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16

Para el día siguiente, Rosenkrauss nos indicó que había logrado alterar nuestras placas tal como había hecho con la de Maciel, así que podíamos andar libremente sin temer que nos persiguieran. De todas formas, debíamos guardar mucho cuidado.

Salimos como delincuentes, mirando hacia todos lados; subimos al auto y aceleré hasta la casa de Alejandra. Allí esperaba la sonrisa vacua de la SUSY con las manos enlazadas al frente. La observé con detenimiento, tampoco ella tenía motivos para preferir una u otra alternativa de futuro; seguiría inserta en este  tiempo pasara lo que pasara. Seguramente tampoco tenía gran noción de una existencia propia. No, el asesino era alguien que, por alguna razón, guardaba especial interés en viajar al futuro. ¿Quién? ¿Por qué?

Me pregunté si sería seguro dejar a Alejandra allí, pero ella, luego de enterarse de la naturaleza de Susy, concluyó en que la androide estaba allí para cuidarla; de otro modo, podría haberla hecho desaparecer en muchas oportunidades. Lo que no nos quedaba claro era la razón por la que «alguien» hubiera decidido cuidarla.

—Estará bien, no se preocupe —nos aseguró Susy. Y sonó creíble, así que aceleré y nos alejamos.

—Tal vez Alejandra sea una especie de Sarah Connor —bromeé.

—¡A esa sí la conozco! —exclamó Imotrid—. Vi la película con tía Nacha, ¿vio que no soy tan ignorante?

—Nunca dije que lo fueras, solo desconoces muchos clásicos, no solo del cine sino de la cultura en general, pero no es tu culpa, es tu generación que....

—¡Eh, eh, eh! No se meta con mi generación que yo no me meto con la suya, que si lo hago no le va a gustar. A ver si piensa que somos como somos porque queremos. No, señor, somos lo que hicieron de nosotros.

No estaba de acuerdo.

—Bueno, en este punto no discutiré contigo, tenemos cosas más importantes de qué ocuparnos.

—Es cierto. ¿Adónde vamos?

—A buscar al API. Creo que encontrándolo a él, encontraremos al asesino, aunque.... ¡Un momento! 

—¿Qué? 

—Nada, nada. —No podía compartirle lo que acababa de ocurrírseme. Ningún puntazo atravesó mi cabeza por lo que deduje que la intervención de Rosenkrauss en mi placa estaba dando resultados. Intuí que, tal vez, había equivocado mi anterior impresión con respecto a que el API fuera el culpable. Pero, me dije, quizá no estaba errado en cuanto quién era el Soldado venido del fututo. Tal vez él podría ayudarnos. Imotrid me miró como quien acaba de darse cuenta que tiene un loco a su lado. No le hice caso.

Al acercarnos a la caseta de la entrada, Luis nos recibió con su habitual cara de pocos amigos. Descendí del auto y, no sé si por precaución o por miedo —me inclino más por lo primero—, mi secretaria permaneció dentro con las ventanillas abiertas y el teléfono atento. Ya no teníamos problemas de respiración.

—¿Cómo está, Luis? —saludé caminando hacia él, que no se alejó demasiado de su puesto, pero sí separó sus piernas y relajó los brazos a los lados, actitud que me impresionó defensiva.

—No puede bajar del auto aquí —gruñó.

Necesitaba acercarme un poco más. Verificar si, como sospechaba, llevaba una placa en la cabeza. El tipo no pareció dispuesto a permitírmelo. Estiró un brazo en mi dirección enseñándome la palma de su mano.

—Solo quiero conversar contigo un momento, ¿puedo?

—No se acerque.

—De acuerdo. ¿Eres capaz de revelarme la verdad de tu origen? Tú ya sabes quién soy. También sabes que he viajado.

Sostuvo un corto silencio donde me escudriñó con atención.

—Si lo que quiere saber es si he asesinado a alguien, la respuesta es no.

—Lo sé. Y, el hecho es, que tal vez, aunque no lo sepas, puedes ayudarnos a descubrir quién está matando a estas personas. Yo creo que es alguien que no quiere que cambien las cosas e intenta impedirlo de la manera equivocada. ¿Qué dices? —Luis guardó silencio—. Para matar a esa gente, el asesino debió saber quiénes tenían placas colocadas y cómo quitarlas. Hasta donde sé, el único que sabe de eso es el doctor Rosenkrauss, ¿qué dices?

—No tengo permitido revelar información sensible. 

—Lo sé. Y cumples tus órdenes a rajatabla porque eres un soldado, ¿verdad? —Él calló—. ¿Quién te da las órdenes? ¿A quién respondes? ¿A Susy?

Ladeó un poco la cabeza, como los perros cuando intentan comprender algo. Noté un ligero desnivel en la piel, pero no estaba seguro de si era real o solo mis deseos de que fuera la dichosa placa.

—Las SUSY tienen un rango menor —dijo él.

—Entiendo. ¿Maciel? ¿Él es tu jefe?

—A usted no le sirve de nada conocer la identidad del Líder puesto que no es un asesino.

—Está en siglo XXXI, ¿verdad? —Él calló—. Allí hay gente que no está de acuerdo... Bueno, gente o... híbridos... ¿Eres un híbrido?

—No tengo permitido revelar información sensible.

A mi entender, las respuestas automáticas lo confirmaban. Era un API.

—Estos... seres del futuro que no están de acuerdo son los que forman la llamada «resistencia», ¿verdad? Y están en todos los tiempos, ahora, en los siglos venideros... ¿es así? —No respondió—. ¡Vamos, Luis! ¿Quién puede hacerte daño aquí? ¡Eres una especie de Robocop, ¿verdad? ¡Puedes enfrentarte a quien sea! ¡Nosotros, en cambio, somos simples mortales a los que las máquinas quieren exterminar, ayúdanos! 

En el instante en que lo dije, recordé las palabras de Lenny, la inteligencia que aparece en los móviles del siglo XXXI, acerca del pedido de ayuda de los humanos para salvar la raza. 

Luis me miró con firmeza y asintió. 

—Los disidentes quieren apresurar las cosas, pero la humanidad no está preparada para los cambios rápidos. 

—Y ¿por qué tendrían tanto apuro?

—Porque son mortales y se les acaba el tiempo. 

—¿Qué ganan quitando las placas a los Treinta y uno?

—Intentan encontrar la forma de viajar también implantándoselas a ellos mismos. No entienden que la tecnología que conocen hoy no es suficiente, entonces siguen y siguen, y no logran viajar.

—¿Por qué viajamos mi secertaria y yo?

—Porque fueron llevados, fueron escogidos por una SUSY e implantados por ella.

—¿Por qué?

—Para hallar al intruso que está generando problemas. 

—¿En el futuro?

Asintió con cautela y explicó:

—Si no saben de qué se trata, no pueden hallarlo.

—¿Y Rosenkrauss no puede hacer nada?

—No puede salir del búnker. Es al primero al que la disidencia quiere muerto. No se dan cuenta de que si él muere se terminan los viajes. Es el único que tiene la llave de los portales.

—Me han dicho que hay veintidós portales.

—Rosenkrauss es el único que ha viajado lo suficiente como para entender la tecnología. Los demás científicos apenas están comenzando a verlo.

—¿Podemos viajar también al pasado?

—Claro. Pero necesitan cambiar las coordenadas en las placas.

—Tengo entendido que un API de rango superior puede hacerlo. ¿Tu tienes ese rango?

Guardó silencio. Me di cuenta entonces de que no podía mentir. 

—¿Alguien te pidió que cambiaras sus coordenadas?

Ante su silencio volví a preguntar: 

—¿Tienes discernimiento? ¿Puedes decidir qué hacer en determinadas circunstancias?

—Sí.

—Pero no en todas, ¿verdad?

Su silencio habló por sí mismo, lo saludé y regresé al auto. 

—Es un API —confirmé a Imotrid. Ella asintió. Ya se lo esperaba—. Para asesinar, necesita que se lo ordenen. Y solo acepta órdenes de su líder.

—¿Quién es el líder?

—No lo sé. Está en el siglo XXXI.

—¿Adónde vamos ahora?

—A visitar a la asesina. La que está en este siglo.













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