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Capítulo 1

Estaba totalmente cansada. Su espalda dolía por mil veces peor a cuando estaba aprendiendo a montar y le exigían una postura correcta, de esas que al pasar desprenden poder y claro, dinero. Sentía que su cuerpo pesaba, y que por el más mínimo esfuerzo que realizara, su columna llegaría a romperse. Llevaba dos horas tratando de calmar las náuseas, y nada mejoraba, todo lo contrario, parecía que iba hasta expulsar sus pulmones.

Estaba siendo exagerada, pero era una sensación que jamás había experimentado.

Jeongyeon entró a la habitación, no sin antes haber tocado y que Jennie le diera el debido permiso. Al estar ya a un lado de la cama tálamo de su patrona, le tendió una pastilla, que sin dudarlo Jennie la tomó con cierta desesperación, alcanzando ella misma el vaso de agua que reposaba en su mesilla.

Pero, luego de llevársela a la boca, y tragarla, notó que Jeongyeon mantenía su mano extendida, y que en ella reposaba lo último que se hubiera imaginado en esa situación. Jeongyeon no pudo evitar soltar una risita al ver la expresión incrédula y de pánico que Jennie tenía reflejada. Tomó la mano de esta misma, y le entregó la prueba de embarazo.

—No te asustes, esas cosas pasan... —le decía Jeongyeon, dándole unos golpecitos en el hombro— Tampoco seas dura contigo misma ¿si?

Jeongyeon tomó la bandeja de vómito que ella misma había llevado a la habitación con apuro al escuchar el llamado de su patrona en la mañana. Dio media vuelta, hacia la mesilla de roble a un lado de la cama, y con la otra mano dejó el vaso de agua que había tomado de la mano de Jennie.

Jennie seguía en un aparente shock, sus ojos realmente abiertos, y empezaba a inhalar y exhalar por la boca, con la esperanza de poder calmar su ritmo cardíaco.

No lo podía creer. Lo síntomas eran los mismos, y si mal no hacía cuentas, su vida sexual estaba demasiado activa. Aún faltaba por llegar su período, pero sabía perfectamente que a medio ciclo, su sistema reproductor estaba que bailaba y armaba fiesta por algo que ocuparse los siguientes nueve meses.

—Jennie... Jennie... —le llamaba Jeongyeon agitando su mano frente a su rostro.

Jennie le miró asustada después que estuvo debatiéndose un rato.

—YonYon, ¿Es posible? —habló casi en un susurro, llamándola por el apodo que acostumbraba de cariño. Su garganta reseca de tanto respirar por ella le hacía tener un tono áspero, que sin duda Jeongyeon entendía por la repentina noticia.

—Jennie, no lo sabremos si no te haces la prueba ahora mismo —le decía un poco con obviedad.

Unos minutos bastaron para que Jennie se levantara con ayuda de Jeongyeon y mientras se hacía la prueba, no dejaba de imaginarse un negativo. Y peor fueron los siguientes instantes en que tenía que esperar el resultado. El miedo que sentía dentro de ella, le hizo recorrer la habitación aún con la bata de dormir de un lado a otro. Tampoco dejaba a su pobre dedo en paz porque lo llevaba mordiendo con inquietud sin cesar.

Jeongyeon se mantenía sentada en una de las sillas mecedoras de la gran habitación, que a pesar de tener cortinas de un color marrón, como toda la hacienda, la luz del día podía entrar sin ningún impedimento. Jeongyeon, cruzada de piernas, movía nerviosamente el pies, pero no por el hecho de que esperaba el resultado con ansias, sino que era más por lo estresante que se estaba volviendo Jennie caminando por toda la habitación.

—¿Ya? —preguntó por tercera vez Jennie, aún con su dedo en la boca.

La pelimenta miró su reloj de muñeca, asintió, y aún sentada se volteó a la mesilla para tomar la prueba y enterarse de una buena vez. Jennie paralizada delante de ella, esperaba con el corazón palpitandole a un ritmo descomunal, sentía las presiones en sus muñecas, y el zumbido en el oído no le ayudaba a mantener la mente tranquila.

¿Que podría ser? Su respiración nuevamente se empezó a alterar, mientras veía a su amiga ver la prueba.

Jeongyeon sonrió enormemente victoriosa como si hubiera hecho un bingo y estaba a punto de anunciarlo. Con aquella sonrisa en sus labios volteó la prueba para que su misma patrona verificara. Jennie se acercó lo más que pudo, sus pies no respondían, lo único que divisaba entre el pánico eran las dos líneas rojas marcadas.

—Felicidades... —Jeongyeon se colocó de pies, y avanzó con alegría. La rodeó con sus brazos y la apretó contra ella en un abrazo no correspondido.

Jennie estaba paralizada, parecía ser que había olvidado por completo cómo respirar, y no lo había hecho bien desde que su amiga, apareció por la puerta con esa caja detecta bebés en sus manos.

Cuando se separó de Jennie, Jeongyeon empezó a reír emocionada. Un bebé en casa siempre traía alegría, y este aún más, sabiendo que todos esperaban el heredero Kim.

Los padres de Jongin, los padres de Jennie, sus empleados, ganaderos, criadores, inversionistas, Jeongyeon, todos los que ponían un pie de trabajo a primeras horas de la mañana.

—No le digas a Jongin aún, porfavor... —le suplicaba Jennie.

—Jennie... no. Esto no es nada malo, ustedes se aman, y que venga un bebé en camino no es para salir corriendo y desear tener de nuevo quince años.

—Lo sé... lo sé, es solo que... —se detuvo cuando en particular, ella, se daba cuenta que no tenía excusa suficiente— Estoy asustada.

—Yo no... ¡ya quiero que nazca! —gritó entusiasmada Jeongyeon, y daba saltos hasta la puerta de la habitación.

Jennie ahogó un quejido cuando escuchó aquella exclamación, no se lo podía creer, de nuevo. Su amiga estaba más emocionada de lo que podía imaginarse en unos años.

—Tranquila, esa noticia debe ser entregada a Jongin por su misma esposa, no diré nada... y bueno, usted ordena jefa —Jeongyeon se recostó en el margen de la puerta, mirándola con cierta ternura en sus ojos. Jennie era joven, Jeongyeon entendía que estuviera asustada con algo así, pero su patrona estaba siendo dramática ¿acaso no se lo esperaba? Quería hacerla sentir mejor, quería que estuviera segura de las cosas, no solo como empleada de la familia, sino como su amiga— Ese bebé será hermoso Jennie.

La castaña suspiró de amor por las palabras de su amiga, vaya que sería hermoso su bebé, no tenía duda de ello. Jennie se dejó caer en la silla en donde estaba antes Jeongyeon y dejó caer sus hombros como un gesto de rendición.

—Sí, será hermoso... —dijo con cansancio, y dejando que sus pensamientos fueran a la única razón por la cual no estaba tranquila.

Su vista de repente se nubló, a sabiendas de que la desesperación por lo desconocido, porque no tenía ni idea de cómo ser una madre, le esperaba con brazos abiertos para los próximos años.

Jeongyeon le miró, comprendiendo lo que su mirada le decía, ya luego se encargaría de hacerle ver a su patrona que nada malo iba a pasarle por traer a una hermosa criatura al mundo.

—Todo estará bien, ya lo verás... —dicho eso le propinó una leve sonrisa antes de abandonar la recámara, esperando que ese tiempo que pedía a solas Jennie le pudiera despejar la cabeza un poco.

Jennie estaba asustada, por nada del mundo se imaginó estar en esa situación. Y no es como que no quisiera tener el bebé, al contrario, aún no había nacido y ya lo estaba amando incondicionalmente, era su bebé, y lo había hecho con tanto amor, con demasiado en realidad y, con la persona correcta, con la persona que ella amaba.

"No es nada malo, no hiciste nada malo" Se decía a ella misma una y otra vez aunque en realidad esas palabras eran totalmente falsas viéndolas desde una perspectiva social.

Llevó sus manos a su rostro, escondiendolo en ellas, luchando por no derramar las lágrimas que antes amenazaban con salir. Quería llorar, y gritar a pulmón, tanta era la desesperación que sus manos temblaban de puro miedo.

¿Qué iba hacer ahora?

¿Cómo es posible que haya quedado embarazada?

Bueno, eso tal vez se lo preguntaría.

Apenas su día comenzaba, tenía demasiadas cosas que hacer en la hacienda, ver presupuestos, asegurarse de que los animales estén bien, los cultivos y sobre todo, aparentar amar al hombre con quien se había casado. No sabía si iba a poder hacer todo eso sin estar pensando en su amado bebé, en que tendría que decirle a Jongin la excelente noticia, que este se pondría tan contento que ya empezaría a inventarse nombres para su bebé, acompañado del magnífico Kim que todo el país idolatraba.

[•••]

—Amor, estaba buscándote —le habló Jongin desde atrás.

Jennie ahora se encontraba contemplando las hermosas praderas del terreno a su nombre, las montañas en el fondo de aquella vista, y en lo más alto de estas, la nieve acompañadolas hasta el fin de los tiempos.

La brisa soplaba, alborotando sus cabellos. Era fría como en la mayor parte del año, y eso de ninguna manera le ayudaba a despejar la mente ya que recordaba muy bien la forma con la que se calentaba para no sufrir del frío abrasador. Ustedes entenderán.

—Hola —le saludó una vez el chico se colocó a su lado, pasando una mano por su cintura.

—¿Todo bien? Has estado alejada en todo el día. Jeongyeon dijo que por poco y firmas el permiso para que Nayeon fuera a dar una vuelta con Monte.

Jennie rió sabiendo muy bien sobre ese error. Monte era el caballo más hermoso de la hacienda, y por ende, el enamoramiento que albergaba Nayeon, la dueña de la hacienda más cercana, era tal, que justamente los jueves enviaba una nota para que le dieran permiso de montar al semental, cosa que por nada del mundo Jennie aceptaba.

No porque estuviera celosa, simplemente ese caballo no era seguro, además de que significaba alto importante para ella desde que sus hombres lo encontraron desolado al otro lado de la montaña.

—Si, es una suerte que ella haya estado ahí... no me lo perdonaría —bromeó haciendo reír levemente a Jongin.

Unos segundos en silencio fueron suficientes para que ambos se incomodaran. Llevaban dos años de matrimonio, y aún les era difícil establecer una conversación que no sea sobre caballos y cuentas.

Era difícil estar casada con alguien que solo le veía como una mujer que debe estar en casa limpiando todo el tiempo, y por supuesto, para criar a sus hijos.

—Bueno... iré adentro ¿te quedarás otro rato aquí? —dijo separándose de ella.

Jennie ni siquiera le había volteado a ver, simplemente se mantenía observando a la nada, por el verde pasto que bailaba al son del viento. Tenía sus manos unidas contra la vaya de madera alta que dividía el prado con la casa, y en ese instante, sintiendo la mirada de Jongin, empezó a mover sus dedos nerviosa.

—¿Ocurre algo? —volvió a preguntar tras el semblante asustadizo que ponía su esposa.

Jennie está vez si le miró, con algo de pena en sus ojos ¿Debería sentirse mal? O mejor dicho ¿Debería decirle ahora? O peor, ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo le iba a explicar? Por lo visto estaba a punto de llorar del pánico cuando Jongin entre cerraba sus ojos, como si tratara de leer la expresión.

—S-sí, solo que... en la mañana estaba un poco mal, y antes... de que... llegaras me dolía el estómago... —se excusó rápidamente cuando supo que a medio camino no iba a poder contarle.

Si no le contaba corría el riesgo de que Jeongyeon lo hiciera, y tampoco quería que sucediera, pero a fin de cuentas, tendría que decirlo. No podía pasar nueve meses ocultandolo, cosa que era imposible.

—Ajá... Jeongyeon me comentó sobre eso, ¿está todo bien verdad?

—Sí... sí, sí, qué... ¿Qué te dijo?

—Que te sentías enferma, pero que te dio unas pastillas, y que no me preocupara...

—Ah... —internamente Jennie se relajó. Por un momento llegó a pensar que ya lo sabía, era muy raro que Jongin se estuviera comportando tan bien hoy, era el hombre más mentiroso e hipócrita del mundo.

Jongin le masajeó dudoso el hombro a Jennie, no sabía como hacer exactamente, trataba de ser bueno por al menos una vez en su vida, y al menos hacer sentir bien a su esposa en esos momentos irreconocibles.

Por otro lado, Jennie se tensaba ante el tacto poco cariñoso.

Se detuvo en cuanto escuchó un llamado desde la casa, Minho el capataz exigía su presencia, ambos eran muy amigos, tal cual lo eran Jennie y Jeongyeon. Al menos en la casa no están completamente aburridos, tenían sus confidentes, o no tanto, pero tenían con quien pasar el rato sin estar fingiendo amor.

—Iré con él... nos vemos —se despidió así sin más, ahora alejándose rápidamente de ahí, dejando desolada a Jennie.

Frente a la hacienda, había un camino de tierra lisa que rodeaba toda la vaya, y ese mismo camino llevaba a la salida, pero antes de llegar a tal punto, se encontraba el establo. Caminó en silencio con ella misma, disfrutando el sonido del viento, al igual de cómo este hacia resonar las hierbas, que en su momento Monte disfrutaría como festín.

El sol estaba por esconderse en las colinas, y las nubes grisáceas en el cielo no dejaba que su luz resplandeciera como otro días la hacienda.

Así sola, más las ganas de llorar se hacían presente. Caminaba con el aire frio agitando su vestido, el cual sujeta con ambas manos frente a ella. Tenía la cabeza baja, como si se tratase de un niño regañado. Estaba triste por la situación, pero ya tendría con quien reconfortarse, o armar un plan de escape quizás.

Llegó al establo, y cerró de él con seguro. Siempre llevaba consigo el juego de llaves por tales motivos.

Automáticamente, se dirigió al lugar de Monte, alegrandose por primera vez en el día de verlo. Posó la palma de su mano por debajo de sus ojos, haciendo que el animal parpadeara; Jennie sonrió ante la textura, tan suave como siempre lo habían cuidado, y es que le tenía que dar créditos a su cuidador por tan arduo trabajo.

Jennie suspiró, relajándose en la puerta del lugar de Monte, en donde estaba la soga del animal sujeta. Poco a poco iba tomando aire y cerrando sus ojos, trataba con todas sus fuerzas de mantener la compostura y no dejarse caer en los canales del establo.

Fue cuando en medio de esa paz, unas manos delicadas le rodeaban la cintura con el tacto que conocía de memoria. Justo cuando esas manos llegaron a las suyas, entrelazandolas y apretandolas contra su estómago, Jennie sabía que no podía más. Por poco y se deja caer en esos mismos brazos que le brindaban protección.

—Hola mi reina... —dijo Lisa, colocando su mentón en el hombro derecho de Jennie, enseguida dándole un beso en la mejilla como saludo.

Jennie se giró entre aquel abrazo con el atisbo de alegría, solo manteniéndolo unos segundos, era algo que no podía controlar, sentirse realmente feliz cada que veía a Lisa. Le sonrió con amor, y tomó de la chatequeta de cuero que cargaba puesta para atraerla hacia ella y abrazarla, sintiendo como los brazos de la otra se apoderaban aún más de su cintura.

Jennie recostó su rostro en el pecho de Lisa, buscando su refugio.

—No te he visto en todo el día —Lisa pudo escuchar el susurro casi obligado con el que Jennie le habló. Bajó sus labios hasta el cuello de Jennie y besó la piel expuesta, aprovechando para recostar su frente en el hombro de su patrona.

Jennie enseguida rodeó el cuello alto de Lisa, jugando un poco con sus cabellos. Era el típico abrazo acogedor que se daban cada vez que tenían oportunidad.

—Lo sé, Minho no me ha dejado en paz en todo el día —respondió Lisa con ojos cerrados, disfrutando del calor que Jennie le brindaba.

—Es un idiota —dijo apretándose más contra Lisa— Y ¿qué hacías?

—Solo era una reunión del cuidado de los caballos, nada que no sepa —le respondió con el típico aire sarcástico que hacía reír a Jennie.

Si, Jennie llevaba casi un año viéndose y dándose cariño con Lisa, "el amor de su vida", el único amor sincero que había sentido, y la persona con quien engañaba a su esposo.

Sin embargo, había otro inconveniente, y es el hecho de que ahora tenía que decirle a Lisa. Merecía saberlo primero, y al estar pensando todo el día en las posibles reacciones de Jongin, ahora le esperaba la reacción de Lisa. No era algo planeado claramente, y las circunstancias tampoco le ayudaban.

¿Y si no le quería después eso? Podía reaccionar mal y largarse de ese lugar. Le dolería en el alma si eso llegase a pasar, no podía ni imaginarse una vida en donde no se haya conocido con Lisa. Y vivir sin ella, ya le era difícil cada vez que no la veía en el día

—Te estaba extrañando... —volvió a decirle más como un suspiro.

—Yo más —dijo Lisa con una voz dulce— ¿Qué pasó?

Jennie se podía imaginar que Lisa no tardaría en saber sobre su comportamiento extraño, y le fue imposible no tensarse en sus brazos al recordar precisamente por lo que estaba pasando.

Lisa se separó de ella, tomándola de una mano para jugar con sus dedos, y le miró con preocupación.

—Estas pálida Jennie, ¿Ocurrió algo malo? —preguntó tocando suavemente sus labios con la mano disponible.

Jennie miraba a todas partes menos a los ojos de Lisa, estaba terriblemente nerviosa, y nuevamente su corazón la delataba en el pulso de su muñeca. Lisa se dio cuenta de ello, pero no habló al respecto.

Esperó hasta que Jennie decidiera contarle o no, pero sabía muy en el fondo que pasaba algo, y no era cualquier cosa cuando estaba viendo el rostro de su amante llenarse de pánico. Pero su desesperación llegó a tal punto cuando los ojos de Jennie se llenaron de unas cuantas lágrimas.

—Dime, ¿Te sientes mal? —empezaba Lisa a bombardearla de preguntas con la intensión de acertar una por si Jennie no quería contarle— ¿Te hizo algo Jongin? —aquello último lo dijo con rabia, recordando como en una de las peleas que tuvo Jennie con Jongin, su esposo estaba dispuesto a herirla, era una suerte que Jennie pudo escapar a tiempo, y por supuesto fue el mismo día en que, se había encontrado accidentalmente con Lisa en el establo, y fue esa misma noche que se entregaron en cuerpo y alma, hasta el sol de hoy.

Jennie jamás había sentido el amor de la forma en que Lisa se lo hacía sentir, y aún mejor cuando antes de su primera vez llevaban meses dándose miradas de deseo. Les era imposible de un tiempo a otro mantener la mirada en otro lugar que no fuera la otra.

Jennie estaba asustada por los sentimientos que había ejercido en su interior sobre Lisa, pero esta misma le había dicho que no había porque temer, y que estaría para ella en todo momento. Solo esperaba que esas palabras no se esfumaran con la noticia que tenía que darle.

—No, no me hizo nada... —le respondió unos segundos después.

—Entonces... —acarició su mejilla con cuidado, y sonrió ante la vista que sus propios ojos le daba— Eres tan hermosa...

Algo tan repentino como los pensamientos en voz alta de Lisa, desbordaba los de Jennie, aceleraba su pulso. Siempre había sido así, por más que llevaban meses relacionándose, no se acostumbraba a todas las sensaciones que Jongin, ni un solo instante le había hecho sentir.

—Lisa... —había intentado iniciar, pero la mirada de Lisa, expectante a cualquier cosa que tenga que ver con otro hombre, para ir sin ninguna otra opción que desfigurarle el rostro a palizas; le había hecho detenerse— Es que... hoy...

Lisa esperaba paciente, y de vez en cuando apretaba la mano de Jennie para alentarla a continuar.

—Lisa lo que pasa es que... —su mano tembló, y lo único que hizo Lisa fue acercarse más, a tal punto de casi chocar sus frentes— Lisa... es-stoy embaraza-da.

Si de algo estaba segura Jennie, es que de a poco sabía que podía tener un infarto por el acelerado latido. Ahora estaba más nerviosa que antes, Lisa no había mostrado señal alguna, luego solo se había separado levemente de ella.

Le miró de muy cerca, con ojos a punto de salirse. Jennie no le perdió la mirada, esperanzada a que entendiera lo que estaba queriendo decirle, pero unos segundos de confusión en el rostro de Lisa, Jennie continuó.

—Y... tu sabes, yo no... no he estado con Jongin... e-en mucho... tiempo.

Su vida sexual estaba activa, pero no era precisamente su esposo el que estaba haciéndole todas esas cosas que no podía mencionar en voz alta.

Lisa le miró intensamente a los ojos, sus labios después de un rato dibujaron una encantadora sonrisa de lado. Sabía bien que quería decir con eso, y no dudaría que ese bebé era suyo. Creía en Jennie, y en las veces que ella le juraba que no se había acostado con su esposo en un buen tiempo. Jennie no lo amaba, y tampoco quería hacerlo.

Lisa sintió que su mundo se detenía, pero porque estaba feliz, por supuesto que lo estaba. La mujer de sus sueños estaba formando en su vientre al ser más hermoso, y quien más que ella, la perfecta mujer de la que se había enamorado, era la adecuada para ello. No había otra mujer que Jennie.

Pero esa sonrisa en su rostro, solo había logrado cambiar la perspectiva de Jennie respecto a la reacción de Lisa, al menos no la abandonaría, y es que ¿Cómo se lo iba a imaginar? Lisa era totalmente un caballero, y por sobre todo la amaba.

Lisa no pudo más, y unió sus labios con los de la castaña. Principalmente en ese beso quería transmitirle lo tremendamente agradecida que estaba de que estuviera embarazada.

Jennie, la tomó por su chaqueta, queriendola alejar, no podía tan siquiera besarle cuando no dejaba de pensar en las otras consecuencias.

—Estas asustada... —afirmó Lisa, despejando de su rostro la sonrisa alegre cuando Jennie le separó de si. Jennie evitaba mirarla, estaba asustada y era razón suficiente para estar tímida ante la mirada de Lisa.

—¿Qué le voy a decir a Jongin? No he estado con... él desde hace mucho, va a saber que no es suyo, y se enojará... va a ser capaz de cualquier cosa —hablaba apresurada y con más pánico del que había reflejado.

Lisa solo la observaba, ahora comprendiendo porque estaba así. Por más que quería decir que no le importaba en lo absoluto como ese tipo reaccionara, sabía que podía ocasionarle un malestar a Jennie con ese poco me importa. Ahora debía cuidarla, debía cuidar a su familia y si hacía un mal comentario arruinaría las cosas en un santiamén.

Jennie era la típica chica de familia que le gustaba guardar las apariencias y resaltar la clase; que sería de ella si alguien se enterase de la infidelidad que alberga a espaldas de su esposo. Pero no mal entiendan, hasta esa manera de ser de Jennie le encantaba a Lisa.

Pero bueno, Lisa la tomó de ambas manos, dándole caricias en ellas, esperanzada a un cambio de actitud. Aunque, conociéndola seguiría asustada, la única que se mantenía feliz era ella, y eso no cambiaría.

—Es... la mejor noticia que me han dado en toda la vida —dijo rozando sus labios con los de Jennie, y nuevamente la sonrisa volvía a aparecer en sus labios.

Jennie solo trataba de acompasar su respiración en esa cercanía con Lisa. En su interior, el lío que tenía en su interior, se empezaba a formar un pequeño fragmento de felicidad, y eso pasaba cada vez que veía a Lisa feliz. Esa sonrisa tonta de Lisa, la dejaba hasta boquiabierta.

—En serio, no sabes lo feliz que estoy por saberlo —con cada frase que alentaba, podía sentir que la leve tensión en las manos de su patrona, se iba desvaneciendo— Te amo.

Jennie ahora esbozaba una pequeña sonrisa al escuchar a Lisa. Rodeó su cuello, y ella misma volvió a juntar sus labios en un beso suave, y a un ritmo más considerado comparado a los que acostumbraban a darse a escondidas. Se podría decir que esos momentos, Jennie había olvidado sus preocupaciones, estaba atenta al cariño que estaba recibiendo de su amante, y el amor más preciado que podía tener.

En medio de todo el beso, Lisa sonrió, haciendo que sus labios se separaran de Jennie, ahora soltando una risita que fue contagiada enseguida a la contraria. Lisa le rodeó la cintura, abrazandola tan fuerte mientras escuchaba la encantadora risa en su oído.

Cuando se separaron, Jennie le miraba contenta, pero eso no pudo evitar que las lágrimas que guardaba, salieran a la luz. Por su mejilla viajó una gota, que Lisa enseguida la eliminó con la yema de su pulgar, aprovechando para acariciarle el rostro con ambas manos. Jennie sentía muchas ganas de llorar, provocando que sus mejillas y ojos se enrojecieran, desvaneciendo a Lisa.

—Jennie, no los voy a dejar nunca, en mi vida —empezaba a decirle con emoción y apresurada, quería quitarle ese miedo a su amor— Los protegeré con todo mi ser, cada día de mi existencia... no dejaré que les pase nada malo... te lo prometo —levantó su mano junto a la de Jennie, y en esta, depositó un beso, resonando en todo el establo.

—Lo siento.

—No, no Jennie no hagas eso.

—Pero es mi culpa Lisa.

—¿Qué? —vio como de a poco se volvía a formar lágrimas en los ojos de Jennie, ella bajó la mirada enseguida, cuando una gota ya transcurría en su mejilla— No debes sentirte así por una noticia tan maravillosa Jennie. Ya solucionaremos lo demás, y verás que todo estará bien... y si hablamos de culpa, la principal soy yo, tu no tienes nada que ver... te diría lo siento, pero es que en realidad no lo tengo, y menos cuando se trata de... nuestro bebé, el no tiene la culpa.

Jennie seguía con la mirada caída, cuando con la punta del dedo, Lisa le tomó del mentón, para así hacerla mirar a sus ojos. Un escalofrío se apoderó de Lisa de inmediato, cosa que siempre pasaba cuando su mirada se encontraba con Jennie; cuando galopaban, cuando se miraban en el campo mientras Lisa ayudaba al capataz con unos terneros; cuando Jennie les llevaba limonada al campo después que llegaban exhaustos; cuando hacían el amor...

—Gracias —fue lo que le dijo Lisa por último, antes de unir sus labios con tanto amor del que se podía.

La situación no era la más encantadora de todas. Habían hecho un bebé de una manera poco romántica, y lejos de estar en un matrimonio como acostumbraba la clase alta a ver de manera correcta. Pero se amaban, y por supuesto que los obstáculos vendrían a partir de que todos se enteraran del embarazo, o en el momento en que su bebé naciera. Pero cada uno de esos obstáculos, Lisa estaba dispuesta a enfrentarlos para proteger a su familia.

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ACLARACIONES;

— Jenlisa
— Lisa G!P
— Drama, Smut, Angst & Romance
— Disfruten



¡Adaptación Autorizada!

Todos los créditos van para ssunnee. <3

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