Capítulo 19
Valentina ha insistido en que usemos ropa cómoda e informal, no entiendo el motivo, ya que hasta para estar dentro de la mansión tenemos que vestir como aspirantes a la miss universo. En todo caso, he accedido porqué necesito sentirme yo, aunque sea por una noche; vestir a mi manera, a mi gusto, es algo que me agrada de manera sobrenatural, es como conectar con mi yo interno. Valentina está conmigo a la espera de nuestra salida, ella se ha puesto un vestido casual floreado, a mi parecer, bastante ridículo, pero ella tiene gustos de moda un poco... peculiares, por no ofenderla con otra palabra que lo describa mejor, y acompañó su vestido con unas zapatillas bajas. En mi caso, he optado por un jean negro, un croptop blanco, de mangas largas y holgadas con unas botas negras de tacón. Por primera vez desde que llegué aquí voy a salir de mi habitación siendo yo misma.
Tocan a mi puerta y es un guardia al que veo muy poco, las veces que lo he visto ha sido de lejos, siempre está de aquí para allá o en la puerta principal, por lo me extraña demasiado que sea precisamente él quien nos escolte esta noche.
Fijo mi mirada en la de Valentina y me encojo de hombros al mismo tiempo en el que frunzo mis labios para señalar con ellos al hombre que nos guía hacia la salida.
—Olec es el guardia principal de la mansión y uno de los hombres de confianza de Patrick. Nadie entra, ni sale de aquí, si no está supervisado por él —murmura contestando a mi seña.
Asiento a su respuesta y continuamos en silencio nuestro andar. Cuando llegamos al portón de salida vehicular, recuerdo el momento en que quise escapar y terminé con un tobillo lesionado. Una pequeña risa escapa de mí.
—Y tú, ¿ahora qué? —pregunta curiosa.
—Quise escapar una vez y me trepé en ese portón, pero caí y, pues, me lesioné el tobillo —admití con una sonrisa a medias.
—Eres aguerrida, Esmeralda. Había escuchado eso de boca de la servidumbre, mas no sabía qué tan cierto era.
Quise responder, pero no pude, ya que nuestra conversación fue interrumpida.
—Suban, por favor —indica Olec abriendo la puerta de una camioneta negra.
Hacemos lo que nos pide y subimos una tras la otra. Nos acomodamos en el interior del vehículo y este se pone en marcha.
—¿Sabes hacia dónde vamos y por qué ellos no vienen con nosotras? —La observo expectante.
—No, no tengo idea de a dónde vamos. —Sonríe sin mirarme —. Para ellos es más fácil moverse solos cuando no están en México, Esmeralda.
No creo en sus palabras, es obvio que ella sí conoce nuestro lugar de destino. Me acerco más a ella, con la intención de susurrar a su oído para que el chofer no logre oír lo que decimos.
—Quieres que confié en ti, pero no eres sincera. En tu cara se ve la falsedad, tus palabras suenan a mentiras —susurro tan bajo que apenas ella puede escucharme.
—Siempre quieres saber todo y no es así como funcionan las cosas —replica ella.
—Pronto sabrás cómo son las cosas, querida —digo susurrando, una vez más, pero ahora, apretando su pierna con mi mano. Ella me mira espantada y yo la suelto de inmediato.
No volvemos a hablar, pero su mirada pasa de ser suave a temerosa, ella es como un pollito asustado entre ellos y ahora, ese miedo lo proyecta en mí, lo puedo sentir... Me teme, lo sé y utilizaré eso a mi favor siempre que pueda.
Al pasar unos quince minutos o poco más la camioneta para. Todo está oscuro y, la verdad, es que no se logra ver mucho a través del cristal del auto. Nuestro chofer sale de su asiento y con mucha caballerosidad abre nuestra puerta, nos ofrece su mano y nos ayuda a salir.
Respiro hondo sintiéndome un poco libre y feliz, pero es entonces cuando me doy cuenta de que estamos en medio de la nada.
—Es una broma, ¿cierto? —pregunto, ofuscada. —¿Vamos a cenar en medio de la nada? —pregunto una vez más.
Estamos en una carretera sola y oscura, ni un alma en pena transitaba por aquí.
—No, Esmeralda. Es allá donde cenaremos.
Ella coloca sus manos sobre mis hombros y me gira hacia el lado derecho. Era tanto mi afán que no me había percatado de la maravilla que tenía casi en frente.
Estábamos cerca de un precioso muelle lleno de muchos botes y lanchas, todo se encontraba iluminado por pequeñas luces. La miro atónita y ella sonríe victoriosa, sí, por fin ha logrado callarme.
Caminamos juntas por la plancha de madera que se encuentra adherida a la tierra. La brisa golpea mi rostro trayendo consigo un leve olor a madera húmeda que se mezcla en mis fosas nasales de manera considerable. Este lugar inspira tanta paz que hasta las aguas se encuentran tranquilas, no hay movimiento alguno, es como si todo se hubiera paralizado, incluso el cielo, ya que las estrellas no han querido salir a iluminarlo esta noche.
Llegamos al borde de la plancha, donde un pequeño bote nos espera, con dificultad subimos en el y este se pone en marcha con dirección a un hermoso yate plateado, donde han de estar los hermanos Damascos.
—Puedo preguntar dónde estamos —digo en cuanto recupero el habla.
—Hasta que, por fin. Pensé que habías quedado muda, mujer. Estamos en el muelle maravilla de Sevilla, España —contesta sonriente.
—La verdad es alucinante, Valen —digo y ella asiente satisfecha.
Cuando estamos por llegar a nuestro destino, veo que una pequeña plancha comienza a deslizarse hacia afuera del yate, pero queda suspendida. El señor silencioso que nos transporta estaciona justo debajo y la plancha baja lentamente hasta chocar con la madera del bote, luego de eso, unos pequeños escalones se hacen ver.
—Una primero, por favor y con cuidado —dice el hasta ahora, silencioso.
Valentina se pone de pie muy segura en ser la primera en salir. El señor la ayuda con su mano a subir por la minúscula escalera y logro ver a Paolo que se asoma a recibirla. Llegado mi turno, el señor realiza el mismo procedimiento, pero ahora es Patrick con su mirada de escáner y su sonrisa un tanto malévola, quien me recibe.
—Bienvenida, pequeña. —Besa el dorso de mi mano y me guía hasta donde se encuentra su hermano y su cuñada.
La madera fina, los asientos de piel y el excéntrico bar, hacen que el interior del yate luzca como el de una revista. No puedo negar que es absolutamente precioso.
—Cuñis, ¿qué le parece? —me pregunta Paolo mientras sujeta la cintura de su mujer.
—No voy a negar que la belleza que arropa este lugar es alucinante —respondo detallando cada parte.
—Alucinante es tenerte presente esta noche. Nada de lo que nos rodea es más impactante que tu belleza. —Patrick acaricia con delicadeza mi mejilla y por un segundo es creíble su actuación.
—Ay, pero que romántico —comenta Valentina en tono burlón.
—Dejemos la conversa y vayamos a cenar —menciona Paolo señalando hacia babor.
Solo un par de pasos nos lleva hasta el sitio donde se encuentra ubicada una pequeña, pero bien organizada mesa. Los damascos nos guían a cada una a nuestros respectivos asientos y ocupan puesto justo a nuestro lado, dejándonos a nosotras en medio.
—Paolo fue el encargado de escoger el menú, espero que les guste —comenta Patrick mirándonos con una sonrisa de lado.
—No tendré inconveniente con la comida —digo—. Me fascina el salmón.
—Cuñadita, te aseguro que tu paladar me lo va a agradecer. Es salmón al limón con salsa de mango. Yo tengo un gusto exquisito para todo, ¿cierto, mi amor? —Mira seductor a Valentina, ella sonríe como quinceañera, se acerca a él y unen sus labios en un apasionado beso.
Patrick me mira y ambos sonreímos.
—¿Te parecen empalagosos? —susurra a mi oído y posiciona su mano en mi muslo.
—Más que eso, la verdad —admito rodando los ojos.
—Bueno, bueno. Basta de darse afectito y vamos a brindar —dice Patrick dando dos aplausos para llamar la atención de ellos, que se separan riendo.
Paolo descorcha la botella de champán y lo vierte en las copas. Todos cogemos una.
—Porque no hacen falta las estrellas está noche, ya que ustedes iluminan más que el cielo. ¡Salud! —dice Patrick alzando su copa.
Su voz, acompañada de esa mirada, me deja sin habla. Es increíble la capacidad de manipulación que tiene, ese don de engañar, manipular y mover todo a su favor es impresionante. Chocamos las copas y comenzamos a disfrutar de la cena.
La textura suave del salmón, mezclado a los sabores frutales con que fueron aderezados, hace que la explosión de sabores en mi boca sea majestuosa. Me dedico únicamente a degustar mi comida, como también a ignorar a los esposos enamorados que se hacen cariñitos a cada segundo.
Es una tortura visual la que me ocasionan ese par.
Terminamos nuestros platillos y yo sugiero ir al interior del yate, porque la brisa está un poco fría y no traigo chamarra. Sería una desdicha que el primer día que salga coja un catarro.
—¿A quién le apetece un tequila? —pregunta Paola.
—A mí —respondimos todos.
Nos sentamos alrededor del mini bar y Paolo se encarga de servir los shot y ninguno pierde tiempo en tomar un trago seco.
—La persona que inventó este trago es un Dios —dice Paolo saboreando sus labios.
—Pedro Sánchez de Tagle, mejor conocido como "el padre del Tequila" por ser uno de los primeros creadores de las destilerías que fabricaban dicha bebida —digo completamente segura.
—Hermosa e inteligente, me he sacado la lotería —dice Patrick acercándose a mí.
Une su frente a la mía por unos segundos que me parecen eternos. Su mano pasa detrás de mí cabeza y con suavidad me hala hacia él y nuestros labios quedan unidos. Pienso en alejarlo, pero recuerdo que mi venganza y mi libertad es más importante, así que entrelazo mis brazos en su cuello e introduzco mi lengua en su boca para seguir su juego. Sus manos se deslizan de mi nuca a mi espalda y bajan hasta mi cintura y ejercen presión, es evidente que mi beso lo está descontrolado y es así como lo quiero. Me separo un poco de él y con su boca rozando de la mía le digo:
—Te recuerdo que no estamos solos. —Saco mi lengua y la deslizo desde su labio inferior hasta el superior—, así que compórtate, Damasco.
Lo alejo colocando mi mano sobre su pecho y él solo sonríe. Si él se cree un maestro del engaño, yo seré la reina de la actuación y voy a enloquecerlo, voy a hacer que se arrastre por mí y que sufra por mi amor mucho más de lo que yo he sufrido estando cautiva.
La mirada divertida de Paolo no se aparta de nosotros; sin embargo, Valentina se mantiene neutral. Solo ella sabe que estoy actuando, solo ella conoce mis verdaderas intenciones y espero, por su bien, que no se atreva a traicionarme nunca, que ni siquiera piense en volverse mi enemiga porque lo pagará igual o no, lo pagará aún más caro qué Patrick Damasco. Hoy me queda más claro que nunca mi objetivo. Valentina tiene información importante para mí, como lo es el paradero de mi madre y no voy a descansar hasta conocerlo.
Los hermanos se abrazan efusivamente y sirven otra tanda de shot, yo me quejó por la falta de cigarrillos, pero Patrick me sorprende con una caja y un encendedor.
—Cuándo me contarán exactamente de qué trata su negocio. —Doy una calada y veo como se miran cómplices.
—Mientras menos sepas es mejor para ti, Esme —suelta la idiota de Valentina.
—Exactamente, mi amor —apoya Paolo.
—Ya, seguro aún no me tienen confianza, pero lo entiendo.
—No se trata de confianza, pequeña, se trata de tu seguridad, lo menos que deseo es ponerte en peligro.
《Cómo si vivir con él fuera paraíso, este hombre está mal de la cabeza》
Lo lejos se escucha un motor, y todos volteamos alarmados. Patrick y Paolo sacan su armamento de la parte trasera de sus jean, y corren hacia un extremo del yate, nos hacen señas a nosotras de posicionarnos en el piso y lo hacemos. El corazón me comienza a latir fuerte y de pronto mi garganta queda seca.
El motor que habíamos escuchado era el de una lancha donde se acercaban los guardaespaldas de Patrick y Paolo, quiénes se bajaron con premura hacia el yate.
—Señores, los italianos nos han llegado y vienen por ustedes, debemos sacarlos de aquí ahora mismo.
No podía creer que esto estaba ocurriendo, si antes mi corazón latía fuerte, ahora lo hacía como caballo desbocado.
—Puta madre, tenemos que volver a la mansión de inmediato. —Escucho decir a Patrick.
—Imposible, señor, la mansión está rodeada. En la lancha está un maletín con dinero y el helicóptero está esperando.
Patrick se mueve de un lado a otro y Paolo llega a su lado, se acerca a su oído y veo como sus labios se mueven, mas no logro escuchar lo que dice. Giro la cabeza y quedó frente a Valentina, ella sujeta mi mano y ambas apretamos con fuerza dándonos apoyo.
—Vamos, cuñada —Paolo llama mi atención—. Amor no te paralices que si te paralizas nos...
—Matan, lo sé —termina Valentina la oración de su esposo.
Ambas nos ponemos de pies y caminamos con ellos hasta la lancha. Nos ponemos en marcha a un rumbo desconocido.
—Perdóname, prometo ponerte a salvo —dice Patrick besando mi frente.
—Sé que lo harás tranquilo, yo con...
Pum, pum, pum.
—Nos cayeron estos hijos de la chingada, hermano —grita Paolo—. Esmeralda y Valentina, abajo.
Los disparos se hacen más frecuentes porque ahora es un intercambio. Cierro mis ojos aterrorizada, y comienzo a pedirle a Dios por nuestras vidas.
No merezco morir así, Dios mío.
Cada vez siento más cerca el sonido de los disparos y mi desespero comienza a hacer mayor, muerdo mis labios y aprieto mis manos entre sí.
—A dónde nos vamos, Patrick —gritó cómo puedo.
Él saca de un bolso gris un enorme fusil y comienza a disparar. Lo esconde y baja para quedar cerca de mí.
—Nos vamos a Venezuela. Todo estará bien, pequeña. Te lo aseguro.
Venezuela, de verdad dijo que nos vamos a Venezuela, pero cómo es posible si estamos en España, cómo vamos a irnos a Venezuela. Mi cerebro no podía procesar lo que le estaban transmitiendo.
.
.
.
Hola, bellezas. Disculpen la tardanza en actualizar, sucede que comencé a estudiar y voy acostumbrándome al horario. Ya casi llegamos a la mitad de la historia 🥳🥳 ¿Qué les parece hasta ahora? Las leo.
Recuerden que:
1. Mi historia: Maldita ambición ya está en Amazon (ebook y físico) y Google Play book (epub y audiolibro)
Gracias a editorial Lux y pronto llegará a librerías. Siganme en Instagram para más detalles. User: Andreina.lhescritora
Los adoro, besos 😘 ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro