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TRACK#4: NUDO INFINITO

Mentiría si dijera que no estaba nerviosismo. Como un coctel de sensaciones vibrantes haciendo astillas mi piel, quemando en cualquier lugar donde las mariposas de mis dudas desearan posarse.

Lena dijo no te preocupes, todo saldrá bien. Yo asentí y estaba seguro de que mi reflejo en el parabrisas del taxi confirmaba mis ganas de vomitar. Era de mañana en aquel barrio de Orlando, Florida y en lugar de preocuparme por lo inminente, solo podía fijarme en los detalles insignificantes del inicio de la vida en las calles o el olor lejano a tortitas recién cocinadas.

—Hey, deja de pensar.

Ella tomó mi mano. Ojos azules como el mar, labios tan rojos como una jugosa cereza y unos perceptibles hoyuelos. La razón por la que yo podía olvidarme de todo y asentir.

—No voy a ir de tipo duro. Tengo terror de encontrar otra enemiga. Aun cuando no te canses de decirme que no.

Pensé que ella iba a protestar por mi confesión, pero fue todo lo contrario. Lena enmarcó mi rostro con sus manos. Yo solo me dediqué a sentir mi corazón correr en maratón mientras ella me miraba los labios.

—Lo sé, y por eso estoy tan enamorada de ti.

Lo que yo presentía se cumplió y aun cuando estábamos en medio de la calle. Cerca del arcén de cualquier lugar sin nombre, al menos para mí, me perdí en ese beso y de no ser por el chiflido de alguien creo que el paraíso me hubiera durado más.

—Joder, lo siento, me pasé un poco.
Intenté disculparme, pero a ella eso solo le divirtió más mientras le enseñaba el dedo corazón al que fuera que nos había separado.

—Olvídalo, nadie va a impedirme besar a mi prometido cuando se me antoje. Vamos, la abuela debe estar en casa justo ahora.

Lena apretó mi mano mientras me recuperaba aun de ese beso. Estaba más hermosa y no era solo yo quien lo percibía. El resto de la población masculina alrededor la miraba sin pudor alguno y yo me maldije por decirle que llevar un short corto y una remera nirvana estaba bien. La abracé por la cintura. Ganándome una mirada suspicaz de esos lagos azules.

—Yoon…

—No, aquí hay competencia y no me gusta para nada que miren tanto a mi chica.

—Mira quién habla, el conquistador de azafatas.

—Eso fue un accidente.

—Sí, muy buena estrategia—ella sonrió y era inevitable que yo no lo hiciera también.

La calle cambió solo dos veces más antes que el porche de una casa de tonos carmelitas y espacioso patio estuviera en nuestro campo visual. Lena me miro a mí y luego a la vivienda.

Yo fui testigo del desfile de expresiones que llenaron sus ojos antes que nos decidiéramos a llamar la puerta y una señora bajita que le empezaba a canear el cabello apareciera en el porche. Solo unos segundos y comprendí que lo que ella me había dicho era cierto.

La abuela de mi prometida la envolvió en un maternal abrazo en el que ambas lucharon infructuosamente contra las lágrimas. Yo dejé de sentirme nervioso cuando la señora se fijó en mí. Era curioso, sus ojos tenían la misma capacidad de hacerte confiar que los de Lena.

—Nona, él es de quién te he hablado, mi chico especial, mi prometido, Min Yoon Gi.

Pensé que la palabra prometido iba a sacudir la expresión amable de esa señora, pero fue todo lo contrario. Una sonrisa cálida le encendió el rostro de indudables rasgos asiáticos.

—Oh, ahora todo tiene sentido. Un placer enorme, querido niño, soy Park Moon Nyu, pero puedes decirme Noona.

Seguía en una burbuja de preguntas cuando Lena se acercó a mí con una sonrisa también en el rostro.

—Gracias, también es un placer para mí conocerla señora…digo Noona…

Hice una reverencia que fue recibida por las dos mujeres como una broma personal. Lena me susurró al oído que no fuera tan formal y por lo visto a su abuela no le importaba que estuviéramos tan cerca el uno del otro o el hecho que su nieta me abrazara por la cintura.

—Vamos a la cocina, seguro que no han desayunado nada.

—Nona, no empieces…solo di que quieres conversar y lo entenderemos.

—Sí eso también, quiero saber todo sobre la historia de ustedes, porque hijo, esta chica sí que puede convertirse en un verdadero dolor de cabeza, eso lo sé.

— ¡Abuela!

Lena protestó en vano mientras su abuela extendía la broma. Yo solo me limité a reír y ayudar a pasar el poco equipaje que habíamos traído. La casa era una mezcla de cosas tradicionales coreanas con el estilo distendido de la Florida.

Era lo que yo hubiera llamado un hogar y los pequeños cuadros en el recibidor me recordaron a mi propia casa en Daegu. No dije nada mientras me unía al desayuno en la cocina. Por extraño que pudiera sonarme, estaba en paz.

***

—Vamos a la piscina. No me pongas esa cara amargada.

—Nena…por qué no nos quedamos aquí. Estoy molido y el jet lat no tardará en darme alcance.

—No, no le eches la culpa al jet lat y saca tu bañador.

—Oh…había olvidado que eres un grano en mi trasero.

—¿Y eso…no te gusta?

Estábamos en mi antigua habitación, que seguía decorada con posters de bandas indie y alguna que otra reseña a 5 Seconds of Summer y Avril Lavigne. Por increíble que pareciera, los nervios habían quedado atrás y como siempre mi abuela se había convertido en el refugio perfecto y única defensora de mi compromiso con él.

Sabía que debía estar más muerta que viva después de tantas horas volando, pero no era así. Quería enseñarle la ciudad, quería irme de fiesta con él y celebrar todo lo bueno que había en mi vida gracias a su presencia.

Por eso prácticamente lo estaba seduciendo para que fuéramos a la piscina. No me importaba, no tenía vergüenza de usar mis armas cuando él era aún más despiadado que yo en el juego del amor.

—Te diré lo que me apetece justo ahora…

Yoongi susurró varias cosas que me hicieron enrojecer mientras sus manos terminaban alrededor de mi cintura.

—Entonces… tú eliges, podemos ir a la bendita piscina y soportar a la gente o quedarnos aquí, compartiendo eso que te acabo de decir…

Lo miré a los ojos, no hacía falta preguntar, yo estaba más allá de mis propios sentidos o deseos, yo comenzaba a vivir a través de él nuevamente.

—Y si mi abuela nos oye, no has pensado en eso—mi excusa era miserable en comparación a sus labios en mi cuello. Yoongi rio de aquella forma ronca que me crispaba la piel.

—Siempre podemos usar música.

—Eres muy malo, bebé y lo peor es que eso es lo que más me gusta.

Nuestras miradas se volvieron a encontrar, ambas empañadas por el mismo velo que conocíamos casi a la perfección. Había un desorden de ropa en mi antigua cama, había sueños recortados como un nudo infinito en medio de aquella habitación, aun así yo podía ver el cielo y las mismas mariposas que desde hace algún tiempo adornaban mis amaneceres y atardeceres.

Solo nos separamos para seleccionar la banda sonora que nos acompañaría en todo aquel viaje y a él le sorprendió de que yo escogiera alguna que otra canción suya para tenerlo en mis manos. Sí, te amo de todas las formas posibles, quiero que lo entiendas de una vez. Sinceramente ya nada me importaba y creo que ser amantes era nuestra mayor afición.

Me olvidé de los minutos en el reloj hasta que ambos estuvimos en aquella zona perezosa y llena de miel donde solíamos compartir el descanso. Me desperté cuando casi era de tarde en la ventana de la habitación. Él seguía dormido, sin más nada que las sábanas enredadas a su alrededor.

Lo besé en el hombro y le susurré que estaría afuera. Él solo balbuceó un te amo antes de volverse a dormir. Desconecté el equipo de sonido tiempo después. Una sonrisa ridícula me adornaba el rostro cuando encontré a mi abuela sentada en una de las mecedoras del porche.

—Me siento un poco abandonada. Mi nieta regresa a casa después de casi un siglo y se olvida de mí. Aunque no la culpo. Si tuviera su edad también lo haría.

—¡Nona!—enrojecí ante su comentario mientras ocupaba la otra mecedora.

—Solo bromeaba, mi terrón de azúcar. Por lo visto no todo es como Leonard pintaba.

—No creo que mi padre haya hablado de esto contigo. Seguro te dijo que Yoon era una especie de ogro y yo una irresponsable.

—No, no fue eso lo que dijo y si ambos no tuvieran el mismo carácter terco estoy segura que las cosas fueran diferentes.

Hubo un silencio antes que yo consiguiera reaccionar. La abuela se encargó de tomar la palabra y comprendí que alguien había preparado el terreno con anterioridad.

—Mi amor, no quiero entrometerme, es tu vida y se nota que ese muchacho te quiere de verdad, solo pienso que Leonard tiene miedo. Su princesita ha abandonado el nido más pronto de lo que él creía, es normal que lo vea como una amenaza.

—Abuela… hay más partes de esta historia que es mejor no mencionar. Papá tiene sus razones, yo tengo las mías, pero no puedo permitirme que me aleje de él. Ya lo hizo una vez y yo no podría pasar por eso nuevamente. No sé por qué nadie entiende que ya no puedo vivir sin él. Él es mi todo, es…es como el aire que llena mis pulmones y sé que suena a cliché pero ya no hay vuelta atrás. Quiero que estemos juntos el resto de nuestras vidas, sea como sea. Él es la mejor parte de mí.

La abuela me mira asombrada. La arrugas en su frente se suavizan dejando paso a una sonrisa melancólica.

—Como te pareces a ella, el mismo fuego en la mirada, la misma decisión…cada día te acercas más a Jane, mi preciosa niña.

Yo quería decir que no, que no era cierto, pero era imposible negar que tenía razón. Quizás sí fuera como ella en cuanto a la forma en la que lo amaba o quizás fuera al revés. No lo sabía y no quería discutir. Me limpié las inconvenientes lágrimas que me habían asaltado y dispuesta a cerrar aquella conversación me puse de pie.

—Solo quiero saber algo ¿Me das tu bendición? Me dices, sí mi querida nieta, estoy feliz por tu decisión o vas hacer lo mismo que mi padre, lo mismo que todos ustedes.

Mi abuela me mira pacientemente, algo que me recuerda a Yoongi cuando sabe que es imposible tratar conmigo y mis demonios internos.

—Si es eso lo que quieres oír, pues eso te diré, si quieres la verdad, deberías hablar con tu padre y tu hermano. Aun después del distanciamiento, es tu familia.

En otros tiempos yo hubiera gritado mi frustración, ahora solo me contentaba con retorcerme los dedos y cerrar los ojos buscando un valor del que carecía.

—Está bien, puedes llamarle, de todas formas sé que él estará al corriente de todo. Cuando Yoon despierte dile que estoy en el parque que vimos al llegar.
Me despedí secamente y mis pasos se fueron convirtiendo en una carrera mientras trataba de esconderme de mí misma como si regresara a la adolescencia. Cada paso, cada lágrima una sombra que lavar, estaba caminando en el alambre o simplemente engañándome a mí misma. Solo alguien podía comprenderme, solo yo podía encontrar la respuesta y eso era dentro de mí misma.

***

El sonsonete de un teléfono me hizo darme cuenta de que pasaban las cuatro de la tarde. Leí el último mensaje de Slow Rabbit. La mezcla que le había enviado tenía los pulgares en alto para seguir adelante. Me estiré en una cama que ya no me resultaría para nada extraña.

Olía a ella por todas partes y sonreí como un bobo recordando lo que horas atrás nos habíamos prometido entre besos y caricias llenas de fuego. Mi nena, mi diosa personal. Estaba tan loco por ella que perdía la noción del tiempo con demasiada facilidad.

Me cambié de ropa aun envuelto por ese delicioso perfume con sabor a canela. Estaré afuera, fue lo que dijo ella antes de dejarme entre las sábanas y yo esperé que así fuera cuando descubrí que la señora Park estaba al teléfono.

—Está bien, nos hablamos luego.
La llamada terminó y yo temí ser la razón de ello. La señora Park esbozó una sonrisa.

—Mi nieta decidió irse a tomar el aire del parque. Me dijo que te lo hiciera saber en cuanto despertaras.

No sabía por qué aquellas palabras amables me sonaban a todo lo contrario. Quizás porque estaba acostumbrado a la hostilidad o los antiguos complejos aun habitaban en mí. No podía explicarlo, pero estaba seguro en alguna de mis fibras interiores que algo no iba como usualmente.

—Gracias… ¿es el de la esquina, cierto?
Pregunté casi alcanzando el umbral. La voz de la señora Park se encargó de retenerme.

—Min Yoon Gi, antes que vayas con mi nieta, quiero preguntarte algo.

Giré sobre mis talones solo para encontrar su mirada. Lo que mi corazón ya presentía se acercaba como una serpiente venenosa en las palabras de aquella señora de aspecto bondadoso.

—Dime, muchacho ¿Qué estarías dispuesto hacer por mi nieta?

No tenía que pensar para responder eso, y aun cuando esperaba otra recriminación, caminé los escasos pasos que me separaban de ella.

—Señora, yo daría más que mi existencia porque su nieta sea feliz. Mi sangre, mi aliento, mi sudor y mis lágrimas, y todo por ella me sabe a poco. Sé que ninguno de ustedes me creería, que nadie puede saberlo en realidad, pero ella es el sol de mis días y la luna de mis noches, no sabía lo que era estar vivo hasta que la conocí y ya no puedo renunciar a ella sabiendo que existe y que puede estar lejos de mí. Créame lo intenté una vez y las consecuencias fueron desastrosas. Sí, somos demasiado jóvenes para prometernos el futuro, sí, yo vengo de un mundo que muchas personas critican y creen un castillo de naipes, pero a ella no le importó, ella supo reconocerme y me siento bien desde que la conozco, verdaderamente bien. Si es que puede decírselo a su hijo, o al hermano de ella. Me importa un cuerno, mientras ella me siga queriendo, para mí es suficiente.

No esperé otra pregunta o siquiera a que esa señora se recuperara de las palabras que acaban de abandonar mi boca. Corrí como un loco en dirección al parque. Busqué en cada banco hasta detenerme en las ramas combadas de un roble donde una chica de cabellos castaños dorados contemplaba el horizonte.

Subí penosamente pero cuando lo conseguí no dudé en rodearle los hombros con un brazo. Lena suspiró quedamente.

—Qué bueno que volviste a mí. Te extrañaba.

Aquellos ojos azules estaban algo acristalados demostrando el llanto que los había anegado no hace mucho tiempo atrás. Yo me esforcé por sonreír.

—Te amo, solo apóyate en mí.

Ella sonrió antes de besarme en la frente. Yo cerré los ojos hasta que fue azul mi realidad. Las hojas, los pájaros, las abejas o los sonidos del parque se hicieron lejanos mientras nos tomábamos de la mano y cada uno dibujaba en la muñeca del otro la mitad de un símbolo, el infinito… ese que nos sabía poco para encontrar nuestra verdadera razón.

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