24. Funeral Devastador
Cuando Rocket llegó a la nave con la cabeza gacha y los hombros caídos, me acerqué hasta él con pasos decididos y apresurados; busqué en la entrada de la nave, afuera incluso, pero no vi a nadie más.
—Rocket, ¿dónde está Peter? —pregunté. No obtuve respuesta— ¡Rocket, dime dónde está Peter!
Miré la cuenta regresiva en el tablero de la nave: cincuenta segundos. No iba a lograrlo.
—¡Rocket, dijiste que lo traerías de vuelta! ¡Rocket! ¿Dónde está?
Rocket negó con la cabeza. Groot, desde el suelo y con sus grandes ojos llenos de tristeza, señaló el planeta a punto de explotar.
—No —negué, sintiendo unas lágrimas nublándome la vista. De repente, los recuerdos de la destrucción de Zorn me nublaron. Perdí todo lo que conocía en un día. No iba a perder a lo que más amaba en un minuto—. No me iré sin él.
Cuando giré a tomar mi espada y volví a la entrada, sentí algo electrocutándome en la espalda, que terminó por tumbarme al piso y me paralizó como en la plaza de Xandar, cuando Gamora nos perseguía por el Orbe. No podía moverme. No podría ir por Peter.
o
En ningún momento solté la mano de Peter mientras veíamos el cuerpo de Yondu lleno de flores y sus juguetes favoritos. Yondu había muerto para salvar a Peter, había cumplido su palabra de traerlo de vuelta, y por ello le estaría eternamente agradecida.
—Le conté a Vesta cómo de niño solía pretender que David Hasselhoff era mi padre. Es un actor y cantante de la Tierra, alguien muy famoso. Yondu no tenía un coche parlante, pero sí una flecha voladora. No tenía la voz hermosa de un ángel, pero sí el silbido de uno —dijo Peter, con la voz rota y los ojos en el cuerpo de Yondu—. Yondu y David Hasselhoff fueron grandes aventureros y conquistaban bellas mujeres y peleaban con robots. Creo que David Hasselhoff terminó siendo mi padre después de todo. Sólo que fuiste tú, Yondu. Tuve un padre bastante genial. Lo que trato de decir es... que a veces lo que buscas toda tu vida está a tu lado todo el tiempo y no te das cuenta.
Una lágrima se resbaló por mi mejilla, sintiéndome mal por Peter perdiendo a quien apenas acababa a darse cuenta que en realidad fue su papá. Recliné mi cabeza sobre su hombro y él descansó la suya sobre la mía. Apreté su mano con cariño.
Dándole un funeral digno de un Devastador, nos despedimos de Yondu, dejándolo como cenizas de colores en el espacio. Cuando jalé a Peter para llevarlo a descansar en su habitación, Kraglin nos detuvo.
—Peter —lo llamó. Nos dimos vuelta para mirarlo, y él buscó en su bolsillo antes de sacar un pequeño objeto extraño—. El capitán lo encontró para ti en una tienda. Decía que tendrías que volver a casa en algún momento.
—¿Qué es? —preguntó Quill, confundido.
—Lo llaman Zune. Es lo que usan en la Tierra. Tiene trescientas canciones.
—¿Trescientas canciones? —exclamó, impresionado.
Kraglin asintió, despidiéndose en silencio, pero Peter lo llamó.
—Espera —igualmente buscó en su bolsillo y de él sacó una flecha: la de Yondu—. Rocket tomó las piezas y la rearmó —explicó, tendiéndosela—. Yondu querría que la tuvieras.
—Gracias —logró decir con voz quebrada. Recuperando la compostura, añadió:—. Capitanes.
Lo miré sorprendida, Peter apretó mi mano y lo miré. Me sonreía de lado con ternura. Boqueé, insegura sobre qué decir.
—Yo no...
—El capitán estaba feliz de que encontraras a alguien como ella. Me lo dijo cuando dejamos Xandar después de luchar contra Ronan. Mencionó que hacían buen equipo —confesó, antes de despedirse y desaparecer.
o
Peter se sentó en su cama con derrota, después de haber visto el cuerpo de Yondu ser quemado y pulverizado en el espacio. Cuando estuve por preguntarle si quería estar solo, él simplemente extendió su mano hacia mí.
Apenas le di la mano, él me jaló y me sentó en su regazo. Ocultó su rostro en mi cuello y lloró en silencio. Le acaricié el cabello y la espalda, recargando mi mejilla en su cabeza.
—No me dejes —pidió en susurro con su voz quebrada.
Sentí mi corazón estrujarse. Amaba tanto a Peter, me dolía saber que estaba triste y no podía hacer nada para repararlo, sólo acompañarlo y apoyarlo. Después de todo, era la que mejor entendía lo que significaba perder un padre tan repentinamente.
—Estaré contigo todo lo quieras —prometí.
—Siempre —dijo, inhalando y exhalando tranquilamente en mi cuello, dándome cosquillas—. Te quiero siempre.
Sonreí enternecida.
—Y yo a ti.
Tomé uno de sus auriculares, que venían más pequeños que los del walkman, y lo puse en mi oído. Escuchamos música un rato, y Groot nos acompañó, poniéndose en mi pierna y abrazando a Peter para darle su apoyo, y éste lo abrazó con su mano.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE
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