CAPÍTULO ESPECIAL: Shinunoga Ewa
«Espejo, espejito en la pared, ¿Quién podría darme el amor más eterno en el mundo? No hay necesidad de preguntar, porque es mi amado. Quiero que seas la última persona a la que vea, si tuviera que seguir estando lejos de ti, preferiría morir, preferiría morir. Te elijo a ti antes que a las tres comida del día, si tuviera que seguir estando lejos de ti, preferiría morir, preferiría morir. »
(Fujii Kaze, Shinunoga ewa, 2020, 0m36s)
Una nueva mañana y el despertador sonó como siempre a la misma hora. Estiró la mano, tomó el móvil y apagó la alarma mucho antes de abrir siquiera los ojos. Su mirada se enfocó en el techo gris de su habitación, después alzó la vista hasta la ventana detrás de él. La luz del día se colaba entre las rendijas de las persianas. De nuevo la misma escena, una y otra vez. Su vida era un constante copiar y pegar y aún así Min YoonGi había encontrado cierta paz en ello.
Se levantó tan pronto como sus piernas reaccionaron, sin darle tiempo a su pereza que constantemente repetía «cinco minutos más». No, simplemente alzó su peso sobre sí mismo y fue directo al baño. La imagen en el espejo se había vuelto gentil con el paso de los años. Ahora su cara era toda curvas y las ojeras que antes frecuentaban el contorno de su mirada vacía ya no estaban. Había ocasiones en las que, por mucho que se esforzaba en recordar su pasado «yo» simplemente ya no podía recordar la realidad de sus alucinaciones o incluso de sus pesadillas.
Las pesadillas, por supuesto, esas eran la única otra constante de su vida, que aunque no tan frecuentes seguían asaltando sus sueños de vez en cuando. Apretó los párpados con fuerza y ahuyentó los malos pensamientos con ese simple gesto. Abrió el grifo frente a él y se mojó la cara. El agua fría del lavabo fue suficiente para despertarlo por completo y comenzar un día más.
Al igual que cada mañana, YoonGi dobló el futon blanco sobre el que dormía y ya hecho un rollo lo dejó en una de las esquinas, al lado del librero lleno de novelas gráficas, libros y mangas. Se vistió con playera, camisa y jeans. Cruzó el pequeño apartamento y en la entrada se puso las zapatillas deportivas. El aire cálido de inicios de agosto dio de lleno contra su rostro, agitando sus cabellos oscuros.
De nuevo sería un día caluroso.
Min YoonGi bajó las escaleras de la azotea en la que vivía, una vez en la acera camino solo un par de calles cuesta abajo hasta llegar a la casa de Jeon Jungkook, sitio donde, al frente y unida a esta, se encontraba la cafetería de Lee SunHee. Aquella mujer lo recibió con una radiante sonrisa al cruzar la puerta lateral.
La puerta de empleados.
— Temprano como siempre —dijo ella mientras cortaba una lechuga verde y grande.
— Y usted sigue viniendo a cortar los vegetales a pesar de que le he dicho que yo puedo hacerlo, ajuma.
Ella rió quedito.
— No consigo quedarme en la cama por más que lo intento.
YoonGi negó agitando la cabeza de lado a lado mientras reía y se colocaba su mandil.
— Tal vez debería pedirle consejo a Jungkook, parece ser que hoy tampoco vendrá temprano como prometió —comentó YoonGi mientras iba al almacén por los demás insumos del día.
A lo lejos escuchó a Lee SunHee reír aun sin dejar de picar los vegetales. YoonGi volvió al frente del local con un costal de arroz y una caja llena de conservas, condimentos y harinas. También sacó de la nevera varias charolas de carne, empaques de queso y otros alimentos frescos. Antes de empezar a preparar los guisados y saltear los vegetales puso el horno semiindustrial a precalentar.
El resto de la mañana Min YoonGi se ocupó de lavar, cortar y cocinar verduras, carnes y panecillos. Hizo varias masas, dulces y saladas. Molió carne y batió varias clases de salsa, desde dulces hasta picantes. También, con ayuda de la señora SunHee, hizo tres recipientes grandes de kimchi.
Min YoonGi y SunHee no eran los únicos que atendían la cafetería, tenían un ayudante que se encargaba de la limpieza y el orden, más dos chicas universitarias para atender las mesas y la caja registradora. Además Jungkook, cuando venía de visita, también ayudaba o eso pretendía hacer, porque ciertamente, no importaba cuanto lo intentará, Jeon Tatuajes siempre hallaba la manera de estropear cualquier alimento que tocaran sus manos.
Como ese día que por alguna razón que Min YoonGi no alcanzó a comprender, Jeon JungKook decidió ponerle azúcar a una masa salada para pizza.
— Eres caso perdido —le había dicho YoonGi a JungKook mientras tomaba la bola pegajosa y la llevaba hasta el área de desechos.
— No fui yo quien tuvo la idea de ponerme a amasar esa cosa —reclamó Jeon tatuajes con los brazos cruzados.
YoonGi lo miró un segundo antes de responder:
— Es que exactamente solo tenias que hacer eso Kook, amasar.
— Es que estaba muy salada y creí que necesitaba más dulzura.
— Era una masa de pizza —repuso él, frunciendo el ceño—, se supone que así fuera, JungKook.
JungKook no dijo más y simplemente se limitó a seguir cortando vegetales no sin alejarse mucho de la supervisión de YoonGi y SunHee.
El día transcurrió con normalidad y por la tarde, cuando ya solo había pocos clientes y la mayoría pasaba por un café o por algún panquecito, YoonGi encendió el reproductor de música y dejó que una de sus listas favoritas (la única en realidad) sonara por los altavoces. Una canción suave y familiar inundó el lugar. Jungkook conocía bien esa melodía que, aunque fuera en otro idioma, sabía de sobra lo que decía y solo por eso observó con atención los movimientos de Min YoonGi desde una distancia prudente.
«...si tuviera que seguir estando lejos de ti, preferiría morir, preferiría morir... »
YoonGi no lo notó porque estaba demasiado concentrado en pesar y medir los ingredientes de su siguiente preparación. Y mientras el joven pálido rompía un huevo tras otro, colocándolos dentro de un bowl de cristal, no podía dejar de mirar el almanaque colgado en la pared con una fecha particular allí señalada. Once de agosto de dos mil veinticuatro.
— ¿Realmente irás? —escuchó a JungKook preguntar a sus espaldas.
Min YoonGi no volteó y siguió vertiendo los ingredientes sobre la mesa seguido de poner todo dentro de la batidora.
— Compré mi boleto la semana pasada —respondió, dejando en claro que sus intenciones seguían siendo las mismas desde tiempo atrás.
— ¿Te sientes listo para verlo nuevamente?
— Ya han pasado seis años, creo que es el momento.
— ¿Y sí él no está listo?
— Eso nadie podrá saberlo hasta que nos veamos.
JungKook asintió en silencio, aceptando que tenía razón en ello, no obstante su gesto preocupado no se desvaneció, por el contrario se hizo más evidente.
— NamJoon-ssi va odiarme a muerte —dijo el joven después de unos instantes.
Min YoonGi no pudo responder nada contra ello porque, lo más probable es que JungKook estuviera en lo cierto. Quizás NamJoon también lo odiará a él y ciertamente ninguno de los dos estaría en la posición de reprocharselo. Después de todo, ninguno había hecho las cosas de la mejor forma.
Si debía ser sincero, Jeon JungKook había intentado hacer las cosas correctamente, pero en su desesperación Min YoonGi no se lo había permitido, orillandolo a seguirle el juego.
Aquella noche en la que Kim NamJoon lo había encontrado en el club seguía siendo un recuerdo tormentoso en la memoria de Min YoonGi. A pesar de lo drogado que estaba en ese momento había sido capaz de llamar a una ambulancia para rescatar a Kim doctor de lo que parecía ser un fatídico final.
Con esfuerzos y un mínimo de calma había logrado contestar todas las preguntas que los paramédicos y doctores le habían realizado y también había llamado a Kim enfermero porque no sabía con quién más recurrir puesto que la familia de NamJoon no parecía ser una opción factible en su situación.
Min YoonGi espero tanto como pudo en la sala de urgencias sin embargo, cuando comprendió que todo lo que había sucedido había sido a causa suya y que si NamJoon sufría un daño permanente era por su culpa, no tuvo el valor necesario para quedarse y darle la cara a nadie. Pues en ese instante aceptó sin otro remedio que amaba a NamJoon más de lo que podía amar a nadie en absoluto jamás, y que aún así se las había arreglado para lastimarlo y joderlo de un modo horrible.
La conclusión a la que había llegado seguía siendo la misma. YoonGi estaba jodido, de basura vino y basura era su único final posible. Sin embargo aceptarlo no le hizo menos doloroso el dejar a NamJoon para el bien de este. Tomar tal decisión lo llevo a una profunda desesperación a la que no encontró solución.
No quería volver a las calles pero tampoco quería volver a un lugar donde solo causaría desgracias. Y en ese momento donde ya no supo qué más hacer llamo a Jeon Tatuajes desde un teléfono público a varias cuadras del hospital.
JungKook fue sumamente amable con él y no dudo ni siquiera un instante darle la mano y llevarlo consigo a su pequeño apartamento que no era más que un piso de una sola habitación más un baño. El joven alto claro que había insistido en llamar a NamJoon o al menos a Kim TaeHyung pero si no lo hizo fue porque Min YoonGi alt errado y entre lágrimas se arrastró a sus pies y le rogó por todo lo bueno en ese mundo que no lo hiciera.
Su amigo aceptó no decir nada y así lo cumplió por las siguientes semanas. Incluso no lo delató cuando se enteraron que la policía estaba en su búsqueda, al contrario, JungKook fue más cauteloso al respecto y se las ingenió para conseguirle un médico que le curará la herida del brazo y medicina para ayudarlo con la abstinencia.
Min YoonGi pasó todas esas semanas encerrado. A veces quería echarse para atrás con su decisión, sobre todo cuando JungKook volvía y le contaba del pobre estado de su querido Guksu quien al parecer también había logrado lastimar.
«No puedo volver, ambos estarán mejor sin mi que conmigo estorbandoles» respondía cada vez y aunque JungKook intentaba refutarlo el simplemente cerraba los ojos y se envolvía en las mantas de la cama que JungKook le compartía.
Y claro que hubo noches donde YoonGi no podía dejar de llorar mientras se golpeaba la cara porque era demasiado cobarde como para acabar con su vida de mierda y ya no aguantaba el dolor. Pero Jeon tatuajes nunca se rindió con él y abrazándolo con todas sus fuerzas impedía que se hiciera daño.
Esa fue su rutina diaria hasta que finalmente, dos días antes de nochebuena JungKook regresó con las buenas noticias de que NamJoon ya estaba bien y al fin sería dado alta. YoonGi, después de mucho tiempo, había sonreído aliviado. No dijo nada en realidad solo sonrió abrazándose así mismo antes de volver a llorar una vez más.
Fue entonces que JungKook con tono gentil pero firme le dijo que no podían seguir así, que no había manera sana ni realista en la que él pudiera permanecer encerrado allí más tiempo. YoonGi por supuesto, lo primero que pensó es que JungKook lo sacaría a la calle más no pudo equivocarse de peor manera que esa. Porque Jungkook no solo no lo sacó a patadas de su casa, sino que le ofreció mudarse a Busan a la casa de sus padres.
«Mamá es una mujer sana pero ya es grande» había comenzado a hablar JungKook mientras comían unos fideos instantáneos y unas salchichas fritas. «Papá ha estado un poco enfermo y no la puede ayudar en la cafetería. No puedo quedarme mucho tiempo con ellos y no podré volver para cuidarlos hasta las vacaciones de invierno. Si tú pudieras quedarte con ellos y trabajar en la cafetería no te faltaría techo y tampoco comida. Incluso pueden pagarte por tu trabajo y tú has dicho que eres bueno cocinando».
«No creo que tus padres estén de acuerdo con ello»
«Ha sido idea de mamá».
YoonGi no supo qué más decir al respecto por lo que simplemente había guardado silencio mientras JungKook le insistía en pensarlo. Él dijo que lo haría. A la mañana siguiente cuando se suponía que JungKook y TaeHyung lo estaban buscando en quien sabe que maldito sitio YoonGi se detuvo a pensarlo de verdad en serio.
Min YoonGi recordaba haberse mirado al espejo en varias ocasiones esa mañana. Su aspecto era el peor que hubiese tenido en toda su vida. Demacrado, delgado, con la piel acartonada y los ojos escondidos detrás de una maraña espantosa de cabello. Sus dedos una vez más estaban destrozados y sus labios rotos.
Había llorado mucho y también, en medio de un ataque de ansiedad, vomitado al menos unas tres veces. YoonGi se dijo una y otra vez que era mejor estar muerto, que así no le estorbaria a nadie y nadie saldría lastimado por su culpa nuevamente. Había intentado convencerse de que ponerle fin a su maldita vida de mierda sería por mucho la mejor forma para callar todo eso que le dolía. Y sin embargo no pudo hacerlo. A pesar de estar solo en esa habitación y tener los medios para hacerlo, no pudo. La cara en el espejo le dijo que podía aguantar una vez más. Sólo una y no más.
El Min YoonGi de su reflejo le rogó con una mirada silenciosa que aún no se rindiera con él. Qué aún podrían arreglar su desarmada vida si tan solo resistía un día más, sólo un día más.
Y así fue como lo había hecho. Decidió que podía aguantar un día más, empujándose con pies y manos contra la superficie lisa y resbalosa del abismo en el que estaba hundido para intentar salir, aferrado con dientes y uñas a cada pequeña grieta o saliente que encontraba en su realidad para escalar un peldaño a la vez de camino a una nueva mañana.
Jungkook le había sonreído con alivio y le prometió que estaría bien, qué él era fuerte y que podía hacerlo. Min YoonGi repitió las mismas palabras en su cabeza y se obligó a creer que realmente era fuerte, se aferró con su vida misma a esa idea hasta que le dolió el corazón. Y le siguió doliendo a la mañana siguiente y a la siguiente, día tras día, noche tras noche. A Min YoonGi le siguió doliendo vivir.
Dos días después, en navidad, cuando JungKook había vuelto y le dijo que NamJoon estaba bien, ambos tomaron las maletas y subieron al autobús que los llevó a Busan, lugar del que Min YoonGi, por su propia salud mental, decidió nunca volver.
Hasta ahora.
De nuevo miró a JungKook y aunque ninguno dijo nada ambos se sonrieron.
Ya entrada la noche y cerca de la hora de cerrar, YoonGi ya tenía un pastel horneado y relleno, mismo que guardo en la heladera y que terminó a la mañana siguiente a media madrugada.
Cuando salió de la cafetería recién amanecía y el aire frío le dió calma a su acelerada respiración que no frenó hasta subir al autobús. El reloj marcaba las seis y diez cuando comenzó su trayecto a Seúl.
Pasó medio viaje pensando en cómo sería su reencuentro con Kim NamJoon, que le diría y cómo se disculparía por sus acciones. Se preguntó varias veces si este se alegraría de verlo o si una vez más lo volvería a tratar con desprecio. Por un instante Min YoonGi considero que tal vez si era mala idea visitarlo solo así como así y que quizás era mejor si cortaba todo su plan ahí mismo. No obstante, realmente deseaba poder verlo en persona de nueva cuenta, pues aunque nunca se lo había dicho a nadie, seguía amando a Kim NamJoon del mismo modo en que lo vio por última vez en el hospital.
Intento no darle muchas vueltas y solo espero con calma el resto del viaje. Cuando llegó a Seúl solo tomó un taxi y con la caja del pastel en mano fue directo al Hospital de Universidad Nacional de Seúl. Y finalmente, en el momento que una de las asistentes médicas le dijo que podía subir no hubo más que hacer. Ya era tarde para arrepentirse.
Solo subió por elevador, camino el pasillo siguiendo a otra enfermera y finalmente allí estaban, los mismos ojos marrones de los que se había enamorado. Sonrió con tranquilidad y simplemente dijo:
— Kim doctor.
La voz de Kim NamJoon fue exactamente como la recordaba, pronunciando dulcemente "YoonGi" al responderle.
Al poco tiempo NamJoon le ofreció tomar asiento y él obedeció. A YoonGi le pareció que el tiempo no había pasado en lo absoluto salvo por tal vez un par de finas arrugas en los ojos de NamJoon y un fino muro que ahora los separaba.
Sin embargo, a pesar de ello, la conversación que tuvieron se sintió particularmente natural. Min YoonGi no supo explicarlo. Sólo supo que le habría gustado alargar esa charla un poco más no lo hizo porque todo lo que tenía que decir ya estaba dicho, y era el momento de irse.
Las cosas habían pasado, Kim NamJoon ahora tenía una hija y un nuevo trabajo y él también tenía una nueva vida que le gustaba allá en Busan. Los dos se sonrieron sinceramente felices por el otro y entonces Min YoonGi, tras una corta reverencia, decidió volver sobre sus mismos pasos.
Tras muchos años de espera, el pecho de YoonGi finalmente se sintió aliviado de un peso inmenso que no había sabido cómo dejar de cargar. Y aunque ahora podía estar en paz consigo mismo su corazón siguió anhelando algo que se dijo ya no podría tener. Entonces se sintió triste por tener que decir adiós una vez más en contra de su verdadera voluntad.
Kim NamJoon estaba bien sin él y no tenía derecho a arruinarlo.
Min YoonGi camino sin un rumbo en particular, sólo avanzó un par de cuadras y subió el puente peatonal de la avenida principal. Allí arriba, hipnotizado por la belleza de la vida que ahora sabía apreciar, a mitad de un ataque de ansiedad, encendió un cigarrillo e intentó tranquilizarse. Las cosas eran así y era momento de pasar página. ¿Entonces por qué se sentía tan inconforme con su decisión? ¿Realmente había vuelto solo para tener una despedida?
En el fondo él sabía lo que estaba buscando y aún así no fue capaz de hacerlo. ¿Cómo podría después de tantos años?
Quiso pensar en su nuevo futuro sin Kim NamJoon y quizás habría podido lograrlo de no ser por la voz de este llamándolo a unos metros de él. Sorprendido bajo el cigarro de su boca y lo vio acercarse a él casi como en cámara lenta. Aún así no pudo reaccionar cuando los labios de Kim doctor abrazaron los suyos. Suaves, firmes y gentiles como lo habían sido siempre para él.
En ese momento Min YoonGi volvió a casa y prefería morir antes que dejar su hogar otra vez.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro