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Capítulo 34




Bianca.

Después de pasar por ese horrible momento, Don ordenó a sus escoltas que llevaran a todo el servicio al jardín de atrás. En cuanto a la mujer que trajo la bandeja con esa cabeza, fue llevada a rastras inmediatamente a las mazmorras. Sus gritos se clavaron en mis oídos cuando la sacaron del salón, ella aseguraba que no había hecho nada.

Pero si no era ella. ¿Quién puso esa cabeza?

Por eso estábamos en el jardín, todos los empleados formaban una hilera recta mientras su jefe paseaba furioso de lado a lado. También su familia estaba con él, en otra fila, menos Carlo y Alessia. Ellos estaban tan devastados por la ejecución de la pequeña, que tuvieron que avisar a un médico para calmar sus nervios con un sedante, ambos dormían profundamente.

El abuelo de Giovanni se colocó a su lado cuando se detuvo en el centro, estudiando las expresiones de terror de todos. A mí no me miró. Su pecho se infló cuando respiró hondo, dando un paso para hablar.

—Todos estáis al tanto de lo que ha sucedido esta noche, no daré detalles puesto es lo que vais a hacer vosotros. Lo preguntaré solo una vez, y solo tendréis una oportunidad de responder. De lo contrario, vuestro final será mucho peor que el de ese ser inocente —la dureza en su voz me hizo temblar.

Un sabor amargo se instaló en mi boca, traté de no vomitar de nuevo imaginando la imagen. Estaba tan mal por la muerte de la pequeña, creo que todos lo estábamos. Incluso Giovanni.

Don escaneó a la empleada que había traído la bandeja de plata con la cabeza de la niña, la pistola que él mafioso tenía agarrada a un costado de su cuerpo tembló. Supe lo que iba a hacer.

—Don, yo le juro que...

Apretó el gatillo y disparó.

Parpadeé quieta en mi lugar, no podía moverme y aunque lo quisiera, tampoco podía hacerlo. Giovanni ni siquiera dejó a la mujer hablar, la rabia pudo más con él dirigiendo su arma y destrozando el rostro de la sirvienta. Todos nos sumimos en el silencio más doloroso de mi vida.

Nadie dijo nada. Solo estuvimos bajo su atenta mirada.

—Quiero la verdad, ahora —ordenó Don.

Un hombre de seguridad dio un paso adelante, dispuesto a decirle algo.

—Don yo vi algo, una mujer rubia entró a la hacienda antes de que sirvieran la cena. Todos pensábamos que era una empleada, así que la dejé pasar puesto que...

Ni siquiera terminó de hablar cuando otro de sus hombres ya lo estaban llevando a algún lugar. El hombre se intentó zafar, suplicó por piedad y qué no hicieran daño a sus hijas.

—Empezad a torturarlo, después iré a terminar el trabajo.

La seguridad asintió y se lo llevaron lejos.

—¿Alguien más vio a esa mujer? —preguntó Giovanni —. ¿Alguna similitud, algo en su cara para poder reconocerla, el color de sus ojos, como hablaba?

Algunos negaron y otros dudaron, estaban tan aterrorizados del miedo, que no podían ni siquiera pensar.

—Perfecto —comentó con una sonrisa malvada, su mirada rápidamente cayó en mí —. Vete a tu habitación, Bianca.

El abuelo de Don elevó una ceja:

—Ella debería quedarse. Le ayudará a saber lo que le espera si llega a traicionar a los Lobos.

—¿Tú también vas a objetar todo lo que diga, abuelo? —cuestionó él con los ojos inyectados en rabia —. ¡Aquí se hace lo que yo mande, carajo! Si digo que se va, pues se va, y cierras el hocico.

Respiré con dificultad, la brisa de aire helada chocara con mi cuerpo. La noche estaba tan cerrada y oscura, hacía más frío del normal, todos ahora me miraban como si yo tuviera la última palabra allí.

Giovanni me observó con sus ojos oscuros, la orden era clara.

—Lárgate a tu habitación. Te aseguro que no quisieres ver lo que pasará aquí.

—No puedes matarlos a todos. Simplemente no puedes —comenté trabándome con las palabras.

Él rodeó los ojos con fastidio.

—Tal vez no lo comprendas, Bianca, pero hoy mataron a un integrante de mi familia. ¡Mataron a mi ahijada! Puedes verme como el puto monstruo de tus pesadillas, pero cuando quiero a una persona y me la matan, me desquito con todos los culpables. Y todos ellos tuvieron la culpa, dejaron entrar a una desconocida a mi casa, como si fuera tan fácil. No permitiré que vuelva a pasar otra vez, como tampoco así permitiré que todos salgan de aquí con vida.

—Podemos encontrar otra solución, Giovanni. Por favor escúchame.

Él negó.

—En mi mundo no existen soluciones, solo actos y consecuencias —apretó la mandíbula mirando a sus empleados—. No me desobedezcas. Lárgate a tu habitación. El método de tortura que realizare para todos estos infelices no tienes qué verlo.

Por una vez en mi vida le hice caso, me giré hasta la puerta principal de la mansión y entré temblando, no porque tuviera frío, no porque el hombre mafioso me diera una orden, sino porque en mi interior sabía que pasarían cosas peores. Mucho peores que las que estaban pasando. Mucho más. Y estaba tan cerca de saber la verdad.

De saber quién estaba detrás de todo eso. Que tonta fui al no verlo desde un principio.

🖤

El día siguiente todos los empleados de Don estaban apilados en un camión para ser llevados a una fosa común en Roma. Ninguno de ellos quedó con vida, lo pude apreciar desde la ventana de mi habitación. Solo quedaron la seguridad que del mafioso. Los nuevos empleados no tardaron en llegar, esta vez Don se aseguró de que todos estos fueran eficientes, serviciales y callados.

No me moví todo el día de la cama. Eran más de la siete de la tarde y aún seguía con el pijama puesto, no sentía ganas de nada. Solo de dormir, quería enterrar todo lo que sentía porque me mataba estar en esa situación. Había muerto Luka, la pequeña Stella, mi padre y mi hermano. Ya no tenía a nadie.

Solo a un monstruo sin corazón, del cual me sentía malditamente atraída.

Estaba tan confundida, no podía pensar bien porque todo era confuso, malvado y descabellado. El mundo de la mafia era así, te mataban o los matabas. Giovanni había matado a mi hermano por salvarme a mí, también había matado a todos sus empleados por vengar a Stella. Tal vez no fuera tan monstruo después de todo, tal vez solo quería proteger a las personas que le importaba y esa era su manera de hacerlo, no la mejor de todas, pero al fin y al cabo su manera.

La puerta se sacudió con un portazo, me incorporé veloz sobre la cama y esperé sentada a que abrieran. Una chica de aspecto joven se asomó con un carrito plagado de comida.

—Lamento interrumpirla, señorita. El Don me ordenó que le trajera algo de comer.

Parecía asustada, sus dedos temblaban debajo del carrito.

—No tengo apetito, puedes llevártelo de nuevo —le notifiqué cansada.

Ella tragó saliva.

—Qué pena, señorita, pero el señor me dijo que si no comía vendría el mismo a alimentarla —elevé una ceja escuchándola, ella bajó la voz.

—Dígale que venga, yo lo espero aquí.

Y con eso, la muchacha se fue con su carrito como si hubiera visto al diablo.

Por unos minutos me dediqué a mirar al techo impoluto. Estaba cansada y sin cosas que hacer. Obviamente no lo iba a buscarlo a él, no quería verlo. Dudaba que iba a venir, así que me levanté de una vez de la cama. Fui hasta el gran armario para atrapar algo de ropa limpia que ponerme, opté por un conjunto interior de encaje y un vestido rojo escotado. Es lo único que encajaba con mi cuerpo.

Cuando estuve lista para cambiarme, entre al grandioso baño y dejé a un lado las prendas dobladas.

Sería un día duro.

🖤

Una vez que terminé de asearme, me sequé rápidamente para ponerme el vestido. Una vez me vi que estaba bien colocado y se amoldaba a mi cuerpo salí del cuarto de baño, aún tenía el cabello húmedo así que traté de secármelo con una pequeña toalla, pero está se precipitó al suelo cuando observé su figura semidesnuda tumbada en mi cama.

Me analizaba sujetándose de los codos, una sonrisa a medias apareció en sus labios viéndome con ese vestido ajustado. Juro que no me lo puse para que él me viera así, con lascivia y deseo.

—¿Qué haces aquí?

Mis ojos vagaron por su abdomen tonificado. ¡Porque no se ponía una camisa!

—No quisiste comer, así que vengo a alimentarte con mi leche. Daddy Giovanni viene a alimentar a su bebé —saboreó cada palabra mientras lo dijo, con algo de burla en su tono —. Ven a chuparme la verga, niña consentida.

Mi ceja se elevó e intente ocultar la diversión de mis facciones.

—Muy graciosillo, sal de mi cama ahora —sonreí con asco haciendo gestos para se quitará.

—No estoy siendo gracioso, solo te digo lo que quiero. Ven —palmeó su regazo.

Mi corazón latió cuando volvió a mirarme, esta vez no había diversión o una pizca de burla. Lo decía en serio, pero yo no iba a caer tan fácilmente de nuevo. No volvería a besarlo. No iba a mirarlo. No podía, aunque fuera una tentación prohibida extremadamente sexy y caliente.

—No voy a ir, Giovanni.

—Deja de ser tan cabezota, niña consentida.

Di un paso más, posicionándome a los pies de la cama. Me crucé de brazos viéndolo mal, él solo se estaba divirtiendo.

—No soy una niña, ni tampoco consentida —añadí —. Además, no sé qué haces aquí cuando ayer dejaste bien claro que no me ibas a molestar. "No volveré a buscarte. Cuídate" —imité su voz ronca.

Torció el gesto, usando las palmas de sus manos para propulsarse hasta donde estaba a los pies de la cama. Me moví para atrás porque no me apetecía estar cara a cara con él, fue demasiado tarde porque en un pestañeó ya tenía mis piernas presionadas contra el interior de las suyas. Colocó una mano en mi espalda y la otra en mi vientre bajo.

—¿Prefieres que me vaya? —preguntó, inclinándose para besarme la piel cubierta por la prenda roja.

—Ciertamente sí.

—No te rogaré sí no quieres. Estoy harto de ir de tras de ti como un maldito retrasado.

Se levantó de la cama para irse por fin, pero no dio un paso más. Se quedó parado mirándome desde lo alto, sus centímetros de diferencia de altura me hacían sentir pequeña a su lado. Me rozó la punta de la nariz contra la mía, contuve la respiración durante un minuto.

—¿Y por qué de tan buen humor? —cuestioné, soltando por fin el aire retenido.

Sonrío de lado, agarrándome de las nalgas para después darse la vuelta y empujándome a la cama. Caí con él encima de mí, presionándome los pechos con su torso desnudo. Oh puta mierda. Creo que debió darse cuenta que mis pezones se erizaron por ese gesto, porque se mordió el labio mirándome.

Descansé mis manos sobre sus hombros, pero no hice fuerza para que se alejara. Giovanni tomó lugar entre mis piernas abriéndolas, para introducir su musculoso cuerpo y deslizarse hasta quedar cara a cara. Podía sentir su corazón latiendo.

Aquello me puso nerviosa.

—He encontrado algo extraño y me apetece celebrarlo contigo —creo que supo que no entendía nada, así que siguió explicando —. La cabeza que apareció en el salón dentro de la bandeja era falsa. Me he pasado la noche en vela investigando todo, resulta que, solo es una buena imitación de la pequeña.

Puedo ver desde la cercanía como sus ojos brillaban de alegría. Una sonrisa tiró de mis labios.

—Así que ella no está muerta —finalicé.

Se rio posicionando la cabeza entre mis pechos, empezó dejándome besos por la zona descubierta bajando por el canalillo. Sus besos suaves me erizaron la piel, quería alejarlo, pero mis manos no colaboraban, solo trazaron un camino hasta su cuello y terminaron deteniéndose en su cabello. Le acaricié mientras Giovanni subió los besos húmedos hasta mi cuello.

—¿Qué harás ahora? Si ella no está muerta tiene que estar en algún lugar.

—He trazado un plan de búsqueda y creo haber encontrado el lugar donde la esconden. Iré más tarde con un grupo reducido de hombres para no llamar demasiado la atención —explicó mordiendo mi cuello, deslizando su lengua para lamer y haciendo que tuviera que contener los jadeos de placer —. Quería decírtelo y celebrarlo juntos. Sé que Stella también te importa. Y hay una posibilidad de que yo no vuelva.

Mi sangre se puso helada cuando escuché lo último.

—¿Como que no vas a volver?

Giovanni se alejó de mi cuello para mirarme, su visión se paró en mis labios. Se relamió.

—Hay una gran posibilidad de que no vuelva vivo. La gente que la secuestró es muy peligrosa, sus planes de distracción y de ataque son muy buenos —explicó él con un tono más ronco.

—Entonces no irás —le acuné las mejillas —. No irás, Giovanni. Y si lo haces tendré que ir contigo.

—¿El corderito disfrazado se preocupa del lobo? —cuestionó sonriendo cerca de mis labios.

—Solo me aseguro de poder matarte yo misma.

—Tu no quieres un cuento de hadas, Bianca —afirmó —. Tú quieres un maldito infierno donde quemarte. Y cariño, me temo que yo soy ese infierno.

Se quedó cerca de mis labios aun sin besarlos. No deseaba que lo hiciera, pero el fuego de mi interior esperaba ansioso que se inclinara y uniera por fin sus labios a los míos. Él negó con la cabeza, meditando la respuesta antes de que saliera de sus labios.

—Tú te quedarás aquí, a salvo. Después nos quemaremos en nuestro infierno, prepara ese lindo trasero para mi polla.

Le pegué juguetona en el brazo.

—Sabes que no me quedare quieta. Voy a ir contigo a por Stella digas lo que digas. Puedo serte útil —casi le grité —. ¿Por qué no quieres que vaya? ¿Acaso el Lobo se enamoró del corderito disfrazado?

Su cuerpo se puso tenso, una sonrisa ladina apareció de sus labios mientras rozaba los míos para provocarme. Sé que lo estaba haciendo para que yo dejara de ser tan terca y le besara, eso no iba a suceder. O al menos eso creía.

—Porque cuando se trata de ti, Bianca, no voy a permitir que nada te haga daño. Ni quiera yo me permito hacerlo más.

Ese man se estaba enamorando, temía caer yo en sus redes filosas y pervertidas. Maldita sea.

🖤

Priscilla.

—No te haremos nada malo —dijo el tal Romanov cuando llegamos a su casa —. Aún.

Minutos después me encerró en una habitación acolchada, no parecía haber puertas, pero yo sabía que había una, porque me di cuenta cuando entramos. Tenía los brazos atados por la espalda por una camisa de fuerza. No podía sentir nada más que el olor a gardenias desde las esquinas.

Intenté moverme, pero no podía.

Hasta chillé, pero a la hora terminé quedándome sin voz.

No había nada que hacer por mí. Ese ruso me había comprado. Don me iba a matar después de que diera a luz a su heredero. Y Bianca, tan solo debí aprender de ella. Mi mamá no tenía razón, ella sí. Hizo bien al huir de un destino desastroso.

La envidiaba, ella podría salvarse. Yo no.

Me quedé callada y sin respirar cuando una vez la más la puerta casi inexistente se abrió. De ella emergieron el ruso con dos mujeres más, a una de ellas no podía verle el rostro, pero la otra sí. Traían a un chico con los ojos vendados, estaba tan demacrado que era imposible verle las facciones, lo empujaron y terminó cayéndose a mi lado.

Los tres rostros impasibles nos miraron con detenimiento.

—¿Estás trayendo a la niña? —musitó una de las mujeres.

Romanov se preparó para hablar.

—No. Aún están en Roma, preparando todo para viajar en un avión privado hasta aquí —explicó detenidamente.

El hombre a mi lado se removió, estaba tratando de decir algo.

—Necesito que la traigan antes de que sepan la verdad —respondió ella.

—Esos dos no son tan listos, Annika.

Romanov rio en bajo, pero la tal Annika no.

—No hay que subestimarlos. Debemos estar preparados para la guerra, primo. Ya sabes lo que pasó la última vez, por cierto, ¿de verdad debemos esperar a que el hijo nazca? Yo sé lo quitaría de las entrañas en este mismo instante.

La otra mujer se carcajeó por lo que había dicho.

—Preparamos esto por mucho tiempo, no querrás destrozarlo por nuestra sed de venganza.

Annika rodó los ojos.

—A ti te rechazó, pero es que a mí me quito a él amor de mi vida —dijo ella con enfado.

—¿Y? Ya lo tienes contigo, pero no, le tienes que hacerle sufrir —negó con la cabeza.

Annika la ignoró por primera vez. Sus ojos verdes, me recordaron a alguien. ¿Pero a quién?

—Eso no importa, igual es un traidor —respondió.

Después de que hablara, saco una jeringa cargada de un líquido desconocido. Quise zafarme de su agarre, pero no pude, me lo inyectó en el cuello de una, traté de respirar, pero los nervios me lo impedían. No sabía para que me inyectaban, pero lo único que descubrí es que me adormecía.

Así que me sumí en un sueño profundo mientras trataba de verle la cara a la tal Annika.

Error. No me gustó lo que vi.

Porque la conocía. La conocía perfectamente bien. Maldita perra desgraciada.

Pero, ¿cómo mierda podía ser ella?

🖤

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