—Amigo, muchas gracias por acordarte de mí.
—Ha pasado mucho tiempo, Birkin. Tenemos que ponernos a trabajar, pero primero debes observar el lugar. —Jonas señaló la estructura, que ya se acercaba a la hectárea de tamaño.
—Pero empezamos con un pequeño local.
Caminaban charlando, hasta entrar al lugar, demasiado amplio y con muchos empleados con bata laborando. Digno del mejor laboratorista y los mejores investigadores científicos. Un sueño hecho realidad.
—No sé cómo has hecho esto... ¡pero es increíble! Muero de ganas de comenzar mi investigación y, al parecer, aquí podré detonar todo mi potencial.
William no podía creer lo que sus ojos miraban y pensó en que vender su parte fue un completo error, pero no importaba tanto, pues tendría la oportunidad soñada de cumplir sus metas y objetivos. Jonas lo interrumpió de su júbilo.
—Sí, eh... es maravilloso; pero... bueno, no es fácil decirlo, pero serás mi... empleado. —William salió de su felicidad a una incredulidad absorta.— No te preocupes, tu trabajo podrás continuarlo, pero el cobijo de nuestros patrocinadores secretos... ya sabes, tiene un precio.
El virólogo creía que se trataba de una broma y sonrió, pero al escuchar una explicación más detallada y observar el contrato, su actitud se tornó totalmente seria, estoica. Finalmente, realizó un viaje exprés a Kansas y trajo consigo papeletas, equipo de laboratorio, archivos y mucho material frágil.
—Sígueme, William. Te mostraré nuestro lugar de trabajo.
Caminaron hasta una puerta que requería una llave de seguridad alta; lo más avanzado en cerrajería. Al cruzar, cerraron por dentro. Bajaron una escalera considerablemente larga, hasta un cuarto grande con oxigenación artificial. Usaron máscaras para acceder al lugar.
—Vaya, en verdad creí que era grande. Pero, ¿un nivel subterráneo? ¿Qué es lo que vamos a hacer aquí? ¿Resucitar a un muerto?
—No lo sé, tú dime.
Jonas respondió con una sonrisa. Ambos comenzaron a trabajar y Jonas mejoraba conforme sus experimentos continuaban. La vida de los animales moribundos o mutilados mejoraba considerablemente. Se logró desarrollar una tecnología de prótesis orgánicas envidiable en cualquier parte del mundo, gracias al soporte económico del estado de Missouri y de otros gobiernos.
Pronto, logró unirse al otro equipo de trabajo para crear extremidades implantadas más fuertes, una mejor condición cardiaca o pulmones más grandes mediante la manipulación de los virus que modificaban la estructura de los miembros del organismo. El proceso deterioraba los órganos y él solamente buscaba contrarrestar ese desperfecto: el proceso evolutivo tomó un rumbo distinto, llevándolo a la mutación, sin darse cuenta.
Por otro lado, un corazón mucho más ambicioso y obscuro descubrió que el potencial era casi ilimitado y decidió trabajar con virus mucho más fuertes, que modificaran por completo la estructura del A.D.N. Iniciaron con sanguijuelas un experimento para observar la evolución del virus en organismos mucho más pequeños.
En las montañas Arklay, que rodeaban la ciudad en desarrollo, el tren que conecta con Marionville cumple la misión de abastecer una sede del laboratorio cerca del parque Gardner trust, en una entrada escondida por el monte, y transportar personal.
A Birkin se le unió un virólogo especializado que contribuyó en el impulso del pequeño local a la gran empresa, James Marcus, y juntos comienzan una inmersión en el mundo experimental de los virus para intentar cumplir los objetivos primordiales de Umbrella. Marcus acostumbraba tener una asistente de nombre Anette, con la que tenía una relación más que de amistad.
Meses de arduo trabajo trajeron resultados más rápido. El proyecto con sanguijuelas terminó sin éxito y de inmediato solicitó cadáveres infectados con el virus del ébola, que comenzaba a azotar Africa. Marcus observaba, interesado y celoso, las anotaciones de Birkin. En cuestión de meses, llegó el pedido de William y el trabajo no se hizo esperar. Sin resultados esperados durante un año, los proyectos eran desechados; pero algo demasiado interesante ocurrió de pronto.