Las calles de Miami se inundaron de miedo al escuchar sobre el segundo ataque del tirador anónimo que disparó a dos servidores públicos, y Armando estaba más que satisfecho por eso, dejó la motocicleta de los ataques en el escondite para caminar a su departamento, aunque no lo dijera en voz alta debía admitir que le agradaba el lugar, consiguió que tuviera vista a la ciudad sin gastar mucho, además de tener la ventaja de estar en el último piso por lo que al estar libre subía a la azotea en busca de aclarar su mente.

De niño había crecido escondido con los trabajadores leales a su madre que desde la cárcel obedecían sus órdenes, lo habían criado como a un soldado, poco amor y muchas reglas, también lo habían vuelto parte del cártel enseñándole a manejar el negocio, armas y asesinar sin dudarlo. Era difícil que tuviera un momento que no se dedicara a sus obligaciones, y cuando lograba evadirlos se escabullía al techo para ver las estrellas y disfrutar de los ruidos de la naturaleza.

Pero aquí no había nada de eso, la ciudad no permitía que se escucharan los grillos o el sonido de los árboles bailando con el viento, solo habían construcciones, autos y música a todo volumen. Lo único que le quedaba por admirar era el cielo, se recostó en el suelo planeando lo que haría al terminar con esta venganza, volvería a México sin duda, viviría lejos de la ciudad y cumpliría el sueño de su niño interior teniendo una granja en donde dormiría a la sombra de un árbol.

El ruido de su teléfono lo sacó de la ensoñación notando que se trataba de su madre.

— Mamá.

— Mijo, lamento hablarte como te hablé, pero necesito que entiendas lo importante que es el sufrimiento para Mike Lowery. -reconoció un tono triste en la voz que ahora le hablaba con cariño.

— Sufrirá, te lo prometo. -sonrió al recordar los planes para la hija del oficial.

— ¿Tienes noticias sobre él?

— Supe que salió de cirugía y ahora está recuperándose, pero le llevará algunos meses.

— Muy bien, -satisfecha sonrió- tienes mi permiso para acabar con todos según veas conveniente, a excepción de Lowery y el capitán Howard.

— Como órdenes, mamá.

Al finalizar la llamada dejó el teléfono a un lado para volver la vista al cielo disfrutando de los últimos minutos en el techo antes de volver abajo, al llegar a la cocina tomó una cerveza y fue al pequeño sofá en la sala revisando las noticias.

— El día de hoy en otro homicidio tipo ejecución, el juez Leon Sorenso murió al salir de su juzgado. -se mostraban imágenes del lugar y una cámara de seguridad al interior del edificio- Los testigos afirman haber visto al mismo tirador que atacó al oficial Lowery hace una semana, -apareció ahora la imagen de la pelinegra entrando a la comisaría evitando a los reporteros- la oficial Hernández, hija de Lowery se encontraba en el lugar, pero a pesar de iniciar una persecución el sospechoso escapó.

Armando sonrió imaginando la impotencia de la chica, satisfecho salió del lugar para ir por algo de comer, su motocicleta, la que en verdad usaba diariamente lo esperaba dispuesta para salir a las calles, se recordaba a si mismo cuidar la velocidad pars evitar problemas, al llegar a un supermercado buscó algunas cosas para prepararse la cena, cuando a lo lejos vió a su objetivo.

— Rita, ya te lo dije, estoy bien, -habló con tono cansado- solo necesito un par de cosas y me iré a casa. Sí... bye.

Se detuvo frente a los vegetales fingiendo revisar un tomate viéndola de reojo tomar algunas frutas y seguir su camino, la curiosidad en su interior ganó, por lo que la siguió a la distancia sin ser visto hasta salir del lugar, le fastidió ver que se iba en un brillante Porsche azul, al parecer papi cubría sus caprichos.

Mantuvo su distancia hasta verla llegar a un edificio elegante en la ciudad, lo que solo aumentó su enojo al saber que mientras el sufrió una vida sin sus padres otros vivían el sueño, sin preocupaciones o problemas.

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Por otro lado, la morena bajaba del auto con sumo cuidado evitando cualquier golpe inesperado, sacó la cera para pulir de la bolsa y tomó asiento a un lado del auto para comenzar su trabajo, evitaba pensar en lo sucedido horas atrás pero le seguía fastidiando, su motocicleta estaría en el taller por al menos dos días más, así que usaría el autobús para ir al hospital y la comisaría, solo quería arreglar la mancha de pintura como si Mike estuviera ahí y le hiciera bien saber que su auto estaba bien.

— Hola Dorn. -saludó apoyando su teléfono entre su hombro y oído para hablar mientras seguía- ¿Qué tal?

— Tn tengo noticias, -informó el rubio mientras tecleaba en su computadora- revisaron las balas al interior del Juez Sorenso, son las mismas que encontraron en Mike.

— Herstal PG 90 por encargo.

— Exacto, hechas a medida y anti blindaje.

— ¿Aún no tenemos nada sobre su procedencia?

— Todavía no, pero te mantendré informada. -aseguró ahora con un tono preocupado- ¿Tú cómo te sientes?

— Súper, -afirmó con falsa emoción- como si me hubieran lanzado al asfalto.

— Auch...

— Seh... Auch. -sonrió dejando de frotar la esponja sobre la puerta al ver que comenzaba a mejorar- Gracias por la información amigo, pero debo irme.

Al despedirse el rubio recalcó que podía llamarlo si quería hablar, al terminar de arreglar la puerta subió al departamento para revisar los raspones en su espalda, no eran graves pero el limpiarse el escozor le provocaba gruñir enfadada.

— Maldito... yo te dejaré la espalda peor. -soltó molesta al ponerse una camiseta de pijama.

Bajó a la cocina para prepararse una sándwich sencillo prefiriendo volver a su habitación y dormir al terminar. Al igual que Armando terminó de cenar un batido se fue a la cama pensando en la chica, debía admitir que no estaba nada mal, tal vez hasta disfrutaría de más acercarse a ella y comenzar su plan.

— Dulces sueños, Idiota.

— Que descanses, niña mimada.

Ambos hablaron al vacío de su habitación mientras se quedaban profundamente dormidos.

Se les quiere <3

Quise actualizar otra vez porque anduve mucho tiempo lejos, creo que voy a estar subiendo capítulos un día sí y otro no, para ir a mi ritmo, espero les esté gustando.