Por naturaleza aparente, las personas se distancian como dos polos con la misma carga. Aún cuando están cerca, las distracciones provocan que las personas se alejen de a poco; cuando la distancia se incrementa, también el descuido. William trataba de responder las cartas de su amigo, pero la desmesurada carga de trabajo lo situó en una posición difícil para hallar tiempo y, sin tiempo para hacer tiempo, le fue imposible.

Finalmente, más por obligación social que por deseo, se reunieron en el Jack's Café. El pequeño pueblo, en el cual abundan los mapaches, fue nombrado así por eso: Racoon Town. Sin embargo, los migrantes comenzaron a llegar de otras zonas: Del sur, de Arkansas; del Norte, de Kansas; del oeste, de Oklahoma y del este, de Memphis y San Louis. El alcalde Warren Turner decide cambiar el nombre a Springfield, una vez que alcanza un considerable número de habitantes.

—Ya me he graduado y quiero iniciar mi especialización. Definitivamente estudiaré virología, creo que puedo ayudar a la sociedad desde mi trinchera en un laboratorio. —Sopló al interior de la taza con café.— ¿Tú qué piensas hacer?

—Yo quiero estudiar transplantología. —Da una fuerte aspirada al cigarro, para exhalar parte del humo.— Quiero explorar nuevas alternativas en esa rama y, quién sabe, quizá pueda hacer mis propios descubrimientos, ser una persona reconocida.

—Te entiendo. Aún somos jóvenes, tenemos menos de 25. Toda la vida está por delante nuestro y creo que podemos hacer grandes cosas juntos. —William tomó su silla y la acercó, para demostrar una mayor convicción y emoción.— Por eso, creo que podemos iniciar un laboratorio. Mira, esta ciudad está en crecimiento y definitivamente necesitará algo así. Imagina que nos convirtamos en un laboratorio donde puedas hacer tus experimentos de transplantes, donde yo haga mis investigaciones de virólogo. Pondremos esta ciudad en el mapa.

—No sé, William. Necesito pensarlo, y analizarlo si es que aceptara. Esto no es un juego y si metemos la pata, será muy difícil reponernos, pues es una gran inversión.

—¿Quieres seguir siendo un segundón, un cualquiera? Es nuestra oportunidad y debemos luchar por ella, no importando lo difícil que parezca. Podemos irnos a mitades y ser socios. Iniciaremos con algo pequeño y conforme la sociedad se empiece a interesar en lo que hacemos, podremos hacerla crecer. Pero tenemos que tomar la decisión ahora.

Tanta presión terminó por convencer a Jonas. Ambos charlaron con sus padres y ellos acordaron realizar el préstamo, siempre y cuando tuvieran control total de decisiones; ellos se limitarían a administrar y trabajar en un pequeño local a las afueras de la recién nombrada ciudad que acondicionaron como farmacia con un laboratorio demasiado rústico y un consultorio. La consulta y la venta de medicamentos les permitió generar ingresos extra. Un letrero hecho por ellos con la leyenda Anderson & Birkin decoraba la entrada.

Para William, las cosas no marchaban bien en casa y por una situación familiar decidió vender su parte del negocio para emprender suerte en otro lugar, tener un colchón económico mientras trabajaba en algún hospital; Jonas y su padre accedieron, argumentando que pagarían el total en dos años, abonando cada mes lo correspondiente; William y su padre asintieron resignados. El nombre quedó como Anderson Pharmacy.

En cuestión de meses, el lugar comenzó a generar interés de todas las personas en la zona. El alcalde acudió, junto con el recién formado cuerpo policial, para realizar una reinauguración. El señor Turner creyó, al igual que Jonas, que las habilidades en la transplantología podrán ser de gran utilidad en el futuro y acordó una reunión la semana siguiente. Nada mal para el inicio.