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Capítulo 35




Bianca.

No podía estarme quieta en la cama de mi habitación.

Don ya se había ido hacía mucho tiempo, no me folló, tampoco me besó. Pensé en ese momento que mal servicio me estaba dando, pero luego recordé que no éramos nada.

Solo enemigos que se unían poco a poco necesitados de sexo, ¡pero no me lo daba! Cuando estaba con él, me sentía como una perra en celo, no sabía porque me pasaba, pero necesitaba más de él en ese aspecto.

Lo sé. Me estaba volviendo loca.

Un portazo retumbó por mi dormitorio, tuve que levantarme para abrir la puerta y descubrir quién estaba detrás. No sabía quién podría ser. Todos me odiaban aquí.

La sorpresa me inundó cuando vi a Melody detrás de la puerta.

—Bianca...yo —carraspeó —. Mis hermanos han partido hacia donde está Stella, pero no estoy segura de que pueda estar allí. Tengo miedo de que sea una trampa. Ya sabes cómo la mafia se las gasta.

La angustia en su voz era palpable. Ella tenía razón, todo podría ser una trampa. La sola idea de pensarlo un frío me recorrió.

El rostro de Melody era uno de puro pánico, sus ojeras delataban que no había dormido en muchas noches. Llevaba puesto un camisón de seda y una bata para combatir con el frío de la noche. Ya eran pasada la madrugada, habían estado fuera mucho tiempo y no había señales de que hubieran vuelto.

—Nosotras no podemos hacer nada. ¿O sí? —titubeé en decirle lo que pensaba. Pero finalmente lo hice —. Si sabes la dirección podemos ir, tal vez necesiten ayuda.

Me regaló una sonrisa tímida, asintiendo con la cabeza.

Nunca había hablado con ella, no era una excelente habladora, pero tampoco la veía con esa aura mala y perversa como la de sus hermanos. La seguí cuando me indicó con la mano que saliera de mi habitación, cerré la puerta detrás de mí. El pasillo estaba oscuro, tan solo unas cuantas ventanas estaban abiertas dejando pasar el frescor.

Una vez pasamos los pasillos con guardias de seguridad en cada esquina, Don se había tomado en serio lo de duplicar la seguridad de este sitio, vi que se dirigía hacia la oficina del mafioso. Yo le di una mirada divertida cuando sacó una especie de horquilla. ¿Que intentaba hacer con eso? ¿Abrir la puerta? Eso solo sucedía en las películas.

—Tengo un método infalible que abrirá está puerta —me explicó con la horquilla entre sus dedos —. Mis hermanos y yo siempre jugábamos a entrar en la oficina de mi padre cuando él dirigía la mafia en Italia. Eso nos costó unos buenos golpes. Veremos si no he perdido práctica.

—Nadie debería pegar a sus hijos.

—Ya, bueno. En ese entonces no era ilegal, o si lo era tampoco es que le importara a nadie —habló tan distraída que casi se le cae la horquilla.

Me mordí el labio para no reír.

—Tienes que darte prisa, alguien podría encontrarnos —casi susurré, la seguridad estaba muy cerca.

Observé atenta cómo introducía la horquilla en la cerradura, me regaló una sonrisa y torció el objeto moviéndolo con destreza. Se pensaba que era como un candado que podías abrirlo con... Me quedé de piedra cuando la puerta de la oficina se abrió tras varios minutos. Apreté mis labios para que no se formara en una "O" de asombro.

Eso fue rápido.

Nos introducimos en la oficina, tuve que agudizar la visión porque las cortinas estaban tapando la gran mayoría de la iluminación que entraba por la ventana. Olía a él. Esa extraña mezcla de tabaco y loción varonil. Ninguna encendió el interruptor de la luz, no éramos tan tontas de hacerlo. Melody giró hacia una pared en la que había un cuadro grande, en él estaba un pequeño Giovanni sonriente junto a sus hermanos, el dibujo era simplemente hermoso, y el paisaje de un viñedo junto a los niños lo hacía verse incluso divertido. Sergie tenía abrazado a Giovanni de los hombros, mientras Melody estaba a un lado luciendo como una niña bien. Estaba segura de que ella era la más tranquila, educada y buena de toda la familia Lobo.

Aunque las apariencias engañan.

Un extraño sonido rebotó en mi mente, me sacó de mi ensoñación y observé lentamente como el gran cuadro se iba abriendo poco a poco. No podíamos entrar, la puerta era blindada y solo se podía acceder con un código.

Pero eso no era problema para la muchacha. Las yemas de sus dedos tocaron los botones enumerados, formando un código. Chilló en silencio de la alegría y juntas nos encaminamos a pasar por el compartimento secreto de Giovanni Lobo.

Tanteé en la pared fría hasta que encontré un interruptor, mientras tanto Melody cerraba la puerta para dejarnos a oscuras. Ella musitó algo y de pronto se encendieron las luces de arriba, me cegaron los ojos.

Los abrí lento, acostumbrándome a las luces y asimilando lo que había en su interior.

Joder. Eso sí que era el núcleo de todo.

—Elige la que gustes —me animó Melody.

Dentro de aquel compartimento secreto había una estantería llena de todas las armas de fuego que pudieran existir, también había cuchillos y navajas, pero predominaba más lo otro. También observé cómo había objetos para localizar, chips, rutas trazadas en un mapa con hilos. Hostia puta. Eso sí que no me lo esperaba.

—¿Quieres una ametralladora? La hay ligera, de propósito general, una media, una pesada, un subfusil, subfusil de asalto...

—La última, subfusil de asalto.

Melody elevó una sonrisa llena de suficiencia.

—Genial, esa tiene como unas 71 balas para disparar. La sabes usar, ¿no? —cuestionó cargando una pistola Walther y agregando un silenciador.

—Creo que tiene un modo automático, sí que la sabré usar —le informé, llegando hasta donde estaba el subfusil. Lo quité de su lugar y lo cargué con balas, por suerte tenía una correa para cruzármelo en el hombro.

—Yo usare una básica, pero está bien llevar una grande por si las cosas se complican.

Parpadeé llena de temor.

—¿Crees que nos atacarán si nos ven venir?

Ella asintió con pesar, mi corazón empezó a latir con fuerza.

—Aún no sabemos con quién nos estamos metiendo, Bianca. Hay que ser astutas y prudentes, si nos vamos a meter en la boca de los enemigos.

🖤

Una media hora después ya estábamos preparadas, agregamos a nuestro look unos monos de cuero elástico negro. Eso nos mantendría discretas en la noche oscura, y nadie vería como nos acercábamos de lejos. Melody consiguió la ubicación exacta del sitio donde se habían encontrado para recuperar a la pequeña.

Estábamos listas.

El miedo se filtró entre mis venas congelándome, ya no había nada que hacer. Podía morir, pero no iba a dejar a Priscilla y a Don solos.

La esposa de mi amante, espera, ¿dije mi amante? Estoy muy mal de la cabeza, en serio. En fin. Melody estacionó su motocicleta a un lado de la carretera. Casi grito porque ella cogió una curva en la que pudimos habernos matado. Estaba descubriendo muchas cosas de una integrante de la familia que más odiaba.

Eso era interesante.

—Es allí —señaló una discoteca.

El edificio estaba cerrado. Habían aparcados varios coches en la entrada, supe en seguida que eran los hombres de Don. Uno de ellos salió del auto y vino hacia nosotras, quería huir, pero al ver que ella no se movía me quede quieta y erguida.

—¿Qué hacéis vosotras aquí? —preguntó un chico, bastante joven, tal vez de mi edad. Su cabello rubio estaba recogido en una coleta y sus ojos marrones nos examinaban.

—Solo nos unimos a la diversión —me encogí de hombros.

Melody le hizo un gesto para que nos dejara pasar.

—No dejare que entréis.

La miré a ella, no sabía qué hacer. Nunca había hecho esto.

—Déjanos pasar o le diré a mi hermano que desobedeciste una orden, eso incluye también que le diré que me follaste —pronunció con burla.

Abrí los ojos cuando la escuché. Gracias a eso el chico nos dejó pasar, sin problema atravesamos los coches y estuvimos en la entrada de la discoteca. Solo teníamos que abrir un portón de metal. Dentro solo había una bombilla tintineando en el techo. Seguimos por los pasillos hasta escuchar unas voces, ambas paramos en seco. Nos acercamos sigilosas a la puerta entornada. Pude ver una barra con luces led y neón en todo su esplendor, algunos hombres estaban rodeando a dos, todos llevaban pistolas que apuntaban a sus cabezas.

Cuando oí el llanto de una niña casi se me rompe el corazón, era la pequeña Stella.

Podía ver su cabecita entre tanto músculo. Mi respiración se volvió trabajosa, Giovanni estaba de rodillas junto a su hermano Sergie. Estaban a unos pocos metros de la niña, que lloraba sin control.

—Bianca, no —me susurró Melody —. Aún no.

Me ahogué en mis propios pensamientos.

—Tenemos que llamar a los demás, necesitamos ayudan, ellos lo necesitan. ¿No los estás viendo? En cualquier momento los matarán —susurré histérica.

Ella torció el gesto, sacando su arma.

—Vinimos a salvarlos. No a matarlos.

Apreté mis labios con rabia. Sabía que ella tenía razón. Iba a decir algo cuando otra voz diferente llamo nuestra atención:

—El trato es sencillo: Entréganos a la hermana de tu esposa y estaréis a salvo. De lo contrario matare a la niña —una voz masculina me puso los pelos de gallina.

—Tengo una idea mejor —él que hablaba ahora era Don, mi corazón casi salió de mi pecho —. Tú me das a la niña, y después te arranco la cabeza por tocarla.

El hombre se carcajeó muy falso, me dieron ganas de vomitar.

—No estás en posición de amenazarme, Lobo.

—Tu tampoco lo estás...

Sus palabras se detuvieron en el mismo segundo en el que sus ojos conectaron con los míos. La furia en ellos me dio el impulso para salir de nuestro escondite, al menos yo, levanté el subfusil en dirección al muchacho, que deduje que era él jefe del otro clan. Los dedos de las manos me temblaban, hice un esfuerzo en ocultarlo, pero fue en vano.

Cuando se dieron cuenta de mi presencia, estalló el caos.

Uno muy peligroso.

Giovanni y su hermano aprovecharon el descuido de los demás, con sus puños que fueron casi sincronizados les golpearon en el rostro a dos hombres que los apuntaban para atrapar sus armas, una vez lo hicieron se cargaron a todo ser que les pisara los talones.

En pocos segundos, la mayoría de los hombres que los estaban apuntando ya estaban muertos en el suelo.

El jefe del clan se escabulló disparando a la pequeña Stella, pero yo apreté el gatillo del subfusil para impedírselo. En ese momento llegó Melody, disparando a los hombres que salían del segundo piso abierto de arriba.

Ella protegió a la niña llevándosela detrás de una columna.

Vasos estallaron, las balas llenaron el lugar con su ruido atronador, hasta había un humo. Me quedé bloqueada en un momento, después nadie pudo pararme. Alcé más el subfusil, disparé a todo lo que se movía, todos eran enemigos.

Giovanni se tiró al suelo y su hermano también, así que, para no hacerles daño, dirigí mi punto de desastre hacia arriba, donde nos atacaban.

Detrás de una columna fui deshaciéndome uno por uno. Hasta que el lugar quedó en silencio.

—¡Cúbreme la espalda, Bianca! —oí gritar a Melody.

Mi espalda chocó con la suya y juntas nos fuimos moviendo.

—¿Queda alguien más?

—No.

—¿Dónde están mis hermanos? —su voz se quebró.

No hizo falta que le respondiera. Giovanni apareció detrás de nosotras tirándome de un brazo y abrazándome. El subfusil se me resbaló de las manos y terminó cayéndose al suelo. Respiraba entrecortado, gruñendo.

—¡Qué mierdas hacéis aquí! —rugió hirviendo en rabia.

Su lado posesivo me calmó los nervios. Al menos estaba a salvo.

—¡Suéltame! Es obvio que necesitabas ayuda —me quise zafar.

—Bianca, deja de joderme. ¡Habéis podido morir!

—Pero no fue así. Si no hubiera estado seguro os matan, me quieren a mí Giovanni, y yo les di su muerte.

Miré a la pequeña Stella, aún estaba detrás de la columna mirándonos con miedo. Su pequeño cuerpo temblaba de miedo, yo simplemente necesitaba ir a abrazarla. Necesitaba tranquilizar a esa niña.

Don me soltó de su horrible agarre, sin mirar atrás me encaminé hacia la pequeña. Sonrío débil mientras el camino se iba acortando, pero lo que sucedió después me dejó helada.

Un grito desgarrador me rebanó el alma.

Un disparo calándome en lo más hondo.

Ahora eran dos. Dos disparos.

Cuando giré, lo vi. Mis ojos vislumbraron la peor escena que pude ver en mi vida. Giovanni taponaba la herida de su pecho, una que estaba situada en lo alto casi rozando su corazón. También vi el cuerpo del jefe del clan, tenía una bala en la sien. Sergie atrapó a su hermano antes de que cayera, pero Don solo escupió sangre.

—¡No! ¡No! —sollozaba Melody alejándose de la escena.

Stella corrió hacia ella, juntas se tiraron al suelo y comenzaron a llorar.

Al principio no me atreví, pero mis pies se movieron solos. En un parpadeo, ya estaba arrodillada acunando las mejillas de Giovanni, su mirada brilló cuando me vio. Con el pulgar le retiré la sangre de sus labios.

—Todo está bien. No te muevas, taponaré tu herida.

—Qué hermosa estás —soltó él —. Incluso con una bala dentro, me dan ganas de follarte.

—¡Vengan ahora! —Sergie presionó el botón de un walkie talkie —. ¡El Don los necesita! Preparen el auto para salir lo más rápido.

Se guardó el objeto en el pantalón de atrás. Después ya no supe más de él. Estaba tan horrorizado que se dio la vuelta. No pudo ver a su hermano lleno de sangre.

No sé, no entiendo. Las lágrimas se amontonaron en mis ojos, Giovanni frunció el ceño intentando tocarme el rostro.

—No vayas a morir, idiota.

Él sonrió escupiendo sangre, un jadeo salió de mis labios y las lágrimas bajaron.

—Al menos te salve.

—¿Qué? —cuestioné confundida.

—Esa bala era para ti. Ellos van a por ti —respondió con su voz quebrada.

Sus facciones se torcieron en dolor puro, le taponé la herida manchándome las manos con su sangre.

—Bianca...

—No hables, pronto llegará la ayuda.

Él negó.

—No llegarán a tiempo, bonita —susurró, sus párpados se cerraban —. Voy a morir. Maldita sea, quería hacer tantas cosas contigo.

No pude aguantar, solo lo hice, me rompí. Mis sollozos se mezclaron con los de los demás, Sergie estaba de rodillas con las manos en la cara. No quería ver la escena.

—No digas eso, no morirás.

—No niegues algo que sabes que será verdad —tosió, llenándome de sangre —. Al menos tengo vista de tus tetas antes de morir. Eso me reconforta.

—Idiota —eso me hizo reír.

—Bianca, yo...

—No lo digas.

—Dame un beso antes de morir —susurró haciendo el esfuerzo de levantarse, se lo negué —. Quiero sentirte, amor. Bésame.

Mis lágrimas cayeron silenciosas por mis mejillas, arrancándome sollozos. Ni siquiera sabía por qué lloraba. Era mi enemigo. Se estaba muriendo y debería haber estado feliz, pero no, estaba llorando como si él amor de mi vida se estuviera yendo. Él no era el amor de mi vida. Él no era nada para mí. ¿Por qué lloraba?

Iba a hablar de nuevo, pero lo callé estampando mis labios con los suyos. Sentí el sabor metálico en su aliento, choqué un sollozo contra su boca. Los movió mordiendo mi labio, chupándolo, saboreando. Disfruté de tu toque salvaje, por un momento me olvidé de todo hasta que dejo de hacerlo, me alejé de él y descubrí que había cerrado los ojos y no se movía.

—No,amor. No —murmuré sin voz —. Era yo quien tenía que matarte. Era yo quienquería destruirte. ¿Por qué ahora me has destruido a mí?

🖤

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