—Buenos días. Seré directo: La ciudad está interesada en su proyecto y algunas empresas privadas locales están prestando atención ligeramente en lo que está haciendo. Quiero decirle que estamos optando por financiar su trabajo. Si está interesado, le brindaríamos un apoyo que usted difícilmente lograría al final de su vida. Un apoyo que usted vería reflejado inmediatamente.

—Vaya, eso es en verdad interesante, señor Turner. En verdad agradezco intensamente su generosidad… —Demasiado emocionado por la oferta, creyó que era demasiado bueno para ser verdad.— Pero sé que nada llega caído del cielo y quiero saber cuáles serán los términos y condiciones.

—Yo soy sincero y directo. —La voz gruesa y un movimiento para reacomodarse en su silla le impusieron al joven empresario.— Queremos que siga con sus experimentos. Escuché que pudo mantener vivo a un perro de tres cabezas por un tiempo considerable, y eso es digno de seguir. Podemos explotar su potencial financiándolo, sienpre y cuando siga nuestro lineamiento.

—¿Y qué lineamiento es ése?

La charla se prolongó por más de dos horas. Detalles en los que ahondaron y que terminaron con un fuerte apretón de manos. Warren Turner ya iba de salida en su puesto, pero el contrato fue hecho por parte de la alcaldía y se prolongaría indefinidamente. Jonas observó hacia el techo, pensativo; creyó, por una parte, que sus intenciones eran distintas a las de sus financiadores y, aunque llegaron a un buen acuerdo, no dudaba en que quizá se le presionara en el futuro para desviar su objetivo. Pero el barco ya había zarpado.

Observaba el calendario. 13 de marzo de 1957. Hacía unas semanas, llegaron otros empresarios, distribuidores de un laboratorio mayor, para charlar acerca de sus productos, pero mencionaron también sus intenciones de aportar considerables ingresos al microlaboratorio. ¿Por qué? Comenzó a dudar de haber tomado una buena decisión. Pero estaba sentado frente a tres sujetos, firmando un papel que sería su puerta al paraíso o al infierno. No había marcha atrás. Firmó y el laboratorio quedó registrado como Umbrella. Creyó que su trabajo protegería a la humanidad de la tempestad que implicaba el rezago cultural y tecnológico.

Comenzó a desarrollar su trabajo obteniendo ejemplares abandonados a las afueras de la ciudad, específicamente aquellos con deficiencias de salud o que tuvieran amputaciones. Pronto, creó técnicas con base en sus estudios de lo que sería el inicio de la ingeniería biónica.

Sus ensayos mejoraron, hasta que las prótesis orgánicas comenzaron a tener mejor movilidad y adaptación al organismo receptor. El prototipo A37-Bio9 adaptó la completa aceptación de dos extremidades inferiores en la caja torácica, implementándole la capacidad de aumentar su velocidad.

Requirió de estudios y asesoría de expertos en neurobiología para estudiar la capacidad de la interconexión neurológica entre dos cabezas ajenas. Aún distaba mucho para ello, pues no se obtuvieron resultados favorables y todos los ejemplares murieron.

—Señor Anderson, vine a ver cómo van los avances respecto a sus investigaciones, el señor Carl Stillwell está ansioso por escuchar mi reporte.

Un flacucho engreido con porte de dios griego y cejas arqueadas escribía en una libreta, al tiempo que observaba el lugar con cierta prepotencia.

—Pues, para empezar, voy a necesitar un cuarto mucho más grande. Ya no quepo en el que me hicieron la semana pasada. Y un nuevo equipo asistente para el proyecto beta que está en desarrollo.

Con una planta de una hectárea y con planes de expandirla, los prototipos de Jonas ya comenzaban a crearse de forma potencial. Una zona de incubación bastante considerable con sus mejores creaciones ya deja ver su desarrollo y creatividad. Ejemplares con extremidades extra, modificaciones en la estructura ósea y órganos de otros animales, un humano que lleva la medicina a otro nivel.

—Y necesito que encuentren a un médico, para hacerlo jefe de sección. Uno en específico.

—¿Quién?

—El virólogo William Birkin.