🎀 VI. Baseball 🎀
⚠️ Un poco de mi headcannon que estoy construyendo de Utahime. Ocurre muchos años antes del canon. Y cabe resaltar que Gakuganji es por lejos mi personaje favorito (aunque si he llegado a encontrarlo interesante en el sentido de la trama), y gracias a unas lecturas que he tenido de él, he tenido la oportunidad de verlo por ángulos diferentes.
Sigue siendo un anciano un poco malhumorado, engañoso y desconfiando, pero esencialmente lo manejo como alguien gris que en su momento tuvo la intención de ayudar y cambiar el sistema que siempre lo aplastó hasta que quedó hecho una pasa sin jugo de fervor de lo que él era, y ve en Utahime un brillo como el que él tuvo antes.
Utahime es la nieta del hermano menor de Gakuganji, quien fue exiliado de la familia principal hace mucho tiempo así que él no sabía mucho de que fue de su familia hasta Utahime.
Por cierto, reiteradamente se menciona que Utahime es una niña aquí, pero en realidad no es un infante. Ella tiene prácticamente 16-17 años aquí.
***
"Y este, señor Gakuganji, es la nihonga que nos transporta a la era Kamakura, la época de oro de la linaje Iori, donde el legado de Nuestra Gran Sacerdotisa estuvo al mando de valientes sacerdotes que dieron sus vidas para liberar a este mundo de las maldiciones".
Gakuganji Yoshinobu tenía que admitir a regañadientes que Iori Kaede era una anfitriona entusiasta y generosa, no se había despegado del lado del anciano en cuanto se supo que el señor Iori no se encontraba presente (un rasgo marcado de cobardía ya que Gakuganji había anunciado su visita con días suficientes de anticipación y el señor de la casa Iori lo había marcado de recibido, así que él simplemente estaba huyendo. Después de lo que había escuchado de ese hombre, a Gakuganji no le impresionaba); pero la señora Kaede parecía estar haciéndose la tonta, llevándole por toda la casa y enseñándole el lugar y su supuesta historia. Pavoneándose de una fama familiar que se había adjudicado al ser un antiguo lacayo del humillado clan Kamo después de la persecución del infame Noritoshi Kamo. Junto a los disturbios locales de las maldiciones tras la edad de oro de hechicería Heian y los enfrentamientos militares, muchos clanes pequeños se habían desprendido de sus orígenes y habían tomado la batuta en ese momento en que los tres Grandes Clanes habían enfrentado a las peores amenazas. El clan Iori que tanto se regodeaba de haber sido influyente en esa batalla final, para luego independizarse, no era diferente. No estaba interesado en escuchar una historia más de un falso orgullo e ilusoria fama cuando le dieron la espalda a los patrones que los habían mantenido a salvo cuando las cosas salieron mal. Sin embargo, no encontraba forma de cortar su perorata cuando la señora era una hábil habladora que cada tanto le daba aperitivos y bebidas para disuadirlo.
Cuando era obvio que la historia de la mansión Iori iba a acabarse pronto y Gakuganji regresaría a su misión original, la señora empezó a hablar torpemente sobre interpretaciones de pinturas, parafraseando lo que ya había dicho.
Yoshinobu tenía la imagen de un temple tranquilo y solemne, pero no era un hombre paciente. Ya había hecho espacio en su apretada agenda y estaba empezando a desesperarse cuando la señora intentaba distraerlo de su misión, hablando sin parar.
Levantó su bastón y lo chocó contra el tatami, la señora se detuvo en seco, momentáneamente desconcertada por la interrupción de su discurso y llevó su mano a su prominente barriga de forma protectora.
"Mi señora", endulzó el anciano esbozando una sonrisa fingida, y quizás la señora Iori era un poco estúpida, porque ella levantó el pecho con orgullo por su título en lugar de prestar atención a la tensión en la voz que Gakuganji no trataba de aplacar, "todo este recorrido ha sido maravilloso. Es agradable ver lo bien conservados que están los clanes y que las viejas costumbres no se pierden".
La señora Kaede asintió con entusiasmo, "el clan Iori agradece su recibimiento, señor Gakuganji. Es usted una figura ilustre muy amable".
"Me encantaría continuar escuchándola toda la tarde". Por supuesto que no, preferiría echar sus orejas a aceite hirviendo y comérselas, "sin embargo, soy un hombre que requiere una parte de mí en todas partes. Ya sabe usted que el clan Gakuganji es bastante solicitado".
Ella asintió, entusiasmada por tener que formar parte de una conversación tan solemne sin darse cuenta de lo superficial que era, "estamos orgullosos que alguien tan magnánimo como usted haya querido venir a bendecir al futuro del clan Iori. En verdad lamento que mi esposo no esté presente, le manda sus saludos, respetos y agradecimientos". Ella inclinó su cabeza levemente por la prominencia de su barriga embarazada, así que no pudo notar como el hombre mayor hacía una mueca al recordar el descaro de Iori Tetsuya.
"Entonces debe comprender que no puedo quedarme mucho tiempo y escucharla", continuó con la suavidad de una tela rasposa, "me gustaría poder bendecir a los niños de la casa Iori. Supongo que no hay problema con que los llame".
Kaede se puso tensa, pero asintió rápidamente. "En un minuto, señor".
En total eran tres cabezas. Un muchacho adolescente con los rasgos de la familia Iori, cabello castaño oscuro con tonalidad entre azules y moradas, ojos verdes, con un porte arrogante y firme, demasiado similar al pedante Tetsuya. Y un par de mellizos de unos tres o cuatro años. La niña tenía rasgos similares a su hermano mayor y ojos rasgados como Kaede, mientras que el cabello de su mellizo tendía hacia el color rojizo, ojos aceituna que lo miraban con nervios y un ligero temor, aferrándose a la manga de su hermana que mantenía su barbilla obstinadamente hacia arriba mientras sus labios temblaban.
Gakuganji los observó en silencio, rascándose la barba con contemplación, su trato silencioso fue suficiente para que el ego hinchado del adolescente se pinchara y frunciera el ceño con exasperación y un poco de temor, el chico retorció sus manos detrás de su espalda; su hermana dió un paso más cerca de su hermano mayor, y su mellizo ya casi estaba sollozando. Yoshinobu esbozó una suave sonrisa sombría antes de volver a su semblante ceñudo y pensativo, había pasado un tiempo desde que trataba con personas tan jóvenes, pero al parecer él todavía imponía presencia ante esas miradas inexpertas y descaradas.
"Falta uno". Concluyó después de un letargo palpitante y tortuoso, su voz ronca hizo saltar a los muchachos. Y cuando giró a ver a la señora Iori por respuestas se dio cuenta que de nuevo que sostenía el vientre como si hubiera tomada por sorpresa.
"Oh". Ella se rió, sus labios temblando. Palpó su pancita redonda con petulancia y le sonrió con falsa tristeza, la sorna deslizándose a través de sus labios. "Todavía no puedo mostrársela. Después de todo sigue en mi interior, espero que sea razón suficiente para que excuse su falta. Pero estoy segura que será una niña sana y encantadora que dará honor al clan Iori".
¿Quién demonios pregunto eso? Gakuganji estaba seguro que algo no estaba bien en la cabeza de la mujer. Y la forma vanidosa en que palpaba su estómago no ayudaba, pobre criatura que todavía no nace, con ya grandes expectativas en sus hombros. Eso nunca terminaba bien.
Pero no era su maldito asunto. Estaba harto de jugar.
Se dio la vuelta por completo y la enfrentó, como si percibiera que él estuviera a punto de arremeter, la señora Iori dió un par de pasos sutiles hacia atrás, como para asegurar la distancia. Detrás de él, los niños ahogaban exclamaciones de ansiedad y preocupación, atentos a lo que sucedía con su madre.
"Mi señora, no tengo tiempo para sus bromas". Estos mocosos no le interesaban, había dicho que iba a poner un pie en este pedazo resquebrajado de clan solamente porque su hermano le pidió un último favor y él se estaba asegurando de cumplir su moribunda voluntad. No iba a conceder más retrasos. "¿Dónde está Iori Utahime?".
El mocoso mayor de Kaede se quedó mudo ante su pregunta, incapaz de evitar dejar la boca abierta para que entraran las moscas mientras que los mellizos se removieron incómodos a su alrededor, cada uno aferrado a una parte de su hermano mayor.
Kaede humedeció. Sus ojos se abrieron de par en par por un instante antes de que toda emoción abandonara su expresión.
"Disculpe, ¿qué?". Preguntó de una forma que a Gakuganji le pareció estúpida y retrasada.
El hombre inundó sus pulmones de aire antes de continuar. "Iori Utahime", repitió con tono desdeñoso, como si le hablara a un niño sin racionamiento. "La primogénita de Urara Natsuki. La próxima jefe del clan Iori".
"Mi Kohaku será el próximo jefe del clan". Gruñó Kaede, dejando de lado toda pantomima de hospitalidad y amabilidad, pero todavía luchando por mantener el control mientras presionaba los dientes.
Gakuganji no estaba aquí para discutir ni tampoco para señalar. Que el mocoso que estaba detrás de él estuviera crujiendo sus dientes por no ser reconocido como heredero al ser un hijo fuera del matrimonio y resultado de una infidelidad no era el asunto que lo atraía aquí. Ninguno de estos mocosos era su nieto, e incluso si lo fueran, el respeto y su consideración tenían que ganárselos.
Esta niña Utahime también, pero al menos la respalda la virtud de su hermano menor.
"Mi señora", Kaede presionó sus manos en puños, Yoshinobu casi resopló, tal parecía que el tono de falsa miel y respeto no ayudarían mucho, de todas maneras continuó. "¿Sabía usted que Urara Natsuki es descendiente del clan Gakuganji?".
La señora se paralizó por un momento. Gakuganji continuó sin detener en su marcha. Por supuesto que el idiota de Testuya dejaría en la oscuridad a su actual esposa, bueno, mejor para él, tal vez esto no sería tan difícil si ella se sentía intimidada.
"De hecho, era mi sobrina". Continuó con aire solemne y melancólico. "Perdí contacto con mi hermano hace un tiempo. Pero recibí una llamada suya hace un par de semanas. Él quería que revisara a su nieta. Y yo me ofrecí a bendecir a todos los hijos de la casa solo por ella".
"El viejo Yasu no era- él no podía ser un-". La señora Iori estaba un poco pálida, no se daba cuenta que estaba hablando o temblando mientras que Gakuganji seguía su ritmo.
"La niña", él dio un paso adelante, la señora no pudo reaccionar y se quedó mirándolo con una expresión consternada. Yoshinobu ignoraría la forma irrespetuosa que hablaba de su hermano menor solamente porque quería llegar al punto. "Muéstreme dónde está la niña".
...
El camino empezó a perder calor y cuidados mediante avanzaba. El número de criados también al punto de solo haber un par. La zona de la mansión parecía abandonada y descuidada, casi parecía un terreno baldío sino fuera porque en el patio principal había verde, un trozo de terreno cuidado con legumbres y hortalizas, y un sector aún más pequeño para el trigo y el maíz, dividido por torpes barreras vivas, pero eficientes, la persona que lo había preparado no tenía conocimientos de agricultura excepcionales, pero entendía el concepto esencial lo suficiente para comenzar a trabajar en un terreno que parecía abandonado por todos.
La señora Kaede lo enfrentó, tapando su vista del sector estropeado, Gakuganji la miró con aburrimiento.
"Debo advertirle, mi señor. Esta niña está loca, es indisciplinada e irrespetuosa. Fue totalmente malcriada por Urara Yasu y con su partida se ha vuelto completamente ingobernable".
Gakuganji asintió, contemplativo, intentando rodearla. "Gracias por su consideración, señora. Voy a echarle un vistazo yo mismo".
La mujer volvió a interponerse, el hombre no disimuló su fastidio frunciendo el ceño. "Es un total desastre, mi señor. Se lo digo en serio".
"Estoy consciente de eso, ahora, si me permite", una vez más intento hacerse a un lado y continuar caminando, y una vez más, la señora Iori se le puso enfrente. Esta vez, Gakuganji endureció su semblante. "Señora-".
"¡Usted no tiene que entrar!", Kaede se sostuvo la panza mientras gritaba, luego camino rápidamente hacia una mesa de madera que apenas se mantenía en pie con tres patas. Ahí había un plato limpio y viejo con cubiertos desgastados, vendas desaliñadas y trapos descosidos para limpiar, una burla de escoba de paja apoyada y una campanilla más cuidada. La mujer tomó esta última. "La llamaré para usted".
Se pregunto que era lo que planeaba hacer cuando comenzó a hacer sonar la campanilla con frenesí. Le tomó un par de segundos darse cuenta de su intención y algo dentro de sus intensos ácidos y secos se retorció.
Como a una criada.
Ya no estaba seguro si quería conocer a esta niña y encontrarla en un peor estado en el que su hermano dio a entender. Sabía que ella estaba siendo abusada por su familia, la forma temblorosa y moribunda de quien antes fue Gakuganji Yasu se aferraba a él con su último aliento. Sus mejillas hundidas, su cabello blanco, delgado y descuidado, sus manos secas como huesos y marcadas con manchas café oscuro, casi moradas. A pesar que era su hermano menor, la enfermedad de la maldición lo hizo parecer 30 años más viejo.
Mi niña. Mi Utahime. Él había llorado, y el corazón de Yoshinobu había estado paralizado por años, donde solo el hielo y el veneno pasaban por sus venas, sin embargo, algo se removió en sus entrañas cuando su hermano pequeño sostuvo su brazo mientras daba sus últimas respiraciones. Si ella es digna a tus ojos, por favor, que reciba tu favor.
Eso había sido todo. Y Yoshinobu sabía que incluso esa mísera pizca de consideración significaba demasiado. Su hermano había abandonado el clan desde muy joven, adoptó el apellido de su esposa y se aisló. La mecánica del clan Gakuganji había sido demasiado para él y había dejado solo a Yoshinobu para hacerse cargo de los tiburones y las pirañas ancestrales que dominaban el mundo Jujutsu. No guardaba rencor, no cuando él mismo había firmado la carta de exilio para Yasu, consciente que su hermano pequeño no sobreviviría al cruel mundo de la hechicería, al menos podía darle una oportunidad de vivir lejos de la pesadilla. Su última indulgencia. Como consecuencia, él lo daría por muerto, desligándose totalmente de su memoria. No tenía idea de que iba a sacudirse lo suficiente para cumplir su voluntad al verlo realmente muriendo en una cama de hospital, abandonado y débil, solo un par de tristes camelias en un florero, un ilustre miembro del clan Gakuganji completamente derribado. Las consecuencias de una maldición en carne viva, despojándolo de toda esperanza y bendición, despedazandolo desde el interior y pudriendo su cuerpo. Había sido escalofriante.
Sin embargo, el brillo en sus ojos había sido real. Cuando no había nada que hacer para salvarlo o siquiera aliviar su tortura, la imagen de su nieta iluminaba sus rasgos caídos y tristes, como si ella fuera el último grano de bendición que quedara en su vida resquebrajada. Y Yoshinobu se encontró moviéndose hacia el receptor de tanta fe moribunda, aunque sea simplemente para despabilarse del escalofrío que persistiría cada vez que cerraba los ojos y miraba la forma derrumbara de su hermano.
Quizás, si confirmaba que la niña no era nada en especial, finalmente podía deshacerse de las manos huesudas y fantasmales de Gakuganji Yasu aferrándose a su brazo.
Y cuando la niña finalmente apareció en la lejanía, con total irreverencia en su caminata, los escalofríos se volvieron más profundos.
Ella tenía el cabello atado a dos coletas que saltaban en sus pequeños hombros, oscuro y lacio, característico de un Iori. Pero su mirada era sin duda un Gakuganji, expresión afilada, ojos miel con un fuego que quemaría todo a su paso, un fuego que nunca había tenido su gentil y debilucho hermano.
"Llegas tarde", Kaede habló con los dientes apretados, "¡¿y qué demonios traes puesto?!". Ella se escandalizó a lo que Gakuganji se recuperó para observar la vestimenta de la niña.
Parpadeó con un poco de confusión cuando el contraste lo obligó a prestar mayor atención. A diferencia de sus medios hermanos, y su madrastra, Iori Utahime no contaba con un kimono elegante y bien cuidado, y tampoco lucía como una criada como pensó por un momento, mucho menos lucía como una dama digna de ser la hija legítima de un clan honorable.
La niña tenía una gorra azul con una enorme L blanca en el centro, una camisa larga con un logotipo en rojo que citaba "Lions" encima de una pelota y un hakama rojo descuidadamente amarrado, parecía la parte incompleta de un uniforme de algún equipo deportivo. Ella se apoyó en un pie dando una mirada aburrida a su madrastra sin prestarle mayor consideración, luego se fijó en Gakuganji.
Hubo un breve destello de reconocimiento, y por un instante, se tensó. Gakuganji tuvo la impresión de que ella estuvo a punto de hacer una reverencia educada, más por reflejo y memoria muscular que por que ella fuera en realidad cortés, pero ella frunció el ceño y sus ojos casi se veían dorados de la rabia y la frustración consigo misma. Se mantuvo erguida y levantó la barbilla sin escrúpulo alguno.
"¿Y este anciano quién es?". Descaro absoluto. No estaba seguro si debería sentirse ofendido o aliviado. Ella no se veía frágil o afectada en lo más mínimo por la pérdida de su abuelo, su único protector, o su aparente vida precaria.
Bien. Al menos no tendría que tratar con una mocosa asustadiza. Eso era una mejoría.
Antes de que él pueda llamarle la atención por sus malos modales, la señora Iori se adelantó como un alma poseída, demasiado rápido para una mujer con un embarazo avanzado y demasiado rabiosa como para no tener resentimientos personales. La señora dejó ir una poderosa cachetada en la mejilla de la niña que la derribó en el suelo, su gorra salió volando, liberando su flequillo sudado.
Utahime abrió sus ojos desmesuradamente, tomada por sorpresa, llevó una mano a su mejilla enrojecida e hinchada, y miró desde abajo a su madrastra en estado de shock.
"¡¿Cómo te atreves?!". La señora sonaba tan ardida como si el insulto hubiera sido para ella y tuviera que defender su honor. "¡Llegas tarde y con esa pinta tan desagradable, y todavía tienes el descaro de hablar sin propiedad! ¡¿Eres una especie de salvaje, mocosa desagradecida?! ¡¿Tienes tantas ganas de traer la desgracia al clan con tu irreverencia?!".
La niña, Utahime, se recuperó con rapidez, su espalda se enderezó y gruñó, parecía a punto de levantarse y encarar a su madrastra. Su mirada como hierro fundido y ardiente recorrió a la señora en un instante, sus ojos se suavizaron cuando vio la barriga rellena, y fue como pinchar un globo. Utahime desvió la vista con el ceño fruncido y decidió enderezarse en silencio, estirando su mano para recoger la gorra caída. Una vez de pie, colocó sus manos frente a ella en un gesto remilgado y correcto fácilmente engañoso, como si el destello de rebeldía no hubiera iluminado sus rasgos momentos atrás.
"Señor". Saludó correctamente esta vez, inclinando un poco la cabeza, pero su espalda no se dobló demasiado, apenas era considera un eshaku. Kaede refunfuñó.
"Deberías estar en dogeza por tu inexistente consideración".
Como para no entrar en más discordia, Utahime continuó en silencio, mirando con curiosidad al hombre al lado de su madrastra.
"¿Para qué requiere de mi presencia, señora?". La pregunta estaba dirigida a la mujer, pero la vista de Utahime estaba en Gakuganji, observadora y desconfiada, dando su propio veredicto mientras le echaba un vistazo con cautela.
Antes que la señora hablara con espinas de nuevo, Gakuganji dió un paso adelante, colocando su gruesa mano en el hombro de la mujer, hablando con suavidad, pero sin permitir considerarlo blando.
"He venido a verte, señorita Iori". El rostro de la niña se descoloco por un momento por el desconcierto antes que sus facciones volvieran a endurecerse. "¿Por qué no vamos a caminar juntos?".
Utahime se encogió de hombros y demostrando una vez más su osadía, se dio la vuelta y empezó a caminar sin esperar ninguna otra indicación. Kaede crujió los dientes a su lado e hizo ademán de seguirla, pero la mano en su hombro presionó en sentido contrario.
"Creo que me encargaré yo a partir de aquí", empezó Yoshinobu, la señora frunció los labios en réplica. "Me parece que la señora se ha esforzado suficiente el día de hoy. En su condición, debería de descansar. No sería bueno para el futuro orgullo del clan Iori recibir tal descuido de su madre".
La mención de su bebé hizo que la mujer se detuviera en seco y llevara ambas palmas a su panza en gesto protector, pero todavía había duda en su semblante mirando con una renovada desconfianza a Gakuganji y luego a la niña que se alejaba sin esperar a nadie.
"Entiendo que esté preocupada, señora, pero puedo manejar a una chiquilla malcriada".
"Temo que vaya a llevarse una idea desagradable consigo, señor Gakuganji", contestó ella, con los labios temblando de la frustración. "No todos los niños Iori son como ella, mis hijos-".
"Lo tendré en cuenta, ahora puede retirarse".
Kaede se mantuvo firme en su lugar, pero cuando Gakuganji no se movió para ceder, ella crujió los dientes y se dio media vuelta, caminando con lentitud y dificultad, como si acaba de recordar al bebé que llevaba en su vientre, pero sin olvidar el problema adolescente, desviando la mirada hacia atrás de vez en cuando. Al verla a una distancia prudente, Gakuganji siguió el rastro de energía maldita que Utahime había dejado atrás. Era brillante, dorado, enérgico y rebelde, pero todavía tenía un indicio de mesura que necesitaba pulirse un poco. Sin embargo, estaba adecuadamente controlado como para ser su primer año en la escuela de hechicería, nada mal para ser un categoría cuatro. Una hechicera competente tenía que señalar.
Mediante se sumergía en la residencia abandonada, notó que la vegetación aumentaba, pero no era mala hierba, sino diferentes tipos de cultivos de hortalizas con asociación y árboles pequeños colocados en zonas estratégicas, un lugar claramente trabajado, cuidado y planificado por alguien. Cuando encontró a Utahime, estaba en un sector pelón, etiquetado con torpeza en el suelo con cal, delimitando el terreno y una máquina cuadrada en el centro. Dio un ligero salto cuando la máquina crujió y luego lanzó una pelota, el siguiente ruido fue el de la pelota siendo golpeada y chocando contra una red de árboles al fondo.
Contemplando el bate en su mano y la postura de lanzamiento, Gakuganji reconoció la parte incompleta de una vestimenta de equipo de baseball. Un ligero ruido en su mente hizo click.
"¿Así que eres entusiasta de Los Leones de Seibu?". Utahime se tensó un poco, pero no perdió el aire para golpear la segunda pelota. "Deporte divertido es el baseball, frenético y lleno de energía. Demasiado griterío para mi gusto, prefiero al golf".
"Por supuesto". Gruñó Utahime con un tono sugerente, sin mirarlo y atinando en el swing por tercera vez consecutiva. Algo en su forma de hablar hizo que Gakuganji frunciera el ceño.
"¿Qué significa eso?".
"Te ves aburrido, anciano". Ella atinó por cuarta vez. "Era obvio que iba a gustarte un deporte aburrido y lento".
"El golf no es aburrido", Gakuganji se acercó al área improvisada de juego, Utahime atinó nuevamente, en serio, ¿esta niña no perdía el ritmo?. "Se requiere de precisión, paciencia y mucha mentalidad a futuro".
"Ya veo". Ella estaba cero interesada en lo que él decía.
"Es algo que puedes perfeccionar por tu cuenta, sin depender de nadie más. Hasta donde sabía, el baseball requiere de un equipo". Al séptimo swing seguido, los brazos de Utahime flaquearon, todavía golpeó la bola pero está impacto contra el piso.
Ella le dedicó una mirada resentida, como si su presencia hubiera sido la culpable de su pérdida de ritmo, luego camino hacia la máquina para verificar la frecuencia de lanzamiento.
"Escuche que estás por terminar tu primer año de la escuela de hechicería de Tokio". Gakuganji la siguió de mala gana, Utahime solo se encogió de hombros en respuesta. "En tu lapso corto de tiempo te has visto comprometida en varias misiones de información no tan fidedigna a pesar de ser todavía un categoría cuatro, y has tenido dificultades para enfrentarlas con tu técnica".
"Los errores pasan". Habló en voz baja, tocando de forma distraída la máquina.
Gakuganji la observó con crítica, contemplando si debería de continuar, hasta donde sabía, la técnica de la niña Iori era más bien de apoyo, sin otro hechicero a su alcance, la muerte la alcanzaría pronto, mientras más tiempo estuviera con vida, más se fortalecía su posición como heredera, mantenerla lejos del clan era una táctica temporal, y si en dado caso Kaede realmente daba a luz a una niña con las facultades similares a la técnica de Utahime, no importaría cuanto ella se haya esforzado por sobrevivir y perfeccionar su técnica, se quedaría relegada como una segunda opción en el linaje. Su hermanastro usurparía su título y su hermanastra se apropiaría se apropiaría de su único respaldo. Zona prohibida y el legado de su hermano iban a desaparecer con ella.
"Se quien es usted". Su voz había adquirido un tono maduro y cansado, de pronto, noto como ella era tan pequeña, el peso de las misiones hacia que sus extremidades se vieran delgadas, pero cuando ella le dedicó una mirada no había ni un solo rasgo de debilidad sino de determinación, no como una Gakuganji, sino como algo nuevo; podía oler su miedo, pero tenía el temple para seguir adelante incluso si lloraba y se despedazaba. "Yaya-sama tenía una fotografía suya". Ante el apodo cariñoso, su temple tuvo un chasquido, pero se mantuvo en línea. "También se que usted no quiere ni puede hacer nada por mí. Así que no entiendo el motivo de su visita, ¿también quiere recordarme que debería pronto bajar la cabeza y empezar a suplicar?".
Hubo un parpadeo brillante en sus ojos miel, antes de evaporarse con su resentimiento y frustración. "No. No tengo futuro aquí. Y aunque afuera es peligroso, puedo pelear, y lo haré. Mi técnica, mi fuerza, mi último aliento. No les dejare tomar nada más".
"¿Qué hay de tu puesto de heredera?". Gakuganji no podía entender como ella estaba rindiéndose por pelear por su derecho propio.
No, no entendía como a ella ni siquiera parecía interesarle. Su respaldo. Su apoyo. El contrato que su madre había firmado para su seguridad y que había muerto luchando por ello, para que Utahime lo soltara con tanta facilidad. Él mismo, había tenido que envenenar a sus primos y hermanastros para asegurar su puesto, su supervivencia. Ella chasqueó la lengua interrumpiendo su película de recuerdos de conspiración y muerte.
"Las mujeres mantienen los clanes. No importa cuanto las desprecien, sin ellas, todos se extinguirán. El clan Iori no morirá incluso si yo decido retirarme. Y conmigo me llevaré lo que ellos más anhelaban, perderán lo que desean por despreciarme". La misma energía maldita de Utahime se elevó, los árboles a su alrededor de agitaron, y Gakuganji vio un destello de rebeldía que en el futuro podría ser un bosque en llamas si ella se lo proponía. "Esto es mío, lo usare como mejor me parezca y serviré a quien yo escoja. Que ellos me echen es lo mejor que pueden hacer por mí".
"¿Incluso si eso te lleva a la muerte?".
Utahime se encogió de hombros, volvió su vista a la máquina, su voz más suave. "Quiero ser una hechicera. Quiero luchar por la causa que yo escoja, pero quiero mantener lo que pueda de mi origen. Por mi abuelo, por mi madre. Pero no por ellos, no por el clan". Ella respiro profundo y dio una sonrisa llena de dientes cuyos labios temblaban. "Moriré de cualquier forma. Nadie me protegerá, nadie me respaldará. Que sea haciendo lo que yo creo que es correcto".
"Eres una niña tonta e ingenua". Gakuganji suspiró, el idealismo ardiente pronto iba a explotarle en la cara, sin embargo, esa voluntad de batalla era real. Ya no era un soldado más caminando al matadero, ella estaba convirtiéndose en una guerrera. Y el mundo de Jujutsu necesitaba guerreros a su pesar. "No pienso ayudarte a matarte".
"Bien".
"Pero podemos entrar en contacto". Él estiró una tarjeta, Utahime la tomó con curiosidad. "Puedo entrenarte, como última voluntad de mi hermano, como único beneficio que puedo darte. Si con ello decides sobrevivir, has de lo que quieras con tu vida. Sin embargo, si decides abandonar el mundo de la hechicería ten por seguro que seré yo quien te daré caza".
Había pensando en un inicio venir a ella y ofrecerle el exilio, el camino cobarde y más seguro que su hermano había tomado y que le había permitido una vida tranquila hasta que los lobos volvieran a encontrarla, y le cayeran encima, pero podía ver el fuego de la batalla en los ojos femeninos. Ella no aceptaría huir, pero su remordimiento por el sistema Jujutsu podría convertirse en un problema, no podía permitir que ella se fuera lejos y si ella pensaba que estaba en deuda con él, podría ser beneficioso para él.
Zona prohibida en solitario. Una técnica ancestral que no había visto la luz desde la era Heian, la Gran Sacerdotisa Kaguya que impulsó todo un ejército con su vida, una figura mística, enigmática y respetada incluso en la actualidad, estaba nuevamente entre los seres vivientes de la época contemporánea. No tenía que ser una coincidencia que el Six Eyes también se haya manifestado en la actualidad. Si aparecía un usuario de la técnica maldita de sangre del clan Kamo o un usuario de las Diez Sombras del clan Zen'nin, todas las piezas volverían estar en un mismo lugar. El pandemónium volvería a desastarse, la plataforma adecuada para el camino de destrucción. Era mejor contar con el apoyo de una técnica como la de Utahime, una que ahora tenía los enlaces de los Iori y los Gakuganji. El poder de sellar y liberar, el poder de potenciar y convertir a cualquier novato en un hechicero de primer nivel con la energía maldita potenciada. El poder para encantar, manipular e impulsar. El apoyo más formidable en la guerra.
Si ella deseaba fortalecerse, entonces podría hacer uso de ello, y en el futuro, utilizarla a ella. Si tan poco le importaba su vida, bien podría anclarse de eso.
Utahime miró la tarjeta, luego a Gakuganji, frunció sus labios, contemplando sus opciones. Era bueno que ella estuviera consciente de su situación. Ella tomó la tarjeta con las dos manos y la partió en dos.
"No".
El temple de Gakuganji se agrietó, su paciencia llegando a su límite.
"Escúchame, mocosa-".
"No, usted escúcheme". Ella dio un pasa al frente, pisoteando adrede los pedazos de papel que había roto. "¿Piensa que es el primer anciano decrépito que viene a visitarme desde que mi abuelo enfermo y murió?". Ella agitó la cabeza con furia, sus manos se cerraron en puño y su energía maldita refinada y salvaje se agitó, la misma energía de Gakuganji se agitó en respuesta. "Propuestas de conspiración. Promesas de matrimonio. Juramentos de protección. Incluso votos vinculantes. Todo tipo de patrañas con tal de tenerme como un anillo al dedo, como un maldito respaldo cuando el mundo se tambalee, todos asustados por ese niño Six Eyes, frenéticos por asegurar su puesto antes que él llegue a la escuela y refine sus técnicas para volverse un peligro a su arcaica autoridad".
Ella presionó los dientes y se dio una palmada fuerte en el pecho.
"No me convertiré en una pieza en su ajedrez. De nadie. Yo soy mi propia pieza".
"Osada y rebelde para una niña ingenua que no puede hacer nada por su cuenta". Gakuganji dejó que su propia energía maldita se desplegara, chocando contra la de ella, su paciencia estropeada. "¿No sabes ya que la única manera de vivir en el mundo de Jujutsu es siendo una pieza? ¿Qué harás tú sola?".
"Encontrare una forma".
Gakuganji caminó hacia ella, sus propios puños presionándose con energía maldita. "No hay otra forma. No tienes otro camino".
"Encontrare aliados, encontrare un camino, sino lo hay, lo haré yo misma". La energía maldita de Utahime se agitó, su rostro se arrugó un poco por los nervios, pero ella no se movió ni dejó que la energía maldita del hombre ejerciera presión sobre su cuerpo.
"¿Quién querría unirse a ti? ¿Acaso piensas que la bondad y la compasión tiene cabida en nuestro mundo?". Él siseó con repugnancia. "Tal vez me equivoque contigo. Eres igual de tonta que tu abuelo".
El golpe sobre su energía maldita lo sobresaltó, apenas bloqueando el impacto por puro reflejo, su alma se agitó. La niña, la mocosa ingenua y tonta que continuaba despreciando cualquier camino que la tradición hechicería le ponía enfrente, acaba de darle un puñetazo en el brazo.
Su mano pequeña y frágil estaba imbuida de energía maldita, era una energía más centrada y refinada que la que había sentido antes.
"¡No le permitiré insultar la memoria de mi abuelo!". Ella trinó y fue como si su voz le diera un impulso, porque el siguiente puñetazo fue más vigoroso, lo suficiente como para que su propia experiencia le dijera que era más prudente esquivarlo que tratar de bloquearlo.
Mientras Gakuganji se recuperaba de la impresión, Utahime ajustó su hakama y sacó un par de campanillas que enrolló en sus muñecas. Eran de bronce un poco oxidado y estaban desgastadas, el tintineo como un silbido moribundo, pero ella se aferró como si fueran su lanza más poderosa.
Y tal vez, lo eran. La forma en que se movía, la manera en que su energía maldita imbuía las campanillas, sus ojos ardientes y llenos de nobleza y pasión. No una hechicera de grado cuatro en lo absoluto, ni siquiera estaba seguro si podía decir que la catalogaba como una de grado tres.
Más espabilado, logró bloquear su siguiente golpe con energía maldita pura, sin su ritual, su propia energía era caprichosa y estridente, pero Utahime no parecía mostrar signos de flaqueza. Su propio ritual revitalizando su energía maldita, dándole control y poder.
"Si tanto deseas la muerte", él gruñó respondiendo a la mueca de furia de ella, "entonces podemos solucionarlo de una vez".
Ella intentó darle una patada, pero él logró tomarla del tobillo y lanzó por los aire. Sin suelo en el cual apoyarse, Utahime hizo unos signos con las manos y tarareó, y fue como si el recorrido de su energía maldita se tambaleara, mientras la de él se torció, la de ella se hizo más fina y consistente.
Cuando la planta de su pie tocó de nuevo el suelo, ella se impulsó, está vez, el puñetazo dió de lleno en su estómago, pero su cercanía permitió que el golpe de Gakuganji también acertara en su espalda.
Ella ahogó un grito, las campanillas temblando, logró alejarse de él, pero se tambaleó, tarareando de nuevo.
Parecía que el ciclo de energía maldita iba a volver a cambiar, así que Gakuganji se preparó a actuar más rápido, imbuyendo energía, y corriendo hacia ella, el impacto fue directo, pero la juventud de la niña y su propia arrogancia le estaban jugando en su contra, porque Utahime todavía logró golpearle el pecho antes de salir volando, chocando dolorosamente contra los árboles del fondo.
Gakuganji sintió como algo quería engullirlo, y escupió para quitarse la sensación de náuseas y sangre brotando desde sus entrañas hacia afuera. Las técnicas del tipo sonoras no eran tan comunes, ni tampoco solían ir bien como un opuesto, sus repercusiones solían ser atroces para ambos hechiceros. De haber contado con su equipo y el tiempo para hacer su ritual, al menos hubiera sido capaz de doblegarla para evitar el combate.
Mientras Utahime tosía y se enderezaba con la idea de defenderse a pesar del hilo sangre que deslizaba en sus labios, Gakuganji tenía que admitir que ella al menos era valiente y talentosa.
Dió un paso adelante para posicionarse en una postura de combate y terminar con esto cuando sus sandalias chocaron con un desnivel que le obligó a bajar la mirada. Levantó el pie, la vista de un omamori shiawase lo recibió. Estaba desgastado por los años y el uso, el antiguo color vibrante púrpura se había apagado, pero Gakuganji reconocía ese amuleto incluso en sus pesadillas.
Y a donde sea que vayas, espero que la felicidad siempre llegue de regreso a ti en el camino que decidas seguir.
Las garras huesudas de Gakuganji Yasu se agarraron de su haori y Yoshinobu pudo sentir su frialdad y olor de pudrición como si realmente estuviera ahí.
Él conocía ese amuleto, él lo había bendecido hace 40 años. Cuando su hermano todavía vivía en la finca Gakuganji y ambos eran jóvenes todavía no mancillados por la crueldad del clan. Había pedido una oración sin saber que pocos años después su hermano iba a decidir abandonar el clan, y había pensando tan poco en él que nunca imagino que su hermano todavía iba a conservar ese viejo omamori, mucho menos que se lo legaría a su única nieta, siguiendo la voluntad que Yoshinobu había bendecido décadas atrás.
Lo tomó entre sus manos y la nostalgia lo azoto cuando el intrincado del templo Gakuganji raspó su palma. Ya no los hacían así.
"¡Hey!". Utahime se enderezó, presionando sus manos a sus costados, llenando sus puños con energía maldita. "¡Eso es mío! ¡No lo toques!".
Gakuganji la contempló con una nueva visión. Toda su racionalidad le estaba gritando que ella era un mal negocio. Iori Utahime no había sido más que grosera, descortés e impulsiva en todo lo que la conocía. Ella era un total desastre.
Era poco desquiciada y salvaje, tenía un poco de prudencia, una pizca compasión, con orgullo y dignidad, y un inamovible espíritu de lucha. Ella había sido toda una sorpresa.
Yoshinobu se dio la vuelta. Él escuchó como ella ahogaba un gruñido.
"¡Oye!". Ella empezó a caminar hacia él, presionando con fuerza en cada paso. "¡Devuélvelo!".
"Por supuesto". Él colocó el amuleto en la máquina lanzadora y sacó de nuevo otra tarjeta de presentación mientras se reía. El sonido sonaba extraño a sus propios oídos, ¿cuándo había sido la última vez que se había reído o se había dejado llevar por la emoción?. "Una bendición otorgada no tiene porque regresar a quien la dio en primer lugar, fue dada para es que se siga extendiendo".
Miró a la chica por encima de su hombro. "Si cambias de opinión y quieres fortalecer tu autonomía como tu propia pieza, entonces puedes buscarme. Tal vez podríamos encontrar un camino menos suicida para ti".
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Me acabo de dar cuenta que se me fueron unos cuantos deslices mientras editaba, cuestiones de errores de dedo por revisar solamente en el celular y no en la computadora. Cuando termine toda la semana temática probablemente los arreglaré. ¡Perdonen las molestias!
¡Gracias por leer! Aquí me centro mucho en Utahime y fue realmente divertido en profundizar en las ideas que tenía plasmada para ella. ✨. Aunque tuve problemas sobre cómo terminarlo, esa última pelea me sorprendió, pero me encanto tanto que decidí dejarla.
Se me hizo gracioso que Utahime fue muy irreverente con Gakuganji cuando lo conoce, y que ya luego adopte una postura diferente porque en este momento ella está enojada con todos los jefes y ancianos, pero al mismo tiempo se siente sola, asustada y perdida. ¡Esto resultó como un dolor de cabeza, pero lo disfrute!
¡Ten un día lindo~ 🌻!
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