𝙶𝚄𝙴𝚁𝚁𝙰 𝙳𝙴𝙻 𝙸𝙽𝙵𝙸𝙽𝙸𝚃𝙾
—Peter, estoy exhausta. Déjame dormir un poco más.
Ignorando mi petición, siguió repartiendo tiernos y húmedos besos en mi cuello.
—Es que no tengo suficiente de ti —se explicó, su voz era ronca y profunda, señal de lo despierto que estaba aún después de haberlo hecho un par de veces antes de dormir.
Miré el reloj proyectado en el techo, justo arriba de nuestras cabezas. Eran las 10:00 de la mañana.
Solté un suspiro de gozo cuando sus labios bajaron por mi clavícula, acercándose a un área sensible para cualquier fémina. ¿Cómo resistirme a su toque, a sus caricias y encantos? Además, estábamos en la tapa que Rocket llamó "luna de miel", lo que después Peter me explicó con detalle que se trataba de los primeros meses de romance y pasión después de lo que en la Tierra llamaban "casarse".
Cuando dos zornianos se vinculan, prácticamente no pueden dejar de estar uno encima del otro por el descubrimiento de las nuevas emociones y experiencias. En ese punto nos encontrábamos nosotros. Tan sólo hace un mes que nos habíamos vinculado, haciendo de nuestra relación algo permanente y muy unido, que ni yo lograba entender todavía.
Era como estar conectados. Una mente para dos cuerpos. Él me amaba y me protegía, procuraba hacerme feliz todos los días, y el sentimiento era mutuo.
Inhalé al tiempo en que me apretujaba contra él, en un acto fingidamente inocente, que lo llevó a apoyar su mano sobre mi muslo, apartando el borde de su playera que yo usaba como única prenda para dormir. Esa acción me hizo escuchar el repentino golpeteo de su corazón.
Removí mi pie en una suave caricia por su pierna, subiendo y bajando, logrando que él se tensara. Era una costumbre que tenía para adormilarlo en la noche, pero en esos instantes lo había usado para demostrar algo más. Me estiré, rozándole a propósito, girando sobre la cama para darle la espalda.
Lo tomé del brazo para que él también se girara, dejando que mi espalda presionara contra su pecho. Pero no fue lo único que presioné, porque al acomodarme con un movimiento de cadera, quedé a la altura precisa. Jadeó, y sonreí complacida de qué sólo durmiera en su ropa interior.
Alcé mi pierna para rodearlo y en cierta forma, atraparlo. Lo tomé del cuello para acercarme a sus labios. Él no ponía ninguna resistencia, y movió sus labios en sincronía con los míos.
—Vesta —balbuceó ronco en mi boca, y yo gemí complacida de escucharlo rendirse sobre mi piel.
Me recorrió un escalofrío desde la punta de los pies hasta la cabeza, tensándome ante la vívida sensación que se presentaba entre mis piernas.
El beso se volvió casi hambreado, sus caricias eran tan suaves con sus manos grandes y rasposas, logrando hacerme arquear la espalda, con mi cuerpo ardiendo en busca de más.
Me recorrió desde el cuello hasta entre los muslos con los dedos, subiendo por la zona más sensible hasta llegar a la división de mis pechos. Me estremecí cuando bajó hacia mi vientre, y desde ahí Peter trazó un camino de besos que subían lentamente por mi piel rojiza, sacándome gemidos. Empezaba a formarse una fina capa de sudor sobre mi frente.
Solté un jadeo de alivio cuando se acomodó entre mis piernas. Sentí un ronroneo creciendo en mi garganta cuando puso sus antebrazos en cada lado de mi cabeza, quedándose encima de mí sin apoyar su peso del todo, dirigiéndome una mirada profunda con la que pude ver sus ojos oscuros, nublados por el deseo. Inhalaba y exhalaba ansiosamente.
Desesperada, levanté la cabeza sólo lo suficiente para atrapar sus labios con los míos, y él respiró con satisfacción y disfrute.
Tenía toda mi atención en aquel hombre que me acariciaba como si no hubiera fin, con su tacto erizando mi piel en zonas que ardían demasiado. Acomodó su miembro, rozando mi feminidad, y mordí su labio inferior cuando se hundió sin aviso, rápido y suave. Tuvo que seguirme besando para que de mi boca no se escapara un grito. Me conocía demasiado bien.
Gimoteé, cerrando los ojos de manera inconsciente con la ola de calor que me pegó al sentirlo moverse en mi interior. Gruñó, tensando todos sus músculos, y tembló, enterrando su cara en mi cuello. Entendía cómo se sentía, porque yo estaba igual. No lo soportaba. Lo necesitaba ahora, y él también.
Lo sentí moverse lento, y eso lo hizo todo mucho más intenso. Un movimiento más de cadera, un gemido alto de los dos y mis uñas se enterraron su espalda, cuando nuestros cuerpos se tensaron por completo. Dejé escapar un largo gemido junto con un gruñido proviniendo de lo más profundo de su pecho, ninguno se contuvo. No fuimos capaces.
Mi corazón golpeteaba con fuerza y rapidez mientras él se me unía al mar de sensaciones. Mi sistema nervioso tembló hasta que se sintió derrumbar.
Peter se dejó caer sobre mi cuerpo, pero no me causó daño alguno. Después de todo, aunque él odiaba que se lo recordara, yo era mucho más fuerte y resistente. Acaricié su cabello mientras él seguía jadeando en busca de aire y calma contra mi cuello. Su corazón brincaba en busca del mío.
—Joder, mi amor. Realmente estás hecha para dar puro placer.
—¡Peter! —le reprendí por sus palabras, dándole una palmada en su brazo.
Él rio entre dientes, dándome cosquillas en el cuello. Estaba completa y perdidamente enamorada de ese hombre.
—Vesta, ¿estás... ¡Ay! —Mantis exclamó y luego gritó horrorizada con todas sus fuerzas al vernos desnudos y en cama. Lo peor es que Peter seguía sobre y... dentro de mí.
—¡Mantis, deja de gritar y sal! —ordené.
Mantis, cubriéndose los ojos, dio media vuelta y salió corriendo despavorida. Segundos después escuché la fuerte y resonante risa de Drax desde la cocina.
—¡Dijiste que la estaba lastimando! —gritó Mantis con un llanto horrorizado.
—¡No puedo creer que cayeras! —gritó Drax entre carcajadas— ¡Deberías ver tu cara!
—Tienes que arreglar el seguro de la puerta hoy, Peter —exigí, con los dientes apretados.
Él sólo me veía con una tierna sonrisa, hasta que dejó un pequeño y casto beso en la punta de mi nariz.
—Sí, amor.
La furia que había llameado dentro de mí se controló. Sólo Peter causaba esa sensación de paz en mí. Lograba relajarme con su toque o su sonrisa. No necesitaba esforzarse para lograr que mis corajes y mis impulsos de golpear a Drax o a Rocket se mantuvieran a raya.
Pero no en esta ocasión. Drax tenía que dejar de jugar así con la inocencia Mantis.
—Ahora deja que me levante. Tengo que ir a darle una paliza a Drax por hacer que Mantis se haya traumatizado.
—Al menos fue Mantis y no Groot —se rio.
—Oh, no. Si hubiera sido Groot, créeme: Drax no tendría lengua ahora.
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