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Cuando llueve, Obanai siempre sale a mojarse y disfrutar complacido las gotas de lluvia sobre su piel.

No importa si después se enferma con una fiebre del infierno, él es feliz al disfrutar lo dulce del agua y frío del viento.

Se siente libre.

Y Giyū, sonriendo con ternura desde el porche de la Finca, no puede evitar comparar a Iguro con un niño disfrutando el mundo por primera vez

El como extiende sus manos para sentir la lluvia, a veces cuando juega en los charcos al pisotear fuerte con sus pies y luego, cuando piensa que nadie lo está viendo, se agacha para sentir la textura del barro entre sus dedos.

Iguro se perdió de muchas cosas en su infancia, y Tomioka está dispuesto a acompañarlo y compartir de esos adorables momentos juntos.

Estará con él hasta que aquel niño lleno de curiosidad y sediento de aventura en el interior de Obanai este satisfecho.

Y cuando eso pase, no dudará en estar a su lado muchísimo tiempo más.

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