TRACK#13: IcE
—Estoy bien, por enésima vez…
Una traicionera tos arruinó mi interpretación. Diablos, cómo era posible que me enfermara un fin de semana antes del inicio de nuestro trabajo. La pequeña Lily meneó la cabeza con gesto desaprobador.
—Por favor. Déjame llevarte al hospital. Taehyung sigue fuera del área. Jungkook está en Busan y los otros siguen viajando por ahí. Al menos déjame decirle a Ritsu.
—No, no quiero preocuparla. Ni siquiera hemos podido salir en estas semanas. Por favor, no le digas.
—Ahh, ahh… no puedo contigo, sinceramente ¿Qué se supone que haga?
—Solo deja de preocuparte, siempre voy a estar bien.
—Bien deshidratado eso sí. Jin, por lo que más quieras, déjate ayudar. Al menos déjame prepararte un jugo y ayudar a bajarte la fiebre. Si empeoras te arrastraré al hospital y hay de ellos si ni me dejan entrar aunque sea menor de edad.
Sonreí lo mejor que pude. Lily me despeinó el cabello antes de abandonar el umbral de mi habitación. Me dolían hasta las pestañas, pero estaba seguro que después de una siesta estaría mejor. No podía darme el lujo de preocupar a los niños con un simple resfriado o llevarle más problemas a Ritsuki.
Aun recordaba nuestro último encuentro y como la actitud de su hermano había sembrado cierta sombra en nuestra relación. Por lo visto estaba más mal de lo que aparentaba pues solo me di cuenta de que Lily había regresado por los tirones que le daba a mi brazo derecho.
—Tío no te desconectes así. Toma, es ibuprofeno, no había otra cosa entre las pastillas de Suga.
—Gracias—fue lo único que pude decir y el jugo de naranja después del medicamento solo me confirmó que tenía la garganta como papel de lija. Iba a decir que ya me estaba sintiendo mejor cuando de pronto quien menos esperaba apareció en la puerta de mi habitación.
—Lily te dije bien claro que no le llamaras, que yo…
—En serio no puedo creer que le dijeras eso Seok Jin, por muy ocupada que yo pueda estar, pensé que me querías también en los malos momentos…
—Ufff… y que viva el drama. Que te mejores y Ritsu, a ver si tú puedes convencerlo de ir al hospital, pues a nosotros no nos hace caso.
Lily cerró la puerta para dejarnos en un pesado silencio. Ritsu terminó de quitarse la chaqueta que le iba demasiado holgada, antes de tomar asiento en la poltrona que antes había ocupado mi pequeña enfermera.
Traté de incorporarme en la cama, al menos sentarme, pero el resultado fue un molesto mareo que me obligó a cerrar los ojos.
—Por Dios, solo intenta quedarte quieto cinco minutos.
Ella colocó una de las toallitas que había dejado Lily cerca de mi cama. Me quejé de lo frío que estaba pero Ritsu no vaciló. Estaba enojada conmigo y por alguna razón yo también lo estaba, solo que no tenía las más mínimas fuerzas para discutir.
—Deberíamos llevarte al hospital ¿Siquiera te has tomado la temperatura?
—No y no lo haré. No iré a ninguna parte y tú deberías irte también. Seguro que tienes algo más importante que hacer y yo te estoy estorbando.
—Jin…
—No tengo ánimo para discutir Ritsuki, pero estás agotando mi paciencia. ¿No fuiste clara la última vez, acaso yo no soy la segunda opción en cuanto a tus prioridades?
La chica que colocaba la compresa en mi frente se apartó como si la hubiera lanzado un rayo. Temí que se fuera y ya me estaba preparando para decir lo siento cuando su voz me silenció.
—Es obvio que estás delirando. Sabes que desde ese día ya no puedo volver atrás. Trata de dormir. Seguro que aún no has comido nada…
Eso fue todo antes que se alejara y por alguna razón la habitación se sintió más fría.
***
Me prometí que no iba a llorar pero ya era tarde mientras corría escalera abajo rumbo a una cocina que solo había tocado en limitadas ocasiones. Lily no estaba en el recibidor y tampoco el hermano de Jimin quien me había llamado casi al borde de un ataque de nervios.
Sorbí mis lágrimas y traté de olvidarme que habíamos discutido o que mi cabeza era un remolino de problemas. No quería más que concentrarme en actividades prácticas como sacar el pollo de la nevera o preparar la base de la sopa.
Quizás por eso trataba de convencerme a mí misma que no estaba llorando o de la razón de mis lágrimas. Quizás solo fuera mejor echarle la culpa a la cebolla.
—Lo siento, no solo lo de allá arriba, todo… lo siento y me mata verte así.
Jin apareció como una sombra envuelta en aquella manta ridícula llena de ositos felpudos color rosa.
—Es solo la cebolla, no estoy llorando y tú deberías estar acostado, con razón no se te baja la fiebre. Dime… dónde ponen el…
Yo iba a decir termómetro, pero no conté con que él estuviera tan cerca de mí o que sus manos cubrieran las mías por completo. Alarmantemente frías para alguien que tiene fiebre.
—Ritsu, mi lirio inocente, solo mírame…
Me sentía tan cansada de batallar con lo imposible que al final tuve que ceder y acabé encontrándome con aquellos ojos almendrados ahora algo enrojecidos por la gripe.
—No lo hagas, no te escondas de mí, antes estaba enojado, ni siquiera sé por qué. Solo no quería preocuparte, no quería enfermarme ahora, no cuando me necesitas tanto.
—Jin ¿No te has preguntado si yo no quiero necesitarte? No, déjame hablar a mí. No necesito que me apoyen constantemente, eso lo puedo hacer por mí misma, estoy acostumbrada a cuidar de los demás, aunque no lo parezca, solo tú pareces empeñarte en hacer lo opuesto y ahora te aferras a que estás bien cuando no es así ¿Quién necesita a quién, Jin?¿Por qué no me dejas espiar mi frustración en lo que sé hacer mejor?¿Por qué no me dejas calentarte el alma con una simple sopa?¿Por qué solo tú puedes cobijar a los demás?
Jin entre abrió los labios pero no dijo nada. Poco a poco sus manos dejaron libres las mías y como si fuera un niño pequeño que acababan de regañar lo vi subir las escaleras.
***
Obedecí a regañadientes y me tomé la temperatura. Aun cuando solo eran treinta y ocho grados yo me sentía mucho peor. Apunté el resultado en el cuadernillo al lado del bol con el hielo y yo mismo traté de ponerme la compresa correctamente.
El cansancio me pasó factura y por eso solo volví a ser medio consciente de mi estado cuando percibí más hielo alrededor del cuello y luego en la frente.
—¿Cómo te sientes?
Era Ritsu y lo que yo creía un sueño extraño había sido realidad. Sí, habíamos discutido y ella sí había estado en la cocina preparando una sopa de pollo para mi estúpida gripe.
—Mejor, supongo…
—Pues te aseguro que mejorarás aún más después de probar esto. Receta secreta de mi abuela ¿Puedes sentarte tú solo?
Volví asentir y mis músculos protestaron otra vez. Ella puso una almohada detrás de mi espalda y entonces pude acomodarme mejor.
—Eso es, me hace feliz ser útil.
—También te hace feliz cortarme las alas. No, mejor dicho, dejar que otro me cobije. Ya, lo siento, es que…
—No te detengas ahora. Creo que hemos estado aplazando esta discusión hace algún tiempo. Dime lo que te molesta de esta relación, Jin, dime todo lo que pasa por tu mente, pero antes tómate la sopa. Estoy segura que hace mucho no te alimentas como es debido.
Mi estómago levantó la mano y debe haberse pasado a mi cara porque ella sonrió. Tan hermosa e ignorante de ese hecho.
No protesté más mientras probaba lo que ya se insinuaba delicioso. Ritsu era de esas personas que disfrutaba con la felicidad ajena y si era de la mano de la comida eso era lo mismo que la realización personal, en eso estábamos empatados.
Yo era feliz si mis hyungs lo eran, yo me rompía en mil pedazos si alguno de ellos sufría, en fin, quizás sí fuera cierto que me gustaba cobijar a los demás pero… por qué ella no me dejaba hacerlo también con nuestra relación, por qué quería ser ella la mártir y no yo.
Terminé mi comida con un agradecimiento. Ella asintió antes de volverse a erguir en la poltrona. Era la persona con más seriedad que había conocido en mi vida y en cierto sentido me recordaba a mi propia madre.
Delicada por fuera, fuerte por dentro, como el retoño de una flor de loto después de la primera nevada de diciembre.
—Antes de que digas algo, quiero hablarte de mí, de lo que siento cada segundo a tu lado. Jin, tú has llegado a mi vida como la sorpresa de la primavera, sé que suena hasta demasiado cursi para mí, pero es que no encuentro otra forma de decirlo claramente. Cuando era pequeña, mi abuela solía contarme historias e inevitablemente alguna que otra estaba relacionada con el amor. Ella lo experimentó una sola vez en su vida y lo describió exactamente como eso, como un brote de primavera después de tormentas y deshielos, entonces yo he llegado a cuestionarme cuántas tormentas o cuántas nevadas tendré que esperar para realmente ver la flor. Aun no lo sé y lo de la otra noche, lo que dijo Ryo de estar jugando a las casitas contigo, quizás fuera verdad…
—Ritsita…
—No, déjame terminar. En cierto sentido él tiene razón. No sé qué pueda salir de esto Jin. Quizás nos estamos equivocando, quizás sea aún más difícil de lo que ya es, pero… para bien o para mal, cada día que pasa yo te amo un poquito más y me hiere que solo quieras ser tú el que me entregue el corazón cuando yo puedo hacer lo mismo. Sabes, envidio tanto a Issabelle, es más segura que yo en cuanto a esto, ella sí dice lo primero que le pasa por la mente cuando Namjoon aparece en su presencia, yo por el contrario ni siquiera puedo mirarte a los ojos cuando no me creo que un chico tan guapo pueda pretenderme o que por una buena coincidencia también te guste la razón por la cual vivo. Lo que quiero decir es que…tengo dudas, muchas en realidad y que quizás sea bueno tomar distancia antes que pueda lastimarte. Me sentiría muy mal si eso llegara a suceder.
Me faltaba el aire y no era por la gripe. Ritsu terminó aquel pequeño discurso mirándome a los ojos y me sentí morir por dentro. Un tiempo, ese era el preludio de la separación y si ella fuera otro tipo de chica yo no dudaría en atraerla a mis brazos y un con treinta y siete de temperatura lo resolvería con un beso.
Con ella no era así. Con ella primero iban las palabras y luego los impulsos y yo comenzaba a desinflarme como un globo cuando Lily apareció en el umbral.
—Oh, sí que necesitabas de la intervención de Ritsu, ya tienes un poco de color.
—Lily… puedes quedarte con él. Creo que ya está un poco mejor. Sigue dándole el ibuprofeno cada ocho horas y llámame si algo sucede. No importa a qué hora.
—¿Pero ya te vas?—casi me aventé fuera de la cama. Ritsu se detuvo y nunca había calculado que me besaría en la frente.
—Ya sabes dónde encontrarme. Mejórate pronto.
Observé los mechones salirse del moño que solía usar hasta que la puerta volvió a cerrarse. Lily hablaba sobre algo que para mí no tenía importancia cuando la frialdad parecía hacerse mi amiga constante a partir de ahora.
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