20. El planeta de Ego
Debía admitir que el planeta de Ego era en verdad hermoso. Todo era verde, con muchos otros colores complementando para hacerlo brillar bajo la luz amarilla de su propio sol. No pude evitar sonreír ante lo mágico que era el lugar. Realmente quitaba el aliento. Era como un sueño, algo irreal.
—Bienvenidos a mi mundo —dijo Ego, dándole la espalda a su mundo para mirarnos con los brazos alzados y una sonrisa amigable en su rostro.
—Vaya —dijo Peter, tan sorprendido como los demás—. ¿Tienes tu propio planeta?
—Bueno —dijo, dándose vuelta otra vez. Peter y Mantis iban detrás de él, y hasta el final estábamos Gamora, Drax y yo—, no es más grande que la luna de la Tierra.
—Humildad —comentó Drax—. Me gusta. Yo también soy extraordinariamente humilde.
La plataforma blanca, parte de la nave de Ego, siguió avanzando lentamente y nos permitió admirar más tiempo su planeta. Unas esferas de agua colorida flotaban a nuestro alrededor, como si quisieran darnos la bienvenida. Una de ellas que se acercó a mí, se rompió y se dividió en muchas esferas pequeñas cuando la toqué con mi dedo. No pude evitar reírme tontamente. Era como magia.
Sentí una ola de calor en el pecho, conmovida, cuando miré a Peter. Tenía la boca abierta con sorpresa, parecía absorto, sin creerse todo lo que pasaba a su alrededor. Se veía feliz y emocionado, como un niño pequeño, lleno de ilusiones y sueños por cumplir.
Deseé con todas mis fuerzas tener el valor para acercarme y besarlo, porque tenía tantas ganas de hacerlo. Sin embargo, el miedo a que me rechazara me lo impidió. Desde lo ocurrido con Mantis, no me había ni siquiera mirado. Me ignoraba por completo, y eso me rompía en dos por dentro.
Finalmente, la plataforma se detuvo y formó un pequeño puente con la entrada de lo que parecía un castillo, invitándonos a pasar. Lo primero que vimos en la entrada fue una fuente con peces nadando en el agua flotante, y al pasar por ahí fue cuando Gamora preguntó:
—Tienes un planeta y puedes destruir docenas de naves sin un traje espacial. ¿Qué eres, exactamente?
—Soy eso a lo que llaman un celestial, dulzura —respondió con simpleza, avanzando junto con Mantis.
No fui la única en detener el paso, ni tampoco la única aturdida como para procesar la información y seguir caminando.
—Un celestial... ¿como un Dios?
—Con "d" minúscula, hijo. Al menos en los días en los que me siento humilde como Drax —contestó sonriente, casi divertido.
Cuando Ego entró al castillo con Mantis, Gamora se dio media vuelta y me miró con una ceja arqueada. Su expresión fue suficiente para comprender su preocupación. Era bastante desconfiada, y al parecer no le agradaba la idea de estar con un celestial, sin ninguna forma de irnos sin ayuda.
Sólo asentí con la cabeza, tratando calmarla. Era el padre de Peter, debíamos tener un poco de fe. Estaríamos bien. Teníamos que estarlo.
—Rocket no le tomará más de un día arreglar la nave. Tranquila —le dije en voz baja al pasar a su lado. Con suerte, eso la calmaría.
Al subir el montón de escalones que nos llevaron hasta la entrada, las puertas se abrieron y nos dejaron ver un interior todavía más esplendoroso. Casi todo brillaba en dorado y toques azules.
Caminamos por un largo pasillo con varios espacios en medio, como lagunas vacías, y frente a esas lagunas vacías, cada tantos pasos, habían pequeñas cápsulas con la misma forma que su nave, abiertas y mostrando algo que ayudó a que Ego explicara su existencia.
—No sé exactamente de dónde provengo. Lo primero que recuerdo es un titileo.
Al haberlo dicho, la proyección de un cerebro con conexiones brilló simultáneamente.
—A la deriva en el cosmos, completamente solo. Durante millones de años, aprendí a controlar las moléculas que me rodeaban. Me volví más listo y más fuerte.
Lo que parecían moléculas alrededor del cerebro se juntaron para formar una capa que lo cubrió. Después, nos guió a otra cápsula igual y en ella se vio cómo ese mismo cerebro, ya cubierto por la capa gris, crecía con muchas más capaz hasta volverse un verdadero planeta.
—Y seguí construyendo desde ahí, capa por capa. El mismo planeta por el que caminan en este momento. Pero quería más —continuó, mirando a Peter con sentimientos encontrados en sus ojos, casi cristalinos—. Deseaba... sentido —explicó, luego siguió caminando hacia otra cápsula—. "Debe haber alguna forma de vida en el universo aparte de mí", pensé. Entonces, decidí buscarla —señaló a la cápsula donde se detuvo—. Creé vida biológica como la imaginaba hasta el mínimo detalle.
En la cápsula, de la tierra se formó un cuerpo humano, con músculos y huesos, hasta tener ropa y cabello.
—¿Hiciste un pene?
—¡Drax! —exclamó Peter incrédulo.
—¿Qué es lo que está mal contigo? —casi gritó Gamora, mirándolo con desaprobación y casi asco.
Suspiré y puse los brazos en jarra.
—Drax —lo llamé con calma, haciendo que me mirara—. ¿Recuerdas lo que platicamos? Otros seres no se sienten cómodos hablando abiertamente de su sexualidad y su cuerpo.
—Sólo digo que, si él es un planeta, ¿cómo podría hacer un bebé con su madre? —me insistió, frunciendo el ceño con confusión— ¡La hubiera aplastado!
—Drax, ¡no quiero oír cómo mis padres...!
—¿Por qué? —se extrañó Drax, con el ceño fruncido— Mi padre contaba cómo embarazó a mi madre cada solsticio de invierno. Y el padre de Vesta le contaba cómo se vinculó a su madre cada aniversario.
Peter y Gamora nos miraron asqueados.
—Oigan, nosotros respetamos su cultura vergonzosa, respeten la nuestra —pedí, cruzándome de hombros—. Ustedes sí que se avergüenzan de todo lo natural. Acéptenlo: el sexo es normal, un pene es normal. ¡Es parte de la vida!
—Es asqueroso —declaró Gamora, negando.
—¡Es hermoso! —contradijo Drax, notablemente ofendido. Me miró con desesperación y señaló a Peter y Gamora— Ellos sí que son raros.
—Sí, Drax —habló Ego—. Tengo un pene.
—¡Ajá! —gritó victoria— ¡Gracias!
—Y no está mal —añadió—. También tengo receptores de dolor y un sistema digestivo y todo lo que lo acompaña. Quería experimentar lo que significa realmente ser humano mientras salía de viaje por las estrellas, hasta que encontré lo que buscaba. Vida —señaló lo que otra cápsula mostraba: él encontrándose con una niña de piel purpúrea que sostenía un juguete—. Después de todo, no estaba solo en el universo.
Noté a Peter nervioso, tanteando la idea de si sería bueno decir lo que quería decir. Quise animarlo, hacerle saber que lo apoyaba, pero en su lugar lo hizo Gamora. Bajé la mirada, algo dolida. Odiaba que Peter me ignorara. Lo que tanto temía que sucediera, ya estaba pasando.
—¿Cuándo conociste a mi madre?
—No mucho después —respondió, formando una leve sonrisa con cariño en sus ojos. Nos guió a una cápsula más, mostrándonos un abrazo entre él y la madre de Peter, una mujer rubia y aparentemente bella. No pude evitar sonreír, maravillada ante el amor que se mostraba en esa proyección—. Fue con Meredith con quien por primera vez experimenté el amor. Yo la llamaba mi lirio de río. Y de ese amor, Peter... saliste tú.
El vientre de Meredith se iluminó, con un pequeño bebé formándose dentro de él.
—Te busqué durante tanto tiempo. Y cuando oí sobre un hombre de la Tierra que sostenía una gema del infinito sin morir, supe que debías ser el hijo de la mujer que amé.
—Si la amabas —murmuró Quill, decepcionado—, ¿por qué la dejaste?
Ego abrió la boca para responder, pero no fue capaz de soltar palabra, asustando más a Peter, haciendo que se molestara más. Y su padre nunca respondió.
—Sígueme —le pidió, en su lugar—. Mantis, ¿por qué no les enseñas nuestro jardín?
Peter, sin mirar atrás, lo siguió por una puerta, desapareciendo con su padre de nuestra vista. Mantis nos miró, con sus manos unidas frente a ella.
—Acompáñenme.
Gamora decidió quedarse, pero Drax y yo seguimos a Mantis. Nos llevó fuera del castillo, mostrándonos el jardín del castillo. Había muchos estanques con flores flotando encima, y el atardecer estaba brillante y en su mejor punto. Drax se sentó y Mantis le siguió. Los imité poco después, sentándome entre ambos.
—Te lo dije, Drax —murmuré, mirando el agua cristalina de los estanques.
Drax me miró sin comprender.
—¿A qué te refieres?
Tuve la sensación de algo impidiéndome respirar en el pecho. No estaba acostumbrada a llorar, y dolía. Ahogué un sollozo que me lastimó todo el cuerpo. Mi corazón se estrujó ante el sentimiento.
—Me rechazó —murmuré con la voz quebrada—. Sabía que no me quería de la misma forma..., pero no creí que fuera a dolerme tanto.
Drax pasó su brazo por mis hombros, intentando consolarme, y me acercó a él en un abrazo. No me atreví a soltar ninguna lágrima a pesar de sentir mis ojos escocer y la vista nublada.
Sentí una delicada mano ponerse en mi brazo y supe que era Mantis. La dejé, porque ya no importaba. Mis sentimientos por Peter solían ser mi único secreto. No importaba qué sintiera, ya no podría afectar nada. Peter no me amaba como yo a él.
—Lo siento —sollozó Mantis.
La escuché llorar y vi por el rabillo del ojo cómo se limpiaba su cara mojada de lágrimas.
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