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23. Cinta adhesiva


El aterrizaje fue forzado, destruyendo casi la mitad de la nave, pero las armas lograron destruir la mayoría de las rocas en el camino. Ya estábamos en el centro. El núcleo de Ego parecía un cerebro, una esfera protegida con varias conexiones al resto del planeta.

—Debemos apurarnos —advirtió Mantis—. A Ego no le tomará mucho encontrarnos.

—¡Rocket, dispara!

En eso, un montón de láseres se juntaron en la punta de la nave y dispararon hacia el núcleo, destruyendo la capa protectora. Cuando me asomé por la parte que tenía la nave abierta, vi un montón de naves Soberanas aproximándose.

—Oh, mierda —mascullé.

Antes de advertirles, la nave viró para alejarse. Los pilotos ya se habían dado cuenta también. El láser se apagó de inmediato. La nave fue piloteada en diferentes direcciones para evitar a los soberanos y sus disparos. Sin embargo, ante el movimiento tan brusco, tanto Gamora como Mantis, Drax y yo caímos de la nave hasta el suelo. Por suerte, logré caer de pie con las rodillas flexionadas, a diferencia del resto. Todo alrededor se veía como si fuera a desmoronarse. La energía de Ego corría por todos lados.

—Ya viene —advirtió Mantis con temor.

—¿No dijiste que podías hacerlo dormir? —preguntó Drax.

—Sólo cuando él quiere. Es muy poderoso —explicó con miedo—. ¡No puedo!

—¡Tú no tienes que creer en ti misma! —dijo Drax— ¡Porque yo creo en ti!

Mantis lo miró insegura, pero cuando la forma del rostro de Ego se materializó con la energía que corría en el planeta fue motivación para que se agachara y metiera su mano en una grieta, tocando una de sus extensiones. Cuando una bola de energía se agrupó y rodó hacia nosotros, Mantis gritó fuerte y claro:

—¡Duerme!

La energía se esfumó en ese instante.

—Nunca la creí capaz de lograrlo.

Incrédulas, Gamora y yo volteamos a verlo.

—No sé por cuánto más pueda detenerlo —casi lloró.

Las naves Soberanas seguían disparando y siguiendo a la nave de Yondu. Desde donde estábamos, no podíamos hacer nada, más que apoyar a Mantis para que siguiera durmiendo a Ego.

—¡Vesta! —gritó Peter, acercándose con los propulsores de sus botas— ¿Tienes cinta?

—¿Qué? —grité de vuelta, sin entenderle.

—¡Cinta adhesiva!

—¿Qué demonios es eso? —grité desesperada.

El ruido de los disparos estaba empezando a aturdirme.

—Pregúntale que si la cinta de papel le sirve —me dijo Drax, acercándose.

—¡Peter! —grité— ¡Drax pregunta que si la cinta de papel te sirve!

—¡Sí, sí, ésa me sirve!

—Dice que sí —respondí a Drax, esperando a que me extendiera lo que sea que la cinta de papel fuera.

—No tengo —contestó inocente.

Lo miré con el ceño fruncido.

—¿Estás bromeando? ¿Entonces para que preguntas si le sirve, si no tienes? —exclamé, antes de bufar y mirar a Peter, quien todavía volaba a lo lejos— ¡Dice que no tiene!

—¿Y entonces por qué...? ¡Ouch! —se quejó.

El resto de lo que dijo no lo entendí.

Cuando giré para ver cómo iba Yondu con Nébula en la nave, la ansiedad me recorrió el cuerpo. Las naves Soberanas los rodeaban y estaban por atacarlos. Mi corazón se detuvo cuando vi a Peter ahí dentro. Algo debió suceder entonces, porque de la nada las bombas láser que Rocket había manejado antes comenzaron a disparar sin control y puntería fija. Todas las naves fueron destruidas en segundos, pero también la de Yondu terminó por explotar.

Me congelé ahí mismo, mis ojos dolieron por mirar todo con tanta rapidez, esperando divisar a Peter en alguna parte. No me di cuenta de que estaba gritando hasta que mi garganta empezó a dolerme y vi a Peter bajando con Yondu a su lado.

En el instante en que Peter aterrizó, corrí hacia él y me lancé a sus brazos. Apenas logró atraparme y se tambaleó un poco, pero me agarró firmemente y me aferró a él. Con mis brazos rodeando su cuello y hombros, dejé unos cuantos besos en su cuello, sin que nadie más lo notara.

—Eres un rognwig —murmuré—. No vuelvas a asustarme así.

Peter sonrió y me dio un beso tierno en mi pelo.

—Creí que habíamos acordado que la rognwig eras tú.

Me reí contra su hombro y asentí con la cabeza. Me dejó libre y me separé de él para mirar a los demás.

—¿Y ahora qué? —preguntó Rocket llegando en el aire.

Nadie pudo responder. Un pedazo de metal de alguna nave golpeó a Mantis en la cabeza, haciendo que cayera al suelo y Ego despertara.

—¡Mantis, cuidado! —le advirtió Drax demasiado tarde.

La energía de Ego había regresado y se notaba en los alrededores por la luz iluminando el lugar.

—Drax, toma a Mantis —ordené.

—¿Cuánto falta para que la bomba explote? —preguntó Peter, consciente de que el tiempo era poco.

—En el extraño caso de que Groot no nos mate a todos, aproximadamente seis minutos —contestó Rocket.

El piso en el que estábamos comenzó a quebrarse, y todo lo demás le siguió. Una brecha de abrió, dejándonos ver el cielo por encima de nuestras cabezas. Una vía de escape ideal.

—Kraglin, necesitamos el cuadrante para una extracción —ordenó Yondu a través de un comunicador—. T menos cinco minutos.

—Alguien debe estar en la cima cuando llegue Kraglin —hablé, mirando hacia el cielo—. Drax, vete con Mantis —ordené, quitándole un aéreo traje propulsor a Peter y poniéndoselo a Drax en la espalda.

—¡Mis pezones! —se quejó mientras comenzaba a volar hacia la brecha.

Cuando el suelo empezó a quebrarse, Gamora cayó.

—¡Gamora! —grité, y me eché hacia atrás para tomar vuelo e ir por ella, pero Nébula se adelantó y Peter me detuvo.

Rocket y Yondu aún estaban de pie, aunque el suelo bajo nosotros no era estable. Tentáculos de energía y una formación de rocas le daban una forma a Ego.

—Vamos, Peter, sé que no es lo que quieres —dijo Ego—. ¿Qué clase de padre sería si dejo que tomes esta decisión?

—Lo siento, pero la única persona que puede decirme qué hacer es Vesta —gruñó Peter, jalándome hacia él para evitar que una de las extensiones de energía de Ego me golpeara.

Saqué mi espada y empecé a cortar cada una de las extensiones que se me acercaba, pero nada era suficiente. Yondu intentaba usar su flecha para lo mismo, pero Ego se fortalecía más y más.

—Pronto, Peter, seremos todo lo que hay. ¡Así que deja de hacerme enfadar! —exigió.

Estábamos perdiendo la batalla. Un tentáculo que salió del suelo debajo de mí me tomó por las piernas, encerrándome e inmovilizándome. Sin nada más qué hacer cuando terminó por cubrirme hasta el cuello, observé cómo el cuerpo de Ego se formaba hueso a hueso.

—¡Vesta! —gritó Peter con un tono de desesperación y angustia.

—Te dije que no quiero hacerlo solo —dijo Ego, caminando hacia Peter. Cuando Peter quiso correr hacia mí, un tentáculo de energía le atravesó el pecho, sacándole un grito de dolor—. No puedes negar el propósito que te concedió el universo.

Gruñí frustrada por la imposibilidad de ayudar a Peter.

—No tiene que ser así, Peter —siguió hablando—. ¿Por qué destruyes nuestra oportunidad? Basta de fingir ser quien no eres. Uno en millones. Es más, en billones. ¿Qué sentido mayor puede ofrecerte la vida?

—¡No uso la mente para lanzar la flecha, muchacho! —gritó Yondu, llamando la atención de Peter— ¡Uso mi... corazón...! —apenas logró decirlo cuando el tentáculo terminó por cubrirle el rostro.

Desde donde estaba, sonreí al ver cómo Peter formaba sus manos en puños; la energía empezó a salir por todo su cuerpo. Después, cayó al suelo, llegando a cada rincón.

—No deberías haber matado a mi madre ni aplastado mi walkman y mucho menos atacar a mi vinculada —gruñó entre dientes.

Agrandé mi sonrisa con orgullo cuando Peter logró deshacerse de los tentáculos de Ego, voló hacia él y lo golpeó con pedazos de roca que encontraba en el camino. Tanto Yondu como yo fuimos liberados y en eso llegó Rocket con Groot en su hombro, quien celebró al verme.

—¡Yondu, Vesta, estamos a punto de explotar! —gritó desde el aire, volando con su aéreo traje y propulsores.

—Vayan a la nave —dijo Yondu.

—No me iré sin Peter —negué.

Rocket abrió la boca para hablar, pero Yondu se le adelantó.

—Nosotros nos encargaremos de llevar a Peter, chica. Te doy mi palabra —prometió—. Vete adelantando. Asegúrate de que todos estén ahí y dile a Kraglin que despegue.

Dudosa, miré de uno a otro, pero no me sentí segura hasta que Rocket asintió y me extendió una mochila con propulsores. Miré la mochila y luego a él, finalmente cediendo.

—Bien —acepté sin muchas ganas, deseando no tener que dejar a Peter—. Los veré en la nave.

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