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Secuencia 1, Recuerdo 3

Rias seguía durmiendo, su cuerpo lo sentía pesado, como si estuviera cayendo, atraído por una gravedad que perturbaba su sueño. Un calor pronto comenzó a azotarla, el viento soplaba frió sin embargo ese calor no desaparecía, voces que no conocía entraban en sus mismos sueños y la perturbaban, no entendía que estaba sucediendo a su alrededor, tenía que hacer que su cuerpo despertará.

―¿Que? ―dijo desorientada, uno a uno sus sentidos comenzaron a despertar―. ¿Que esta pasando?

Cuan perturbada debió quedar ante el escenario en el que despertó.

Allí bajo la luz de la luna en medio de la plaza principal del templo una especie de misa negra estaba llevándose acabo. Rias estaba amarrada de sus manos a unos bastones en la piedra que la sostenían, sus piernas atadas también incapaz de moverse. Forcejeo más su cuerpo estaba débil, aunque es curioso pero su uniforme escolar aun lo llevaba puesto. Pero al ver que no podía liberar por la fuerza de su persona solamente, intenso usar su magia, abrió el puño de su mano izquierda donde el circulo mágico del clan Gremory apareció sin embargo el mana convertido en energía mágica que debía manifestarse apenas si apareció como una diminuta esfera, la cual Rias intento hacer crecer o que estallará. Todo fue en vano, un miembro de este culto se acerco y apretando la muñeca de la joven, detuvo todo sus intentos por escapar usando magia.

―No pienses que puedes escapar, esta noche tu serás el sacrificio ―dijo el hombre, cuya túnica negra tenía bordes dorados en las mangas, el chaleco y la capucha extensa que cubría su rostro sin dejar nada de su identidad visible.

―¿Quien eres, quienes son?

No le dieron respuesta, solamente le dio la espalda para ver a su aquelarre, allí en medio de toda esa multitud vio Rias noto que solo unos cuantos al frente llevaban una túnica similar a este anterior. Ellos yacían delante de toda la demás gente, aquellos que estaban atrás eran las mismas personas que vio en el templo budista cuando llego, algunos de ellos armados con lanzas y otras armas antiguas a pesar del tiempo resguardaban el momento del culto.

El miedo pudo apoderarse de Rias, de no ser porque en su mano derecha, hecha puño; sintió el reloj de bolsillo dentro de su mano y se preocupo por no perderlo, pues al mirar con más detalle se perturbaría más. Allí en el centro un altar de sacrificios yacía esperando. Posiblemente ella.

―¡Hermanos, hermanas! ¡Esta noche, el santo grial tomará forma! ―grito el sacerdote frente a ella, ese mismo hombre que le dio la espalda. Su voz era la de un joven, entusiasmado, fanático y entusiasmado pudo sentirlo Rias―. Durante siglos, nuestra orden ha buscado obtener el santo grial para llevar al hombre al camino del orden y sin embargo nuestro enemigos han puesto sus pies, una y otra vez ¡Pues ya no más!

»Esta noche, haremos bajar el santo grial y lo conseguiremos para traer ante nosotros a la deidad que pondrá el orden que tanto hemos buscado los templarios: La ultima de los precursores: ¡Juno, venid ante nosotros te lo ruego!

―¿Juno? ―susurró en el miedo.

En ese lapso, un cosquillo rasguño las entrañas de su mente, un mareo inesperado vino sin saber que estaba siendo alertada por si misma. Sus ojos miraron más allá de la gente reunida a su alrededor, sombras vivas se movían en silencio por el templo, sobre los tejados y los pasillos exteriores.

―¡Traed a la joven que será el sacrificio!

―¿Que hacen? ¡Suéltenme!

Guardias cercanos al sacerdote, vinieron dos y liberaron de sus atadoras a Rias, la retuvieron aunque ella intento liberarse, forcejear fue inútil sin hablar de querer usar su magia para liberarse, un golpe a su estomago la hizo perder mucha de su voluntad.

―Regocijate jovencita, esta noche serás la estrella del show ―la acercaron hasta el altar, arrastrándola frente al sacerdote de nuevo.

―¿Donde esta Akeno?... ¿Donde esta Yuma?... ¿Que hicieron con ellas?

Solo vio como aquellas personas que sobre salían el aquelarre caminaron hasta formar un circulo alrededor de ella y el altar cuando hablaba, aquellas dos que quedaron junto al sacerdote revelaron sus rostros, dejando perturbada a la joven carmesí. Sus sonrisas llenas de malicia sin resentimiento vio en ambas.

―Lamento que tenga que pasar esto... realmente no ―exclamo Akeno―, puedes odiarnos si quieres. Una guerra del santo grial se compone de dos cosas, los másters que harán derramar la sangre de sus servants para llenar el santo grial y el grial que debe llenarse.

La revelación no tenía ningún peso en Rias, el coraje y la frustración que resulto de develar la traición cultivaba el enojo en la carmesí.

―Confíe en ti.

―Al igual que yo con mi familia, mi madre utilizo a mi padre para concebirme, ellos me vieron como un arma e intentaron convertirme en eso. ¿Sabes lo que se siente? ¿Nacer con un propósito del que no decidiste? ―libera su coraje y frustración en sus palabras, Akeno. Su rostro acerco tan peligrosamente en Rias, la perturbación, el trauma en la pelinegra sacerdotisa; no tenía reflejo en la expresión molesta de carmesí―. Claro que no, eres una Gremory, una demonio. Familias como las de los altas familias demoníacas no deben preocuparse por nada.

―Créeme, pero te equivocas.

―No me importa realmente ―retomo distancia, Akeno―. Juno me contacto ¡A todos los elegidos para ser másters aquí, fuimos escogidos por ella, un ente superior al mismo Dios! Y usaremos el santo grial para liberarla de su encierro. Una vez liberada, ella nos recompensará por sus leales siervos.

―¿Estás loca? El libro que me diste, habla de ella, habla de Juno. Ella acabará con todo lo conocido.

―Claro que lo hará ―la felicidad maquiavelica de Himejima desapareció, se torno sería la doncella―. ¿Como esperás construir un mundo nuevo sin acabar con el anterior? Cuando Sona dijo que vendrías no esperaba que tú fueras la máster que tuviera el cráneo del águila en su mano. Nos preguntamos cuando aparecerías, sabemos de la profecía y no dejaremos que tú cumplas con tu destino.

―Basta de charla ―dijo el líder del culto―. Subid a la elegida al pedestal para iniciar el sacrificio.

―¡¿Que?! ¡Suéltenme!

La joven comenzó a sacudir los brazos y a pelear con la poca fuerza que sentía en su cuerpo, más no parecía tener esperanza.

―¡Hoy serás liberada de tu encierro, nuestra diosa Gris!

El tiempo se detuvo para Rias mientras aun seguía forcejeando, sobre el tejado del templo a espaldas del oscuro sacerdote, en la punta alta del templo, detrás de su figura oscura brillaba la luz de la noche. Desde lo alto, él estaba esperando el momento adecuado para actuar y comenzar el ataque, sus hermanos y hermanas estaban listos para actuar. Sombras oscuras, silenciosas se movían entre el aquelarre reunido. Ignorantes del peligro.

Un águila canto durante la noche y la sombra estaba cayendo a su muerte, sino sentenciando la muerte de alguien más, pues el águila cae en picada para asestar un golpe letal a su objetivo, una estocada única que basta para matar. Un artefacto de metal hizo un sonido deslizante en su caída en el aire, sus piernas abiertas listas para deslizar la fuerza de impacto a sus brazos cuales garras letales del águila. Esa sombra se ilumino en su descenso, un águila en vuelo en picada percibió Rias, al divisar la sombra, se trata de una persona. Un encapuchado, un asesino.

El sacerdote nunca lo percibió hasta que fue demasiado tarde, cuando la corriente de viento frió que susurra el aliento de la muerta detrás de su cabeza le advirtió decidió darse vuelta en el ultimo segundo para mirar hacia arriba y en esa ultima fracción de tiempo, pudo ver las alas negras de la muerte brillando en la oscuridad de la noche con daga que llevaba su nombre. Un salvador oscuro apareció para ella.

―¿Que está pasando? ―cuestiono Rias―. ¿Porque de pronto todo a mi alrededor esta avanzando lento, tan... lento, puedo ver como los insectos en el aire baten sus alas un movimiento a la vez. las personas apenas si se notan sus movimientos, sus reacciones, sus propios movimientos. La brisa del viento parece que no existe. El fuego, sus flamas se mueven lento.

Miró Rias delante suyo solo para sentir más terror, allí donde su salvador oscuro yacía encima del cadáver sonriente, los labios sonrientes de este se movían a alta velocidad, los ojos de su salvador oscuro estaban sobre el sacerdote que acababa de matar.

―¿Que está haciendo? ¿Porque los labios del sacerdote si se mueven a buena velocidad? ¿Que esta diciendo? ―miró Rias al encapuchado―. ¿Acaso puede verlos? ¿Que le están diciendo?

La parálisis de tiempo que presencia, esa pausa en la continuidad del tiempo se deshacía volviendo al tiempo a su ritmo, como si una alarma sonará y los sentidos de Rias regresaban a la normalidad.

―Es un maldito señuelo ―escucho decir al encapuchado, pronunciando sus palabras llenas de coraje.

―¡Asesino! ―las leyes de la continuidad del tiempo se restablecieron y los labios del sacerdote muerto, estaban inamovibles.

Aquel grito fue una alarma que asusto a todo el aquelarre reunido, pero no podrían escapar tan fácil. No con más de diez encapuchados de ropa oscura infiltrados entre toda esta gente.

Rias miro a sus alrededores, así como habían dos guardias reteniendo su voluntad, más guardias habían custodiando a los miembros del ritual. Solo aquellos dos que soltaron a Rias para empuñar las lanzas rusticas que tenían en la otra mano con la que no retenían a la carmesí apuntaron contra el encapuchado; el resto, paso a mejor vida.

La señal fue dada y los asesinos infiltrados actuaron con una precisión quirúrgica letal, desenvainaron cuchillas bajo sus mangas, cuyas manos ninguno tuvo que preocuparse por empuñar, solo de dirigir hacia sus enemigos. El desliz del metal se escucho, Rias miró a su alrededor y observo como estas otras sombras encapuchadas degollaban a todos los guardias, no es que cada guardia fuera matado por un solo encapuchado, sino que dos, tres o más eran victimas de un solo encapuchado.

Reducían al primero con un golpe, al segundo lo degollaban y el arma bajo su brazo era guiado al primero para terminar el trabajo. El primero era cortado de su espina dorsal con una sola estocada de aquella hoja metálica oculta bajo el brazo y un veloz giro de su portador cortaba la garganta del segundo guardia abriéndolo como si fuera soltara su mano envainando un cuchillo para partir una naranja a la mitad. De los más agresivos movimientos: rompían la pierna del primer guardia atacándolo por detrás como a todos, apuñalando al segundo en el corazón, retomando la cabeza del primero y rompiéndola con un solo movimiento. El más modesto, solamente desenvaino dos cuchillas, una bajo cada manga de su ropa para apuñalar en la garganta a los dos guardias que tenía delante que desconocían su presencia por detrás.

―¡Maldición, es una emboscada! ―grito Yuma despavorida.

Rias miraba a su héroe desconocido, levantarse veloz del cuerpo del sacerdote, escuchando como se retraía el arma bajo su brazo y su manga, para atacar a los dos que la tenían retenida.

El salvador oscuro de Rias se levanto y cargo contra los dos lanceros del templo que dieron pasos delante de la carmesí para luchar. El primero intento atravesarlo empujando la punta de su lanza contra el abdomen del encapuchado, pero él detuvo el ataque tomando el arma debajo de la punta de metal, un giro y volvió desenvainar su cuchilla escondida bajo su manga contra el segundo guardia que falló al intentar replicar el ataque de su compañero pero avanzo de más. Una patada en reversa del asesino directo al estomago del segundo lancero y este perdió el equilibrio como su arma, termino degollado por el salvador de Rias.

Se encargo del primero, guardo su daga y con la mano que aun detenía la lanza, dejo que se deslizará hasta golpear las manos de su portador para arrebatársela y usarla en su contra para matarlo con el mismo movimiento que este quiso hacer contra él.

―¡Creí que los asesinos habían sido exterminados! ―grito Akeno dejando notar su odio.

―El credo nunca morirá ―contesto, su voz. Claro que iba a ser reconocida.

―¿Issei?

Apenas si giro, un breve momento y luego, estando delante de Rias, se interpuso entre ella y las dos sacerdotisas que la traicionaron. Paso desapercibida, pero él llevaba en su cintura atado, una katana en una funda negra la cual desenfundo tras dejar tirada la lanza cuando camino hacia las arpías.

―El grial no será usado para traer a esa tirana de la primera civilización a nuestro plano ―Presumió de su talento con la lanza, rotando el arma desde su palo en sus manos a una gran velocidad mientras caminaba hacia ella―. ¡Ustedes caerán esta noche!

―¡Estás muy equivocado!

Lo que vino dejo sorprendida a Rias, pues Akeno levanto la mano con la palma abierta hacia el cielo, las nubes se juntaron en un huracán al instante sobre la ciudad y un poderoso relampago cayó desde el cielo sobre el encapuchado, todo en cuestión de un parpadeo. Se trato de un impacto poderoso, ante Rias una bola de energía color amarillo se vió durante el segundo en que golpeo este rayo a su salvador oscuro pero sobre todo observo como el relámpago se mantenía en esa energía teledirigida desde el cielo.

―¡¡¡Aaaarrrrgggghhhh!!!

―¡Issei! ―grito Rias, apenas había conseguido levantarse para caer de rodillas al piso de nuevo ante el resplandor cegador.

Desde su tormento eléctrico, arrojo la lanza bañada en la explosiva energía natural del rayo, apunto hacia Akeno y arrojo la lanza en su dirección, un movimiento sagaz que la dejo sin habla. Mirando el instante en que el arma venía por ella. Intento detenerla lanza, pero Akeno fue empujada un par de metros hacia atrás por el estallido del arma sobre cargada tan solo la punta la toco sin cortarla. Los polos negativos de la electricidad natural debieron tocarse, seguro esa fue la razón.

―¡Akeno! ―Grito Yuma perdiendo de su lugar a su compañera de armas.

Cayó rendido, chamuscado por el impacto pero aun vivo y con el espíritu de pelear ferviente en el encapuchado.

―¿Sobrevivió? Siendo él solo un humano ¿Cómo fue posible? ―pregunto Rias al ver como respiraba de forma pesada estando de rodillas y con humo saliendo de su cuerpo.

El humo se disipo y tanto Akeno como el salvador oscuro de la carmesí miraron el estado del otro. Él se estaba poniendo de pie de nuevo, ella había sido atrapada por aquel hombre de cabello desalineado que llamo tan cariñosamente antes. Su mirada fría e indiferente sosteniendo a la joven doncella en ambos brazos.

―Padre...

―Maldito mocoso, te atrevés a lastimarla ―bajo a la doncella, sin embargo sus ojos no despegaba del oscuro encapuchado.

―Yo puedo enfrentarlo.

―Master. No voy a permitir eso ―dio un paso al frente, una ventisca oscura lo envolvió, un torbellino de humo negro cual tornado que termino en expulsándose como un estallido, luego un grito un bramido desgarrador al oído vino del hombre habiéndose transformado en aquello que era él realmente.

―¡Matalo por mi, Berserker! ―grito Akeno, un gesto con su brazo izquierdo y su túnica gruesa se le quito de encima.

Su cuerpo quedaba casi expuesto, un traje de cuero negro cual dominadora mujer sado-masoquista que sobresaltaba demasiado su seductor cuerpo. Pero lo que dejaría sin habla a Rias fue ver que detrás de esta doncella habían dos alas negras, alas de cuervo.

Sin embargo, aquello que dejaría preocupado a Issei era ver que ese hombre se transformo en un caballero negro, una armadura exacta a su delgada figura donde dos destellos rojos se dejaban ver por las ranuras de sus ojos en su casco, donde una pluma seca sobresalía. Era la forma que podía ver en ese caballero oscuro envuelto en una bruma negra que parecían flamas.

―¿Plumas negras? ¡¿Es un ángel caído y también tiene un servant?! ―grito desde su mente, Rias.

―No es la única.

La sonrisa en la cara de Yuma pronto se volvió retorcida, un rápido movimiento de su mano y se quito la túnica que traía encima violentamente para revelar su verdadera forma, su cuerpo al igual que el de Akeno estaba casi todo expuesto de no ser por ese conjunto negro de cuero que apenas si hacia esfuerzo por cubrir su piel. En sus hombros, Yuma llevaba hombreras de puas como distintivo.

―¿Yuma, tu también eres un ángel caído?

―Mi nombre verdadero es Raynare, Amano Yuma solo fue el nombre que tome prestado de la tonta a la que le pertenecía ese estúpido atuendo de sacerdotisa ―levanto su puño para mostrar que ella también tenia en su poder tres sellos de comando―, pero esto, esto ya me pertenecía. ¡Ven, Lancer!

Desde el cielo, cayó como una piedra soltada desde lo alto. Una expresión sádica que superaba la de Yuma, un hombre con una extraña armadura negra que parecía estar compuesta de huesos oscurecidos, en su rostro una extraña pintura de guerra roja, espero que sea pintura. En sus manos una lanza roja con añadidos a los lados en la punta principal para desgarrar el cuerpo de sus victimas en el combate.

―¡Carne fresca! ―exclamo el lancer de cabello azul, aquel invocado por Yuma, ahora revelada como Raynare.

Un destello rojizo hacia el encapuchado que lo acababa de salvar, su reacción no era tan rápida como la velocidad del servant apenas si pudo llevar su mano a su sable japones enfundado cuando ya lo tenía encima suyo. Su lanza apuntaba a su estomago, listo para sentenciarlo, pero ella intervino por voluntad propia. La caballera oscura se manifestó y desvió la estocada del lancero de arma roja en el momento final y oportuno.

―¡Lancer!

Hubo silencio en su aparición, ella estaba firme delante de él dándole la espalda pues su atención la tenía esta contraparte enemiga de su misma categoría. Un barrido y el lancer de Raynare tomo distancia. Fue ese momento de calma que Rias pudo ver que no había ninguna calma a su alrededor.

Por fin de pie, Rias observo todo a su alrededor. Esos encapuchados, armados con armas de mano y armas de fuego, además de otros usar magia, estaban luchando contra los restantes miembros de este extraño culto reunido. Especialmente enfrentando a aquellos que tenían las mismas vestimentas de ritual que Akeno y Yuma (Raynare) las vio usar antes, con extrañas personas que no sabia de donde aparecieron y estaban comenzando a volcar la sorpresiva emboscada de todos estos encapuchados.

Lo que más la atemorizó fue darse cuenta que esos otros sectarios eran máster, seis servants y seis amos, contando a las dos mentirosas que la engañaron, a Rias. Un combate brutal se estaba llevando a cabo, segundos de apreciación que grabaron cada cuadro de la escena surrealista que veía, espadas y lanzas, guadañas y balas zumbando en el aire, explosiones mágicas, risas y gritos de batalla. Parecía haber caído en una escena de película.

―¡Lancer! ―la voz de Issei la hizo regresar su atención a lo que de enfrente. El encapuchado, aun dañado por el mortal rayo que le cayó se mantenía en pie, pero por instante se tambaleaba. La caballera negra parecía indiferente por su estado.

―¿Te lo vuelto a repetir? Idiota ―seguía dándole la espalda―. El hecho de que mueras es un grave problema para mi.

―Así que eres tu, el asesino del que nos hablaste.

Vino a presentarse Sona, caminando como si nada a pesar del combate, camino desde la parte trasera de las dos caídas y se puso a lado de ellas.

―Quien iba a decir que todos en la academia, eras tú un asesino, Hyoudou Issei. Eres un maldito que jugo a enamorarme y te salió mal.

―¿Sona?

―Rias ―miró a la carmesí tras contestarle de tan indiferente manera, para ignorarla.

―Quería creer que podía hacerte cambiar de parecer Sona, pero decidiste convertirte en mi enemiga.

―¿Porque crees que Templarios y Asesinos pueden ser aliados? Es lo más tonto que pude escuchar de alguien ¿Pero de ti? ―detrás de Sona, un encapuchado salió corriendo desde las sombras e intento darle un golpe mortal a presidenta del consejo estudiantil, sin embargo por detrás de este, el jinete que luchaba por la joven demonio apareció en silencio atravesando con su sable al asesino como si nada, siendo el samurái quien diera el golpe mortal al asesino. Camino entonces Rider de Sona para colocarse delante de su ama.

―En el pasado, templarios y asesinos nos hemos unido por causas mayores, liberar a Juno es una de ellas.

―¿E impedir el orden absoluto?

―¿Hablas de esclavitud? ―dijo Issei.

―Incluso los altos mandos de la orden templaria saben que es mala idea.

―Se equivocan, y cuando Juno sea por fin libre, esas tonterías de libre albedrío que tanto crees acabaran. Por fin habrá paz.

―Lo que Juno promete no es orden, sino esclavitud con pasos extra.

―¡Basta de charla y matemos a todos estos idiotas! ―levanto la voz la caballero oscura de Issei, desenfundado sus armas, lista para pelear.

―¿Tú solo con esa servant contra nosotros tres? ―dijo Akeno.

―Entonces igualemos la pelea.

Dos servants aparecieron de sorpresa. El primero de piel morena, muy oscurecida con una apariencia futurista, con sus venas sobresaltando en su piel casi expuesta de su pecho, esas venas eran doradas notablemente en su brazos, no estaba desnudo. Solo no llevaba camisa, dejando ver su fornido cuerpo Dos pistolas inusuales con cuchillas integradas al frente acompañadas con una mirada letal. La segunda, una mujer de cabello blanco y piel morena quemada. Una espada japonesa en sus manos, larga espada debo decir.

Desde los tejados, dos asesinos saltaron y cayeron uno a cada lado de Issei, su vestimenta era idéntica a la de él, más sus armas eran distintas. Uno traía una daga en cada mano, mientras que el otro una lanza de extraña apariencia en sus manos.

―Tal vez nos igualen a nosotras tres ―decía Akeno―, pero aun seguimos superándolos.

Un segundo de apreciación a su alrededor y aunque el resto de sus aliados aun no caían, se estaban agotando de estar luchando contra estos servants, luchar contra un servant es una sentencia de muerte para aquellos que no están a su medida.

―Issei, sacala de aquí ―le dijeron.

―No pienso hacer eso. Las enfrentaré con ustedes.

―Rescatarla a ella es la misión. No matarlas.

La tensión el aire se convertía en pólvora y la chispa que encendería el barril ha tocado la línea de ignición.

―Lancer, confió en ti.

―Más vale que vayas haciendo lo mismo por mi ―un gesto silencioso que ella no vio de él y dio un paso atrás e Issei emprendió a correr hacia Rias.

―¡Ven, te sacaré de aquí! ―dijo Issei al tomarla de la mano y llevársela corriendo al primer contacto.

―Espera...

―¡Que no escape! ―grito Akeno. Los tres servants intentaron ir por él.

―Tú no vas a ningún lado, samurái ―la servant Lancer de Issei detuvo a este, chocando espadas con el Rider―. Tu y yo tenemos una pelea pendiente.

―Máster, el lancer de pelo azul es mió ―dijo el pistolero disparando a los pies del mencionado un segundo atrás.

―Esta bien, Archer.

―Entonces el berserker será mi oponente.

―¿Puedes con él, Saber? ―pregunto el master de la duelista morena de rostro japones.

―Todo aquel que sea enemigo del mundo y del credo lo eliminaré.

―Vamos, te sacaré de aquí.

―¡Espera!... ―grito Rias―... ¡Issei!

Pronto comenzó a huir del lugar, sus piernas se sentían cansadas, era milagroso que no cayera, la fuerza con la que lo jalaba y la velocidad con la que él corrió la dejaban sin habla. Atravesaron el templo convertido en un campo de batalla. Magia volando de aquí para allá, el estruendo de las balas disparando continuamente. Una lucha entre dos grupos que no entendía quienes eran, se enfrentaban a muerte.

―¿A donde me llevas?

―A un lugar seguro, lejos de aquí.

Llegaron al pasillo entre los complejos del templo para salir de la principal zona, allí desde el otro lado venían dos fanáticos armados con más lanzas.

―¡No irán a ningún lado! ―gritaron.

Allí, soltó a Rias y mientras que ella se detenía él se apresuraba para embestir a ambos guardias, con esa daga escondida bajo su brazo acabo con ambos con solo tres movimientos sin dejar ni una sola oportunidad de luchar a sus enemigos.

―¡Vamos, no te quedes atrás!

No respondió, dio una mirada rápida hacia atrás donde las sombras del fuego caído de los candeleros hechos para el ritual que crecían con cada minuto que la pelea se intensificaba dejaba ver las sombras del combate a los pies de Rias en ese pasillo oscuro. Ella es una demonio, ella nació en el infierno, el inframundo ¿Entonces porque ahora siente más miedo que de lo que deber haber visto en ese reino sobrenatural que en el mundo humano?

―¡Rias! ―la mano de su salvador tomando la suya la hizo salir de ese trance, se quito la capucha para que le viera el rostro, su cabello castaño revuelto y sus ojos verdes brillando con la luz del fuego a espaldas de Rias, como su rostro.

―¿Issei, realmente eres tú?

―Si, soy yo ―contesto, su mano pronto le extendió―. ¡Ven conmigo si quieres vivir!

Trago sus miedos y el dolor de sentir sus piernas agotadas lo ignoró, tomo su mano y le siguió.

El pasillo fue corto, un giro a la izquierda para recorrer el pasillo externo del templo que da hacia el bosque en una caída de casi doce metros colina abajo. Habían abandonado la batalla. Metro y medio más adelante del castaño parte de la estructura del templo fue atravesada por algo, los escombros creados detuvieron su escape. Una nube de polvo y aserrín se levanto, allí estaba el causante de ese estrago. El lancero cabello azul con su lanza roja estaba frente a ellos.

―No irán a ninguna parte ―dijo.

¿Que hacía frente a ellos? ¿No han pasado tan siquiera cinco minutos y ya han derrotado a sus aliados que les prometieron cubrir su huida? Del agujero que causo las pistolas del Archer del aliado de Issei venían volando como bumerán unidas como una sola, golpearon el rostro del Lancer y volvieron con su amo que salía del hueco en la pared del templo. Su mirada afilada, el brillo blanco en sus ojos a pesar de la oscuridad, él era su oponente, no Issei ni a quien tenía que poner a salvo.

Enfoco su odio hacia el Archer y pronto comenzaron a combatir. Distracción conseguida, pero con el camino bloqueado, parecía que tendrían que dar la vuelta para conseguir una salida. No pudieron ni llegar al pasillo por donde tomaron el desvió cuando sucedió también. El camino les fue bloqueado. La estructura fue atravesada y del agujero, del polvo y la madera estaban a frente a ellos la Saber y la respectiva Lancer de Issei.

Agotadas y dolidas, habían recibido una brutal serie de golpes expresos del Berserker. Ese caballero oscuro yacía parado en el borde del hueco que hicieron, estando intacto.

―Mierda, este tipo es duro ―dijo Lancer, retomando postura junto a Saber.

Del agujero salió el Samurái para detenerse junto a su compañero de armas de la guerra, con detrás suyo, su ama le seguía.

―Rider, alto ―exclamo Sona cuando él también se preparaba para el segundo encuentro contra su rival―. Dejemos que Berserker se encargue.

¿Que era más aterrador? Ver a un grupo de guerreros salidos de un mundo de fantasía peleando a muerte a tu alrededor. Ver que detrás del agujero la batalla se volvía más intensa, escuchando estruendos y bramidos de bestias donde el calor de la batalla se libraba. O saber que eras una persona de interés para estos bandos enfrentados. Rias estaba tan paralizada que sus sentidos comenzaban a alterarse, el mareo pronto comenzó a hacerse presente en ella. Tenía que hacer algo, ella es una demonio. Ella es Rias Gremory, la sangre de muchos demonios de su clan, aunque su poder se esta desvanecido debe quedar algo que le permita ser de ayuda para quien la protegía.

―¡Máster! ―grito la Lancer de Issei, antes de volver al combate iniciado entre dos contra el Berserker que las iba acorralando.

El samurái puso su interés en el castaño y a la que protegía la tenía de segunda. Gracias a eso, Rias levanto su mano en un repentino momento para disparar una esfera de magia negra, un orbe de energía oscura rojiza con la que apunto al samurái en su distracción inmóvil pero él solo blandió su sable y destruyo el orbe que exploto, más él seguía en pie como su espada aun intacta.

―Eso fue patético, Rias ―dijo Sona, sonriendo con burla.

―Rias-Senpai ―lo miró entonces―, perdona por esto.

Tomo a la chica por el cuello de su camisa para empujarla colina abajo solo un par de metros, choco con piedras, arboles y ramas en su corta caída. No alcanzo el pie de la colina, pero sus manos que buscaban a que aferrarse, agarraron la tierra y allí clavo sus dedos logrando salvarse de caer por más metros.

―¡Issei! ―grito mentalmente, su cuerpo le dolió la caída.

―¡Enfrenta me! ―solo miraba su espalda, miró como ese chico que antes le regalo algo de humanidad y cariño se arrojaba al combate , ahora arriesgaba la vida por ella, como muchos otros allá arriba que ni conocía.

―Maldición ―llego a decir tras conseguir ponerse de pie―. Tengo que volver... soy, Rias Gremory, yo debo ser la heredera del clan Gremory... el legado de toda familia fluye en mi sangre ¿Porque tuve que ser maldecida con esta enfermedad y ser una carga para los demás? ―levanto su mano haciendo mucho esfuerzo para materializar su poder de destrucción, pero fue en vano y agotador para ella―. No soy más que una carga para todos.

En sus ojos, la desesperación, frustración y decepción de si misma mirando como arriba en ese templo. Seguramente muchos estaban muriendo por salvarla ¿Issei sería alguno de esos? De su boca la sangre le escapaba, se golpeo de boca contra un tronco, y el golpe de una piedra bajo su abdomen mostró dejar dolor, puso su mano para aliviar el dolor, si es que eso ayudaba en algo.

Se dio la vuelta rendida y débil, temerosa dio el primer paso para bajar pero allí lo vio, a pesar de la oscuridad vio la entrada del resinto donde Akeno le mostró que debía hacerse el proceso de invocación de su servant. Miró Rias la mano con la que se sostenía del tronco de un árbol cercano para mirar los sellos de comando, luego con esa misma mano saco el reloj del antepasado de Issei y se sorprendió que aun lo tuviera. ¿Acaso su subconsciente lo guardo por ella?

―Estos sellos de comando son muestra de que aun hay magia en mi, aunque no si es cierto que la forma de estos sellos me harán la máster de un servant Hidden, solo espero que el héroe que invoque.. nos salve ―hablo consigo misma, antes de obligar a sus pies a moverse.

Pudo llegar e incluso ella se sintió asombrado por esto. Miró con alegría que el interior de este lugar, aunque oscuro aun estaba intacto el circulo de invocación, solo necesitaba llegar a él, poner el reloj en el pedestal, recitar el cántico para llamar a su servant, solo unos minutos más y podría ser de utilidad para Issei, para él y sus aliados.

―Solo un metro más... ―un desgarrador sonido apareció detrás de ella, para sentir que su fuerza era arrebatada.

El samurái había dejado atrás a Issei y llegado hasta Rias, con su misma katana hizo un corte en diagonal en la espalda de la chica y mancho la habitación de piedra tallada con su sangre, cayó frente al circulo de invocación.

―...No ―aun en el piso, Rias se arrastro e intento llegar al pedestal.

―Que trabajo más desagradable, matar a un enfermo ¿Y así es como dicen que somos héroes? Que mala broma, aunque los otros tienen el interés de usarte como recipiente del santo grial señorita, mi ama me dio la instrucción de matarte ―exclamo el samurái alcanzando a Rias primero que ella a su objetivo. Piso su mano donde llevaba el reloj hasta quebrarlo, justo antes de poder avanzar más y de dolor la hizo gritar, pero dada su enorme herida den la espalda no tenía muchas fuerzas para hacer escuchar su voz.

―Puedes odiarme a mi o a mi ama, a los dos si quieres ―quito su pie y con una Rias inmóvil, su espada levanto listo para ejecutarla―, pero debes culparte a ti misma por nacer y terminar siendo escogida por el santo grial. Después de todo, este es el destino de quienes combaten en este ritual tan lamentable.

―Pudrete...

―¿Disculpa?

―...Dije... ¡Que te pudrieras! ―Rias aun le quedaban fuerzas, obligo a sus piernas a intentar levantarse, al igual que a sus brazos―. Siempre he sido una carga para otros ¿Crees que no lo se? Pero nunca tengo la oportunidad de demostrar lo que puedo ser ¡Porque no se quien soy! ―ella lo ignoraba sus lagrimas la tenían segada de sus ojos que no podía ver el circulo de invocación se activo―. Miro a todos a mi alrededor de mi riéndose de mi sin darme la oportunidad de demostrar lo que puedo ser y lo acepto pero no quiero seguir así, tengo que... redimirme... ¡Tengo que vivir!

El brillo se volvió un resplandor segador, tanto que envolvió toda la habitación hasta que Rias lo vio demasiado tarde. Un estallido, una bolsa de aire y luz estallo tan fuerte que cegó al samurái por un momento que le saldría caro.

―¿Pero que? ¿Quien eres? ―escucho al samurái alterarse.

Rias solo escucho como una espada fue desenfundada y choco pronto contra otra, un combate demasiado breve. Quien quiera que fuera estaba acorralando al jinete de Sona a como lo escuchaba bramar hasta que consiguió derrotarlo o así parecía pues un disparo de una pistola se escucho y después nada, pues para cuando Rias volteo el samurái ya no estaba más que una persona desconocida.

―Huyo, vaya cobarde ―solo miro su espalda, alto su atuendo fuera de época, tela curtida en un color azul notable ante la luz de la luna, una bufanda roja dentro de su camiseta blanca debajo de un chaleco de cuero a la medida, bajo su saco, guantes de cuero cafés cubriendo sus manos donde una de ellas su espada con una botas cuya manufactura era muy pasada de tiempo, un sable duelista con sangre de su oponente en su mano y la otra guardando la pistola en la parte posterior de su espalda luego de haberla usado. Sin mencionar claro que esa pistola era de pólvora sin refinar, un arma de un solo disparo.

―¿Quien? ¡Argh! ―gimió duro Rias con el asombro que tenía de mirar a esta persona.―. ¿Que pasa? Mi espalda ya no me duele... mi cuerpo.

―¿Ya estás mejor, mademoiselle?

―¿Quien eres? ―miraba asombrada de él, otro encapuchado sin embargo este era de atuendo azul.

―Normalmente un servant no debería decir su nombre porque expone sus debilidades a sus oponentes, pero nadie sabe quien soy ni nadie sabe que existí. El precio a pagar de los héroes de mi clase de invocación. Dime mademoiselle ¿Eres tú mi máster? ―la carmesí estaba sin habla ¿como lo había logrado? ¿Acaso fue por ese presagió que leyó antes? O era el héroe que pretendía invocar―. Pero porque pregunto eso, claro que eres mi máster, si así no fuera mi habilidad: sentido comunitario. No hubiera funcionado en ti y seguirías desangrando en el piso.

»Me llamo Arno Dorian, maestro en la orden de los asesinos; servant de clase Hidden, mademoiselle. Vivo para servir, estoy a tus servicios.

La avenida estaba transitada, los autos venían e iban en ambas direcciones frente a la entrada del monasterio budista en la ciudad, las personas transitaban confundidas mirando como en la cima del templo una densa serie de luces se estaban manifestando, como si un festival o celebración estuvieran teniendo. Bendita ignorancia que tenía esta gente, pero una mala suerte pues una explosión sacudió la calle frente a las puertas de entrada. La onda del estallido rompió ventanas de aparadores, arrojo a la gente que caminaba tranquila y los vehículos más afortunados sufrieron una carambola pues los más desafortunados fueron expulsados en el aire para ser arrojados en todas direcciones en un radio de trece metros donde el servant de Rias cayó.

De pie, con su máster en sus manos yacía Arno emergiendo de la nube de polvo resultante del estallido. Su ama yacía perpleja sin quitar la vista de su guardián y la gran impresión que este tenía sobre ella.

―Eso estuvo cerca ―dijo Arno―, nada mal Rider.

Paso bajo el arco de entrada montando su caballo, su espada en mano mientras que con la otra tenia las riendas del caballo.

―Para ser un servant no detecto ningún signo de magia en ti ¿Es una cualidad de los héroes de tu clase? Dorian-san.

―No sabia decirte, bueno. Una vez conocí a un Hidden rojo que usa espadas como flechas que dispara desde su arco. Aunque él suele aparecer como un Archer. Puede replicar toda espada contra la que ha enfrentado sea mágica o no ―dijo Arno antes de soltar con seguridad a su máster―. Será mejor que te apartes, máster.

―Dejame ayudar.

―El deber de un máster es comandar a su servant no dar la vida por él, si haces eso yo pierdo.

―Esta bien.

Merci.

Los más sabios huían, los más tontos se quedaban para grabar el suceso creyendo que esto era lo más lógico. Penosas capturas de pantalla viniendo desde ángulos que no ayudaban.

―¿Decides enfrentarme? Hidden.

―Eso debería decírtelo a ti, fuiste tu quien huyó en nuestro primer combate, Rider.

―Fuiste un cobarde en sacar tu pistola y dispararme.

―¿Y te parece honorable enfrentarme mientras montas tu caballo?

Provocado como ofendido, el Rider bajo de su caballo y lo hizo desaparecer, su sable seguía en sus manos y camino hacia su oponente con el enojo visible en sus ojos.

―Máster, toma distancia. Esto se pondrá feo.

―N... muy bien.

Rias camino hasta la cera de la otra avenida que estaba medio despedazada, hasta tocar la pared. Desde allí miro como Arno se ponía delante del samurái mientras este se posicionaba.

―Un duelo a muerte será.

Primero ataco el jinete para ser bloqueado su golpe, después el segundo, el tercero el cuarto, el quinto golpe le fue bloqueado. Un descuido suyo y Arno asesto un puñetazo al rostro del samurái que lo hizo dar un paso atrás. Lo irrito y de nuevo el samurái cargo hacia él, golpe tras golpe el encapuchado de azul bloqueaba cada ataque hasta agotarlo rápido esta vez haciendo que perdiera su centro de gravedad para darle una patada detrás de la rodilla que lo hizo doblegarse. El samurái detuvo la estocada de Arno, pero él soltó una patada a su rostro en reversa que lo hizo caer al suelo.

Se levanto de inmediato, dejando escuchar su enojo desde su garganta. Dejo notar su enojo cuando comenzó a atacar y presionar a Arno con sus golpes, lo estaba haciendo retroceder y cuando parecía que llegaría acorralarlo. Un salto de mariposa por encima de la katana cuando el Rider ataco desde el lateral derecho, aterrizo flexionando las rodillas para seguir con una patada en barrido desequilibrando a su oponente. Se recupero de inmediato Arno y tomo la nuca del samurai para darle un fuerte golpe con su rodilla.

Esta vez le tomo un poco más de tiempo al samurái levantarse pero lo hizo con más enojo cada vez mandando por un caño la postura de su ataque y aventándose contra el asesino para estocadas que seguían siendo desviadas sino no es que las bloqueaba este servant. No le daría oportunidad de descubrir ninguna apertura en sus ataques pero tampoco Arno dejo ver algún agotamiento en sus bloqueos ni mientras se movía sobre el suelo desplazando el combate.

―¡Basta de esta estupidez! ―grito Rider cansado de no romper la defensa de su oponente, aunque ante el arranque de su ira, dio un duro golpe de su sable contra la espada del encapuchado que lo hizo retroceder por la fuerza del impacto.

El estruendo de metal resonó muy fuerte en los tímpanos de Rias que tuvo que llevar sus manos a sus oídos. Sus huesos vibraban, más aun así logro abrir los ojos al momento, momento en que observo al Samurái emprender un alto salto hacia atrás para caer sobre el arco de la entrada aun intacto del templo. Tan solo puso sus pies, a su espalda y por encima de su cabeza se vio una potente explosión sacudió todo desde allí, parecía que un potente misil había golpeado la cima del templo, pero fue magia. La pelea allá arriba estaba tornándose más letal ¿Alguien estaba vivo todavía después de tan brutal explosión?

A pesar de la media mascara que ocultaba su boca, Rias y su servant podían mirar la rabia en sus ojos ignorando por completo lo que sucedía detrás suyo, aun cuando la ráfaga de viento resultante sacudió las hojas de todos los arboles. Una fuerte ventisca que los cegó un segundo a la carmesí como a su guerrero.

―Acabaré contigo con un solo ataque ¡Bastardo! ―escucharon decir al samurái.

―Aguarda... ―Rias pronto entro en pavor―... la pose en que puso su espada... va a usar ese ataque otra vez.

―¿Que ataque? ―cuestiono Arno.

Entendería lo que pasaba cuando escucho la voz del Samurái recitando ciertas palabras en su idioma, miró el servant de clase Hidden a su oponente, notando que la puerta sobre la que estaba acababa de cambiar de apariencia. La misma puerta en la que convirtió el arco deportivo de la escuela había traído hasta aquí.

―Su noble Phantasm... ¿Piensa usarlo?

―¿Noble Phantasm? ―se pregunta Rias si se refería a ese ataque especial que uso la primera vez que vio pelear al samurái.

Lo escucho recitar el hechizo justo como la primera vez, nombrando cada uno de los siete cogidos del samurái, antes de continuar con el cántico que manifiesta su poder. Pero algo atrajo la atención, mientras el Rider se preparaba para lanzar este ataque, su servant no parecía preocuparse, así como lo hizo la caballero oscuro que pertenecía a Issei. Él en cambio parecía tener algo preparado detrás de su cintura, allí lo vio llevar su mano izquierda con mucha disimulación sin quitar un ojo de su oponente.

―Que nuestra ultima cabalgata sea digna del camino del guerrero... ¡Shiroyama!

Las puertas de madera se abrieron, como había visto anteriormente Rias; de ella emergerían como nuevos los jinetes que la servant lancer de Issei derroto sangrientamente antes. Los jinetes salieron entonando su grito de guerra con sus armas en mano listas para levantar contra el enemigo que tenían delante. Un solo hombre había obligado al Rider a usar su mejor carta en la mesa.

Mirando sin tanta impresión el como emergía la manifestación total del poder oculto del jinete de Sona, Rias se paralizo al ver venir de frente esta pequeña, pero poderosa horda enemiga. Su mente le decía que se huyera, pero sus piernas no reaccionaban, solo podía apretar el puño sobre su pecho y temblar. Más no fue consumida por el miedo, su nuevo servant yacía firme, sin titubear ante la manifestación del ataque especial del Rider y en cuanto miró la puerta abrirse a señal de la boca del samurái Arno dio un paso al frente y luego, caminando hacia la hueste enemiga con su espada volviendo la a su lugar.

Dio un total de siete pasos bajo la mirada de Rias antes de que ella lo viera levantar su mano derecha hacia el frente, como si empuñara una espada invisible. Se detuvo, llevo ambas por delante suyo como si sostuviera algún arma desde su empuñadura más dejo maravillada a Rias al ver en sus manos aparecer otra espada además de la que tenía en su cintura. De un brillante color dorado desde el mango hasta la hoja, destellos agresivos emanaban desde la hoja de la espada. Una pequeña esfera bajo el mango también dejaba ver desde unas ranuras en su diseño, como se escapaba esta energía eléctrica que componía el arma.

―Hidden ¿Que estás haciendo?

―Algo tonto o que seguramente hará que me mate seguramente ―dijo, conteniendo las ganas de reír ante el ataque de nervios que sufría en silencio. Pero si Rias viera su cara de frente, vería en realidad que su servant esta sonriendo más que estar sufriendo―. ¿Oye Ddraig, sigue allí?

En su mano izquierda un resplandor verde apareció que solo cubrió esa misma mano suya pero al desaparecer, un guantelete rojo apareció sobre su mano. Rias no lo veía completamente pero este artefacto llevaba un orbe verde sobre su ante mano.

―Vaya forma de reunirnos, viejo amigo ―hablo alguien desde .

―Ese guante rojo... ¿Es acaso una de las legendarias sacred gears? ―preguntase Rias a si misma―. Es ese el legendario Boost gear ¡el artefacto que lleva el alma del emperador dragón rojo sellado en su interior!

―¡Ddraig, prestame tu poder!

―¡Boost!

La energía que envolvía la espada pronto se multiplico peligrosamente cuando la brillante luz amarilla de la extraña espada se torno verde antes de volver a su verdadero color y volverse su brillo más segador que antes, parecía que tenía en sus manos una antorcha que incluso hacía relucir su rostro bajo su capucha.

―Acaba con tus enemigos, muchacho ―dijo la entidad que habitaba en el guante rojo cual guante de armadura blindada lucía pertenecer.

Levanto el arma contando los últimos segundos antes de ser aplastado por sus enemigos. Ahora la tenía con una sola mano y Arno la clavo en el piso atravesando el pavimento de concreto teniendo encima al primero de los jinetes, más su espada le hizo ganar la batalla.

Con la forma de una burbuja de magnetismo electro estático, dicha burbuja se expandió más allá del templo hasta envolver la ciudad. Al primer instante, al primer toque esta burbuja convirtió en una densa arena dorada a todos los jinetes salidos de la espada venida del movimiento especial del Samurái.

―¡¿Pero que es eso?! ―gritaría Rider al ver venir la burbuja, sin tiempo para escapar, solo para ser desintegrado por esa burbuja de energía.

No solo el Rider de Sona fue desaparecido, sino todo aquel servant habido en la montaña también sufrió el mismo destino, pero al mismo tiempo toda magia fue apagada, todo hechizo cancelado como el mana mismo de los manos fue encapsulado por un próximo periodo. Toda maquina que funcionará con electricidad fue golpeada por la burbuja que envolvió toda Kouh. Focos de los postes de alumbrado publico sufrieron un brutal estallido así como toda fuente de luz fue quemada. Los autos quedaron varados allí donde estaban, los dispositivos moviles y de cualquier tipo sufrieron quemaduras intensas en sus circuitos para ser considerados perdida total. Kouh quedo a oscuras y nadie sabía que había pasado, por un momento en la ciudad hubo silencio pero sobre todo, hubo oscuridad. Una que fue apagada por la brillante luna llena en el cielo que miraba a Arno.

―Hola vieja amiga, a mi también me alegra verte ―dijo a la luna―. Máster, la victoria de esta noche, es nuestra.. ¿Máster?

Arno corrió hasta Rias que yacía en el piso semi inconsciente, carente de energías para mantenerse despierta pero con la suficientes para darle una sonrisa a su servant cuando este vino corriendo hasta ella para tomarla en sus manos recibir una gentil sonrisa de su parte. Activo entonces aquella habilidad con la que salvo con anterioridad y ahora sentía su persona más aliviada.

―¿Hidden, ganaste?

―Ganamos la batalla de esta noche, máster. Pero esta guerra del santo grial solo esta comenzando.

La segunda noche de la guerra del santo grial ha terminado con una gran escaramuza de la cual solo uno pudo ganar, más la guerra aun continua y aun ay mucho por lo que luchar.


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