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Capítulo único

**•̩̩͙✩•̩̩͙*˚ Risas en la Nieve ˚*•̩̩͙✩•̩̩͙*˚*



Ese día la luna brillaba fuerte en el cielo a pesar de las abundantes nubes que cursaban el firmamento, y las calles comenzaban a pintarse de blanco a causa de la primera nevada del año. Metió ambas manos en los bolsillos de su sudadera y se colocó la capucha, sintiendo el frío calarle los huesos. Suspiró soltando un ligero vaho y comenzó a caminar. No tenía una dirección específica, lo único que buscaba era un poco de tranquilidad de ese infierno al que llamaba hogar.

Sus pasos eran lentos debido a todo el dolor que sentía en el cuerpo, pero aún así se obligaba a caminar, esquivando a las personas que pasaban por su lado a paso veloz queriendo regresar a sus hogares. Pasó su lengua por el labio inferior sintiéndolo reseco y rasposo. Tal vez si su situación fuera diferente le preocuparía más arreglarse un poco, usar mascarillas para la piel o bálsamo labial para proteger sus belfos del frío. ¿Pero de que servía eso si su rostro siempre tenía un moretón diferente?

Una risa seca y sin deseos salió de su boca al ver como los que pasaban por su lado lo veían, criticándolo en silencio y mirándolo con ojos juzgadores por el hematoma violáceo en su rostro y su ojo morado. Probablemente pensaban que era un delincuente que se la pasaba metido en problemas, pero si supieran la verdad de seguro sentirían lástima por él.

Se encogió de hombros decidiendo ignorar las malas miradas y continuó caminando hasta que se encontró en un pequeño parque. Debido a la nieve y a la anterior llovizna, solo unas pocas personas estaban sentadas en los bancos, y otras iban hacia la fuente que estaba en el centro para tirar monedas o tomarse fotos. Habían también parejas admirando los diminutos copos de nieve caer, compartiendo el momento que quedaría como un recuerdo especial.

Se sentó en uno de los bancos más apartados, sintiendo la madera crujir un poco al tener su peso encima. Recostó su espalda e inspiró profundo, sintiendo una lágrima rodar por su mejilla. Esa fue la primera de muchas otras que vinieron más adelante. Deseaba desahogarse pero ni siquiera tenía con quien hacerlo, nadie iba a relacionarse con alguien que estuviera siempre lleno de heridas y moretones. Minutos después se limpió los ojos, con cuidado de no lastimarse el que estaba herido, sorbiendo la nariz y frotando sus palmas para calentarse las manos.

Estaba a punto de ponerse de pie para seguir deambulando cuando una risa dulce se coló en sus oídos. Se quedó quieto en el lugar, con una posición rígida mientras observaba a una pareja de chicos sentarse a dos bancos de donde él se encontraba. Bajó la cabeza y acomodó mejor su capucha, haciendo lo posible para que su rostro no se viera. Disimuladamente se giró para poder mirarlos, sonriendo levemente al ver esa cabellera rosada casi escondida debajo de aquel gorro blanco de lana.

A pesar del tiempo que había pasado sin verlo no pudo evitar que su corazón comenzara a bombear con fuerza y sus manos temblaran por los nervios. Inhaló con fuerza observando sus ojitos cerrarse mientras soltaba una carcajada, llevando una mano a su boca. Jimin siempre le parecía un lindo ángel cuando reía, es que desprendía tanta ternura al hacerlo que era imposible no pensarlo.

Lo observó de pies a cabeza, notando que se veía demasiado adorable con aquel abrigo beige que parecía ser dos tallas más grande, y aquel gorrito de lana que escondía la mayor parte de su lindo cabello rosa. Sus mejillas se veían un poquito más rellenas que antes y se encontraban enrojecidas, probablemente gracias al frío. Sacó su teléfono del bolsillo de sus jeans y observó la parte trasera, admirando la foto de ambos que tenía guardada en su funda. Acarició sobre el rostro del pelirrosa y volvió a mirarlo, suspirando triste al ver como parecía compartir unos caramelos con su acompañante.

Le extrañaba tanto, había estado sufriendo como nunca esos meses que han estado separados. Deseaba poder tenerlo nuevamente entre sus brazos, sentir ese aroma a vainilla proveniente de su cabello y besar nuevamente sus dulces labios. A pesar del tiempo que había pasado seguía amándolo, y aunque por circunstancias ajenas a él había tenido que dejarlo, eso no quería decir que su corazón no siguiera sientiendo esos desbordantes sentimientos por él. Se arrepentía tanto de no haber podido encontrar una solución mejor, pero si Jimin estaba feliz ahora, ya lo demás no importaba demasiado.

Se puso de pie, bajando la cabeza y rezando para que el chico no notara su presencia al marcharse, pues debía pasar frente a ellos para continuar su caminata. Pasó rápido sin levantar la cabeza del suelo, pero aún así no pudo pasar desapercibido para Jimin.

—¿Jungkook? —se puso de pie, intentando ver su rostro para confirmar que se trataba de él. El recién mencionado apretó los ojos con fuerza, exhalando pesadamente antes de quitarse la capucha y voltearse a mirarlo.

—Espera... ¿este es Jungkook? ¿Aquel Jungkook? —susurró el otro chico, pero no lo hizo tan bajo así que pudo escucharle.

—Sí eres tú, ¿cómo estás? —preguntó con una pequeña sonrisa, pero esta se borró al no obtener respuesta.

Notó los ojos rojos del contrario, lo que le dejó saber que había estado llorando. Además, solo llevaba una sudadera gris no muy gruesa, por lo que sus mejillas y nariz también se encontraban enrojecidas. Observó también que estaba un poco más delgado que cuando lo vio por última vez, y aquello hizo que su corazón se apretujara en su pecho. Jungkook nunca se había mostrado muy preocupado por su apariencia, a parte de siempre estar aseado y con ropa limpia, no creía que llegara a tener otra preocupación.

—¿No tienes frío? Esa sudadera es muy fina para la temperatura actual —le dijo en tono de regaño, recibiendo como respuesta un encogimiento de hombros. Rodó los ojos quitándose el gorrito, acercándose a Jungkook y poniéndose de puntillas para acomodarlo en su cabeza. También se encargó de organizar los mechones castaños para que no le molestaran en los ojos.

—No tenías que hacer eso —profirió Jungkook en un murmuro, sabiendo que Jimin solo lo hacía porque esa faceta protectora que tenía escondida en su interior siempre salía a la luz cuando se trataba de él. Jimin lo creía un niño solo porque era dos años menor que él.

—¿Quieres hablar? —articuló observando los hematomas en el rostro del más alto—. Podemos ir a comprar algo calentito, un café o ramen, para que entres en calor.

Bajó la cabeza sintiéndose avergonzado. Deseaba aceptar la propuesta y hablar con él, pero tenía miedo de que alguien los viera. Además, no tenía nada de dinero encima, su padre solo le daba muy poco cada varios meses para que se comprara ropa o zapatos cuando ya los que tenía estaban muy desgastados; y ni siquiera podía trabajar para ganar su propio dinero porque él era el encargado de las labores de la casa y su padre se lo había prohibido.

—Lo siento, y-yo debo irme. —Se relamió los labios y quiso continuar, pero el pelirrosa lo agarró del brazo para que no se marchara.

—Vamos, Kook, sabes que puedo percatarme enseguida cuando estás mintiendo. —Desde que lo conoció el castaño siempre había tenido esa costumbre de relamerse los labios cuando mentía, aprendió a identificarlo porque siempre lo hacía cuando le preguntaba por los golpes que tenía.

—Yo... no tengo dinero. —Tragó saliva jugando con sus dedos distraídamente.

—Yo te estoy invitando, Kook, no tienes que pagar nada —le reprochó, sonriendo en grande cuando los ojos grandes y brillantes del contrario se posaron en los suyos.

Jungkook tenía heterocromía, por lo que uno de sus irises era de un verde aceitunado, mientras el otro era de un gris claro, que si lo veías de lejos podía confundirse con azul.
Rendido ante la sonrisa del mayor, Jungkook terminó aceptando, dando solo un asentimiento leve. Jimin se volteó a mirar a su acompañante, que solo negó con la cabeza e hizo un ademán con la mano para que no se preocupara por él.

—Tomaré un taxi y me iré a casa, vete tranquilo.

—Gracias, Jinnie hyung —susurró abrazándolo y dándole un beso en la mejilla.

Jungkook frunció los labios sintiéndose herido ante la muestra de cariño, sin embargo, quiso aparentar que no le afectaba en nada, así que comenzó a caminar a paso lento, dándoles cierta privacidad para despedirse mejor. Esperó por el mayor un par de metros adelante, observando la nieve caer para evitar mirar hacia atrás.

—Ven, mi auto está por aquí —le indicó Jimin segundos después, pasando por su lado.

—¿Tienes auto?

—Sí, mis padres me lo regalaron hace dos meses —respondió con una sonrisa, señalando el auto que se encontraba a unos pocos pasos.

Jungkook pudo notar por su tono de voz y la emoción con la que habló, que a pesar de no ser un auto de lujo ni nada por el estilo, Jimin estaba agradecido por el esfuerzo de sus padres. El pelirrosa siempre fue muy cariñoso y hogareño, por eso le resultaba fácil sentir esa sensación acogedora y cálida cada vez que iba a cenar a su casa.

El camino a la cafetería fue corto, ninguno de los dos mencionó palabra alguna durante el trayecto, pero aún así estaban cómodos con el silencio. Al Jimin aparcar el menor no pudo evitar sentir una repentina nostalgia al ver el lugar. En esa cafetería fue que le confesó sus sentimientos a Jimin.
Lo miró neutral, recibiendo una pequeña sonrisa sin mostrar los dientes por parte del mayor. Entraron y una vez estuvieron sentados, un chico joven se acercó a entregarles el menú y recibir su orden.

—No me respondiste antes, pero me gustaría saber cómo has estado —preguntó una vez sus órdenes fueron tomadas y quedaron a solas nuevamente.

Jungkook se encogió de hombros como por tercera vez en la noche, logrando que Jimin soltara un suspiro cansino por su actitud tan evasiva.

—Estoy... simplemente estoy. No mal, pero tampoco bien... no sé si me entiendas.

—Lo comprendo, créeme. Pasé por lo mismo luego de que superé nuestra ruptura. Las primeras semanas fueron difíciles, pero ya después las emociones fueron descendiendo ¿sabes?

—Lamento si te hice daño, en serio. Me alegra ver que encontraste a alguien más.

—Si lo dices por Jin... él es solo un amigo, ¿está bien? No intentes desviar la conversación hacia mí —profirió serio, con los ojos entrecerrados—. Hay algo que siempre he querido saber y creo que tengo derecho de hacerlo —Jimin puso ambos codos sobre la mesa y dejó caer su cabeza sobre sus manos—. ¿Por qué me dejaste? Creo que estábamos en la mejor etapa de nuestra relación cuando decidiste terminar de pronto.

—Es difícil de explicar, pero no tuvo nada que ver contigo. El problema era yo, siempre fui yo.

—¿Tiene que ver con los golpes en tu cara? —cuestionó tomando su mano sobre la mesa, mirando con lástima los moretones que decoraban su rostro.

Bajó la cabeza tragando saliva audiblemente. Tal vez era hora de hablar ya y explicarle la razón por la cual había decidido poner fin a su relación. De todas formas ya cada uno había seguido con su vida y de nada servía seguir escondiéndole sus razones.

—Te voy a contar, pero por favor, no me interrumpas hasta que termine.

6 meses atrás.

—Te amo mucho, Kook.

—Yo también, Minnie.

Jimin se encontraba sobre su regazo a horcajadas, con los brazos cruzados sobre su nuca y dando besitos ocasionales en su rostro y cuello. Estaban sentados en el sofá de la sala de estar de la casa de los padres del pelirrosa, aprovechando que estaban solos para darse mimos libremente. Él sostenía firme la cadera del mayor, dejando caricias delicadas de vez en cuando.

—Debo irme ya, casi oscurece y mi padre debe estarse preguntando donde estoy.

—¿Cuándo me presentarás a tu padre? Casi llevamos un año de relación y aún no lo conozco —reclamó, más en forma de berrinche que por verdadero enojo.

—Pronto, ¿sí? Ahora déjame marcharme. —colocó sus manos sobre los glúteos del mayor, dando una pequeña nalgada a modo de broma.

—¡Mmm... no quiero que te vayas! —puchereó abrazándolo por la cintura con fuerza, sin ser consciente del dolor que le provocaba eso. Cerró los ojos aguantando en su garganta el quejido que quería salir de su boca.

—Me aplastas, Minnie. —Lo separó de su cuerpo llevando ambas manos a las mejillas abultadas del recién mencionado, pellizcándolas con cariño—. Nos vemos mañana, te amo.

Se despidieron con un beso corto pero apasionado, que los dejó a ambos deseando pasar juntos lo que quedaba del día. Sin embargo, apenas salió de la casa, el teléfono de Jungkook comenzó a sonar, marcando en la pantalla el nombre de su padre. Dejó que siguiera sonando mientras revisaba su abdomen, el cual estaba doliendo mucho por el apretón anterior que le había dado su novio. La marca morada de la patada que Jeon HeeSeok le había dado la mañana anterior destacaba bastante sobre el resto de su blanca piel.

Suspirando abatido comenzó a caminar hacia su hogar, deseando que el camino esa noche se hiciera más largo, tan solo un poco, para llegar más tarde a su casa. Intentaba permanecer fuera la mayor parte del tiempo, porque cuando estaba allí su padre se empeñaba en hacerle la vida imposible, recalcando sus defectos y castigándolo con golpes cada vez que "hacía algo mal".

No sabía la razón de tanta aversión hacia su persona, pero sospechaba que todo era a causa del abandono de su madre cuando tenía sólo siete añitos. Ella se había marchado de la casa sin mirar atrás, todo porque se había encontrado a otro hombre con una mejor estabilidad económica. HeeSeok había caído en depresión los primeros meses, pero luego de que se pasara todo el dolor la rabia había hecho acto de presencia. Rabia contra la mujer; rabia contra los retratos que para ese momento seguían colgados en las paredes de la casa; rabia contra su propio hijo, que significaba su único recuerdo de esa mujer luego de que se deshizo de todo lo que le hubiera pertenecido; rabia contra el mundo, en general.

Pasó casi una hora antes de que el jardín mal cuidado del frente de su casa entrara en su campo de visión. Abrió la reja mirando la puerta de madera entreabierta, por lo que tragó saliva audiblemente, sabiendo que su progenitor lo esperaba impaciente dentro. Después de tantas llamadas sin respuesta, lo más probable es que estuviera imaginando todas las retorcidas formas en las que dejaría su rostro y cuerpo marcados.

Se adentró, con el nerviosismo apoderándose lentamente de su cerebro, observando la casa a oscuras y en un silencio que pesó sobre sus hombros. Escuchó el sonido del interruptor y luego la luz repentina lo obligó a entrecerrar sus ojos.

—Veo que finalmente decidiste aparecer —señaló con voz gutural.

El tono que utilizó le ocasionó un escalofrío que recorrió toda su columna vertebral. El aspecto del hombre no era el mejor, su ropa y cabello estaban desaliñados y una botella de whisky casi vacía permanecía en su mano derecha. Dio un par de pasos hacia atrás cuando su progenitor hizo el intento de acercarse. Una risa seca y pujosa salió de la boca del hombre ante su acción.

—¿A veces me pregunto por qué tengo tan mala suerte? Debí haber sido el mismísimo Adolfo Hitler en mi vida pasada para que me jodieran tanto en esta vida.

Jungkook sintió una gota de sudor correr por su sien ante la mirada que le daba el mayor. Mordió su labio inferior con fuerza, sintiendo sus piernas temblorosas. El miedo que sentía por ese hombre ya no era algo normal.

—Una esposa malagradecida e infiel que me abandonó, dejándome con un mocoso por el que sentía un mínimo de cariño. —Él ya lo sabía, pero escucharle decir eso así, de esa manera tan cruda, le ocasionó mucho dolor—. Y ahora me castigan más todavía con un hijo marica, una vergüenza total. Debí haberle insistido más a esa perra para que abortara.

—N-no sé de que habla, padre.

—¡No me llames así! —gritó con furia, lanzando la botella en su dirección. Casi logra golpearlo, pero por suerte, sus rápidos reflejos lograron que la esquivara, estrellándose la botella contra la pared detrás de él, el sonido del cristal al romperse escuchándose como un eco ensordecedor en su oído—. Te vi, Jungkook. Tu noviecito subió las fotos a su Instagram y te etiquetó, mi querido hijo.

Cerró los ojos con fuerza sin poder refutar, culpándose por haber cedido a los pucheros de su novio y haberse creado esa estúpida cuenta meses atrás. Sin embargo, notó también con ello que su padre estaba más pendiente de su vida de lo que él creía, se había descuidado demasiado.

—Vas a quedar mañana con él y terminarás esa relación.

—No.

El hombre abrió exageradamente los ojos ante la negativa, pero después su expresión se ensombreció. Su rostro se tornó tenso, con las cejas fruncidas y los labios apretados en una línea delgada. Sus ojos se habían oscurecido, brillando con una mezcla de rabia y sorpresa ante su repentino coraje.

—¿Qué dijiste? —interrogó, acercándose paso lento.

—Yo lo amo, padre, no voy a terminar con él.

Las fosas nasales de HeeSeok se dilataban mientras inhalaba profundamente, como si intentara contener la ira que burbujeaba en su interior. Sus manos estaban cerradas en puños, los nudillos blanqueados por la presión. Cada movimiento que hacía parecía cargado de energía contenida, que cuando explotara causaría una gran destrucción.

—¡¿Te atreves a desobedecerme?! —lo agarró del cabello acercando sus rostros. Jungkook ahogó un jadeo de dolor en su graganta, observando los ojos chispeantes de ira de su progenitor—. Tienes hasta mañana en la tar-

El sonido de un celular cortó las palabras. HeeSeok bajó la mirada al bolsillo de su pantalón, de donde provenía el tono. Aún sujetando con fuerza su cabello sacó el teléfono de su bolsillo, soltando una risa seca y burlona al ver el nombre de contacto de su novio con un corazón al lado, probablemente Jimin quería asegurarse de que hubiera llegado sano y salvo a la casa.

Si supiera que ahí es donde menos a salvo se sentía...

—¿Es él? —cuestionó soltando una carcajada mientras se alejaba un poco de él. Intentó arrebatárselo, pero solo recibió un empujón que lo hizo trastabillar—. Así que "¿Minnie?"

—Devuélvemelo —exigió con voz temblorosa, viendo como ignoraba su petición y colgaba la llamada, para después lanzar el teléfono con una fuerza descomunal hacia el suelo y pisotearlo un par de veces—. ¡No!

Ya cansado por esa actitud tan maliciosa de su padre, decidió enfrentarlo, devolviendo el empujón que le había dado un momento antes y gritándole ya harto: —¡Déjame en paz!

El mayor no dudó en propiciarle un par de puñetazos en el rostro que lo hicieron caer al suelo, soltando un grito cuando al apoyar su antebrazo para no caer de cara, varios cristales de la botella que el mayor había estrellado contra la pared se incrustaron en su piel. Tembló en el lugar al levantar la mirada y ver la sonrisa ladina y los ojos oscuros de su padre sobre su cuerpo.

Se mordió el labio inferior al recibir una patada directo a su rostro, seguida por un par más que cayeron en su abdomen. Sollozó sintiendo doler con intensidad cada golpe, rogándole que se detuviera cuando sintió el sabor metálico de la sangre en su cavidad bucal.

—¡¿Vas a dejarlo o no?! —vociferó de tal manera que algunas gotas de saliva cayeron en su rostro. Negó con dificultad con la cabeza, reteniendo los sollozos como podía.

Sus ojos se abrieron exageradamente al ver la mirada enloquecida de HeeSeok dirigirse a los pedazos de cristal que quedaban en el piso. El hombre sonrió como nunca antes, alargando su brazo para tomar un pedazo grande en su manos y acercarlo a su cuello.

—Papá, p-por favor —tartamudeó, con abundantes lágrimas corriendo por sus mejillas ensangrentadas.

HeeSeok sin ningún tipo de contemplación terminó enterrando el cristal en el abdomen de su hijo, escuchándolo gritar adolorido; retorciéndolo en su interior solo para causarle más dolor y disfrutando de ver esa expresión angustiada en el rostro del menor.

—Si no terminas con él, le haré algo mucho peor que esto, ¿me escuchaste?

Asintió débilmente, sintiéndose mareado y con motas negras comenzando a nublar su vista. Lo último que pudo escuchar fue una sirena de policía y la risa de su padre.

[...]

Jimin mordió sus uñas con nerviosismo, marcando nuevamente el número de su novio, recibiendo la misma respuesta de parte de esa voz automatizada: "El número que llama está apagado o fuera del área de cobertura".

Habían pasado cinco días desde la última vez que supo algo de él, cosa que no era normal, pues solían mensajearse a diario. Le preocupaba que le hubiera sucedido algo malo, así que llenándose de valor se puso de pie, cambiando su pijama por una ropa casual y tomó prestado el auto de su padre para ir a ver a su novio. Había ido una sola vez a esa casa, donde habían pasado un par de horas completamente solos. Habían decidido ver una película, el menor sintiéndose tranquilo porque su padre había viajado por cuestiones de trabajo y no volvería hasta bien entrada la noche. Al final, en vez de ver la película, terminaron haciéndolo en su habitación hasta que la noche comenzó a caer.

Jimin nunca había tenido la oportunidad de ver al padre de Jungkook, y él parecía sentir cierta reserva en que lo conociera. Aún así su preocupación fue más grande, por lo que no dudó en tocar un par de veces la puerta de madera. Segundos después un hombre alto, de cabello castaño con algunas canas abriéndose paso apareció, mirándolo de arriba abajo de una manera que le causó un pequeño escalofrío; pero luego al verlo sonreír en su dirección se relajó un poco.

—Hola, mi nombre es Park Jimin. ¿Kook se encuentra? —hizo una leve reverencia en forma de saludo, un poco nervioso todavía.

—¡Oh! ¡Jungkook me ha hablado un montón sobre ti, me tienes muy enamorado a mi muchacho! —expresó con una falsa alegría que el contrario no fue capaz de notar. Jimin soltó una risita, sintiendo sus mejillas coloradas por las palabras del hombre—. Pasa, Jungkook está en su habitación.

Señaló el pasillo, caminando él adelante para mostrarle. Abrió la puerta sin siquiera tocar, viendo a su hijo con una sudadera negra y unos shorts, sentado en la cama con la espalda apoyada en la pared. El chico estaba entretenido dibujando en un cuaderno cuando escuchó la puerta abrirse. Alzó la cabeza, tragando saliva ante el nudo que se formó en su garganta al ver a Jimin, tan pequeño y vulnerable, justo detrás de su padre.

—Tu novio a venido a verte, hijo —tembló ante la forma en que HeeSeok había dicho aquello, como una clara advertencia de que si no terminaba con él las cosas se pondrían peor, y no solo para su persona—. Bueno, los dejaré solos.

Jimin le sonrió, creyendo que el señor Jeon era un hombre muy amable. Miró a su novio, queriendo dar un paso hacia adentro y acariciar los moretones en su rostro. Estaba acostumbrado a siempre verlo así, pero eso no calmaba la incertidumbre que abarcaba su pecho.

—No —la voz de Jungkook hizo que su padre se detuviera—. Vete, no quiero hablar contigo.

—Pero Kook...

—Que te marches, Jimin —espetó de forma seria.

—No te preguntaré más sobre tus golpes, así que no te pongas a la defensiva.

—Jungkook, esa no es manera de tratar a tu novio. —apretó los puños ante la mirada burlona de su progenitor—. Discúlpalo, Jimin, mi hijo tiene muchos problemas en la escuela, esa es la razón de sus moretones.

—No quiero seguir contigo, ¿bien? Terminamos.

Jimin negó con la cabeza queriendo pedir alguna explicación, pero al ver al menor volver a centrar su atención de nuevo en el cuaderno supo que ya no diría nada más. Sintió una mano en su hombro, por lo que se giró a mirar a HeeSeok, que lo observaba con una mueca apenada. Sorbió su nariz antes de dar media vuelta y marcharse de allí, sollozando y con lágrimas corriendo por sus mejillas cual cascada.

Actualmente

—¡¿Pero cómo es posible que no le hicieran nada?! —exclamó el pelirrosa con los puños apretados y claro desprecio en su voz.

—Todo quedó en que había sido asaltado en la entrada de la casa e intenté buscar la ayuda de mi padre —bufó molesto—. El salió conmigo en brazos, llorando y pidiendo ayuda "desesperado", uno de los oficiales que me interrogó me lo contó.

Jimin suspiró sintiéndose impotente ante el relato, doliéndole en el alma todo el sufrimiento que el menor había tenido que sobrellevar en silencio, solo. Incluso llegó a sentirse culpable por no notar la desafortunada situación que su ex-pareja vivía a diario, preguntándose a sí mismo porqué no le había insistido más sobre esos golpes que siempre tenía.

—Ellos llegaron porque uno de los vecinos hizo una llamada alegando que se escuchaban gritos en la casa, pero HeeSeok es muy astuto, dijo que había sido él quien había gritado al verme con ese aspecto, del que él fue el verdadero responsable.

—Déjame ayudarte, por favor.

—No, no quiero que te involucres en esto —se negó de inmediato.

—Yo aún te amo, Jungkook, y me duele mucho verte pasando por esto solo, déjame estar a tu lado.

Jungkook miró al suelo, sus manos temblando ligeramente mientras jugueteaba con los dedos. Una fría brisa nocturna se coló en el local acariciando su rostro, pero no podía sentirla; estaba atrapado en un torbellino de emociones que le hacía indiferente al ambiente.

—Jimin, no sé si podré salir de esto —murmuró, su voz siendo apenas un susurro, como si temiera que el viento se llevara sus palabras.

Jimin se acercó un poco más, su corazón latiendo con fuerza. Podía ver la lucha interna en el rostro de Jungkook. Era como si cada palabra que no decía pesara toneladas.

—Tienes que hacerlo —dijo Jimin con firmeza, sus ojos fijos en los del menor—. No estás solo. Yo... yo estoy aquí para ti. Siempre lo he estado.

Jungkook levantó la vista, y por un momento, sus ojos bicolor reflejaron la tormenta de confusión y dolor que llevaba dentro. Se sintió expuesto, como si Jimin pudiera leer cada uno de sus pensamientos más oscuros.

—Pero te lastimé. Terminé contigo sin razón aparente... y ahora, después de todo este tiempo, vuelvo a aparecer para llenarte el oído con mis problemas —se lamentó, sintiendo que cada palabra era un ladrillo que caía sobre su pecho.

—No se trata de eso —replicó, sacudiendo la cabeza—. Lo que hizo HeeSeok no es tu culpa. Te alejaste para protegerme, y yo... yo no entendí en ese momento lo que realmente pasaba.

Un silencio pesado se instaló entre ellos. Jungkook se pasó una mano por el cabello con frustración, sintiendo cómo la impotencia comenzaba a consumirlo.

—No quiero ser una carga para ti —admitió, su voz quebrándose un poco—. He aprendido a vivir con esto.

—Pero deberías poder vivir sin miedo —insistió Jimin, sintiendo como la rabia burbujeaba dentro de él al pensar en lo que había sufrido Jungkook—. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras ese tipo sigue haciéndote daño.

Jungkook lo miró fijamente y vio la determinación en los ojos de Jimin; y una chispa de esperanza brilló en sus propios ojos por primera vez en mucho tiempo.

—¿Qué propones? —preguntó con una mezcla de curiosidad y temor.

Jimin respiró hondo, su mente trabajando a mil por hora mientras imaginaba un futuro diferente para ambos.

—Haremos un plan —dijo finalmente, sintiendo como la adrenalina comenzaba a fluir por sus venas—. Hablaré con algunos amigos y buscaremos apoyo. Necesitamos pruebas contra HeeSeok. Si los vecinos vieron algo o escucharon gritos... eso puede ser suficiente.

La idea comenzó a tomar forma en la mente de Jungkook. Asintió lentamente, sintiendo que tal vez había una salida a su sufrimiento; una luz al final del túnel oscuro en el que había estado atrapado la mayor parte de su vida.

—No sé si estoy listo para enfrentar todo esto —admitió con sinceridad, su voz temblando ligeramente ante la magnitud de lo que estaban discutiendo. Jimin sonrió un poco, acariciando su brazo en un gesto reconfortante.

—Lo haremos juntos —prometió, su voz suave pero llena de fuerza—. No tienes que hacerlo solo esta vez.

En ese instante, Jungkook sintió que el peso del mundo comenzaba a levantarse ligeramente de sus hombros. Quizás había esperanza después de todo; quizás había una manera de sanar esas heridas, de ser rescatado.

Mientras ambos seguían hablando y aportando ideas para librarse de HeeSeok, el sonido de un teléfono rompió la tensión en el aire. Jungkook miró su pantalla y vio que era una llamada de un número desconocido. Su corazón se aceleró, una mezcla de preocupación y miedo llenando su pecho, si solo Jimin y HeeSeok tenían su número, ¿quien más podría ser, si a uno de ellos lo tenía enfrente?

—¿Contestarás? —preguntó Jimin, notando la expresión en el rostro de Jungkook.

Con un asentimiento nervioso, Jungkook deslizó el dedo sobre la pantalla y respondió.

—¿Hola? —profirió con voz trémula.

—¿Es usted Jeon Jungkook? —preguntó una voz seria al otro lado de la línea.

—Sí, soy yo —respondió, sintiendo que su estómago se encogía.

—Llamamos para informarle que HeeSeok fue ingresado en nuestra sala de emergencias. Ha sufrido un grave accidente; lo encontraron golpeado en las afueras de un bar y ahora está en cirugía debido a un coágulo de sangre en su cabeza.

Las palabras resonaron como un eco aterrador en la mente de Jungkook. La mezcla de emociones lo abrumó: miedo, confusión... y algo más que no quería reconocer.

—¿Accidente? ¿Golpeado? ¿Cómo... cómo sucedió? —logró preguntar, sintiéndose como si estuviera atrapado en una pesadilla.

—Lo sentimos, no tenemos todos los detalles. Solo sabemos que fue encontrado en un estado crítico. Necesitamos que venga al hospital lo antes posible para firmar algunos documentos y poder atenderlo debidamente —dijo la voz del otro lado, interrumpiendo sus pensamientos.

Jungkook se volvió hacia Jimin, quien lo miraba con preocupación.

—V-voy para allá —finalmente dijo, colgando la llamada con manos temblorosas.

—¿Qué pasó?

—HeeSeok... lo encontraron golpeado afuera de un bar. Está en cirugía —respondió Jungkook, sintiendo una extraña mezcla de emociones contradictorias. El pelirrosa frunció el ceño, sabiendo lo complicado que era todo esto para el menor.

—Debemos ir juntos. No puedes enfrentar esto solo —insistió Jimin, ya preparándose para salir.

Cuando llegaron al hospital, el ambiente era frío y el aroma extraño típico del lugar se coló por sus fosas nasales. El sonido de médicos y enfermeros corriendo de allá para acá, y personas llorando a algún familiar resonaba en el aire mientras se acercaban a la recepción.

—Soy Jeon Jungkook. Vine a ver a Jeon HeeSeok.

La enfermera lo miró con compasión y le indicó que esperara mientras buscaba información sobre el estado del paciente. El tiempo parecía detenerse mientras Jungkook sentía como cada segundo se alargaba interminablemente.
Finalmente, la enfermera regresó con una expresión seria en su rostro.

—HeeSeok está en cirugía ahora mismo. La situación es delicada —informó—. Les avisaremos tan pronto como tengamos noticias.

Jungkook sintió que le faltaba el aire y se sentó en la sala de espera junto a Jimin, quien tomó su mano en un gesto reconfortante.
En ese momento, a pesar de la culpabilidad que sentía por sus pensamientos, una oleada de alivio recorrió a Jungkook. Aunque sabía que debería sentir tristeza por la posible pérdida de alguien que había sido parte de su vida desde que tenía memoria, no podía evitar sentirse... tranquilo.

—Familiares de Jeon HeeSeok —llamó el médico unas horas después, y Jungkook enseguida se acercó, atento a lo que diría—. Lo lamento, el paciente no resistió la operación.

Alzó las cejas quedándose atónito ante la noticia, todo el ruido a su alrededor silenciándose en cuestión de un segundo. Las lágrimas se acumularon en sus orbes bicolor, corriendo por sus mejillas momentos después.

—Gracias... gracias por informarme —murmuró con voz baja mientras su ex-novio lo miraba con sorpresa y preocupación por su reacción.

Jimin a su lado puso una mano en su hombro, mirándolo con los labios fruncidos sin saber que hacer para consolarle. Le sorprendía que Jungkook estuviera dolido y triste por la muerte de un hombre que lo había maltratado y humillado tanto.

—Jimin... —el contrario lo abrazó con fuerza, escondiendo su rostro en su cuello mientras sollozaba en voz baja.

Después de doce años de maltratos, golpes, palabras hirientes y despectivas hacia su persona, esa presión arrolladora y acongojante en su pecho comenzaba a desaparecer, dando paso a una encantadora tranquilidad que lo hizo sonreír entre lágrimas.

—Soy libre, finalmente soy libre.

Jungkook sintió como la calidez de esa declaración comenzaba a envolverlo, y en un impulso, se apartó ligeramente de Jimin. Con una sonrisa tímida, pero llena de sinceridad, miró al pelirrosa a los ojos.

—Gracias por estar aquí —dijo con voz suave, dejando que la vulnerabilidad se asomara sin miedo.

Jimin sonrió, sintiendo que el peso de la tristeza se aligeraba. Se acercó un poco más y tomó las manos de Jungkook entre las suyas, mirándolo con ojos soñadores y brillantes.

—Siempre estaré aquí para ti. No importa lo que pase —respondió, y en ese instante, ambos se sintieron más conectados que nunca.

Sin pensarlo dos veces, Jungkook dio un paso adelante y abrazó a Jimin con fuerza, como si temiera que la repentina felicidad que sentía se desvaneciera. Jimin correspondió al abrazo, sintiendo como la energía positiva brotaba entre ellos. Era un momento lleno de ternura y complicidad, donde esa conexión que siempre habían tenido en el pasado, comenzaba a reavivarse nuevamente.

—¿Sabes? —dijo Jungkook mientras se separaban ligeramente—. Siento que puedo ser yo mismo ahora.

—Eso es genial —contestó Jimin, sonriendo—. Eres perfecto tal como eres.

Con esa declaración flotando en el aire, Jungkook sintió una oleada de confianza. Miró a Jimin y, en un arrebato de alegría, comenzó a reírse, una risa clara y contagiosa que resonó en el pasillo del hospital. Jimin no pudo evitar reír también, sintiendo que esa alegría era contagiosa. No tomaron en cuenta la mirada de las demás personas, era un momento solo de ellos, donde solo entre sí se comprendían.

En medio de sus risas, Jungkook se acercó aún más a Jimin. Sus miradas se encontraron y el mundo a su alrededor pareció desvanecerse por un instante. Sin pensarlo dos veces, Jungkook inclinó su cabeza y besó suavemente los labios del mayor. Fue un beso tierno y lleno de promesas; un símbolo de todo lo que había superado y de que esas cadenas invisibles que le arrastraban hasta el fondo, ya habían desaparecido.

Jimin respondió al beso con igual dulzura, sintiendo como sus corazones latían al unísono. Cuando finalmente se separaron, ambos sonrieron como si supieran que este era solo el comienzo de algo hermoso.

Y así, entre risas y miradas llenas de promesas, ambos comprendieron que habían dado un paso hacia un nuevo comienzo juntos.

Fin.

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