26. Trinity Cavasdottir
Peter me mantuvo abrazada a él todo el vuelo, evitando que pudiera resbalarme. La Milano nos esperaba en el cielo, preparada encender los propulsores en cuanto Peter y yo entráramos. La compuerta se abrió por la parte trasera. Drax estaba parado en la entrada, amarrado con un arnés y armado con un gran disparador.
Volamos en picada hacia arriba y cruzamos el umbral de la compuerta. Drax continuó apuntando, en caso de que nos atacaran, hasta que se cerró la puerta. Peter me soltó y ambos nos estabilizamos en pie antes de correr hacia el centro de controles, donde Rocket estaría piloteando.
—Peter, toma el mando. ¡Rocket, pulveriza a todo lo que se acerque! —ordené, sentándome en mi lugar.
—Menos mal que me robé la pieza de Prix. ¡Al final me salió gratis! —carcajeó Rocket.
Mantis estaba sentada en su silla, atrás de mí y al lado de Drax. Ella temblaba y se aferraba a los reposabrazos de su asiento, asegurada con cuatro cinturones para evitar que saliera volando. Era tan pequeña.
—Yo soy Groot.
—¿Encontraste el videojuego? —preguntó Drax relajadamente, sentándose atrás de Gamora y mirando a Groot, que iba sentado en el asiento que habíamos improvisado para él, entre Drax y Mantis.
—¿Dónde está la zorniana?
—En la sala médica —me respondió Gamora—. Tenía varias contusiones. ¡Nos persiguen!
Peter, ya sentado en el asiento de piloto y con el cinturón abrochado, había tomado el mando y estaba piloteando la nave. Viró repetidas veces, evitando los disparos de las naves de los raxis.
—¡Sí! —festejó Rocket— ¡Muéranse, lagartos!
—¿Nos están siguiendo lagartos? —preguntó Mantis, asustada.
—No por mucho —se rio Peter—. Sólo quedan tres.
La nave se sacudió. Esperaba que la zorniana estuviera consciente para poder sostenerse. Si Gamora la dejó en la camilla y se desmayó, debía estar en el suelo ahora.
—Oh, mierda —masculló Rocket—. Vienen más. El maldito Prix sí que tiene todo un ejército.
—Son transbordadores de carga. No están hechas para soportar el espacio por mucho tiempo —avisó Gamora, observando en su pantalla la cámara trasera de la nave—. Tenemos que salir de órbita.
—Hagámoslo entonces —ordené.
Peter elevó la nave. La presión del rompimiento del aire nos hizo pegarnos a los asientos. Odiaba los viajes agitados, aunque ya me estaba acostumbrando. Apenas cruzamos la órbita, Peter enderezó la nave y piloteó sin turbulencia.
—Despejado —confirmó Gamora, suspirando—. Nadie más nos sigue.
Suspiré también. Justo cuando dije que no quería peleas ni problemas. Aunque... esta vez fue por causa mía.
—Traza el camino hacia Xandar —le pedí—. Hasta que sepamos que hacer con ella, será mejor que estemos cerca de ahí. Es el lugar más seguro que se me ocurre.
Gamora asintió, tanteó en la pantalla de sus controles y, sin despegar la mirada, informó:
—Requiere de tres saltos. Tardaremos un día en llegar, pero estaremos ahí cuando sea de día.
—Vesta —me habló Drax a mis espaldas. Nadie se había levantado de su lugar todavía. Era como si estuvieran aturdidos—, ¿la chica es tu hija?
—¿Qué? —exclamó Rocket, volteándose sobre el hombro de su asiento. Peter lo imitó, frunciendo el ceño a Drax— ¿Cómo va a ser su hija, idiota? ¡Haz cálculos!
Drax se quedó mirando el espacio con los ojos entrecerrados y expresión pensativa, seguramente haciendo cálculos.
—Creí que los zornianos estaban extintos —comentó Mantis en voz baja.
—No —dije, negando con la cabeza—. Aún deben quedar algunos en el universo. Los que quedan deben haber sido exiliados por incumplir la ley, antes de que el planeta fuera destruido.
—¿Dices que ella es una criminal? —me preguntó Peter.
Formé una mueca con la boca, insegura.
—No lo sé, pero no me importa —determiné—. Es de mi especie. No podía dejarla ahí. ¿Recuerdas lo que dijo Rocket sobre lo valiosas que son las zornianas en el mercado negro? Obviamente Prix era realmente estúpido, o no sabía lo que ella era, si iba a matarla sólo por rasguñarle las manos y tratar de escapar.
—Yo soy Groot.
—No, no es una guerrera —respondí—. Al principio lo pensé, porque se había escapado de sus captores; pero no tenía la marca —expliqué, señalando la marca en mi cuello.
—¿Es una marca? Pensé que era un lunar.
Esta vez yo volteé a ver a Drax, incrédula. Él estaba comiendo de una bolsa plateada. Olfateé, identificando el olor a carne seca. Debía ser la carne del Yessepeti que había ido a buscar al mercado.
—Es la marca que se nos ponía al convertirnos oficialmente en guerreros, tras ganar el Tak'Sima. Es una runa que significa "guerrero" en nuestra lengua.
—¿Y no podría haber sido una de tus alumnas? —interrogó Peter.
—No —suspiré, un poco abatida por el recuerdo de los jóvenes que habían estado bajo mi protección el día de la masacre de Thanos—. Todos ellos murieron frente a mis ojos. Y si lo fuera, la reconocería. ¿Dijiste que está en la sala médica?
Gamora asintió.
Me deshice de los cinturones y me levanté, dirigiéndome a donde estaría la zorniana. Escuché a Peter siguiéndome, y me alcanzó cuando bajamos al primer nivel de la nave. Realmente no era una sala médica como tal, pero la camilla la habíamos adquirido en Flax, un planeta con negocios medicinales. Era tan avanzada que escaneaba el cuerpo e informaba los daños, tanto internos como externos, y recetaba las medicinas requeridas para la curación.
Peter me tomó la mano. Lo miré. Estaba ahí para apoyarme, sabía lo que significaba para mí encontrar a otro zorniano. Aunque no fuéramos familia, éramos de la misma especie. Ver mi mundo arder fue un gran trauma para mí, que aprendí a sobrellevar siempre y cuando me mantuviera distraída.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó una voz suave y baja.
La zorniana no estaba inconsciente, y estaba descansando sentada sobre la camilla médica. La sangre de su labio inferior ahora estaba seca. Sus grandes ojos amarillos mostraban miedo. Definitivamente no era una guerrera. Sentí pena por verla asustada. Era pequeña y delgada, joven.
—¿Qué dice? —me susurró Peter, inclinándose un poco para acercarse a mi oreja. Lo miré extrañada— Ella habla con gruñidos bajos.
—Oh —comprendí—. Debe ser su implante traductor. Tal vez esté dañado. ¿Puedes entenderlo?
—No, no le entiendo —dijo, mirándolo con desconfianza. Me miró de vuelta—. ¿Quiénes son?
—Soy Vesta Galdottir —me presenté, acercándome paso a paso con cautela. No quería aterrorizarla más—. Él es mi vinculado, Peter Quill Estás a salvo. No vamos a hacerte daño.
—¿Tu vinculado? —cuestionó, arqueando una ceja hacia Peter. Lo miró de arriba abajo, como si fuera algo extraño— Se ve débil y torpe.
No pude evitar reírme.
—Él es un terrícola —le expliqué. Ella formó una "o" con la boca, pero no dejó de verlo con abierta curiosidad—. No va a hacerte daño. No es más fuerte que tú, así que no tendrías que preocuparte por que te lastime.
—Oye —se quejó Peter, ofendido—. ¿No crees que podría contra ella?
—Lo siento, amor, pero no tendrías oportunidad ni contra un zorniano de diez años —admití, sonriendo divertida—. Los zornianos somos muy duros, ya te lo he dicho.
Él resopló, pero no me contradijo.
—Él habla gracioso —comentó, mirándome de nuevo—. Cambiaron mi implante traductor el día que me secuestraron. Por eso el terrícola y yo no podemos entendernos.
¿La habían secuestrado? ¿Significaba eso que no era una exiliada?
—¿Cuál es tu nombre?
—Trinity Cavasdottir. ¿Hay más zornianos en esta nave? ¿Con cuántos más vienes?
Quedé boquiabierta, incapaz de procesar la información. ¿Más zorns? ¿Acaso ella no estaba enterada?
—¿Cuántos años tienes? —opté por preguntar.
—Dieciocho. ¿Mis padres te enviaron a salvarme? ¿Te pagaron por buscarme?
Ella no era la única confundida. ¿Padres? ¿Ella tenía toda una familia? ¿De dónde había salido y cómo llegó a Gluttern Four?
Carraspeé, me acerqué a ella y me senté a su lado en la camilla médica. Ella no se exaltó ni se asustó. Eso me dijo que confiaba en nuestra especie. Ahora estaba segura que no era una exiliada. Una exiliada me hubiera atacado o me hubiera sobornado para llevarla de vuelta a Zorn, si todavía existiera nuestro mundo.
—¿Por qué no mejor primero me hablas sobre ti? Dime cómo llegaste a Gluttern Four.
Ella se estremeció. No me gustaba tener que hacerla revivir su trauma, pero era necesario. No quería decirle algo que podría alterarla. Me preguntaba si ella tendría alguna idea de lo que había sucedido en Zorn.
—Estaba en el planeta Veslor. Ya sabes, en nuestro asentamiento. Fui al centro de la ciudad para encontrarme con mi futuro vinculado... cuando unos alienígenas me tomaron y me pusieron en un transporte. Me mantuvieron en una jaula y terminé vendida a un alienígena rico que ya tenía otros esclavos.
—¿Esclavos zornianos?
Ella sacudió su cabeza.
—Eran varias mujeres de diferentes especies. El hombre que me compró estaba en un viaje de negocios cuando llegué a su casa. El jefe de esclavos me quitó mi traductor zorniano y me puso éste, me dio un resumen de lo que se esperaba de mí y me advirtió que hiciera todo lo que me dijeran si quería vivir. Me mantuvieron con una correa y un collar para asegurarse de que no pudiera escapar. Estuve allí unas semanas antes de que el hombre que me compró volviera.
La repulsión la hizo estremecerse. No podía imaginarme aquello. Era bien sabido que los zornianos se vinculaban con su primera pareja sexual. Vi sus ojos aguarse, a punto del llanto. Si ella fue violada, no volvería a tener sentimientos por ningún otro ser, ni siquiera por el que iba a ser su futuro vinculado.
—Deberías haberlo visto. Era horrible. Tenía cuatro patas y seis brazos. Me contaron muchas historias de horror sobre lo que me pasaría si actuara o me negara a recibir órdenes de nuestro amo. No quería terminar en una casa sexual siendo violada por docenas de alienígenas todos los días. El jefe de esclavos me dijo que era el segundo peor lugar donde una esclava podía terminar. También dijo que, como yo era de una especie conocida por su resistencia, podrían usarme cientos de veces. Yo le creí. Al menos, lo suficiente como para pensar que someterse a un alienígena sonaba mejor que a muchos. El extraterrestre que me compró regresó de su viaje. Entonces lo vi, y no pude dejar que me tocara. Se desnudó y me ordenó acostarme en la cama.
Trinity sacudió la cabeza. Apreté las manos en puños. ¿La había violado? ¿Estaba vinculada a ese asqueroso y deshonroso alienígena?
—La idea de permitirle gatear encima de mí era demasiado. Me volví y traté de huir de él. Eso lo molestó. Él agarró mi cadena y comenzó a tirar de mí hacia él, gritando sobre cómo lo haría más doloroso para mí. Así que luché más duro. Mientras luchaba contra él, se cayó y atravesó su cabeza con una estúpida pieza de escultura afilada en su habitación. Un horrible chirrido provino de él, y cuatro guardias se apresuraron a entrar en el dormitorio. Dos de ellos trataron de ayudarlo, y los otros dos me agarraron. Cuando los guardias intentaron sacarlo de la escultura afilada... su cabeza se desprendió.
—Bien —mascullé, asintiendo—. Eso significa que hay un comprador de esclavos menos. Me da orgullo que lo hayas matado. Hiciste bien, Trinity —le aseguré. Ella sonrió suavemente—. Continúa.
—Después de que el insecto alienígena murió, sus guardias estaban muy enojados. Se suponía que debían entregarme a las autoridades para mi ejecución. Uno de ellos dijo que deberían afirmar que su muerte fue un accidente y venderme para ganar dinero, ya que estaban sin trabajo. Los otros guardias estuvieron de acuerdo, y me vendieron a un lagarto.
—Prix —completé, entendiendo cómo había llegado a Gluttern Four—. Es un raxis.
—Esos rognwigs me arrojaron a una jaula en su nave. Si eso no fue lo suficientemente traumático, me golpearon con algo que parecía un bastón de choque para noquearme cada vez que me despertaba.
—¡Entendí esa palabra! —se enorgulleció Peter, interrumpiendo. Ambas lo miramos— Lo siento. Es que... sé lo que es un rognwig.
—No lo tomes a mal. No es que esté siendo desconsiderado. Recuerda que él no puede entenderte, no sabe lo que me estás diciendo —le recordé a Trinity, conteniéndome de sonreír por la ternura que me daba Peter.
—No hay problema —dijo, asintiendo—. Una mujer estaba en una jaula frente a mí. Ella se suicidó, ahorcándose con su ropa. Así que me hicieron desnudarme. Es una suerte que los raxis no sean sexualmente compatibles con los zornianos. Creí que iban a violarme cuando me vieran.
Tampoco era secreto que las zornianas desprendíamos una potente aura sexual, además de tener la fama de ser buenas para el acto y estar diseñadas fisiológicamente para dar y recibir placer. Por algo éramos tan valiosas y protegidas en Zorn, y tan codiciadas y difíciles de encontrar en el mercado negro.
—La siguiente vez que me desperté, un guardia se apiadó de mí y me dio esta cosa —masculló, señalando la túnica rasgada que llevaba—. Volvió a noquearme. Esta vez cuando desperté me dijeron que me habían comprado para trabajar en un burdel y que me quitara la ropa porque alguien había pagado para follarme. Tuve que luchar para salir de allí y luego, bueno, ya sabes el resto.
—Lo siento mucho, Trinity. Es horrible todo por lo que has tenido que pasar. Pero te prometo que estás a salvo ahora y ningún hombre en esta nave te hará daño ni te acosará. Aquí todos somos familia —aseguré, sonriéndole cálidamente. Ella asintió, confiando en mi palabra—. Podemos seguir esta plática después. Te diré quién soy y algunas preguntas que tengo. Por ahora creo que te vendrá bien un baño y ropa limpia.
Ella volvió a asentir.
—Gracias.
—No hay problema. Vamos, te llevaré a mi vieja cabina. Peter, ¿podrías despejar el pasillo? No quiero que nadie se le acerque a hacerle preguntas por ahora. Está cansada.
—Yo me encargo.
Ayudé a Trinity a bajarse de la camilla, dándole mi mano. Esperé a que se sintiera segura de estar bien cubierta con su túnica.
—¿Puedo preguntarte algo de la vinculación?
No había temas tabúes en Zorn. Hablar sobre la vinculación o el sexo no era algo vergonzoso o privado, como lo era para otras razas, como los terrícolas.
—Lo que quieras. Dime.
—¿Es verdad lo que dicen? ¿Que la espera vale la pena?
Fue instintivo. Esbocé una gran sonrisa y asentí frenéticamente. Peter era mi vida, mi compañero de vida. Él me hacía muy feliz, me protegía y me cuidaba, y siempre me atendía.
—Vincularme a Peter es la mejor decisión que he tomado.
Ella sonrió ilusionada.
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