Misa Pesada
I
—¡Es un Rosario y deben de respetarlo! — ordenó la Bruja, digo, la Madre Superiora — ¿Me di a entender?
—¡Sí, reverenda madre! — respondieron a coro todas las novicias.
Nunca he entendido porque se tiene que repetir miles de veces el Ave María, confieso que es una plegaria muy bonita, pero fastidia el tener que reiterarla una y otra vez a pesar de la sed y las ganas de salir corriendo. Pero eso no es lo peor, lo peor es tener que recitarla en ese idioma tan extraño, al principio me imaginé que era como hablar en inglés, francés, italiano, burgués o mandarín, pero resultó más complicado que el idioma universal. María Gertrudis gozaba de sus cursos extracurriculares de lenguas extranjeras, mientras yo y las demás nos salían canas verdes por tratar de imitar a la perfección los rezos de la madre superiora:
Ave Maria, gratia plena
Dominus tecum
benedicta tu in mulieribus,
et benedictus fructus ventris tui, Jesus.
Sancta Maria mater Dei,
ora pro nobis peccatoribus,
nunc et in hora mortis nostrae.
Amén.
¿No es más fácil rezar en español?
A partir de ese día odié el latín.
En ese momento apareció el padre Pérez.
—¡Hija mía!, Dios te bendiga. ¿Cómo estás?
Estaba exhausta, tenía 10 minutos para descansar y tomar agua para volver a recitar 50 Aves Marías. Posteriormente había escuchado que llegaría de una provincia lejana la hermana de la madre Superiora, cuyo nombre estaba siendo muy debatido: algunas decían que era Caridad, otro grupo la llamaban Soledad, (lo cual contrastaba con el celibato de la congregación), María Gertrudis apostó por Angustias y el cuarteto de monaguillos discutieron entre ellos para decidirse por el nombre Matilde.
Yo, en particular, siendo una persona sin Miopía ni Astigmatismo, pude entrever entre cartas y papeles en poder de la madre superiora que se llamaba Lucía, Pero no sé lo comenté a nadie, te gustaba verlos indagar e investigar como si fueran a presentar un examen.
Estaba pensando demasiado, que ni éxtasis no había escuchado al padre Pérez.
—Astrid, ¿Estás bien?
—¡Oh!, Buenas tardes, Padre. Todo en orden, solo tratando de organizar algunas cosas. — suspiré profundamente — perdone, tengo la cabeza en otro sitio, estas oraciones me han dejado algo atarantada.
—Lo entiendo. Me alegra oír eso. Dime, ¿te gusta el latín?
Algo que nunca he podido hacer, es mentirle al padre Pérez.
—La verdad, lo detesto. — le contesté — Es tan complicado y no entiendo por qué es necesario aprenderlo.
—Es cierto que puede ser un desafío. Pero tiene su belleza, ¿no crees?
—Tal vez, pero preferiría centrarme en algo más útil. — exclamé volteando los ojos, como si tuviera estrabismo — además, he escuchado decir a la madre superiora que es una lengua muerta.
—Lo entiendo. A veces, es mejor enfocarse en lo que realmente nos apasiona. Pero cambiando de tema, quería advertirte de algo importante.
—¿De qué se trata? — Mi curiosidad se había despertado.
El padre bajó un poco la voz.
—Pronto llegará la hermana Lucía. Tendrá que suplantar a la Madre Superiora por unos días, ya que ella debe viajar a tramitar unos pasaportes.
—Si, padre, ya lo sé. Estoy acostumbrada a escuchar detrás de las paredes — reí — No la he visto nunca. Es raro que la Madre Superiora salga del convento, ¿Tiene que ir personalmente? Porque por lo general nunca asiste a lugares públicos, a no ser que sea estrictamente necesario, como pasó en la visita al hospital dea capital. Ella dice que el pecado reina en esos lugares.
—Hay algunos trámites que no pueden esperar. Y con el viaje de la Madre Superiora, es necesario que alguien más se encargue de las cosas aquí.
—Entiendo. Entonces, ¿debo prepararme para su llegada?
—Exactamente. Te recomiendo que te mantengas en alerta. La hermana Lucía tiene una manera muy particular de hacer las cosas.
—Vaya, — exclamé, lo único que faltaba era que su carácter fuera igual de terrible que la Madre Superiora — parece que va a ser interesante. Espero que no me ponga a declamar en latín.
—No te preocupes, no creo que eso esté en su lista de prioridades. Pero es mejor estar listo para cualquier cosa.
—De acuerdo, Padre. Estaré atenta. ¿Hoy debo de confesarme?
Guiñándome un ojo, me contestó lo siguiente:
—Diré que fuiste temprano, además, solo falta está semana para que te quiten la disciplina.
—Gracias, Padre. — y lo abracé.
Muchos de ustedes seguro dirán que no es apropiado que un padre y una Novicia se abracen en pleno servicio religioso, las mentes actuales están repletas de porquerías que sacan el doble sentido a todo, Pero yo les imploro que nunca permitan que los comentarios de personas mal intencionadas como María Gertrudis les impida mirar a los ojos de una persona generosa. En otra vida, me encantaría que el Padre Pérez fuera mi padre.
—Padre, ¿Le puedo hacer una pregunta?
—Claro, Hija Mía.
—¿Se ha enamorado alguna vez?
El padre se sonrojó, y pequeñas gotas de sudor empezaron a resbalar por su frente. Se notaba que estaba algo nervioso.
—Eres la segunda persona que me pregunta eso hoy.
—¿En serio? — era mucha coincidencia — ¿Quién más se lo preguntó?
—No tiene importancia — contestó, mientras con un pañuelo se secaba el sudor — debo irme, Tengo que empezar mis oraciones matutinas, y tú debes de continuar con la tuyas.
—Padre, Espere... ¿la hermana Lucía es igual de mala que la Madre Superiora?
—Astrid —dijo finalmente—, a veces las personas no son tan simples como parecen. Lo mejor que puedes hacer es observarlas y moldear tu propia opinión. La hermana Lucía puede tener sus defectos, pero también puede tener virtudes que quizás no hayas considerado.
II
—¡Dios mío! Ya no aguanto más. — se quejaba Melissa en un rincón de la catedral.
—¿Quién Se está quejando? — preguntó con vehemencia la bruja, digo, la Madre Superiora.
Nadie contestó nada.
—No quiero más indisciplina, me voy en dos días y mi hermana me contará todos los pormenores — caminaba poco a poco entre las novicias, como un sargento en servicio militar — recuerden que están aquí porque quieren ser santas, quieren ser Perfectas, quieren exhalar simetría cuando caminen.
Yo solo veía el reloj, ya casi eran las 6pm, y pronto terminaría el clamor. En las últimas oraciones mi lengua se estaba enredando con mis cuerdas vocales, y sentía que mis dientes se meneaban protestando con caerse si no dejaba que recitar la misma oración una y otra vez:
Ave Maria, gratia plena
Dominus tecum
benedicta tu in mulieribus,
et benedictus fructus ventris tui, Jesus.
Sancta Maria mater Dei,
ora pro nobis peccatoribus,
nunc et in hora mortis nostrae.
Amén.
—Ya no se estresen — bufaba la madre superiora — Ya solo falta una sola repetición y podrán irse a descansar.
¿Descansar? Yo solo quería cenar, Pero aún faltaban algunos días para que la prohibición de la cena culminara. Mi estómago hacía extraños ruidos hidroaéreos, como si estuviera hablando en un idioma incomprensible como el latín, la única diferencia era que yo sabía la causa de tales manifestaciones: Tenía hambre. Sin embargo, las lilas de mi habitación se habían marchitado y necesitaba reponerlas.
Tenía que salir a patio un momento.
—¡Listo! — exclamó la bruja, quitándose el hábito que ya estaba sudado y con canas adheridas a la elástica — pueden retirarse.
María Gertrudis, Melissa y las demás muchachas hicieron lo mismo; María Gertrudis se veía chistosa porque el hábito le había dejado unas marcas que tardaron en desvanecerse, lo cual causó la burla de las demás novicias. Posteriormente, a lo lejos, se escuchaba que venía a paso de tortuga un carro algo elegante, con un chófer que conducía, ¡Esto era noticia! Estaba llegando alguien nuevo al convento, y todos Empezar a cuchichear que sería la Hermana Lucía.
Yo aproveché el ligero alboroto para salir rápidamente al patio.
Algo me decía que sería un día inolvidable, tanto para bien como para mal.
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