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𝚅𝙾𝙻𝚄𝙼𝙴𝙽 𝟸


—¡Vesta!

Abrí un ojo, exasperada. Era la segunda vez que Peter me despertaba en menos de diez minutos. Cuando abrí los ojos, lo encontré parado en el arco que formaba la puerta del cuarto donde yo dormía, sonriendo lo más inocente posible y con culpa en sus ojos.

—¿Qué... quieres? —casi gruñí.

Él tragó duro. Sabía bien que despertarme en las mañanas era una pésima idea. Como zorniana, tenía el sueño extremadamente ligero gracias a mis sentidos desarrollados, que no me permitían conciliar el sueño si no me encontraba en absoluto silencio y completa oscuridad.

—Yo... Es que...

—¿Peter...?

—No encuentro mi Walkman. ¿Lo has visto?

Tenía que estar bromeando.

Suspiré, rendida. De todos modos, no lograría volver a dormirme, así que me senté sobre el colchón y lo miré con semblante cansado.

—Creo que lo vi en la cocina —respondí, poniéndome de pie para ir a tomar una ducha y cambiarme, pero Peter siguió ahí, mirándome—. ¿Qué?

—Hasta cuando despiertas gruñona, te ves hermosa —dijo, luego guiñándome el ojo, aún viéndome de pies a cabeza.

No me importó que me viera en ropa de noche (o como él le decía: pijama). Según él, esto era algo normal para los terrícolas: usar sólo una playera de hombre y unas bragas. Así que había adoptado esa costumbre, por la comodidad, usando sus playeras para ello. No me desagradaba, pues todas estaban impregnadas con su aroma dulzón y masculino.

Rodé los ojos, tratando de que eso fuera suficiente para distraerlo de mi vergüenza ante su halago. Sin importar cuántas veces me adulara, sus piropos siempre conseguían cohibirme. Los zornianos no eran tiernos, y esa era una característica que me encantaba de Peter.

—Sal, Peter. Voy a bañarme.

—Podría unirme, sabes, ahorrar agua...

—Peter, sólo vete —ordené por última vez, rodando los ojos.

—Bien —bufó, rendido. Se fue indignado y caminé hacia la ducha integrada que tenía el dormitorio, pero no tardó ni dos segundos en volver—. ¿Sabes qué? No, no está bien. No está nada bien. ¿Me puedes explicar por qué estás así conmigo?

—¡Peter, sólo déjame tomar una ducha! ¡Hablo en serio!

—Pero...

—¡AHORA! —grité, con un tono que jamás había usado con él, causando que éste se quedara sin palabras, apretara la mandíbula y se fuera dando grandes zancadas con fuerza.

Resoplé, sintiendo como si me hubiese librado de cien toneladas de los hombros, aunque no era así. Al contrario, tenía más presión que nunca.

Poco después de tomarme esa anhelada ducha y vestirme (con unos pantalones, botas, una blusa de cuello V y una chaqueta que llegaba a la cintura: todo de negro) me quedé sentada en la cama des-tendida. Dejé que mi cabello se secara por sí solo, sin importarme que mi espalda se empapara.

Dos toques en la puerta me hicieron levantar la mirada del suelo. Ahí estaba Drax, sin playera por sus pezones sensibles.

—¿Estás bien? —preguntó— Te escuché gritar. No oía un grito así desde mi esposa. Ella gritaba como una fiera. Hacía llorar a otras personas del miedo —rió—. Era grandiosa.

Sonreí enternecida. Su especie era muy parecida a la mía, excepto porque mi raza era un poco más avanzada en ciertas cosas, pero las costumbres e ideas se asemejaban, y tal vez por eso me llevaba mejor con él que con cualquier otro de la nave (además, por supuesto, de Groot).

—Estoy bien —afirmé, evitando mirarlo a los ojos para que no captara mi mentira—. Lo mismo de siempre.

Él pareció quedarse pensando un poco, reflexionando, antes de hablar.

—¿Por qué no sólo le dices la verdad?

Formé una mueca con mi boca, pero no dije nada, y él se acercó hasta sentarse a mi lado.

—Eres una buena amiga, Vesta —expresó, mirando a la nada—. Me caes mejor que esa zorra verde y el ratón parlante, o el tronco bailarín.

Reí un poco.

—Y no quiero verte triste, ni a ti ni a Quill. Él también es mi amigo —continuó—. Y creo que él te quiere tanto como tú a él.

—No lo quiero —dije, mirando hacia otro lado—. Sólo es atracción física.

—Eso es mentira —negó—. Todos podemos ver lo que sienten el uno por el otro. Aunque no sé qué es lo que le ves. Es pequeño y débil.

Sonreí divertida, pero el gesto se borró pronto.

—¿Y por qué estás tan seguro?

—Sólo míralo... apenas puede levantarse de la cama por sí solo y...

—Drax, me refería a la otra parte.

—Ah —comprendió. Luego asintió y formó una media sonrisa—. Porque te ve como yo veía a mi esposa.

Mi corazón se estrujó por un momento al ver los ojos nostálgicos de Drax. Era adorable cómo él siempre hablaba de su esposa como si hubiera sido un ángel, mantenía su memoria de la forma más bonita y romántica.

—Apuesto a que si le dices la verdad, él dirá que sí.

—¿Y si no? —inquirí, mostrando por primera vez mi miedo y preocupación— Temo que, si le digo la verdad, lo arruinaré todo. No quiero arruinar nuestra amistad.

—Vesta, si Peter no te quisiera, no haría todo lo que hace —expresó, incrédulo—. Te prepara el desayuno, te defiende de todos, nunca te deja sola, te halaga por cualquier movimiento que haces, babea cuando te mira y se ve que recibiría una bomba por ti. Habla con él. No va rechazarlo.

La realidad es que no sabía cuánto más aguantaría antes de decirle lo que sentía y lo que en realidad quería... aunque eso nos llevara a terminar nuestra relación.

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