliz. Si podría él hacerlo feliz. Tal vez no fue él quien le ayudó a encontrar su camino pero definitivamente, después de escuchar eso, él también se sintió en paz. También se sintió satisfecho. Min YoonGi y él habían tomado caminos separados a la fuerza pero quizás eso fue lo mejor para ambos.

Él tenía a Kim JangMi y ya no podía imaginar una vida en la que no estuviera ella. Min YoonGi se tenía a sí mismo, lo que incluso era mucho más importante. Porque cualquiera podía amar a otros pero pocos tenían la bendición de poder amarse a sí mismos, y eso valía más que cualquier otra cosa en el mundo. Entonces fue feliz por YoonGi.

Verdadera e inmensamente feliz.

Por su rostro también cayó una lágrima. La limpió sin disimulo y sonrió. Nuevamente ambos quedaron en silencio. Unos segundos después, cuando recobró la compostura, Kim NamJoon volvió a hablar.

— ¿Cómo sabías que ahora trabajo aquí? —preguntó—. ¿Enviaste a Jeon JungKook a investigar? —rio.

Min YoonGi también se sonrió con él y se limpió el rostro.

— No tuve que hacerlo, saliste en las noticias recuerdas —YoonGi lo señaló y citó:— «La hazaña de la década: la cirugía de tronco encefálico más difícil en la historia de Corea del Sur»

Claro, debía ser. NamJoon sonrió sonrojado, avergonzado de sí mismo por el mayor logró de su vida profesional. Min YoonGi lo felicitó y el recibió con gusto los halagos. Por un instante se perdió en esa amplia sonrisa y en esos maravillosos ojos que volvían a mirarlo solo a él. El pecho le iba a explotar en cualquier momento. Quiso congelar ese momento y guardarlo para siempre. Pero no pudo.

Y aquel instante acabó más pronto de lo que hubiese deseado. Entonces Min YoonGi se levantó de su asiento. De nuevo aquel hombre se marchaba.

— Solo quería desearte feliz cumpleaños y poder saludarte una vez más.

NamJoon se levantó pero no fue capaz de acercarse a él. Su cuerpo no respondió

— ¿Volverás a Busan? —preguntó, no sabiendo qué clase de respuesta esperaba conseguir.

— Sí —dijo YoonGi—. Últimamente nos está yendo bastante bien en la cafetería, así que tenemos mucha gente. La verdad es que los he dejado cargados de trabajo por tomarme el día libre.

Sí, por supuesto. NamJoon comprendió la situación así que, con pesar, despidió a Min YoonGi, no sin antes agradecerle una vez más por el pastel. YoonGi le respondió con una sonrisa más amplia.

— Lo hice de tu chocolate favorito, hecho con sumo cuidado, nada de canela.

Aún lo recordaba,

— Gracias —dijo.

En ese instante YoonGi pareció recordar algo.

—¿Cómo está Guksu?

— Él está bien, mucho más gordo que cuando te fuiste.

YoonGi sonrió amplio y radiante.

— ¿Y Kim enfermero?.

— Al fin encontró a la indicada.

— Me alegro —dijo.

Luego Min YoonGi, tras una última reverencia, abandonó su oficina. Una vez más se fue pero esta vez Kim NamJoon tuvo la oportunidad de verlo caminar. Fue capaz de al menos despedirlo correctamente. Cuando sus piernas finalmente fallaron, tuvo que tomar asiento y recuperar el aliento que hasta ahora había contenido.

Los minutos pasaron rápidamente ¿Eso había sido todo? ¿Ese era el momento definitivo en que su historia terminaba? Kim NamJoon no se sintió conforme. Sí, por años se obligó a mantener apartado el recuerdo de YoonGi sin mucho éxito pero lo suficientemente bien para poder rehacer su vida. Pero ahora que había aparecido así, sin aviso, tal como esa noche en urgencias, no se sintió capaz de aceptar otro 'adiós' una vez más.

Miro la fotografía de JangMi. Tantas cosas habían pasado en estos largos cinco años. Cuantas más le pasaron a YoonGi. Él quería saber. Había tanto por contar y tanto más por escuchar. No, ese encuentro no bastaba, no era suficiente. Quería un poco más, tan solo un poco más. Miró la caja del pastel, en uno de los lados estaba impresa una dirección.

No. Seguía sin ser suficiente. Él quería más y lo quería en ese instante. Observó el reloj en su muñeca. Si se daba prisa, si corría un poco quizás...quizás... quizás.

Se levantó de la silla y caminó rápidamente hasta los elevadores. Estaba en el tercer piso y el elevador más cercano apenas venía por el séptimo piso. Sus piernas fueron más rápidas que su cabeza y lo llevaron escaleras abajo. Ya en el lobby busco en todas direcciones. Él ya no estaba allí.

Sus ojos fueron directamente al exterior y Kim NamJoon siguió su propio instinto. Corrió más allá del estacionamiento, más allá de la avenida, mucho más allá de la manzana. La desesperación se apoderó de él. A unos metros estaba el puente peatonal. Corrió hacia él y subió.

Cuando estuvo arriba finalmente lo vió, parado justo a la mitad del puente, fumando un cigarro. Camino directo hacia él y lo llamó. Min YoonGi volteó en su dirección, bajando el cigarrillo a uno de sus costados. Y no pensó en nada más que no fuera en él. Lo tomó de las mejillas y lo atrajó hacia él.

El aliento cálido de YoonGi abrazó gentilmente sus labios, besándolo. También había olvidado lo maravilloso que era besar a Min YoonGi. El sabor del tabaco inundó todos y cada uno de sus sentidos, embriagándolo por completo. Ni siquiera le importó cuando un grupo de personas pasó junto a ellos. En ese instante no podía pensar en nada que no fuera besar a Min YoonGi y colmarse de él hasta la más profunda saciedad.

Un gentil viento le acarició los vellos de su nuca mientras hundía sus dedos en las suaves hebras de cabello de YoonGi, resbalando por el dulce sudor de este. Lo sintió sonreír contra su boca y en respuesta sonrió también. En esta ocasión fuera a donde fuera Min YoonGi, Kim NamJoon lo seguiría.

Min YoonGi con su mano firme y áspera, le acarició su rostro. Fue esa la mayor de las dichas. Y en ese largo y profundo beso supo que Min YoonGi, esta vez, lo dejaría acompañarlo.

...

Rises The Moon

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