Secuencia 1, Recuerdo 1
Esta no es la historia que conoces, este no es el mundo de DxD del que sabes. Los demonios, los ángeles y los dioses creen que son ellos que rigen el mundo, siguen siendo los mismos. Sin embargo ni siquiera ellos saben que son otros los que escriben el curso del tiempo. Una guerra que lleva desde el principio de los tiempos librándose en secreto por inclinar la balanza a su favor, una lucha de dos bandos librado desde las sombras de la historia a sido responsable. Dos facciones en eterna guerra, una que lucha usando el caos como excusa para traer el libre albedrío al mundo: la orden los asesinos. Ellos luchan contra el orden absoluto que propone su némesis, que somete a las masas con mentiras e ilusiones: la orden de los templarios.
Esta es la historia de Rias Gremory, pero no es la historia que conoces de Rias, ni tampoco la Rias Gremory que tu conoces. No asiste a la preparatoria Kuoh, en el país de japón, por gusto sino por exilio. Ella no es la princesa de la destrucción ni la heredera del clan Gremory. Aquí es muy distinto a esa otra chica, es la chica de cuerpo voluble y atractiva para los ojos de todo el mundo, pero no es la admirada y exótica presidenta del club de ocultismo. Porque aquí no existe el club de ocultismo.
La alarma matutina sonaba sobre el mueble de noche junto a la cama de Rias, ella no quería levantarse de los abrazos cálidos de la sabana y sus almohadas pero no estaba a discusión.
―¿Ya son las siete? No quiero pero tengo que levantarme para ir a la escuela ―con molestia golpeo el botón que para el reloj y tras uno cortos segundos de paz decidió levantarse.
Vida solitaria ha tenido en esas cuatro paredes, una habitación conjunta y un baño de corto espacio tiene allí Rias, desde hace seis años. Recibiendo la visita unicamente de las cartas enviadas de su familia que le expiden un cheque cada mes para solventar sus necesidades estudiantiles y de gastos allí donde la tienen arrojada. Justo como esa misma mañana luego de levantarse y desayunar nada más que un tazón de cereal con leche, un paz y después una taza de café para despertar antes de lavarse los dientes tras arreglarse el uniforme. Sin hacer ni un solo ruido un hombre vino y dejo por debajo de su puerta un sobre, solo un destelló antes y después de hacer pasar la carta con el cheque.
Estimada señorita Rias, se la hace la entrega del subsidió proporcionado para su financiamiento estudiantil en el mundo humano, esperamos que no tenga que escribir una carta prematura pidiendo un adelanto o préstamo de los interés que se le han dado. Palabras del mismo líder la familia Gremory, aprobado por el actual rey demonio Lucifer: Sirzechs.
Firma: Grayfia Lucifage.
Palabras de la misma carta que venía incluida en el sobre.
―Esta vez, fueron puntuales ―dijo Rias tomar el sobre y abrirlo, el disgusto amargo se vio en su cara―, parece que cada vez más me recortan el dinero.
La academia Kuoh, un instituto que antes era exclusivamente para mujeres, hasta hace dos años se volvió abierta para la inscripción de varones. Con ellos allí, todas las mañanas tiene que pasar junto a todos ellos, escuchando y pretendiendo ignorar todo lo que dicen sobre ella y su belleza.
―Mira, es Rias-senpai. Hoy también se ve hermosa.
―Quisiera saber como sus pezones, inversos o normales ―decían los primeros atrevidos.
―Lo que yo quisiera es poner mi pene entre sus tetas y follarlas ―comentarios que debían guardarse para otras ocasiones.
―De seguro se ve espectacular si te la follas en la pose de perra ―si pudiera usaría el poder de los Gremory con los que nació e incineraría a todos, pero no puede hacer eso. Lo que más desearía es que solo los hombres fueran los únicos que dijeran cosas así de ella.
―Mira, allí va a esa zorra de pelo carmesí ―decían las chicas también.
―Se cree mucho por tener esos enormes pechos. Seguramente son falsos.
―Dicen que dejo a sus padres en bancarrota solo por ponérselos.
Lo unico por lo que podía estar orgullosa y hasta por ellas, la discriminan. Se dio la vuelta y las confrontó, solo basto el llamarlas para atraer la atención de quien no quería. Una pelinegra de lentes y busto casi plano con una autoridad que rivaliza con el del director de la academia.
―Rias Gremory, tan temprano y ya estás haciendo un alboroto en la escuela ―dijo esta estudiante.
―Sona... Presidenta del consejo, son todos ellos los que hablan mal de mi ―encaró con enojo visible en su rostro, pero la expresión inamovible en Sona Sitri era inamovible.
―Eres tu quien los provoca ―dijo y camino hacia Rias quien no hacia más que aguantar todas esas burlas, se detuvo a su lado con ese porte elegante y altanero le dijo claramente al oído―. No olvides que estás en esta academia porque mi familia lo permite. Una decepción como tú estaría en las calles de los barrios más bajos del inframundo viviendo como un bulto de carne para los placeres de los demonios. Si yo quiero le digo a tú hermano y mi hermana te tirarían a un pozo donde una basura como tu debería estar.
Apretaba los puños con fuerza y el mango de su mochila mientras aguantaba la rabia que cosechaba hasta más no poder, más nunca iba a poder recolectarla. Se quedo estática allí sola rodeada de todos los estudiantes que la ignoraban, mal hablaban y se reían de Rias mientras seguían caminando hacia el interior de la escuela. Todo ese coraje brotaba al final con una lagrima que escapaba de sus ojos, murmurando maldiciones y deseando la muerte a todos.
"Soy la hija del líder del clan Gremory ¿Pero porque tuve que nacer con esta deficiencia por la que se burlan de mi? ―maldecía fuertemente desde sus pensamientos―. Debería ser la heredera, pero esta maldita enfermedad ha impedido desde mi nacimiento que mis padres me amarán. Un error que no debió nacer, así me han llamado... el poder una largo linaje desperdiciado con mi nacimiento... el poder de la destrucción con el que debí nacer se debilita cada vez, mi sangre no produce suficiente mana y al contrario lo desvanece, me terminará matando en unos años más... como la leucemía en los humanos, solo que no tiene tratamiento... ¡¿Porque ha sido esta vida tan injusta conmigo?!"
Una calma vino en su tormento, una mano se coloco sobre su hombro derecho en un toque suave y gentil que le hizo levantar la mirada dejando caer esa única lagrima en su rostro donde sus llorosos ojos se desvanecían. El único estudiante que le regala una sonrisa y palabras de aliento.
―Senpai, no te quedes allí la clase ya va a empezar ―dijo aquel castaño cuya sonrisa le devolvía la esperanza de que alguien en el mundo podría tratarla con dignidad y cariño que tanto necesitaba. Más no sabía quien era él, solo lo conoce de rostro, su nombre casi no lo escucha, pero esa mañana todo cambiaría. Por fin escuchaba cual era la identidad de aquel estudiante que por un breve saludo que sea, le daba tanto sin pedir nada a cambio.
―¡Issei, no quedes allí. La campana esta sonando! ―grito una chica entre su grupo de amigos.
"Un solo día, quisiera un solo día poder sonreír y ser feliz como él, tener amigos y reír ―pensaba con añoro―. Aunque sea un día y después, con gusto moriría feliz."
Las clases eran largas y aburridas, un problema que no afectaba al desempeño de Rias. Notas buenas por las que podía tener un acceso a una universidad que decir decente es quedar corto, no sabía si viviría para llegar a ver la carta de aceptación de esa academia imaginaría, pero incluso con altas notas no hacían menos los rumores que inventaban con más empeño en menospreciarla.
Puede que sean mentiras, pero las mentiras suelen resultar ser reales para algunos, después de clases un estudiante de segundo año vino a escribir una carta a Rias para hablar en la parte posterior del edificio principal de la academia. No se trataba de una carta de amor como cualquier otro podía pensarlo.
―¿Quién eres? Mejor dicho ¿Dime que es lo que quieres? ―desde el primer momento, mostró desagrado de estar a solas con este desconocido.
―Yo... verás, senpai. Escuche que tu haces lo que sea por dinero.
―¿Que? Oh, lo que faltaba en este día, solo otro idiota pensando que vendo mi cuerpo como si fuera un producto ―no solo era disgusto, se sentía a estallar de tener que lidiar casi a diario con un tipo como este, todo el tiempo―. ¡Escucha tonto urgido! Todo eso que dicen sobre mi, son solo rumores. ¡No soy ninguna puta! ¡¿Esta claro?!
―¡Si, senpai!
Lo hizo palidecer con el estallido de su reacción, tanto que cuando dio de pasos hacia atrás este chico tropezó consigo mismo y quedo asustado. Su cabello carmesí no solo era reflejo de su genética sino también de su carácter explosivo, producto de tanto enojo que vive.
Vio salir corriendo al pronto urgido y hasta que se esfumo, Rias pudo retirar el fruncido ceño habido en su rostro y después, siendo después de clases, decidió irse a la biblioteca. En su hogar no había mucho, con dinero arrendado de su familia que le recortaba cada vez más, tenía que encontrar formas de entretenerse o un lugar más cómodo que su pequeño departamento para contar las horas, al menos hasta que caiga la noche y que realmente no tenga más opción que irse a su propia casa.
Un lugar de paz tenía al colocarse sus audífonos y escapar a los mundos fantásticos y caóticos que las bandas de música rock-metal pueden proporcionar a las personas que han perdido fe en el mundo. Esas baladas nihilistas que hablan del apocalipsis y de tierras lejanas donde habita la desolación parecen ser mejores para Rias que la vida que le toco. Solo estaba allí sentada en el rincón más apartado de la biblioteca con los brazos sobre la mesa y su rostro puesto encima, cerrando los ojos esperando escapar a la fantasía comprendiendo la letra y su significado.
"La biblioteca, el único lugar donde puedo ser yo con mi música, antes de que sea de noche y me saquen ―pensó, cuando lentamente iba cerrando sus ojos para intentar dormirse.
Su música a todo volumen en los auriculares para ignorar a cualquier otro que estuviera aquí, aunque sea un santuario de silencio y conocimiento. Un lugar en silencio y paz, así lo percibía.
―Disculpa ―la encargada de la biblioteca levanto uno de los audífonos de la oreja de Rias y esta reacciono de inmediato―. Esta es una biblioteca no un hotel donde dormir, sino has venido a consultar ningún libro te pido que te retires, senpai ―incluso la encargada de este lugar, sabía quien era. Se trata de una estudiante más.
―¿Uh? Oh si, esta bien. Buscaré un libro.
¿Que leer? ¿Que leer? Pensaba la carmesí haciendo tiempo leyendo nada más que los títulos de los escritos, pasillo por pasillo, haciendo que la encargada se preguntará desde su lugar en su escritorio si en realidad pensaba leer algo o nada. Novelas, hechos históricos, libros de ciencia y paranormal. No había alguna cosa que le llamará la atención. Hasta que en el quinto estante de la sección de historia, en el apartado cultural un titulo llamo su atención.
―Que inusual ver un libro con letras en romanji y no en Kanji en una biblioteca escolar de japón ―tomo el libro de la estantería y leyó las palabras―. ¿Igualite, liberte... fraternite? Parece latín.
―Francés, en realidad ―hablo alguien a su derecha, miró de reojo y quedo sorprendida al verlo tan junto a ella―. Es el lema de la revolución francesa. Igualdad, libertad. Hermandad. Tres principios por los cuales la gente le levanto en armas contra el gobierno tiránico de la corona francesa. Y tres metas que la sociedad solo imagina alcanzar pero parece nunca querer abrazar.
―Tu eres...
―Soy Hyodou Issei, senpai.
―...¿Sabes quien soy?
―Tu popularidad te precede ―le miraba con una gentil sonrisa, lo cual le causo pavor e incomodidad, nadie le mira así―. No hago mucho caso a lo que cuentan de ti, no es lo que aparentas ser.
―Gracias por insultarme a medias.
―No era mi intensión.
―Esta bien ―se relajo―. Eres la primera persona que me habla como a una personal normal. Eres el único que me trata como una personal normal. Nada de lo que dicen de mi es verdad, la anatomía de mi cuerpo es una maldición como una bendición.
―Lo lamento.
―Todos los hombres en esta escuela se fijan nada más que en mis pechos, incluso los hombres en la calle donde voy y eso que no suelo estar en la calle mas que con mi uniforme cuando voy de camino a casa. Hace una hora que un tonto me hizo ir detrás de la escuela pensando que voy a dejarme coger por algo de dinero solo para que deje de ser un urgido, pero no soy ninguna puta.
―Lamento que traten así ―la vio suspirar para calamar su rabia y mirando el estante ahora, siguió con su hablar:
―Incluso piensan que el color de mi cabello es teñido.
―No es común ver un cabello rojo en este país, un rojo brillante, como la sangre misma. Hermoso.
―¿Lo notas? Lo herede de mi familia... gracias, ese si es un halago muy caballeroso.
―La caballerosidad aun no ha muerto.
―Eres como aparentas, agradable ―fue allí cuando volvió su mirada a él y las retinas de sus ojos se cruzaron, tan cerca que podían ver el iris de los ojos del otro con tanta claridad.
―Un cabello que brilla como la sangre y dos zafiros tan azules como el cielo en tus ojos.
Los halagos que venían de Issei pronto sacudieron a Rias, quedo sin palabras al escuchar tan apreciables palabras por su persona que la hizo escuchar el latido de su corazón, sus piernas temblar y su ser estremecerse por alguien por primera vez.
―¡¿Que estás diciendo?!
―¡Perdón es solo que...! En casa, me han llenado con tantos libros de toda clase que me hacen decir cosas raras.
Miraban el estante pero no los libros, sus ojos no les dejaban ver nada más que una invisible niebla producida por la liberación de encimas producidas por sus cerebros.
―Así que... Entonces la revolución francesa... ¿Sabes algo de ella? Debes saber, digo; eres el estudiante con más alta calificación en la academia.
―El número uno entre los hombres. Porque la número uno es la presidenta del consejo estudiantil y la vicepresidenta la segunda, yo ocupo el tercer lugar.
―No te conozco mucho, pero seguramente eres más inteligente que ellas.
―Gracias por el cumplido.
―Estamos a mano.
―Soy francés ―revelo Issei, antes de sacar de su bolsillo un reloj de ese tipo, con números romanos en él gastado y viejo, pero funcional―. Esta es la herencia que tengo de mi antepasado ―se lo compartió a Rias, lo cual halló gusto por el objeto―. Aunque también soy japones. Hace cinco generaciones, mi antepasado lucho en la revolución. Lucho por la libertad de Francia, incluso después con la llegada de napoleón al poder. Después de eso, vino a japón donde se quedo y tuvo a mi bisabuelo. Desde entonces vivimos aquí.
―No pareces francés ―no lo decía a malas, solo le parecía imposible.
―Le combat de mon ancêtre pour la liberté n'était pas seulement pour la France, il s'est aussi battu pour la liberté du monde. Il a été envoyé en mission ici mais a décidé de rester après avoir terminé. Il est resté pour aider à rétablir l'ordre au Japon et depuis lors, ma famille se bat dans l'ombre pour défendre le libre arbitre.
La joven Gremory quedo sin palabras luego de escuchar lo que parecía ser el recitar de un fragmento narrativo que el castaño frente a ella recito de memoria, sin embargo el sonido de su lengua fue tan natural que le hizo reconocer que en verdad dominaba dicho idioma. La velocidad, la fluidez... era verdadero gen francés.
―¿Que rayos dijiste?
―Creí que lo podrías deducir, Rias Gremory ―mencionar su nombre completo la haría temblar de pánico ¿acaso sabía quien era ella?―. No dicen que tu vienes de europa también. Tu apellido es ¿Noruego o Germanico?
―¡Danes! ―respondió un poco tarde―. Mi familia es danesa, aunque mi familia no me considera...
―Oigan, esta es una biblioteca, no se permite hablar tan fuerte.
La encargada miró a Rias quien se exhalto al mencionar de donde venía. Que infortunio, arruinar el encuentro cálido de humanidad genuina que una pobre diabla Rias apenas si experimentaba.
―No volverá a pasar ―dijo Issei y la bibliotecaria se fue, no sin quitar el ojo de ambos―. No nos dejará en paz. Mejor me voy, tengo asuntos que atender.
―¡No yo!...
―¡Silencio! ―exclamo la bibliotecaria.
―Fue un gusto conocerte, Rias Gremory. Considera mucho leer acerca de la revolución francesa.
―...¡Si!
Allí se la paso, leyendo pagina por pagina desde la presentación hasta contar casi treinta páginas de un libro de cuatrocientas cuarenta y dos, un libro histórico contado con una narrativa de novela para hacer más atractiva la lectura para quien tuviera los ojos seducidos por el libro. Las horas no contaba Rias y solo pasaba de un párrafo a otro sin importarle que el sol en el atardecer se perdió por fin y la noche se alzaba. Incluso ignoro la sed o el hambre que su estomago le pedía saciar hasta que el cansancio en sus ojos la hicieron salir del libro.
―Hey, ya biblioteca ya cerró ―dijo la encargada.
―¿Que hora es? ¡Ya es de noche!
―Las nueve para ser exactos. Devuelve el libro a donde la agarraste, apagas las luces y cierra este lugar.
Hizo lo que le pidió la amargada bibliotecaria, pero se tomo su tiempo, leyó un poco más mientras caminaba tranquila hasta el estante de donde saco el manuscrito sintiendo felicidad incluso tras depositar el libro en su lugar.
―La revolución francesa, la rebelión que le enseño a los reyes y nobles de Europa a temer al pueblo. Algo así es lo que necesita el inframundo para cambiar ―dijo, más eso sonaba como un sueño que nunca llegaría a pasar―, tal vez en unos mil años más llegue a pasar.
Iba por el pasillo tras cerrar la biblioteca caminando por esos oscuros pasillos y desolados salones. Nunca se ha quedado tan tarde, tampoco había imaginado lo agradable que se sentía pasar por esas aulas tan tranquilas, ausentes de toda mirada atrevida o malpensada. Era un panorama muy agradable para Rias.
Esos momentos de calma se convirtieron en incertidumbre cuando a la distancia una figura negra se hizo notar para ella cuando lo vio caminar sobre los campos deportivos, pues un aura pesado pronto apareció viniendo desde allí afuera.
―¿Esta pasando allí en el campo de atletismo? ¿Quien es esa persona?
Con ropas completamente negras, apareció un encapuchado con un paño que venía pegado a su traje cubría su boca, estando tan lejano no podía ver su rostro, pero supuso que lo tendría. La curiosidad mata al gato y Rias no pudo resistirse a la tentación. Recorrió una de las ventanas del corredor para mirar hacia el campo, allí aquel tipo yacía parado en el lado izquierdo el césped usado como cancha de futbol mirando fijamente el lado vació.
―¿Que estará haciendo ese tipo allí? ―pregunto.
Silencio todo pensamiento de su cabeza y sus ojos concentro en aquella persona. Todo lo que pasaba más allá de mirarlo a él, era ignorado.
―¡Vamos, sal! Se que estás allí ―su voz era desconocida para Rias, pero al mismo tiempo lo tenía escuchado antes, en algún lado.
De un circulo de energía demoníaca con el emblema del clan Sitri emergió la presidenta del consejo iluminando la oscuridad, sola emergió. Curioso, pero llevaba su uniforme aun lo llevaba puesto.
―¿Sona? ―quedo incrédula al verla.
Tenía las manos juntas la izquierda tapando la ante palma de la mano derecha para ser precisos. Ella camino dos pasos dejando desaparecer el circulo mágico. No parecía muy expresiva, hasta que sus labios se torcieron en una pequeña sonrisa que hizo cuando llego a misma distancia del campo, encarando así a tan misteriosa persona.
―Decides salir de las sombras ―la escucho decir―. Creí que todos los de la orden de los asesinos habían sido exterminados, pero lo que dicen es cierto, ustedes son como cucarachas siempre se reproducen.
―No importa cuanto intenten exterminarnos, jamás acabaran con el credo.
―Bueno, entonces que la guerra comience ¿Donde está mi oponente?
―Lo estás viendo.
―¿Bromeas? Los de tu clase no suelen participar en este ritual sino arruinarlo ―dijo molesta.
Lo vio levantar la mano derecha para quitarse el guante negro que traía y mostrar que debajo tenía una especie de tatuaje rojo sobre la ante palma. Era muy llamativo, a simple vista no parecía pero este tatuaje estaba compuesto de tres partes no conectadas.
―Imposible ―miró Rias a Sona―, ustedes no suelen participar en estos rituales, solo arruinarlos.
―Parece que el grial decidió y ha dejado que participe, no dejaré que ningún otro lo gane.
Vio en Sona una expresión rabiosa, una que le siguió con un grito:
―¡Rider!
Como si de un chasquido se tratara, apareció sin ningún tipo de circulo de transportación, solo el destello blanco de una explosión del tamaño de un balón de futbol en el aire y apareció un guerrero, un Samurai que llevaba un caso ligero, negro sin detalles en él. Una armadura de placas de metal ligero en su armadura. Una espada envainada y su mano sobre ella para revelar para la lucha.
―¡Lancer! ―grito el encapuchado.
De su lado también se manifestó una guerrera de aspecto europeo un paso adelante de a su diestra justo como la presidenta del consejo con el guerrero que tenía. Su piel era pálida, su cabello gris y corto con puntas, una diadema metálica negra sobre su frente, al igual que su armadura ajustada a su cuerpo. Un estandarte sostenía con una mano mientras que en la otra ella ya tenía su espada empuñada para la pelea.
―Esos dos, desprenden un gran poder mágico ¿Que son? ―pregunta en voz baja Rias.
―¿Un samurai será mi oponente? Voy a pintar el césped de tu sangre ―dijo groseramente la caballera, su rostro era reflejo de sus palabras. Más que subestimar, lo despreciaba.
―Que insolente ―libero su sable y tomo postura con la punta de su arma apuntando a la caballera―. Master, con gusto traeré la cabeza de esta bufona como ofrenda para ti.
El silencio antes de la tormenta se hizo presente, dos oponentes con sus fichas puestas en el tablero fueron arrojadas y solo uno iba a salir victorioso esa noche. Sin embargo solo era la primera batalla. La tensión abrumaba el aire y el miedo acechaba a Rias, no comprendía que sucedía, tampoco sabía que era algo que no debía ver, solo sus ojos se asomaban ante tan aterrador hecho.
―La guerra del santo grial comienza esta noche ―dijo el encapuchado.
―Que así sea... ¡Rider mátalo!
―¡Ataca, Lancer!
La velocidad con la que se arrojaron a su contrincante dejo impresionada a la carmesí, en un parpadeo estaban a mitad de campo cada uno, al abrir los ojos estaban chocando espadas en el centro de la cancha y el retumbo el golpe que sus espadas dieron. Ella se burlaba con su sonrisa mostrando sus dientes. Mientras la furia se veía en los ojos del Samurai de armadura oscura y café. Ambos empujaban sus espadas con fuerza buscando romper la defensa de su oponente.
La fuerza de cada uno era idéntico al de su oponente, por más que uno empujará no se quebraba la defensa del rival, las chispas volaban como soldadura en pleno trabajo de herrero pero solo eran sus espadas creando fricción.
Cansados y al ver que no lograban nada con ese primer choque se separaron empujando una ultima vez. A dos metros de distancia de aquel punto de impacto, cruzaron sus miradas antes de desatar el segundo ataque. Supero al primero.
Se arrojaron con mas fuerza esa segunda vez en el lapso de solo cinco segundos. El metal golpeando el cuerpo de metal del arma de su oponente era un zumbido estrepitoso tras otro.
―No entiendo que pasa, pero es asombroso. Nunca he visto a seres que se movieran a una velocidad tan alta, apenas puedo ver las sombras de sus extremidades y la de sus armas chocando... como vuelan las chispas. ¿Harán arder el campo? ―susurraba Rias―. ¿Que son ellos exactamente?
El samurái quebró la defensa de la oscura caballera y soltó una patada en el estomago de lancera, de no ser su estandarte que clavo en la tierra, habría sido arrojada más lejos de su maestro. Su soberbia se convirtió en rabia, se levanto y con su espada hizo un ademán hacia adelante y un rio de fuego explosivo se disparo de sus pies hacia su oponente. Si esas explosione no bastaban, espadas negras de la hoja hasta su mango eran levantadas en esa erupción de fuego y azufre que conforme avanzaban imparables, se hacían más grandes como destructivas.
―¡Arderás con las llamas del infierno! ―grito la caballera al lanzar su ataque.
El samurái actuó veloz y lo esquivo, rodó hacia la derecha salvándose por poco; más quien no parecía haber corrido tanta suerte fue Sona Sitri. Fue tomada desprevenida y se paralizo cuando miró el fuego con las espadas malditas levantándose desde debajo de la tierra viniendo hacia ella.
―¡Maestra! ―el así llamado Rider entró en pánico, creyendo que había fallado en servir y proteger a su maestra. El muro de fuego no le permitía ver nada más que las llamas.
Del otro lado, Sona yacía arrojada sobre el césped a una distancia considerable, mirando desde el piso ese mar de llamas.
―Eso estuvo cerca ―respiraba pesada con la mejilla izquierda de su cara cubierta por una ligera ceniza, impresionada del poder destructivo de la así llamada: Lancer.
―¡¿Crees que saldrás viva esta noche?!
Lancera venía rápido hacia Sona , su espada deslizándose para cortarle la cabeza en el piso. Un solo movimiento y pronto acabaría con la presidenta del consejo estudiantil de Kouh. Todo pasaba tan rápido, pero para ellos esos segundos se sentía eternos, una cámara lenta que les permitía ver el rostro de sus enemigos desde la aparente sádica caballera como asustada Sona, el preocupado samurái como el apático encapuchado que veía Rias ante el espectáculo sin palabras que la tenían al filo del marco desde donde se ocultaba.
Rias lo vio, pero lancera no hasta que lo vio atravesar el muro de fuego, el jinete apareció montando un corcel oscuro con ojos rojos brillantes y un humo exhalando de su aliento, el caballo. Su espada en alto listo para cortar la cabeza de su rival como prometió, pero en esos lentos segundos la caballera cambio su enfoque a él.
El tiempo se restableció y Rider empujo a Lancer lejos de su ama colocándose delante de ella.
―¡Master!
―Bien hecho, Rider ―Sona se levanto, lucía agitada ante el sorpresivo movimiento enemigo, pero seguía sin perder su postura de guerra.
―Maldita, te atreves a atacar a mi señora ―dijo a la lancera―. ¡Te mataré esta noche!
―¡No robes mis líneas, perro faldero!
La caballera se recompuso de rodar en el suelo y con sus armas en sus manos dejo que el jinete viniera a él y comenzó el tercer enfrentamiento de la noche. El choque de sus armas, ella con un estandarte de blanco y gris en un tubo de acero con una espada negra que desprendía pequeñas llamas al chocar con la espada del jinete, eran un estruendo tan fuerte como truenos en una tormenta creada por los dioses del mar. Su caballo se movía sin la dirección de su amo y lo hacia contestar los golpes que la lancera arrojaba más la fuerza colocada ante la furia que le causaba la resistencia de este guerrero japones.
―¡Mis armas! ―grito Lancer.
Su fuerza le falló por un instante que le saldría caro. Perdió su estandarte y su espada las que por un movimiento que lo desequilibro. La fuerza de ese golpe hizo volar las armas de la caballero hacia el piso donde Rias estaba, al final del pasillo la pared y ventanas del corredor fueron atravesados, incluso el salón.
―¡Es una broma! ¡Esa fuerza solo se puede comparar con demonios de alta clase! ―grito en sus pensamientos ante el susto de escuchar reventar los cristales.
Vio al caballo del Samurái dar el golpe de gracia, con sus patas traseras le golpeo en el estomago para empujarla a las llamas que aun estaban vivas. Que perezca en las llamas, pensaron que la pelea había acabado.
―Parece que esto terminará pronto ―exclamo Sona momento en que se acomodaba sus lentes.
―No te olvides de mi.
Como un espectro, el encapuchado vino velozmente listo para asestar un golpe mortal contra la demonio escabulléndose en la sombras de la noche para intentar apuñalar a la presidenta del consejo estudiantil de Kouh con una especie de daga que salía debajo de su mano. No es que la sostuviera con ella, sino que se escondía bajo su brazo. Sona lo vio y en el ultimo instante lo esquivo pero el encapuchado asesino no se permitiría fallar en su segundo movimiento, o en el tercero. A propósito intentaba acabar con la Sitri usando esa peculiar daga, la que ella esquivaba de puro milagro. No hasta que el Samurái cabalgo hasta él y logro darle una estocada con su sable.
Rias tapo su boca creyendo que había presenciado una muerte doble, pero el encapuchado rodó tras ser empujado y este se paro, no se dejo caer. Aun cuando la espada del Samurái le corto en el rostro, un ligero corte bajo su ojo izquierdo hasta tocar su nariz. Su rostro fue descubierto.
―¿Ese es... Issei?
Limpio la sangre de su rostro y oculto su rostro, parecía ser unicamente Rias la sorprendida, pero no quiso creer lo que sus ojos le mostraban. Ese chico amable que conoció hace unas horas protagonizando un combate con seres que ni ella siendo demonio podía comprender su naturaleza ni el fin de su lucha.
―Se termino ―dijo el Samurái, a lo que Sona se mostró gustosa.
―Oye idiota ―hablo desde las llamas, las expresiones de su rostros cambiaron―. Aun no escuchado la campana.
Ella emergió, estaba parada en el fuego sin mostrar señas de daño ni otra herida alguna. Levanto su mano e hizo un chasquido, un llamado a sus armas y desde donde estaban vinieron hasta caer en sus manos. Lo que sorprendió a Rias, un hechizo de propiedad que devolvió sus armas a su dueña que seguía allí en las llamas.
―Esto no se acaba hasta que yo digo que se acaba.
―Ella es fuerte ―Sona entro en pánico.
―¿Fuerte? Mi Lancer es invencible ―dijo el encapuchado―. Te lo dije Sona Sitri, seré yo quien gane el santo grial.
―¡Muere!
La lancera agito su espada y un fuerte viento extinguió el fuego del campo, tan fuerte fue que hizo cerrar los ojos al jinete como a su master, incluso su caballo se altero ante la ventisca, para cuando volvieron a mirar ella estaba levantando su espada. Un mal presentimiento hizo mirar al caballero por encima suyo donde doce espadas negras envueltas en llamas moradas flotaban listas para caer sobre su cabeza.
―¡Oh no, quitate de allí! ―Rias pensó y como si fuera un grito salido de su boca el caballo brinco fuera del rango de impacto.
Las espadas golpearon el suelo donde estallaron en un cráter hecho a la medida una vez cayeron todas esas espadas moradas apuntando a un solo blanco.
El silencio se hizo presente, Rider volvió con su maestra mientras que Lancer camino hasta quedar delante de su amo también. Para nada quitaban el ojo de sus oponentes, tanto amo como sirviente.
―Esto esta tardando demasiado ―dijo Lancer―. ¿Puedo?
―Adelante.
―¡Master! ―el jinete miró de reojo a su ama.
―Supongo que no hay más opción, hazlo.
―¿Que van a hacer? ―Rias tenia agitada el corazón tanto que su respiración se estaba complicando.
Primero fue el samurái. Se puso de pie sobre su caballo, solo para dar un alto salto hacia atrás y caer parado sobre el arco de la portería, con su sable en recta posición delante de él y recito un cántico.
―Gi. Yu. Jin. Rei. Makoto. Meiyo. Chuugi. Que nuestra ultima cabalgata sea digna del camino del guerrero ―fue inexplicable pero ese arco se conviritió en una puerta, no cualquier puerta, sino una de madera alta y grande. La entrada de un castillo que se levanto sobre una colina que sustituyo el campo. Las puertas se abrieron en un cegador resplando―. ¡Ninguno huye, ninguno se rinde! ¡Shiroyama!
Decenas de Samuráis emergieron de esta puerta, un cuerno de guerra anunció su cabalgar y ellos emergieron como una ola furiosa del océano con sus armas en manos listos para ganar, listos para morir. Cuarenta guerreros que convirtieron el cielo nocturno en un soleado medio día.
Sin embargo, la caballero ni su amo parecían sorprendidos con la carga de caballería samurái que venía a ellos.
―¿Master?
―Hazlo lancer. La ira es tu espada, el oído tu escudo y cualquiera que se meta en tu camino... ¡Que conozca las llamas de tu infierno!
Levanto esta vez su estandarte y grito:
―¡La grondement du haine!
Un disparo de una llama teledirigida como si fuera un disparo lanzado por un cuazar sobre calentado que vomita la energía en un disparo de rayos gama, así fue como vio el fuego arrojado por la oscura caballera hacia sus enemigos. El impacto cayó sobre el primero y cuando las llamas los tocaron la presión del fuego bajo sus pies se disparo una erupción de fuego como geisers acorralo a los caballeros y los carbonizo hasta dejar nada de ellos. Ni siquiera ellos pudieron detenerlo. Quedaron atrapados al primer impacto y no pudieron salir cuando la jaula de flamas se hizo.
El llanto de caballeros y guerreros sucumbiendo perturbo a Rias que solo vio una enorme llama que la segaría y la haría cubrirse bajo la pared ante el potente resplandor escuchando la explosión nada más. Cuando todo paso, tímidamente volvió a asomarse. Sus ojos hablarían por ella al mirar que en el sitio apareció lo que parecía ser una hoguera hecha de lanzas y espadas de acero tal altas como los tres pisos que componen la academia, incluso más altas.
Allí veía a las decenas de caballeros samurái y sus animales empalados con más de un arma de acero atravesando sus cuerpos carentes de vida. El silencio absoluto reino al contemplar su arte sin expectativas la oscura caballera y su señor.
―Ninguno de estos samuráis es él ―dijo el encapuchado.
―¿Huyó?
―Eligió salvar a su master que su honor. Aun así decidió sacrificar a sus únicos aliados para salvar a una sola.
―¿Que no los samuráis eligen morir por su honor? ¿A donde habrán huido?
―Ya los encontraremos. La guerra del santo grial ha empezado y las condiciones son claras, solo un equipo vive para obtenerlo y cumplir un deseo.
―¿Tuyo o el mió? ―pregunto Lancer.
―Me aseguraré de hacer realidad el sueño de ambos.
No comprendía de que hablaban pero con lo que ha visto entiende que ha presenciado algo que seguramente no debía ver.
―¿Guerra del santo grial? ―se levanto por fin, al ver que todo termino, Rias.
―Un combate ritual donde un número de magos son escogidos, cada uno invoca a un espíritu heroico para que lucho en su nombre y quien queda al final. Obtiene el santo grial para usarlo para hacer realidad su deseo.
―¡¿Quienes son?!
Cuando la carmesí escucho que alguien contesta su pregunta tuvo que voltear a ver y lo hizo con horror al ver a tres personas encapuchadas en negro como aquel que yacía en el campo de futbol. Ellos la tenían acorralada y no podía saber que harían con ella más que solo mirar el vació en sus ojos que no parpadeaban.
―Las ultimas personas que verás, Rias Gremory ―una de ellas era mujer.
La encapuchada dio el primer paso y deslizando su mano hacia el abdomen de la carmesí revelo una especie de cuchilla escondida bajo su brazo que sonó en un mecanismo de activación. Una sola apuñalada al lugar adecuado y Rias perdió el equilibrio.
Asustada se hizo para atrás al sentir el corte. Con sus manos tapo la herida pero la sangre comenzó a brotar agresivamente, perforaron su hígado al parecer, ver tanta sangre manchando el blanco de su uniforme la asusto, entendió su cuerpo que era su fin, cayó con la espalda en la pared mientras la sangre cubría el piso, pronto todo se hacia más oscuro de lo que ya estaba.
―¿Este es mi fin? ¿Así voy a morir? ―las palabras no salían de su voz, solo la escuchaba en sus pensamientos, sintiendo lentamente el abrazo de la muerte. Ya no veía más oscuridad.
―¡Que es esto!... ¡¿Rias?! ―aun escuchaba―. ¡¿Acaso han olvidado los preceptos del credo?! ¡Aleja tu acero de la gente inocente, es la primera norma!
―¿Issei... eres tú?
―No dejaré que ella muera.
Así es como comienza la guerra del santo grial. Con sangre inocente derramada, hay quienes lo llaman daños colaterales. Pero no importa el tipo de guerra que sea, siempre habrá inocentes sufriendo por las ambiciones de otros, aunque a veces en la guerra, se decide salvar a otros y no matarlos.
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