17. Naves soberanas
—¿En qué estabas pensando? —le gritó Peter una vez que se sentó en la silla de piloto que había junto a Rocket, se puso los cinturones de seguridad y empezó a manejar la nave.
—¡Viejo, eran demasiado fáciles de robar! —se excusó Rocket con diversión.
Rodé los ojos y me senté en la silla que estaba al lado de la de Gamora y detrás de la de Peter. Groot brincó del respaldo del asiento de Rocket hasta el suelo para llegar junto a mí, a lo que yo le acerqué mi pie para que escalara. Una vez que me puse los cinturones de seguridad, Groot se sentó en mi hombro y usó una tira de la chaqueta como cinturón.
—¿Eso vas a decir en tu defensa? —le reclamé— Gamora, busca el planeta más cercano.
La zehoberei asintió con la cabeza y comenzó a buscar en la pantalla de los controles.
—¡Vamos! Tú viste cómo esa reina pretenciosa trató a tu novio —se quejó Rocket en respuesta— ¡Le enseñé una lección!
—¡Oh, disculpa! —habló Peter con sarcasmo— No me di cuenta de que tu motivación era altruista. Es de verdad una pena que ellos malinterpretaran tu intención y ahora estén tratando de matarnos.
—¡Exacto! —exclamó Rocket.
Gruñí. ¿Cómo podía ser tan irresponsable? En lugar de ir directo a Xandar para cobrar una recompensa, ahora éramos fugitivos de los soberanos por culpa suya.
—¡Estaba siendo sarcástico! —gritó Peter desesperado.
—¡Ay, no! ¡Se supone que debes usar una voz sarcástica! ¡Ahora me veo estúpido!
—¡Dejen de pelear y concéntrense en sacarnos de aquí, par de idiotas! —rugí estresada, logrando silencio entre ambos.
No me gustaba la idea de estar siendo atacada por naves que nos rodeaban en el espacio. ¿Qué acaso era yo la única preocupada?
—Necesitas enseñarme a gritar así —me dijo Gamora en un suspiro de alivio por el silencio momentáneo que logré obtener, sin despegar la mirada de su pantalla.
—¡Se acercan más! —avisó Peter.
Una flota masiva de naves venía directamente hacia nosotros.
—¡Bien! ¡Quiero matar algunos tipos! —celebró Rocket, antes de proceder a gritar con emoción y furia.
Los disparos empezaron, explotando docenas de naves en sólo unos segundos. Sin embargo, más y más aparecían constantemente.
—No estás matando a nadie, Rocket —avisé, rodando los ojos—. Todas esas naves están siendo piloteadas desde su planeta. Los soberanos no se sacrifican en ningún ataque o batalla. Son demasiado cobardes hasta para salir de su planeta.
Rocket resopló con decepción.
—Oh, no —murmuró Gamora, al ver que la flota de naves empezaba a disparar mucho más que antes.
Rocket disparaba mientras Peter piloteaba, quien daba piruetas y se las arregló para salir ileso, hasta que una nave nos dio en la parte trasera de la nave.
—Gamora, ¿cuál es el planeta habitable más cercano?
—Berhert —me respondió, deslizando la página de su pantalla hacia la mía. Leí la información con dificultad, ya que la nave no dejaba de moverse—. Sólo requiere de un salto, pero el acceso está cuarenta y siete clics de distancia, y tenemos que cruzar ese campo de asteroides cuánticos.
Peter ni siquiera lo dudó y giró la nave en dirección al montón de asteroides flotando en el espacio, que desaparecían y volvían a aparecer en un lugar diferente, siendo completamente impredecibles. Era tan peligroso entrar ahí como quedarnos entre las naves soberanas.
—Quill, para pasar por ahí tendrías que ser el mejor piloto del universo —dijo Drax, preocupado.
Empecé a morderme las uñas por los nervios, pero Groot tomó mi mano para evitar que hiciera ese mal hábito y yo lo apegué más a mí, temerosa. Por esto no aprendía a pilotear. Odiaba las naves, me ponía muy tensa con la mera idea de estar bajo ataque y no poder hacer nada.
—Por suerte para nosotros... —comenzó a decir Peter.
—Lo soy —completó Rocket, cambiando los mandos.
Rocket empezó a manejar hábilmente entre los asteroides, saliendo intacto cada vez. Me sentí aliviada, hasta que vi que Peter había vuelto a cambiar los mandos.
—¿Qué estás haciendo? —exclamó Rocket enfadado.
—He volado esta cosa desde que cumplí diez años —contestó, concentrado en el camino y piloteando tan bien como Rocket.
—Y yo fui cibernéticamente diseñado para pilotear —respondió Rocket, cambiando los mandos.
—¡Fuiste cibernéticamente diseñado para ser un idiota! —gritó Peter, con su mueca de enojo que hacía siempre, y cambió los mandos.
—¡Ya basta! —les grité, odiando sentirme tan sacudida por el viaje. Estaba empezando a marearme— ¡Dejen de pelear o nos matarán a todos!
—Quill, esta noche vas a estar acostado sobre tu cama y vas a sentir algo blando y tú vas a decir "¿qué es esto?". Y sucederá ¡porque yo lo habré puesto ahí! —gritó triunfal, volviendo a cambiar los mandos.
—Si pones tu mierda en mi cama —le advirtió Peter—, Vesta te arrancará la piel para hacerte una bufanda.
Recordando bien que a veces tomaba siestas en su cama por la comodidad de sentir su aroma y su cercanía, miré a Rocket con el ceño fruncido.
—No sé qué sea una bufanda —dije yo, gruñendo—, pero si pones tu excremento en su cama y me toca a mí, ¡te voy a cocinar y te serviré a Drax!
—Oh, pero no va a ser mi mierda —se rió—. Va a ser de Drax.
Peter no respondió, pero devolvió los mandos para controlar la nave y Drax lanzó sonoras carcajadas.
—¡Y últimamente he hecho unas grandes! —gritó, satisfecho consigo mismo— Lo siento si te toca, Vesta..., pero con gusto me comeré a Rocket si lo cocinas.
Rocket fue el que terminó gruñendo ante el último comentario.
—Estamos a punto de morir ¿y esto es lo que están discutiendo? —reprochó Gamora.
Ignorándola, Rocket y Peter empezaron a cambiar los mandos de segundo a segundo, compitiendo entre ellos. Y en tal proceso de descontrol en el que realmente nadie estuvo manejando, la nave chocó con un asteroide. Por la cámara que grababa la parte de abajo de la nave pude ver que había un hoyo y Nébula forcejeaba y trataba de aferrarse aquello que la amarraba y evitaba que saliera volando al espacio. Ahora estaba en contacto con el espacio exterior y eso no tardaría en matarla. Muerta no valdría la recompensa.
—¡Peter, cierra la compuerta de abajo! —le grité sobre el ruido, a lo que él obedeció y a los dos segundos escuchamos a Nébula insultarnos.
—Bueno —dijo Rocket con tono cantarín—, eso pasa cuando Quill pilotea.
Peter gruñó bajo como usualmente yo lo hacía, diciendo una grosería en mi idioma sin siquiera darse cuenta. Una pequeña sonrisilla logró escaparse de mis labios, notando que ya pasábamos tanto tiempo juntos que empezaba a agarrar mis gestos y costumbres, así como yo ya había logrado aprenderme algunas de sus canciones. ¡Cómo quisiera decirle la verdad y volver a ser cercanos como antes!
Gamora se agachó y tomó una de las herramientas del suelo que Rocket nunca recogía y devolvía a su lugar, y se la lanzó a la cabeza. El animal se quejó con dolor.
—¡Aún tenemos una nave tras nosotros! —les recordó Gamora.
—¡Nuestras armas están muertas! —avisó Quill.
—¡Veinte clics para el salto!
La nave empezó a sacudirse mucho más, mareándome el doble. Más disparos dieron contra la nave, dejándonos cada vez más débiles. La nave comenzaba a despedazarse.
—¡Quince clics para el salto!
—¡¿Qué?! —grité, al ver por la cámara cómo Drax se lanzaba al espacio con un arma construida por Rocket— ¡¿Podrían apresurarse?! No, tú no, bebé —le susurré a Groot cuando éste tembló en mi hombro ante mi rugido.
A los dos segundos, Drax disparó y derrumbó la nave soberana que faltaba. Esperé a ver que volviera, pero no lo hizo. ¿Por qué no regresaba a la nave?
—¡Cinco clics!
—Tiene que ser una broma.
—¡Hijos de perra! ¡Se pusieron alrededor del campo! —gritó Peter.
Cientos y cientos de naves soberanas nos estaban rodeando de nuevo. Entonces, los disparos nos llegaron por todos los ángulos, pero los asteroides pudieron cubrirnos un poco. Cuando creí que moriríamos en ese momento, una gran explosión espontánea cubrió toda la flota, desapareciéndolos. Todo en un segundo.
—¿Qué pasó? —pregunté, con la boca abierta, sin entender qué y cómo había ocurrido.
—¡Un clic!
—¿Qué es eso? —preguntó Rocket, confundido.
—¡A quién le importa! ¡Ahí está el punto de salto! ¡Vamos!
Atravesamos el punto de salto, dejando el peligro atrás, hasta que la nave comenzó a incendiarse. Varios pedazos cayeron. Vi por la cámara que Drax seguía afuera y no dudé en dejar a Groot con Gamora, quien lo atrapó y lo mantuvo contra su pecho.
—¡Vesta! ¿A dónde vas? ¡Quédate sentada! —me gritó Peter, pero lo ignoré por completo y corrí escaleras abajo.
Drax seguía siendo jalado por el cable y quise ir a presionar el botón que lo retornaría, pero la manija se desprendió de la pared, dejándola disfuncional. Me lancé al aire y logré agarrarle con una mano; con la otra alcancé a tomar un trozo de la nave para aferrarme y no salir volando.
Conforme fuimos descendiendo, todo empeoró. Mis brazos dolían por sostenerme de ambos lados, pero lo soporté y me tragué el dolor. Quien me preocupaba era Drax, que venía chocando contra todos los árboles del área. Cuando por fin aterrizamos, caí con la cara contra el suelo y un entumecimiento en todo el cuerpo. Escuché la fuerte risa de Drax, que luego cesó al darse cuenta de mi estado y corrió a ayudarme.
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