VIII
A ningún lado la dejaba ir
pues para él era peligroso hasta vivir
mas ella sabía que esa no era la razón
de aquél control.
Pretextos le ponía
para no dejarla tranquila
aún así ella le amaba
ya que su vida entera formaba.
Él muchos amigos tenía
y salía de fiesta todos los días.
Ella ningún amigo tenía
y siempre quedarse en casa debía.
Le parecía algo totalmente injusto
también algo muy estúpido
mas, ¿qué podía hacer
para no perderlo otra vez?
Decidió que ya era hora
para que las cosas se aclararan:
no más vigilancia
hasta que todo se igualara.
Él estaba en total desacuerdo
pues no corría ningún riesgo.
De igual manera la chica le colocó
un rastreador en el bolsillo del pantalón.
Él tenía una nueva fiesta a la que asistir,
pero antes de partir
a su novia le regaló una pistola
por si algo malo le pasaba mientras estaba sola.
Se despidieron y él se fue
mientras ella lo rastreaba desde su celular.
Notó que no se iba a una fiesta,
sino a la casa de una compañera.
Llena de furia fue hasta allí
para descubrir a su novio ahí.
Estaba con otra mujer,
le había mentido sin fin.
De su bolso la pistola sacó
y a los dos apuntó.
Ahora ella ya a nadie iba a amar
y, por ende, nadie la podría controlar.
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