TRACK#1: UNDER THE STARS
Había quedado una capa de humedad desde la llovizna de finales de la tarde. Jin y Ritsu habían llegado solo unos minutos después que Issabelle y yo consiguiéramos arreglar el desorden que habíamos dejado en la sala de estar.
—Mmh…sospecho que estuvieron haciendo cosas ilícitas aquí.
—¡Jin!
Ritsuki enrojeció hasta las orejas y Jin solo amplió la sonrisa. Nunca había visto algo semejante en el rostro de mi hyun y por eso solo me uní a la risa nerviosa que había comenzado a llenar el salón. El hermano menor de Issabelle estaría fuera en estas dos semanas.
Una excursión de verano, había dicho ella sin mucha paciencia y yo no quise imaginar que lo hubiera hecho solo para que estuviéramos más tiempo los dos juntos. Aun así no podía dejar de planear muchas citas en estos venideros doce días.
Quería vivir el amor de esa forma común que lo hacían las personas, quería caminar solo suspendido de la mano de ella sin importarme usar o no un disfraz con tal de que no me reconocieran. Quería llevarla a todos los sitios que me habían enamorado en Seúl.
Enseñarle lo interminable de las noches cerca del río Han, el sonido del tráfico en cualquier parque de la ciudad o el murmullo imperceptible de los árboles de la avenida principal antes de un atardecer lleno de naranja en el cielo.
Quería todo eso y mucho más, pero me quedaba sin aliento o siquiera pensamientos cuando ella me tomaba de la mano y decía vamos, sin importar cuál fuera el destino que me deparara, solo podía ceder y rezar por más, por mucho más que el color azabache de sus ojos o el tono dorado de su piel.
—¿Has visto a mi hermano? Me preocupa que esté por ahí, ya sabes…
Ritsu terminó de sustituir sus zapatos por unas cómodas pantuflas. Issabelle intercambió una mirada con su amiga antes de contestar.
—No te preocupes. Ya aparecerá.
—Eso espero, sinceramente no estoy de humor para más dolores de cabeza.
—¿Listas para una noche de estrellas?
Jin apareció con una pequeña nevera en su mano. Ese demente se había propuesto ser el anfitrión donde quiera que estuviéramos. Así que sin otra justificación que contemplar el espectáculo que tanto habían promovido en las noticias en las últimas horas, todos nos fuimos a la terraza y uno por uno a la oxidada escalera de incendios que daba a la azotea.
—Gracias—dijo Issabelle cuando la ayudé a subir.
Mis botas se atascaron en los últimos peldaños pero aun así conseguí llegar arriba, para descubrir que al igual que el pequeño balcón de Ritsuki, aquel lugar era una especie de bosquecillo sembrado en macetas y tiestos. Sonreí recordando otro lugar similar.
Aunque allí no hubiera flores de lirio o crisantemos recién despertados, aunque allí solo estuviera el grafiti y el olor a cigarrillos, en aquella azotea logré sentirme tan a gusto que no me importó quedarme en silencio contemplando otra cara de Seúl mientras el cielo era tomado por las primeras partículas de polvo cósmico.
—Es hermoso ¿Verdad?
Había olvidado por unos segundos que no estaba solo. Me estaba perdiendo dentro de mis recuerdos sin percibirlo, cuando los dedos de ella se unieron a los míos.
—Te lo pienso regalar… Pide un deseo.
Mis manos le cubrieron los ojos y ella sonrió. Su cabello largo y moreno susurró mecido por la brisa en la azotea.
—No creo en esas cosas, pero…si lo hiciera, pediría que nunca te fueras, que todos los días fueran como este, que lo nuestro no tuviera final.
—Se suponía que no debías contármelo. De todas formas, es bueno saberlo. Yo también te voy a decir el mío, mi hermosa.
Le enmarqué el rostro con mis manos. Ella seguía sonriendo mientras yo me acercaba cada vez más. No podía decir otra cosa que fuera lo único que pasaba por mi mente. Ya no tenía tantas ganas de luchar contra mí mismo desde que la había conocido.
Aquella historia que comenzó tan extraña, como esos encuentros casuales donde la atracción se impone y el corazón queda detrás, me había sorprendido y ahora ponía mi vida en sus manos mientras contemplaba mi reflejo en sus ojos.
—Deseo que ahora mismo se congele el tiempo, que no exista nada más en realidad que ese lugar al que sueles llevarme con solo una mirada. Te amo y no quiero que eso cambie, ya nunca más.
Ninguno de los dos agregó nada y un beso fue nuestra salida mientras una lluvia diferente conquistaba el cielo en una ciudad llena de sonidos y melodías por descubrir.
***
Estrellas, una buena excusa para estar al aire libre y contemplar el paisaje exuberante que era Hogdae a las doce de la noche. La hora cero, la hora en la que solía hacerme preguntas a mí mismo y no a ella y las tiras multicolores que había colocado en su cabello.
—Hey ¿sucede algo? ¿Quieres que nos vayamos ya?
Negué con la cabeza. Ella insistió tomándome de la mano.
—Podemos irnos ahora. La lluvia de meteoritos ya ha terminado. Se te nota cansado, mi amor.
Mi amor, esa era la palabra que había estado esperando mucho tiempo atrás. Cómo ella no podía entender mi felicidad, cómo podía llamarme ciego por querer tanto a la mujer que me sostenía los dedos y el corazón.
—Tienes razón, estoy algo cansado. Pero no quería que te perdieras esto. Ha sido una noche muy hermosa…
—Taehyungnie… ¿Por casualidad peleaste con alguien? ¿Peleaste con tu mamá?
—¿Qué? ¿Cómo podría ser eso? Todo está bien. Solo estoy cansado. Vamos, lo único que me apetece es tomar una ducha fría y acostarme a dormir.
Pensé que ella iba a decir otra cosa por la forma en la que me miraba, pero no fue así. Nuestro viaje de regreso a casa fue muy silencioso.
Esperé encontrar a Jin hyun allí, pero por lo visto ni él y mucho menos el líder estaban por ninguna parte. A excepción de Lily y Jisoo que se habían quedado dormidos en el porche no había a quién más echarle esa bronca.
—Arriba, pequeños. Cada uno a su habitación.
—Vale…
Sí que estaban molidos para ni siquiera protestar. Vi a Mei ayudarlos a encontrar sus habitaciones mientras yo hacía lo propio con la mía. Había apagado el celular con la excusa de que tenía baja la batería.
Ahora comprobaba la lluvia de mensajes que había dejado mi madre desde que nos vimos en la puerta de su habitación de hotel. Suspiré cansado mientras me sacaba la sudadera.
Tomé una ducha más rápida de lo que pretendía y cuando salí envuelto en el albornoz me encontré con una pensativa muñeca de grandes ojos marrones sentada en mi cama.
Nos miramos por un tiempo que me pareció demasiado largo. Ninguno de los dos estaba dispuesto a decir nada y creo que por eso yo me esforcé por luchar contra la parálisis que había congelado mis músculos. Ella fue más rápida y tomando el pequeño bolso de tela que había cargado toda la tarde se dirigió a la puerta.
—Descansa.
Pronunció en un pequeño murmullo y el sonido de la puerta de mi propia habitación al cerrarse me dejó atónito. Qué rayos estaba haciendo comportándome así.
—Muñeca…espera…Mei Lin…
La larga melena oscura, adornada con tiras de colores aleteó cuando ella giró a mirarme. Yo no tenía nada que decir así que hice lo que podía porque ella no me dejara solo esa noche y mis brazos rodearon su cuerpo como si esa fuera la única respuesta coherente para mi desasosiego.
—Ella me odia ¿No es cierto? Se dio cuenta de que no te merezco y por eso estás así de angustiado.
—No, no, no es eso. No lo digas, por favor.
—Tae, mírame…está escrito en tu rostro desde que pasaste por mí para ir al parque en Hogdae. No sabes mentir y menos a alguien por quién te preocupas. No quiero ser la causante de una guerra entre tu madre y tú. No me lo perdonaría nunca.
—Mei…
—Mira, es simple. Lo supe desde que la vi por primera vez y no quiero dañar una relación que hasta yo misma envidio. Lo entiendo y esperaré lo que tenga que esperar mientras tú decides…
Sabía que se estaba aguantando las lágrimas, yo también estaba demasiado confundido para pensar siquiera, pero no quería, no podía concebir mi mundo sin ella o sus bromas disparatas, sin el olor a pintura o las manchas sobre la alfombra, sin las horas interminables en el teléfono, yo…
—No, escúchame bien. No estás formando una guerra entre mi madre y yo. Ella tendrá que entenderme, al fin y al cabo esto tendría que suceder algún día y yo no me permitiré dejarte jamás. Te amo, Wang Mei Lin, tanto que no puedo respirar…
Ella sonrió mientras pegaba su frente a la mía.
—Lo sé y yo tampoco podría hacerlo si no te tengo a mi lado. Por eso sé que necesitas más tiempo para pensar. Esperaré lo que sea que tenga que esperar. Te amo, dudo que eso cambie en adelante, así que por favor. Ya no te preocupes más. Tienes mi corazón, mi alma y mis sueños, procura cuidarlos bien.
Sonreí de vuelta mientras la abrazaba más fuerte. Nos quedamos así un rato más. Ella quiso marcharse, yo le supliqué que no lo hiciera, que solo se quedara a dormir, la única excusa para calmar el torbellino que me sacudía por dentro. La única excusa para detener una lluvia de estrellas.
***
Él había dicho cásate conmigo y yo aún pensaba que estaba soñando, que todas esas noches en vela, que esos recuerdos llenos de lágrimas o simplemente el hecho de llevar su viejo suéter de pijama, sería una racha que nunca pararía jamás y que el cuarto de huéspedes de mi mejor amiga sería el lugar donde nos volveríamos a ver.
Jimin había aparecido en la puerta del piso de Miranda cerca de la una de la madrugada. La lluvia le había manchado las ropas y las lágrimas también. No me había dicho nada, solo una mirada que tenía todas las preguntas que yo podría hacerle al universo, así que pensé lo peor cuando lo descubrí anclado al mango de su sombrilla.
Como tantas veces había ocurrido en Seúl. Nunca pensé que esas palabras salieran de su boca y menos que yo le dijera sí tan naturalmente. Ahora, después de haberlo obligado a tomar un baño caliente y aceptar las ropas holgadas del hermano de Mirat, ahora mientras lo veía sentarse al otro extremo de la cama que ya se había convertido en más mía que de otra persona.
Ahora comenzaba a ver más allá de las promesas y no tenía idea del desastre que podría venir por ese tonto sí.
—Ven aquí—dijo él ofreciéndome su mano. Yo dudé lo suficiente para que él tirara de mí y el resultado fue quedar acurrucada contra su pecho mientras me peinaba el cabello.
—Voy hacerlo, sin importar lo que tengas que decir. Iba hacerlo aun en contra de tu voluntad.
—Lo sé—inhalé el aroma que le pertenecía a él. Aun cuando el gel de baño de mi mejor amiga fuera de lavanda, Jimin seguía oliendo a chico, a hombre sensual y peligroso y yo cerré los ojos conteniendo unas inconvenientes lágrimas.
—Ape, mi ángel dorado, no es porque vayas a ser la madre de mis hijos. Quería hacerlo hace tiempo atrás. No voy a negar que estoy aterrado, e incluso que todo puede ir peor de lo que está pero no me importa. No si puedo tenerte a mi lado. Lucharé contra lo que sea, solo por hacerte feliz.
—Lo sé. Solo…solo déjame decirte que mi madre intentará extorsionarte. Que mi vida es un pozo sin fondo de problemas y que soy tan tonta que solo tengo que mirarte para desear algo mejor…
Mis sollozos ya eran audibles mientras él me limpiaba las lágrimas con sus pulgares. Jimin me miró los labios sutilmente. Cuánto había pasado desde la última vez. Ya ni lo recordaba.
Lo cierto es que la atmósfera estaba cambiando drásticamente en aquel silencio que precedía a la tormenta. Luego sus ojos buscaron los míos y una sonrisa que no le conocía me dejó claro que aquella noche no sucedería.
—Te amo, esa es la excusa perfecta. Lo demás no me ha de importar.
***
Él se había ido pasadas las tres de la mañana. Ritsu se encerró hablar por teléfono con Jin una hora después y en otros tiempos me hubiera mofado por esa actitud adolescente de ella, pero ahora lo entendía a la perfección.
El amor podía cambiar el mundo en menos de un minuto y los segundos te podían saber a horas cuando estabas lejos de él. El día podía cambiar de lluvioso a lleno de sol con solo una sonrisa o simplemente un te quiero susurrado entre los murmullos de la noche.
Con él era así, a mí no me hacían falta las fantasías o las promesas. Lo tenía a él y con eso era más que suficiente. Por eso no me di cuenta antes de la persona que acababa de aparecer en el umbral del Madre Woo trastabillando de más.
—Jodida puerta, que no están las llaves de repuesto.
Ryo estaba ebrio, por segunda vez en esta semana y una mueca se pintó en mi rostro mientras desbloqueaba la entrada para él.
—Silencio, tu hermana está durmiendo ¿Y se puede saber qué pretendes? No es para reírse Ryo. Nos preocupas.
—Nos preocupas—dijo él imitando mi tono cabreado. Yo tuve que correr para ayudarlo a entrar a fin de que no se desplomara—No seas mentirosa. No les importa una mierda mientras juegan a las casitas con los niños ricos.
—Vamos, te prepararé un café mientras te sientas. No estoy de humor para esto.
Ryo despotricó un poco más sobre nuestras relaciones amorosas mientras yo trataba de no hacer más ruido con los trastes en la cocina. Finalmente el silencio sacudió la estancia y cuando el café estuvo al punto descubrí que el muy imprudente se había quedado dormido.
—Genial, ahora tengo que llevarte arriba. Por favor, solo coopera un poco, pesas una tonelada.
A duras penas conseguí que se pusiera en pie y por poco termino sobre su cuerpo una vez que logramos alcanzar la habitación.
—Izy…yo…Izy…
—Ya lo sé, no importa.
Terminé de sacarle los zapatos al hermano menor de Ritsuki y estaba a punto de salirme de allí cuando un último balbuceo escapó de sus labios.
—Izy, por qué lo escogiste a él, por qué no a mí…
Quise imaginarme esas palabras pero en el fondo sabía que no era así. Ryo había cambiado en los últimos meses y eso en parte era mi culpa. Una vez, cuando éramos más jóvenes me había dicho que estaba dispuesto hacer lo que fuera por mí. Le pregunté por qué.
Él sonrió de una forma que hasta ahora no he vuelto a ver. Porque ya lo sabes Iz, siempre lo has sabido y en aquel entonces yo sonreí. No tenía idea que involuntariamente le había dado alas a su corazón. No dije más nada y cerrando la puerta tras de mí, recé por no haberme equivocado de una forma irreparable.
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