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TRACK#25: PENICILLIN

Maratón 10/15🩸

OST:

Always Coming Back to U por ONE OK ROCK + Give Me Love por Ed Sheeran

Adaptarse a un nuevo lugar tiene sus altos y bajos. Como todo en la vida, según me había dicho él, pero la mejor parte sin dudas era esto. Descubrir cada nuevo movimiento en un grupo que compartía la misma ambición.

Sé que aún no podía juzgar del todo, que apenas habían pasado dos días en que la norma era correr de un lado a otro en busca de horarios y filas interminables para el comedor o las duchas.

Me aterró que me fuera a tocar una habitación mixta, pero al final resultó que era con la misma chica que había hecho la audición conmigo en Big Hit, Sun Ryun, ese era su nombre y ahora en lugar de una compañera más, venía a trabajar como instructora del grupo sénior.

Había sido muy amable al dejarme la cama que daba a la ventana y sobre todo al permitirme dormir con la lámpara de noche encendida. Una costumbre que tardaría mucho en desaparecer.

Había estado tan ocupada por los ensayos y las inscripciones en los diferentes cursos que hasta ahora me daba cuenta de que este era el primer descanso en cuarenta y ocho horas y por eso me dediqué a tomar algo de sol en el patio de la academia.

Estaba hasta cierto modo buceando en mis pensamientos, sin poder creerme aun que estuviera en un lugar como este, y nada más y nada menos que para cumplir el sueño que me había ayudado a sobrevivir, que quizás por eso no me di cuenta de que mi celular chirriaba como un desquiciado.

Hola, sé que prometí venir unas semanas después, pero tengo que contarte algo importante.

J-H

—Algo importante ¿Y qué será? —pensé en voz alta mientras intentaba contestar a su mensaje. Una llamada de la misma persona me interrumpió.

—Hey, ¿Cómo has estado? —su voz cargada de entusiasmo me hizo sonreír. Me recoloqué la gorra e involuntariamente mis dedos se entrelazaron en el dije en forma de J que aun pendía de mi cuello.

—Bien, es decir… muy bien, la verdad estoy muy contenta, esto es como el paraíso para mí ¿Y tú cómo has estado?

—Creo que si te das la vuelta podrás comprobarlo.

¿Qué? ¿En serio estaba detrás de mí? El gesto me ayudó a comprobar esa teoría y descubrí a un chico con una polera naranja y pantalones cortos del otro lado del patio.

No creo que haya existido otra persona para mí en ese momento, de hecho estoy segura de que si me hubiera rodeado una multitud yo no hubiera percibido absolutamente nada, solo el latito de mi corazón, marcando un ritmo que me llevaba hasta él casi con desesperación, un ritmo que me hablaba de rap y competencias que cortaban el límite de la gravedad.

Una estación de tren y más palabras entre risas y juegos infantiles, el columpio de mi infancia o el calor de sus brazos. Las estrellas que le decoraban los ojos o el hecho que me gustara en secreto inhalar su aroma cada vez que me abrazaba.

Sí, habían sido cuarenta y ocho horas y ya le extrañaba demasiado. Quizás por eso lo hice, quizás ya había aprendido a dejarme llevar cuando él estaba presente, y ya no me quedaba vergüenza ni pensamientos para dudar de mis acciones.

Por eso terminé corriendo en su dirección hasta que mis brazos le rodearon la cintura y volví a recibir una esencia muy similar a esos caramelos que solía comer cuando era pequeña.

Los de los días buenos, cuando mi padre vivía, cuando solo tendría unos cuatro años y el mundo fuera perfecto otra vez. Para mí era eso, la conexión con mi casa y por eso él olía y se sentía como el hogar.

—Bueno parece que ambos estamos bien—bromeó él, cuando nos separamos noté cómo se le habían enrojecido las mejillas por mi atrevimiento.

—Oh… sí. Muy bien gracias ¿Qué es lo que me tenías que contar personalmente?—pregunté disimulando un poco mientras me separaba de él. Hoseok se despeinó el flequillo y acto seguido me tomó del brazo.

—Es una sorpresa y ya sé que es tu primera tarde libre, así que mejor vamos. Apuesto lo que sea a que aún no has almorzado.

—¡Espera! ¿Cómo sabes eso? ¿Me espías desde la distancia?

—No.

—Eso suena poco creíble, vamos dime la verdad—le di un codazo amistoso y el respondió pasando un brazo sobre mis hombros. Yo era una pulga pequeña a su lado y por eso estuve más cerca, protegida por su aroma y aquella calidez que tanto le envidiaba.

—Vale, me pillaste, pero la verdad es que desde lo mensajes de ayer y hoy en la mañana, ardía en deseos de verte.

Aquellos ojos marrones lo llenaron todo. Ardía en deseos de verte, eso le había gustado a mi corazón. Sin embargo la otra parte de mí se agazapaba murmurando aléjate ya.

—Ah… todo aquí ha estado genial. Mucho entrenamiento, pero me gusta, además mi compañera de habitación es esa chica Sun Ryun, ¿recuerdas la segunda mejor audición…?

Él asintió un poco decepcionado de mi cambio de tema. Intenté arreglarlo con una sonrisa, pero estaba segura de que ya era muy tarde. La energía que le había puesto a sus primeras palabras se había diluido demasiado rápido.

Me escuchó todo el trayecto hasta el restaurante que acababan de abrir en el centro y que quedaba convenientemente cerca de la academia.

Parecía absorto en su mundo hasta que me fijé en que aun llevaba la pulsera en su mano izquierda y eso solo me hizo sentir más culpable. Aun sabiendo que podía estarle dando falsas esperanzas para lo que mi sexto sentido predecía, lo tomé de la mano y la reacción fue inmediata.

J-Hope alzó las cejas con una pregunta silenciosa. Yo miré hacia delante intentado ocultar el rubor que me calentaba las mejillas.

—Te… te he extrañado mucho estos días…—no sé cómo pude decirlo o si él me escuchó contando el ruido del tráfico alrededor.  Lo cierto es que el tirón de sus dedos acomodándose a los míos me hizo frenar en el lugar.

—Yo también… te he extrañado cada segundo…

Y si podía tener dudas a hasta ese momento, él se estaba encargando de hacerlas desaparecer. Volví a confundirme en la isla independiente que formábamos sobre la acera. Se suponía que debíamos pasar ahora, que el semáforo tintineaba para el color verde, se suponía que yo debía alejarme, correr lo más rápido posible para evitar lo que ya presentía, para no ser parte de una confesión que me había parecido ilógica por algún tiempo, sin embargo…

—Samantha, yo…

Juro que conté los segundos para que terminara cualquier oración, para que fuera paraíso o infierno, pero no creí que la fama estuviera ahí para arruinar lo que yo interpretaba como un momento especial.

Los flashes nos alcanzaron y antes que pudiera reaccionar ambos corríamos en dirección opuesta al restaurante. Apareció una tienda sin nombre para mí. Luego un callejón con el que estaba más familiarizada y finalmente el mostrador de una biblioteca.

Allí nos quedamos, casi debajo del escaparate para no ser descubiertos. Conté mis latidos mientras la mano que compartía con él resbalaba entre sus dedos. Pasaron minutos que supieron a años mientras evitábamos a la turba de chicas que pasaba en frente del cristal, buscando desesperadas al causante de aquel alboroto.

Hoseok tiró de mis dedos para que lo mirara. Estaba algo sonrojado por el esfuerzo, pero para mi sorpresa tenía una sonrisa pícara en el rostro.

—Vamos arriba, este no era mi plan pero aquí tienen una buena colección de libros. No te preocupes, almorzaremos cuando se calme la marea.

Asentí como una niña obediente y no pude evitar devolverle la sonrisa. Aun tomados de la mano, aun algo agitados y confusos subimos las escaleras y lo que encontré al final del pasillo parecía un cuento de hadas.

Altas paredes, solo interrumpidas por ventanales enormes que dejaban pasar la luz, libros, miles de libros e historias por descubrir y entonces recordé cuándo me había perdido, cuándo me había olvidado por completo de mí misma.

Cuándo había comenzado el descenso. Quizás por eso no me di cuenta que lloraba, no me di cuenta hasta que el chico que me había apoyado en los últimos meses se llevó el salado líquido con sus pulgares y me miró directo a los ojos.

—Samantha… yo… te amo.

***

Aun no me creo lo que acabo decir, aun no me creo que finalmente lo haya dejado salir en voz alta y sobre todo frente a ella. Me intento sentir culpable, me intento martirizar con más dudas, pero todo desaparece en ese mar azul que hay en sus ojos, en su rostro pequeño y delicado o en sus labios ruborizados a sobre manera.

—Hoseok… yo… no puedo… yo…

Y ahí está mi peor miedo, justo como tantas veces lo vi en mis sueños, justo como tantas veces ella me dejaba solo y me decía no, sin una explicación comprensible.

Quizás una parte de mi quisiera gritarle y maldecirla por hacerme vivir este sentimiento, pero la otra quería hacer todo lo contrario, la otra parte quería arrancarle las dudas con un beso, acurrucarla en mi pecho, protegerla con uñas y dientes y borrarle esas sombras que a veces cruzaban el espejo marino que eran sus ojos.

—Eh… bueno… te prometí un tour por la planta alta y lo voy a cumplir. Sabes, descubrí este sitio gracias a Rapmon, es uno de mis mejores amigos. Quizás un día los presente…

Caminé casi mareado, evitando mirarla, porque a mi autoestima le dolía esa parte. Tenía ganas de llorar también pero me las arreglé para sonreír lo mejor posible y comenzar a buscar títulos en los estantes haciéndole una seña para que me siguiera el ritmo.

Creo que estaba tan nervioso que por eso me regañaron un par de veces. No se habla casi a gritos en una biblioteca. Sam no dijo más nada. Sus manos se perdieron en los bolsillos de su polera amarilla y yo lamenté ser tan estúpido. Pasaron más insufribles minutos hasta que la calle se volvió a despejar para mí.

—¿Aun quieres almorzar conmigo?

Ella asistió y reconocí a la chica que al inicio solo me dedicaba monosílabos. Era mi culpa, por apresurarme de más. Sacudí la cabeza. Solo lo intentaré con más calma, iré paso a paso y entonces…

—Hoseok… sobre lo que sucedió allá arriba…

—No te preocupes por eso, fue solo un impulso. Yo me pasé de atrevido esta vez, discúlpame ¿sí? No lo diré otra vez, volveré a comportarme cómo se debe…

—Hoseok, no es eso, podrías mirarme, por favor…

Era raro que Sam me pidiera algo como eso cuando ya estaba convencido que perdería la noción de todo en sus ojos. Aun así lo hice y me sorprendí de no encontrar lágrimas o titubeo alguno.

—Yo… yo aún no puedo decir lo mismo, pero… pero creo que… creo que me gustas Jung, creo que me gustas mucho…

Y el golpe fue aún más demoledor. Creo que me quedé sordo ante el aleteo descontrolado de mi corazón. Eso era algo que no esperaba, ya me había condenado a pensar en el ridículo que acababa de cometer.

Qué quería hacer yo justo ahora, pues quedaba más que explícito cuando me hubiera gustado besarla en ese momento, pero ya sabía que debía esperar, esperar porque estuviera lista para mí y mis descomunales ambiciones.

Sin embargo, no pude evitar sonreír como un idiota y tampoco peinarle los mechones caprichosos que le enmarcaban el rostro. No pude decir o pensar más nada coherente, tal como la penicilina, tú eres la cura que yo tanto necesito.

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