OO2 | Lenguaje de amor
Querido diario:
Los días siguientes fueron los mejores que tuve en mucho tiempo. No me importó para nada estar fuera de casa en todo momento y a mis padres tampoco, por lo que no fue tan complicado escaparme luego del desayuno a mi pequeño bosquecito y volver para cenar.
O "nuestro" pequeño bosquecito, porque no mucho después de conocer a ese enérgico niño mi corazón había decretado que habría lugar suficiente para ambos. Se lo merecía, porque Jeon Jungkook fue quien convirtió ese solitario y silencioso bosque en un espacio lleno de carcajadas. Y a pesar de haber amado la paz del silencio, elegiría mil veces la paz de su risa.
[...]
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Taehyung esperaba a Jungkook bajo el árbol en que lo conoció, sentado con las piernas extendidas y observando sobre ellas un nuevo objeto que quería enseñarle. Una pequeña parte de él que lo acompaña desde que tiene memoria y que ha sabido ser su compañía desde entonces.
Su libro preferido.
Y se notaba que lo era, dado que el lomo del mismo estaba repleto de estrías y el volumen de las páginas se había duplicado por tanto leerlo. Aunque Taehyung haya sido en extremo cuidadoso, las consecuencias del recurrente uso serían evidentes.
Pero a pesar de ser una edición casi destrozada de su historia preferida, quería enseñársela. Así de importante era.
No pasó mucho tiempo hasta que apareció en escena el esperado muchachito de dientes de conejo, con una guitarra en sus manos y varios papeles a punto de caerse. Con una gran sonrisa se sienta a su lado y lo abraza luego de apartar el nombrado instrumento.
— ¡TaeTae! ¿Cómo has estado? Creo que hace siglos que no te veo... — finge dramatismo.
Kim ríe — Pero si nos vimos ayer, tonto...
— Si, pero tuve que regresar antes a casa por las lecciones — hace un pequeño puchero.
Una de las primeras cosas que Jeon le contó sobre él es que antes de mudarse al pueblito le habían regalado una preciosa guitarra acústica, pero no había podido comenzar lecciones. Una vez instalado en su nuevo hogar, buscaría quien le enseñe, lo cuál le costó un poco... Hasta que conoció a Seo Juhyun, la hermana de su vecina y futura compañera de escuela Seo Seulgi.
— ¿Cuántas horas prácticas con Juhyun noona?
— Depende... Si llega su novio Yonghwa hyung a su casa una hora y media, pero si tengo mala suerte pueden ser hasta tres... No tienes idea lo meticulosa que es noona — suspira —. ¿Quieres ver lo que aprendí?
Taehyung asiente efusivamente mientras Jungkook vuelve a tomar el instrumento entre sus brazos. Colocando sus dedos con la exacta precisión que su mayor le enseñó, le enseña lentamente las notas que memorizó hasta ahora y el único par de acordes que logró concretar.
Fue entonces que — luego de los aplausos y la sonrisa con la que Kim lo recompensó — Jungkook aprendió que podía estar orgulloso de si mismo todo el tiempo, pero ese orgullo no era tan valioso como el de su nuevo amigo. Porque esa sonrisa que lo alentaba en ese bosque se había convertido en la que más necesitaba.
— ¿Y tú que traes ahí? — Jungkook se inclina hacia un costado y arrebata cuidadosamente el libro de Taehyung.
— Mi libro preferido — sonríe —. Sé que se ve horrible pero te aseguro que es excelente y... Quería enseñártelo. No es gran cosa pero es especial para mi.
Con sus ojos brillando y una gran sonrisa, Jungkook voltea el objeto y observa la contratapa para una rápida lectura de la sinopsis. No importaba mucho de lo que tratara, le bastaba con saber que a Taehyung le importaba lo suficiente como para hablarle de el.
Tal y como Jeon había hecho al contarle de su nueva guitarra. A sus casi catorce años consideraba que la mejor manera de demostrarle a una persona cuánto te importa es contándole de esas pequeñas o grandes cosas que nos gustan o disgustan, así como le alegraba que la persona contraria le escuche aunque no le interesara de la misma forma.
Pero para él las cosas se volvían importantes si a sus seres queridos les importaban o él les compartía esas mismas cosas. Nunca comprendió que clase de lenguaje de amor era ese, pero siempre fue feliz compartiendo esas pequeñas partes de su vida con quienes alguna vez le importaron.
Por eso se emocionó al escuchar las palabras de Taehyung, comprendiendo que según su lenguaje de amor él estaba empezando a importarle.
— ¿Me lo prestas por unos días? — pregunta.
Taehyung asiente y le entrega la bolsita en la que lo había traído, ya que habían anunciado lluvia para las próximas horas y no quería que se moje.
— ¿Te gustan las historias románticas?
— No lo sé... Realmente no he leído más que el material escolar — ríe —. Pero creo que estamos a punto de averiguarlo, ¿no?
Sintiendo cómo las gotas de lluvia comenzaban a caer y a anunciar el abrupto fin de su corto encuentro, ambos muchachos se ponen de pie con rapidez y se despiden intentando ser breves. Al día siguiente y de todas formas volverían a encontrarse en la última tarde del receso invernal.
— ¡Cuándo termines cuéntame qué te pareció! — grita con un pie en la salida.
— ¡Te lo haré saber, TaeTae! — responde entre risas el otro desde el lado contrario y con el mismo volumen.
Caminando a casa, Kim no podía evitar pensar si ese préstamo excepcional — porque jamás prestaría sus libros a cualquier persona — le provocaría alguna clase de eventual disgusto, porque ese conjunto de páginas que apenas podría llamarse libro había sido su fiel y diario compañero. Pero cuánto más se alejaba lo comprendió: este se había ido con su nuevo y especial amigo, el que empezaba a hacerlo sentir mil veces mejor que su recurrente y conocido libro.
Leyéndolo sabía lo que pasaría y jamás perdía la emoción, pero no se comparaba con la constante incertidumbre que Jungkook le generaba.
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Querido diario:
[...]
Ese libro pudo no cambiar la forma en la que Jungkook apreciaba la literatura, pero debo admitir que me alegró verlo interesarse en aquello que a mí más me llenaba de alegría. Hasta que llegó él, porque aunque sigue siendo mi libro preferido el lugar que este antes ocupaba pertenecía ahora y luego a mi amigo de sonrisa de conejiito.
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