Capítulo 35
La recepción es muy elegante, rodeada de hombres imponentes y mujeres que parecen damas de compañía. Los murmullos y risas llenan el aire, mientras los guardias armados vigilan cada rincón. Mi hermoso vestido azul oscuro, con la espalda al descubierto, resalta entre la multitud. Los destellos de los candelabros y la música sofisticada crean una atmósfera misteriosa y cautivadora. Observo discretamente los rostros de cada uno y sus intercambios de miradas secretas. En esta noche llena de peligro y seducción, me adentro en el corazón de la oscuridad con una sonrisa desafiante en los labios.
Busco a Valentina entre los presentes, pero no logro encontrarla en ninguna parte. ¿Dónde diablo se ha metido? Mi mirada escudriña el salón, tratando de localizarla entre la multitud de invitados. Los hombres armados y las mujeres deslumbrantes parecen ocultar su presencia. Me pregunto si algo salió mal o si simplemente decidió desaparecer sin ayudarme. La intriga se apodera de mí mientras continúo buscándola en los rincones más recónditos de la fiesta.
Siento unas manos que se posan sobre mi escote, y sin siquiera voltear, sé que es Patrick quien se encuentra detrás de mí. Su voz susurra "Pequeña" muy cerca de mi oído, haciendo que me gire para encontrarme frente a él. Quedo impactada al verlo, no puedo negar que se ve más que guapo, el muy maldito.
—Esmeralda, ¡wow! Como siempre, te ves deslumbrante.
—No pienso lo mismo de ti —miento—, pero gracias por el cumplido.
El deja escapar una pequeña carcajada y sus dientes blancos parecen iluminar el entorno.
Él lleva su cabello peinado con estilo y una apariencia pulcra. Su cuerpo bien definido, muestra una figura atlética que se acentúa aún más con el traje elegante que viste. Su traje, de un vibrante color vinotinto, resalta su porte y elegancia. Cada detalle del traje está cuidadosamente ajustado a su cuerpo, realzando sus rasgos y transmitiendo una imagen de sofisticación. Su presencia es imponente, atrayendo miradas y despertando admiración en aquellos que lo rodean, incluyéndome a mí, aunque poco quiera admitirlo.
—Las palabras que pronuncias no concuerdan en lo absoluto con lo que veo en tu mirada, ¿lo sabías?
—Según tú, ¿qué refleja mi mirada, Damasco? —le pregunto mientras lo miro fijamente.
—Pasión, deseo, lujuria. Ganas de mí —responde él, acercándose y colocando sus manos en mi espalda, atrayéndome hacia él. En ese preciso momento, cuando creo que está a punto de besarme, una voz interrumpe nuestra conexión.
—No quisiera interrumpir, pero... —dice Valentina, interrumpiendo el momento.
—Lo hiciste —responde Patrick, completando la frase de Valentina.
Suspiro, aliviada por su llegada oportuna. Gracias a Dios que apareció.
Nos separamos y noto desesperación en la mirada de Valentina, así que me excuso con Patrick, la tomo del brazo y camino con ella hacia el jardín.
—¿Qué ocurre? —pregunto cuando estamos a solas.
—¿Recuerdas el sedante que una vez utilizamos con Patrick?
—Claro, qué con eso.
—Lo puse en una bebida de mandarina que pidió Marian, pero está vez utilicé más gotas porque en Patrick me dijiste que el efecto fue más lento.
—Perfecto, Valen. Eres una diosa, ahora solo debemos buscar el momento oportuno para entrar y sacar el celular de su habitación.
—Ese es el problema, Esmeralda, su recamara está custodiada por Olec, al parecer Patrick teme que ella pueda arruinar está recepción. —Ella mira nerviosa a todas partes.
—Yo me encargo de los guardias y tú quedas atenta a cuando los guardias dejen la habitación para que puedas entrar.
—Pero ¡¿Cómo harás eso?!
—Tú déjame eso a mí, solo debes tener los ojos muy abiertos, ¿entendido?
—Entendido —responde ella como robotizada.
Regresamos al interior y la noche avanza con aparente normalidad. Valentina saluda a los invitados y yo hago lo mismo, caminando junto a Patrick con nuestros brazos entrelazados.
Después de horas de charlas aburridas y saludos monótonos, las luces del salón se atenúan y una música suave comienza a sonar. Con delicadeza, Patrick toma mi mano, la besa y me lleva al centro de la pista. Nuestros cuerpos se mueven al compás de la música, atrayendo todas las miradas. Él es un bailarín excelente y, con una mano, me guía en un elegante giro sincronizado con la melodía. Luego, me suelta.
Cuando me vuelvo, no lo tengo frente a mí. La música disminuye su volumen y escucho un carraspeo. Bajo la mirada y no puedo creer lo que ven mis ojos: Patrick está arrodillado frente a mí, sosteniendo un hermoso anillo de compromiso con una piedra de esmeralda.
—¿Quieres casarte conmigo? —me pregunta.
Busco a Valentina con la mirada y ella me indica con un gesto que debo responder. Pero me quedo sin palabras, incapaz de pronunciar una sola sílaba. Patrick me mira, esperando mi respuesta.
—¿Me harías el honor de convertirte en mi esposa? —insiste.
Aún en estado de incredulidad, sin poder asimilar lo que está sucediendo, un "sí" sale de mis labios sin pensarlo. Él se pone de pie, desliza el anillo en mi dedo y pequeños fuegos artificiales forman un corazón a nuestro alrededor. Patrick me levanta en sus brazos y nuestros labios se unen en un beso lento y suave. Todo ocurre casi por inercia, sin que pueda procesar plenamente la realidad del momento.
Todos se acercan para felicitarnos. Nohelia se acerca llorando hacia mí y pronto me encuentro rodeada de gente, abrazándome con alegría. En ese momento, una gran idea cruza por mi mente. Cuando Valentina se acerca para felicitarnos, le susurro al oído que este es el momento perfecto para acercarse a la habitación de Marian, porque voy a poner mi plan en marcha.
Valentina se aleja y la veo perderse entre la multitud. Un hombre de unos 29 años se acerca a mí, su rostro me resulta familiar, pero no logro recordar de dónde. No importa en este momento.
—Por fin la bella decidió aceptar a la bestia —dice entre risas.
—¿Qué te ocurre, maldito? ¿Cómo te atreves a tocarme? —respondo furiosa.
—Estás loca, no te he tocado —su sonrisa desaparece de inmediato.
Patrick saca su arma y se coloca a mi lado.
—¿Qué pasa, Esmeralda? —pregunta.
—Nada, ella está mintiendo —se apresura a responder el hombre.
—¿Me estás llamando mentirosa? Damasco, este hombre me ha tocado el culo.
El hombre no logra decir más. Patrick le propina un fuerte golpe en la sien que lo deja caído en el suelo, mientras todos nos quedamos mirando atónitos.
—Busquen a Olec y entréguenlo a él —ordena Patrick a uno de sus hombres que aparece rápidamente.
—Señor, Olec está custodiando...
Un disparo al techo hace que cierre los ojos por el susto.
—No me importa lo que esté haciendo. Lo quiero aquí ahora mismo —grita Patrick.
Nohelia llega a mi lado y me refugio en sus brazos. ¿Habré ido demasiado lejos? Inventar esta situación podría causar la muerte de ese hombre sin necesidad. Me siento como si estuviera condenada al infierno por lo que he hecho. Mis manos tiemblan, al igual que mis piernas. Estoy llena de nervios.
—¿Estás bien? —Escucho que Patrick me pregunta. Me giro hacia él y asiento con la cabeza. Él busca en su chaqueta, saca una caja de cigarrillos, toma uno y me lo coloca en la boca antes de encenderlo. Le doy una calada que me sabe a gloria y le agradezco.
Veo a Olec llegar, levanta al hombre del suelo y comienza a llevarlo fuera del salón mientras él grita enérgicamente que no ha hecho nada y que yo miento. Patrick me mira fijamente.
—Yo jamás mentiría sobre algo así —le digo rápidamente.
—Lo sé y lo solucionaremos. —Me da un beso rápido en los labios—. No la dejes sola, Nohelia —le indica a ella que sigue a mi lado.
Patrick anuncia en voz alta que la recepción ha terminado y les ordena a todos que abandonen el salón. Nohelia me sugiere ir a la cocina a tomar un té y la sigo sin decir nada, mientras termino mi cigarrillo.
Una vez en la cocina, Nohelia comienza a preparar el té y me dice que me tranquilice, que todo estará bien. Sin embargo, no siento nervios por la situación, lo que realmente me consume es un intenso remordimiento de conciencia y eso es lo que me perturba. En poco tiempo, mi té está listo y comienzo a relajarme a medida que el líquido caliente desciende por mi garganta. Apenas he terminado de tomarlo cuando Valentina entra a la cocina con el rostro desencajado. Su palidez y sus ojos abiertos revelan que ha visto algo aterrador.
Entra a la cocina como un autómata y le pide a Nohelia que le sirva un té, luego me mira con ansiedad. Le pido a Nohelia que verifique el estado de la mansión mientras Valentina me hace compañía.
—Hemos cometido un grave error, Esmeralda —es lo primero que sale de sus labios.
¡Maldición, ahora qué!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro